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Historia Monetaria

Depreciación Monetaria

Autor: Antonio Ibarra

Colaboración inscrita en el proyecto PAPIIT IG400222 “Gestión política de la moneda: procesos locales y transiciones globales, siglos XVIII-XX”

La depreciación monetaria es la pérdida de valor, a lo largo del tiempo, de los objetos designados como moneda debido a su demérito físico, simbólico o relacional con otras formas de valor. La moneda, del latín nummus, se define por su materialidad y sus funciones en una sociedad históricamente determinada: medio de cambio, de circulación y reserva de valor. Las formas metálicas de la moneda tienen una larga historia, cifrada en el siglo VII a.n.e,  en la isla griega de Egina, por el rey Fidón de Argos. De allí su característica originaria, de ser una impresión sobre metal que se ampara en la autoridad soberana que le adjudica un valor, dependiendo de su ley o pureza metálica y de su peso. Fue en Grecia donde adquirió su estilización circular estampada, pero en Roma se convirtió en un sistema de valores equivalenciales como nummus aureus, para el oro, y numus argenti, para la plata, adquiriendo su valor por la cantidad de metal puro (ley), su liga con otros metales y su peso.

Medelhavsmuseet (332 BC – 337 AD) Moneda Greco romana. Suecia: The Museum of Mediterranean and Near Eastern Antiquities. – CC BY. https://www.europeana.eu/es/item/91644/SMVK_MM_Egypt_3011568

De este modo, los sistemas monetarios requirieron de valores nominales, los cuáles les imprimieron su valor extrínseco, el cual es soportado por su ley y peso metálico, determinando así su valor intrínseco. La correspondencia entre ambos sostiene el sistema de cambios, garantiza la circulación y expresa su reserva de valor. La existencia de monedas de menor valor relativo dentro del sistema se sustenta en la autoridad impresa en su cuño, que suple en metales innobles -como el cobre, bronce o estaño- su valor correspondiente a los metales nobles -oro y plata. Cuando la autoridad soberana imprime su distintivo implica el cumplimiento de valores y contratos, es así como se considera a la moneda de curso legal y/o forzoso. Los distintivos del soberano pueden asociarse a valores simbólicos de identidad, confianza o poder ejercido sobre el mercado. Así, en un sistema monetario denominado bimetálico se combina un conjunto de signos monetarios de carácter fiduciario, es decir, basado en la confianza y sustentado en la relación del oro con la plata. Estos signos monetarios comúnmente tienen bajo valor intrínseco y un valor extrínseco determinado por el cuño y la autoridad que lo respalda.

Imagen: dominio público

El proceso histórico con el cual fue posible establecer valores a materiales que no eran metales preciosos dependió de la confianza en la autoridad que emitió signos monetarios equivalentes en otros materiales, respaldados por determinados metales, con poder liberatorio en el mercado y que dio cauce a las transacciones entre actores y poderes constituidos. El billete, como moneda fiduciaria fue también una forma antigua de emisión en la China de la dinastía Ming, que fue más tarde suplido por la plata, una vez exigidos los impuestos en este metal, sin demérito que los contratos se sostuvieran en papel, pero liquidados en plata. La plata americana, desde la segunda mitad del siglo XVI y hasta el XIX se convirtió en la moneda global del comercio y las finanzas públicas y privadas. El oro, más escaso y de menor circulación, tenía mayor aprecio en Europa que en Asía y América, hasta el siglo XVIII cuando la explotación de Minas Gerais, en el Brasil, cambió la proporción de este metal en el mercado mundial. El oro se convirtió, durante el siglo XIX gracias al boom productivo de Estados Unidos y Australia, en el metal esencial para el fondeo de los sistemas monetarios modernos, respaldando las monedas soberanas.

Imagen: dominio público

De esta manera, hubo experiencias depreciatorias que marcaron la historia. La primera gran depreciación de los metales se produjo, paradójicamente, por su abundancia y circulación en el circuito atlántico, entre América y Europa. La llamada “revolución de los precios”, que produjo el tesoro americano en el siglo XVI, supuso una alteración relativa de los valores monetarios en relación con las mercancías de consumo y entre los propios metales. Así, mientras en la década de 1531-1540 llegaron de América a Europa 14 toneladas de oro y 86 de plata, tres décadas más tarde 9 serían de oro y 1,119 de plata, según el texto clásico de Earl Hamilton (1934). La enorme cantidad y flujo continuo de metales produjo una depreciación relativa de la moneda por el mecanismo de los precios, es decir, en términos relativos la moneda de plata se volvió abundante y poco apreciada, por lo que se entregaba más de ella en el intercambio, aumentando los precios nominales, aunque las monedas tuvieran una alta calidad metálica y un crédito soportado en su ley y peso.

            En caso contrario, las monedas de plata tuvieron un premio en China y la India, donde el aprecio por el metal se relacionaba con la demanda de signos monetarios fuertes, así como por una diversidad de usos suntuarios y rituales que atrajeron ingentes cantidades de plata americana mediante las compañías comerciales coloniales de Holanda, Francia, Inglaterra y España.

Bellydraft (2007) Coin. CC BY-NC-ND 2.0 https://www.flickr.com/photos/bellydraft/363693731/

La plata se convirtió en moneda imperial, con la reforma de Felipe II en 1566, y a fines del siglo ya era la moneda global de más amplia circulación y de un valor estándar de gran aceptación: el peso de 8 reales o Piece of eight, Spanish dollar o piastra española. Sin embargo, la moneda de plata española fue sucesivamente depreciada en su calidad monetaria de manera subrepticia, mediante pragmáticas instrucciones hechas por Felipe II (1597), Felipe V (1728) y Carlos III (1772, 1786), las cuales determinaron por decreto disminuir el contenido metálico o ley de las monedas que debían acuñarse en el imperio. La larga estabilidad en el valor de la moneda de plata encontró su declive cuando hacia finales del siglo XIX varios países comenzaron a utilizar el patrón oro. Así pues, la caída sostenida del precio de la plata, a partir de 1870, fue resultado de fenómenos monetarios como la adopción del patrón oro por parte de Alemania, lo cual redujo la demanda de plata como moneda, pero también por cambios productivos que redujeron los costos de afinación del metal argentífero, lo que aumentó la oferta provocando la depreciación del metal como moneda y como mercancía. De este modo, el oro se convirtió en reserva de valor de sistemas monetarios que requerían de un metal escaso para respaldar la emisión de moneda fiduciaria no metálica.

Frankie Leon (2011) The shrinking dollar. CC BY-NC-ND 2.0 https://www.flickr.com/photos/armydre2008/5734854387/

La depreciación relativa de la plata en sistemas monetarios bimetálicos, dio paso a la expansión del crédito público mediante la emisión de moneda fiduciaria de curso legal o bien forzoso. Esto hizo más complejo el valor relativo y estable de las monedas soberanas, en relación con el soporte en reservas metálicas y en correspondencia con la balanza comercial y de cuenta corriente, entre monedas y países. Con la generalización del patrón monetario oro, la fortaleza de las monedas se vinculó estrechamente con el crecimiento económico, las reservas metálicas y el monto de valores en circulación en las bolsas de comercio y, más tarde, de valores accionarios. Las monedas resultaron vulnerables a las corridas financieras de particulares, como los pánicos de fines del siglo XIX y previas a la Gran Guerra de 1914-1918, o bien a las consecuencias de la paz de Versalles, como la hiperinflación en la República de Weimar de 1923. El colapso financiero de 1929 desvalorizó el dólar americano y premió la acumulación de activos áureos. La solución, sin embargo, devino de políticas contracíclicas favorables al gasto público y el déficit de los gobiernos, lo cual actuó sobre el valor de la moneda dado que la política fiscal inyectó liquidez a las economías mediante el gasto generando presiones inflacionarias e impactando en la depreciación monetaria.

            La depreciación monetaria a partir de los desajustes provocados por la segunda Guerra Mundial dependió de acuerdos internacionales, como Bretton Woods, que otorgó al dólar estadounidense el poder liberatorio internacional y el privilegio de ser una moneda de referencia de otras soberanas, ligadas por los flujos comerciales, financieros y organismos monetarios multilaterales como el Fondo Monetario Internacional.           

El déficit público en Estados Unidos, así como la crisis de la deuda de la década de 1980, asociada a una burbuja inflacionaria originada en el mercado petrolero, distorsionó los sistemas de ajuste monetarios por la sobreoferta de crédito en el sistema bancario internacional que terminó por arruinar las monedas soberanas, depreciadas para hacer frente a la insolvencia de economías con un alto nivel de endeudamiento.

Durante los críticos años ochenta se dieron espirales inflacionarias que resultaron en la depreciación de las monedas nacionales frente al dólar estadounidense, sustitución de monedas soberanas y adopción de patrones mixtos, así como la supresión de dígitos a la moneda de curso legal y forzoso. La política monetaria desde los años de 1990 ha enfatizado el combate a la inflación con medidas contrarias a la expansión del gasto y restricciones cambiarias: la autonomía de la banca central, el equilibrio en las reservas y el control del mercado de divisas han sido medidas tendientes a evitar abruptas depreciaciones de moneda soberana. Inflación y depreciación, han marcado la orientación de las políticas de estabilización monetaria. El impacto sobre la gobernabilidad cobra cada vez mayor relevancia, para la legitimación o debacle de los liderazgos políticos, vinculando fenómenos monetarios y procesos políticos.

Simon Dawson/Bloomberg (2014) El gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, habla durante la conferencia de prensa del reporte de inflación trimestral del banco central. Londres: Banco de Inglaterra.

En resumen, históricamente, la depreciación de la moneda ha dependido del nivel de oferta de metales, de su valor relativo en los mercados, de los sistemas crediticios y financieros y de la capacidad de las economías para valorizar su moneda soberana. El miedo a la depreciación monetaria es un mal del mundo moderno.

NOTA: Colaboración inscrita en el proyecto PAPIIT IG400222 “Gestión política de la moneda: procesos locales y transiciones globales, siglos XVIII-XX”

Palabras relacionadas: economía, balanza comercial, Dinero, monedas y Moneda; falsificación monetaria, monetarismo.

Vínculos de interés:

The European Association for Banking and Financial History

Fondo Monetario Internacional  https://imf.org/es/Home

History of U.S. Currency https://www.uscurrency.gov/history

H-Monetaria  http://www.economia.unam.mx/hm/index.html

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Acerca del Autor :Antonio Ibarra Romero

Profesor Titular C, Tiempo Completo, en la División de Estudios de Posgrado, Facultad de Economía, UNAM, adscrito al área de Historia Económica. Licenciado en Economía por la Universidad de Guadalajara (1986), Maestro en Economía, con especialidad en Historia Económica, por la UNAM (1990), Doctor en Historia por El Colegio de México (2000) y posdoctorado en la Universidad de California, en San Diego UCSD (2002). Sus líneas de investigación son: historiografía económica; instituciones y cambio económico en México, siglos XVIII-XX; redes sociales e instituciones comerciales, siglo XVII-XIX; historia fiscal y monetaria mexicana, siglos XVIII-XIX; historia global de América Latina.

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