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Historia Monetaria

Sistema Monetario

Autor: Ricardo Fernández Castillo

Colaboración inscrita en el proyecto PAPIIT IG400222 “Gestión política de la moneda: procesos locales y transiciones globales, siglos XVIII-XX”

Nota del autor: agradezco al Programa de Becas Posdoctorales UNAM y a su Dirección General de Asuntos de Personal Académico por la beca y el respaldo para la realización de este trabajo durante mi estancia en la Facultad de Economía. Igualmente agradezco la colaboración de mi asesor posdoctoral Dr. Antonio Ibarra por su guía y crítica constante.

En 1814, durante los estragos de la guerra de independencia en la Nueva España, el director del tribunal de minería Fausto D’elhuyar explicó que el sistema de amonedación español en el virreinato no había sido, en general, permisivo con los gravámenes que pesaban sobre el minero al acuñar sus metales (D’elhuyar 1818, pp. 60-61). Para ello, empleó términos tales como “orden gubernativo y económico” sobre la moneda. Además, percibió a la Casa de Moneda de México como el espacio institucional donde las pautas monetarias tomaban forma. Para D’elhuyar, el sistema de amonedación involucraba lineamientos monetarios, pero también, organismos que se encargaban de materializarlos.

Boturini, Lorenzo: coleccionista (Siglo XVI) Códice de tributos de Santa Cruz Tlampa. México. Biblioteca Nacional de Antropología e Historia Dr. Eusebio Dávalos Hurtado. (Fotografía)

Los sistemas monetarios consisten en normas, lineamientos y arreglos institucionales, para la regulación de la moneda con jurisdicciones que pueden coexistir o anteponerse a nivel internacional, nacional o regional. Abarcan principios de economía, bases legales y disposiciones administrativas que definen a las unidades monetarias y su validez en una territorialidad (Burzio, v. II, 1958, pp. 375-376; Romeuf, t. II, 1958, pp. 758-760). Aunque los poderes políticos y económicos respaldan la soberanía y legitimidad de dichos sistemas, también los usos socio-culturales de la moneda transforman sus bases.

Sus principios se reconfiguran con el paso del tiempo, ya sea por coyunturas súbitas como fragmentaciones políticas, cambios de régimen y crisis económicas o por procesos lentos como las mentalidades en torno al uso de la moneda y sus funciones sociales.  Estos sistemas son intentos de normalizar las pautas culturales por medio de las cuales la moneda intermedia en las transacciones. Están en modificación permanente dado que los valores de uso y cambio son asignados por diferentes contextos históricos. Los sistemas operan como reguladores de la producción y circulación del dinero, pues tratan de evitar caos en el intercambio de mercancías. Asimismo, tienen jurisdicciones y territorialidades cambiantes, pues al entrar en contacto con otros sistemas monetarios se transforman o readaptan para diseñar equivalencias en una interacción más fluida.

Casa Real de Moneda. México, Museo Nacional de Antropología.

Los sistemas cuentan con patrones o regímenes monetarios que caracterizan las cualidades de los medios de cambio aceptados. Así, el monometalismo, el bimetalismo, el patrón oro, los acuerdos de Bretton Woods (1944) y los Sistemas de Flotación Libre de fines del siglo XX y principios del XIX han acompañado la historia del mundo occidental desde la Alta Edad Media hasta la época contemporánea (Wilson, 2000, pp. 40-42; Redish, 2000, pp. 41-104). El valor intrínseco del circulante o su convertibilidad inmediata a algún metal precioso fungieron como preceptos para el monometalismo, bimetalismo y el patrón oro, pero con singularidades regionales en los tipos de acuñación, señoreaje, stocks monetarios y modalidades de circulante fiduciario. Posteriormente, con los acuerdos de Bretton Woods de 1944 se estableció un patrón dólar-oro que finalmente sucumbió en la década de los setenta por la emisión descontrolada de dólares durante la guerra de Vietnam (Marichal, 2010, pp. 170-178). Finalmente ha prevalecido la Flotación Libre donde el tipo de cambio es fijado por el mercado y se permite que la balanza de pagos ajuste progresivamente los desequilibrios económicos. Sin embargo, cada país continúa con arreglos propios para el sostenimiento de sistemas monetarios regionales (zona euro) o nacionales. Ello sin descartar espacios digitales con experimentos emergentes en criptomonedas electrónicas que, aun generando burbujas especulativas, terminan por ensanchar la distancia con respecto a organismos gubernamentales y bancarios.

Marinus van Reymerswaele (1539) El cambista y su mujer. Madrid: Museo del Prado. (Fotografía)

Dada esta riqueza histórica, aunque en ocasiones el término “patrón monetario” se utiliza como sinónimo de “sistema monetario”, es preciso separarlos con el fin de que los investigadores cuenten con un repertorio más amplio en el estudio de los esquemas de circulación. Por ejemplo, el patrón bimetálico caracterizó a los Estados Unidos de América e Hispanoamérica durante la primera mitad del siglo XIX, pero en cada región el bimetalismo conllevó formas monetarias peculiares.

El anterior aspecto se remarca aún más al analizar la naturaleza de la producción monetaria al interior de demarcaciones político-territoriales. En el caso del bimetalismo, la libre acuñación y circulación de numerario de oro y plata condujeron a equivalencias entre estos metales. En ocasiones, esas equivalencias eran relativas a las características geográficas de los recursos mineros, la alta disponibilidad de algún metal o las fuerzas económicas de oferta y demanda. Por ejemplo, los virreinatos del Perú y la Nueva España estaban inscritos en un patrón bimetálico que funcionaba como un régimen plata de facto, dada la abrumadora preponderancia de este metal por encima del oro y el cobre (Céspedes del Castillo, 1999, p. 127). Sin embargo, no por ello los tenedores de moneda rechazaban un eventual escudo de oro. En teoría se mantenía un patón bimetálico general y útil para el comercio internacional. Tal fue el caso de la monarquía española en el siglo XVIII y su cambio fijo de una pieza de oro por dieciséis de plata (García Martínez, 1968, p. 357). Por el contrario, Francia, también en un patrón bimetálico, atestiguó flujos más amplios de ambos metales en su sistema monetario.

Colección Culhuacán (1940) Monedas de plata con el rostro de Carlos IV, ca. 1790. Ciudad de México: Fototeca nacional INAH. (Fotografía)

La dimensión referente a leyes y decretos nos advierte la importancia de rastrear a los sistemas monetarios no únicamente a través de mercados de divisas, tipos de cambio o balanzas comerciales, sino también por las formaciones políticas que los diseñan. Así, según Georg Simmel, el dinero condensa significados como mediador en las transacciones, pero simultáneamente devuelve mensajes políticos y sociales a través del grabado (2013, pp. 135-145).  Los principales componentes de un sistema monetario se sustentan en una unidad monetaria básica adoptada por un gobierno con soberanía y legitimidad para el ejercicio del poder (Hayek, 1974, pp. 28-29). Dicho ejercicio ha correspondido generalmente a una autoridad central, con sustento en un dominio tradicional, carismático o racional, pero que termina por establecer ámbitos específicos de circulación monetaria. Así, la unidad monetaria para el imperio español en la época moderna fue el real cuyo dispositivo monetario esencial fue el real de a ocho o peso fuerte. Cada monarquía europea tuvo sus propias unidades monetarias vigentes para sus territorios; la libra esterlina para Inglaterra y el franco para Francia. Estas unidades fueron heredadas luego de las revoluciones de fines del siglo XVIII y principios del XIX y continuaron coexistiendo, pues los patrones que los regían se basaban en un bimetalismo que otorgaba posibilidades de cambio oro-plata.

            Las unidades monetarias se subdividían en escalas para el fraccionamiento de la moneda. El peso fuerte estaba conformado por ocho reales y cada real por doce granos. Para la Nueva España, las monedas acuñadas en plata consistieron en acuñaciones de un peso, cuatro reales, dos reales, un real y medio real. Las monedas de oro tenían presentaciones divididas en escudos, pesos, reales y granos. Sin embargo, el sistema monetario castellano en el virreinato novohispano incluyó componentes sociales propios de la Nueva España; seudomonedas, fichas de cobre y signos de madera empleados por la escasez de circulante ante el atesoramiento y exportación del numerario oficial de plata. La coexistencia de estos medios de cambio con monedas fraccionarias de oro y plata da paso a facetas alternas de un sistema monetario heterogéneo, más notorio aun cuando se le compara con otros sistemas monetarios.

            Las seudomonedas eran dispositivos monetarios de uso social que acompañaron al sistema monetario vigente. Dejarlos de lado, siguiendo a Ruggiero Romano, significaría tener una visión parcial de la economía en la Nueva España (Romano, 1998, pp. 141-148). Ello nos lleva a considerar el concepto que Bernardo García Martínez tuvo sobre el sistema monetario en la Nueva España, entendido como un “complejo de sistemas” con especial énfasis en el plural del término (García Martínez, 1968, p. 349). Irregularidades que transgredían las ordenanzas de la Casa de Moneda de México, pero que a la larga caracterizaron al sistema circulatorio en las regiones novohispanas.

La formación y desarrollo de los Estados-nación otorgó mayor delimitación territorial y soberanía a los sistemas monetarios. Bajo distintos grados de centralización y a través de nuevos congresos, ministerios y constituciones, los sistemas monetarios añadieron formas jurídicas que contribuyeron a darles una apariencia omnímoda. Más aún con las regulaciones de los nacientes bancos centrales. Estos últimos son de larga data, el banco de Inglaterra se fundó en 1694 a través de una firma dirigida por los Rothschild, aunque su estatización se dio hasta 1946. Por el contrario, el banco de Francia adquirió un carácter nacional a partir de 1800. En Hispanoamérica, las nacientes repúblicas afianzaron sus bancos centrales hasta fines del siglo XIX y principios del XX, en acoplamientos sui generis con capital privado y extranjero.

Pugin, Augustus (1809) Bank of England. London: Ackerman´s repository of arts & c Pub, Septr. 1st 1809. British Library.

 Desde la consolidación de los Estados Unidos de América como potencia hegemónica, el dólar se internacionalizó como unidad monetaria básica, fenómeno que no culminó del todo con el fin de los acuerdos de Bretton Woods en 1971. El dólar ha ocupado un papel rector en sistemas monetarios otrora autónomos, como en Panamá (1904), Ecuador (2000) y El Salvador (2001). Cuando no, fungió como referencia monetaria para medir el comportamiento económico de determinados países. Algunos episodios característicos de lo anterior fueron la búsqueda de la paridad cambiaria por México en la década de los sesenta y la paridad de facto entre el peso argentino y el dólar en la década de los noventa.

Con todo, la dolarización ocurrió sobre un panorama político a nivel internacional dominado por los Estados-nación como fórmula institucional de gobierno. Esto provocó que las nociones académicas sobre los sistemas monetarios pasaran a estar determinadas por el devenir nacional, sin importar las deformaciones discursivas provocadas. En 1942 Raúl Ortiz Mena, quien se convertiría en subsecretario de la Secretaría de la Presidencia en México, abordó la historia del sistema monetario mexicano iniciando desde los intercambios entre los indígenas mesoamericanos con cacao y piezas de tela. El efecto: la narrativa homologó al sistema monetario con la historia oficial sobre la patria mexicana (Ortiz Mena, 1942, pp. 3-5).

De lo anterior se desprende la relevancia de condensar nociones históricas de los sistemas monetarios que brinden pistas incluso para políticas públicas en la actualidad. Con un recorrido histórico similar al realizado por Humberto Burzio en su Diccionario histórico de la moneda hispanoamericana de 1958, se puede identificar la maleabilidad histórica de los sistemas monetarios. Sobre todo, frente a coyunturas como la adopción del sistema métrico decimal a nivel internacional y la Convención de la Unión Latina en 1865 que internacionalizó aún más dicho sistema (Burzio, vol. II, 1958, p. 376). Coyunturas que recomponían los fundamentos más profundos de los arreglos locales para la producción y circulación de moneda.

Casasola (1925) Hombre sostiene recipiente con monedas de un peso Ley.0720. Ciudad de México: Casasola. Fototeca Nacional INAH, Colección Archivo Casasola. (Fotografía)

Al rastrear los rasgos históricos de los sistemas monetarios se trascienden las variables de tiempo y espacio, lo que nos conduce a una comprensión integral de los cambios y continuidades en la creación de moneda. Así, se evitará pensar que las reglas monetarias vigentes en determinado momento son inamovibles. Las transformaciones históricas de los sistemas monetarios muestran que los gobiernos dirigen su establecimiento, pero que otros factores usualmente excluidos de las leyes monetarias, también intervienen en él: guerras, crisis económicas, estrategias empresariales y falsificadores.

En este sentido, los ámbitos territoriales de circulación monetaria han sido volátiles, repletos de cambios y continuidades que pueden ser reconstruidos históricamente. Antonio Mitre expuso que más allá de la formación de sistemas monetarios soberanos en Hispanoamérica en el siglo XIX, el peso de plata continuó siendo una referencia monetaria que unía al espacio andino e incluso a latitudes distantes como las provincias rioplatenses (Mitre 1986, pp. 11-20). Si bien la historia de los sistemas monetarios muestra que son difíciles de controlar y predecir, éstos suelen arrojar pistas que anticipan cambios profundos. Probablemente las monedas virtuales en esta primera mitad del siglo XXI hereden modalidades comerciales que revolucionen a los sistemas monetarios.

Palabras relacionadas: dinero, moneda y monedas, falsificación monetaria, monetarismo, depreciación.

Vínculos de interés

Sobre la descripción e influencia de los diversos sistemas monetarios en los sistemas financieros 

Entrevista a Barry Eichengreen, experto en historia monetaria

Ciclo de conferencias sobre historia de la moneda en México

Historia de la moneda de la independencia a la revolución

Podcast: Hernán Melana, Filosofía, psicología, historias. “Nicolás de Cusa. Una teoría económica en plena Edad Media”

Stiglitz Joseph, “The Euro”, Politics and Prose https://www.youtube.com/watch?v=ECoW1nnTrjo&t=1260s

Bibliografía

Burzio, Humberto F. (1958): Diccionario de la moneda hispanoamericana, 3 vols., Santiago de Chile, Fondo Histórico y Bibliográfico José Toribio Medina.

Céspedes del Castillo, Guillermo (1999): Las cecas indianas en 1536-1825, Madrid, Museo de la Casa de Moneda.

D’elhuyar, Fausto (1979 [1814]), Indagaciones sobre la amonedación en Nueva España, México, Miguel Ángel Porrúa.

García Martínez, Bernardo (1998), “El sistema monetario de los últimos años del periodo novohispano” en Historia Mexicana, vol. XVII, núm. 3, pp. 349-360.

Hayek, F.A. (1990), Denationalisation of Money. The Argument Refined. An Analysis of the Theory and Practice of Concurrent Currencies, London, The Institute of Economic Affairs.

Marichal, Carlos (2010), Nueva historia de las grandes crisis financieras. Una perspectiva global, 1873-2008, Barcelona, Debate.

Mitre, Antonio (1986), El monedero de los andes. Región económica y moneda boliviana en el siglo XIX, Bolivia, Instituto de Historia Social Boliviana.

Ortiz Mena, Raúl (1942), “El Sistema Monetario de México” en Revista de Economía y Estadística, vol. 4, núm. 4, pp. 519-561.

Redish, Angela (2000), Bimetallism an Economic and Historical Analysis, Cambridge University Press.

Romano, Ruggiero (1998), Moneda, seudomonedas y circulación monetaria en las economías de México, México, Fondo de Cultura Económica.

Romeuf, Jean (1958), Dictionnaire des sciences économiques, t. II, París, Presses Universitaires de France.

Simmel, Georg (2013), Filosofía del dinero, Madrid, Capitán Swing.

Wilson, Ted (2000), Battles for the Standard. Bimetallism and the Spread of the Gold Standard in the Nineteenth Century, Burlington, USA, Ashgate.

Acerca del autor

Ricardo Fernández Castillo

Doctor y maestro en Historia por el Colegio de México en donde defendió la tesis “Los enigmas en la formación del sistema monetario mexicano durante la transición de virreinato al México independiente”. Es licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Yucatán y ha sido docente en la Especialización en Historia Económica y en la maestría en economía, División de Estudios de Posgrado, Facultad de Economía, UNAM en donde actualmente realiza una estancia de investigación posdoctoral. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores como candidato. Sus líneas de investigación abarcan la historia económica, política e institucional de México en la transición de virreinato a nación independiente.

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Historia Laboral y de la Empresa

Monopolio

Autor:Juan Carlos Morales Soto

En la obra La Política, escrita en el siglo IV antes de nuestra era, el filósofo griego Aristóteles hace uso de la palabra monopolio: μονοπώλιον (monopṓlion) que viene de μονο (mono o uno), y πωλεῖν (pōleîn) que significa vender. Al reunir estas raíces la palabra significa “un solo vendedor”. La primera vez que Aristóteles utiliza el término monopolio es en el párrafo donde cuenta el origen de la fortuna del filósofo Tales de Mileto (De Roover, 1987, pp. 169-170). Existen dudas en cuanto al significado que Aristóteles dio a la palabra monopolio, ya que en su etimología tradicional se alude a un solo vendedor, mientras que Tales de Mileto actuó más bien como un solo subarrendador, por lo que aquel no la empleó de manera apropiada en su interpretación tradicional.

Dominio público, Tales de Mileto (c. 624 a. C.-ibid., c. 546 a. C.)

Los filósofos escolásticos que hicieron contribuciones importantes a la economía como disciplina, quienes se preocuparon por los problemas económicos desde un punto de vista ético y legal, también expusieron argumentos en contra de las prácticas monopólicas. Durante la llamada Edad Media estas eran consideradas malvadas e injustas, al considerar que los monopolistas vendían los bienes a un precio mayor de lo que realmente valían, lo cual iba en contra del principio de la igualdad absoluta. Cualquier forma de abuso se contraponía a la idea de caridad, por ello, los monopolios iban en contra del bienestar general pues reducían la cantidad de mercancías y creaban una escasez artificial. Tomás de Aquino (1225-1274) consideraba que el monopolista no era un comerciante honesto ya que perseguía ganancias exclusivas en perjuicio del interés general (De Roover, 1987, pp. 175-177). Nicole Oresme, escolástico y proto economista francés (1323-1382) denunció cualquier tipo de monopolio sobre bienes necesarios para la vida, sean estos públicos o privados. San Antonino (1389-1459) se opuso a cualquier forma de monopolio que tuviera como propósito el de asegurar mayores utilidades y precios más elevados. Todas estas teorías escolásticas influyeron en la política económica y posteriores legislaciones hasta entrado el siglo XVII.

ALEC (2017) Monopoly. Graffiti callejero.

La definición de monopolio fue entendida como la de un solo vendedor hasta antes de la llamada revolución industrial británica a mediados del siglo XVIII. Desde el punto de vista económico la definición más certera sería la de un solo comerciante aunque algunos economistas prefieren usar la de un solo oferente. Sin embargo, esta última definición puede resultar limitada, mientras que la del comerciante abarcaría tanto el lado de la demanda como de la oferta (Valdés Prieto, 2004, pp. 285-289).

La economía clásica toma su principal idea sobre el monopolio de Adam Smith, quien escribió que los monopolistas, manteniendo siempre bajas las disponibilidades de sus productos en el mercado, y no satisfaciendo jamás la demanda efectiva, venden sus géneros a un precio mucho más alto que el natural, y elevan por encima de la tasa natural sus ganancias. El precio de monopolio es, en todo momento, el más alto que se puede obtener. Por el contrario, el precio natural o de libre competencia será siempre el más bajo. Siguiendo a los escolásticos, Smith agrega que el monopolio, por otra parte, es uno de los peores enemigos de una buena gestión, pues esta sólo puede lograrse en un país por medio de la libre competencia (Smith, 1958, pp. 60, 143). Para el filósofo escocés el monopolio degrada todas las prácticas capitalistas, ya que los monopolios que las metrópolis establecieron en sus colonias, al excluir a otras naciones europeas de cualquier tipo de comercio con estas últimas o viceversa se revuelven contra el país que los adopta, al verse sus ciudadanos excluidos de cualquier inversión, y obligarlos a comprar mercancías a un precio más alto al no existir un comercio libre para todos (Smith, 1958, pp. 560-561).

El concepto que Smith acuñó de la “mano invisible” hace referencia a la libre competencia la cual lleva a una mejor asignación de los recursos hacia un beneficio común, la riqueza de una sociedad se encuentra en la senda de la libertad dentro de la actividad productiva. Conceder monopolios en el mercado doméstico a cualquier especie de industria se traduce en una medida inocua o en una regulación perjudicial (Smith, 1958, p. 402). David Ricardo, otro representante del pensamiento clásico, señala que cuando un bien alcanza precio de monopolio se encuentra al precio más alto al que los consumidores estarían dispuestos a comprarlo. Los bienes se sitúan solamente en este precio cuando su cantidad no puede ser aumentada por ningún arbitrio, como el vino, o las obras de arte cuya producción es muy limitada, por lo que su oferta es rígida. El precio de monopolio no debería darse en artículos de uso común, por lo que concluye que el valor de un bien que tiene un precio de monopolio no está regulado por su costo de producción (Ricardo, 1959, pp. 187-189).

Progresive Party (1907) Póster para las elecciones del consejo del Condado de Lancashire. Inglaterra: The tribune. La ilustración muestra una mujer atendiendo a la puerta a un hombre titulado “partido moderado”. Mientras hablan, dos hombres “Dividendos” y “Monopolio privado” entran a su casa por la ventana. En la parte inferior pone “Vota por los progresistas”

En los primeros momentos de la industrialización existió un periodo de competencia entre capitales individuales desvinculados entre, el monopolio de producción se dio como un suceso inherente a la existencia de una economía de mercado. Los rasgos característicos de cualquier monopolio son: a) el control exclusivo de una parte significativa de los bienes de producción; b) la fijación de precios independientemente de las condiciones de mercado; c) la consiguiente obtención de ganancias extraordinarias (Maya, 1983, pp. 193-194). Ni Marx ni Engels pudieron escribir ampliamente sobre el paso del capitalismo a su fase monopolista, dado que fallecieron cuando este se estaba consolidando. Pero ambos, con base en su análisis científico del capitalismo de libre competencia, lo previeron y señalaron algunas de las condiciones generales que regirían esta transformación.

En su escrito Miseria de la Filosofía, publicado en 1847, Marx ya hablaba de la competencia y el monopolio, mostrándose en desacuerdo con Proudhon; allí señala que la competencia fue engendrada por el monopolio feudal, además, primitivamente, la competencia ha sido lo contrario del monopolio, por lo que el monopolio moderno es la verdadera síntesis de la competencia. Entonces presenta los tres elementos que considera como la dialéctica del monopolio: la tesis (el monopolio feudal es anterior a la competencia), la antítesis del monopolio (la competencia) y la síntesis (el monopolio moderno, que es la negación del monopolio feudal por cuanto presupone el régimen de la competencia, y la negación de la competencia por cuanto es monopolio). Y más adelante concluye:

“En la vida práctica encontramos no solamente la competencia, el monopolio y el antagonismo entre la una y el otro, sino también su síntesis, que no es una fórmula, sino un movimiento. El monopolio engendra la competencia, la competencia engendra el monopolio. Los monopolistas compiten entre sí, los competidores pasan a ser monopolistas. Si los monopolistas restringen la competencia entre ellos por medio de asociaciones parciales, se acentúa la competencia entre los obreros; y cuanto más crece la masa de proletarios frente a los monopolistas de una nación, tanto más desenfrenada se hace la competencia entre los monopolistas de las diferentes naciones. La síntesis consiste en que el monopolio no puede mantenerse sino librando continuamente la lucha de la competencia” (Marx, 1987, pp. 96-102).

Poco después, en el tomo I de El Capital, publicado en 1867, sostiene que en este proceso, además, hay que diferenciar entre acumulación, concentración y centralización del capital: “No se trata de una simple concentración, idéntica a la acumulación de los medios de producción. Se trata de la concentración de los capitales ya existentes… de la expropiación de unos capitalistas por otros, de la aglutinación de muchos capitales pequeños para formar unos capitales grandes… Se trata de una verdadera centralización, que no debe confundirse con la acumulación y la concentración (Marx, 1999 [1867], p. 529). En 1894 Friedrich Engels, al comentar la obra póstuma de Marx, sostiene que “la libertad de competencia, tan ensalzada desde antiguo, ya agotó sus argumentos y debe anunciar ella misma su manifiesta y escandalosa bancarrota. Y lo hace por el procedimiento de que en todos los países, los grandes industriales de un ramo determinado se juntan en un cártel destinado a regular la producción… Entonces se llegó a concentrar la producción total de un ramo determinado de la actividad —en aquellos ramos en los que la escala de la producción así lo permitía— en una sola gran sociedad por acciones, de dirección unitaria.” (Marx, 1977, p. 564).

Bengough, J. W. (1896) Monopoly. The up-to-date primer: a first book of lessons for little political economists. N.Y.: Funk & Wagnalls.

Por otra parte, Rudolf Hilferding definirá al capital financiero como la categoría básica del capitalismo monopolista. Este economista austriaco de corte marxista distingue una situación en donde se transforma la relación de los bancos con la industria pues el capital invertido en esta recae cada vez más sobre estas entidades financieras. De este modo, la potencia del capital determina qué empresas caen bajo la dependencia de otras, lo que elimina la libre competencia, esta potencia está vinculada con el crédito. Hilferding concluye que la dependencia de la industria hacia los bancos es consecuencia de las relaciones de propiedad: una parte cada vez mayor del capital industrial pertenece a los bancos, de allí que el autor llame “capital financiero al capital bancario, esto es, capital en forma de dinero, que de este modo se transforma realmente en capital industrial… El capital financiero se desarrolla con el auge de la sociedad por acciones y alcanza su apogeo con la monopolización de la industria” (Hilferding, 1971, pp. 231-255).

Dentro de la escuela austríaca Ludwig von Mises distingue dos significados distintos del término monopolio. El primero es aquel en el que un individuo o grupo goza de control absoluto y exclusivo sobre alguno de los factores imprescindibles para la supervivencia humana. Bajo tal monopolio no habría mercado ni competencia, en la práctica esto se traduciría en un estado socialista universal que disfrutaría de ese monopolio total y absoluto, el cual podría aplastar a cualquier oponente, condenándolo a morir de hambre. En el segundo, el monopolio se sitúa bajo una economía de mercado en donde el monopolista resulta ser una persona o grupo de individuos que controlan la oferta de determinada mercancía. “El monopolio, como tal, carece de significación y trascendencia por lo que al funcionamiento del mercado y a la determinación de los precios atañe. Por sí solo no otorga al monopolista ventaja alguna en relación con la colocación del producto”(von Mises, 1986, pp. 420-429). Así pues, para el economista austriaco el monopolio no es malo per se, sino que su presencia resulta perjudicial cuando está vinculada con la planificación estatal o bien cuando la situación de monopolio permite vender menos a mayor precio.

Taylor, Charles (1897) In the hands of his philanthropic friends. N.Y.: Keppler & Schwarzmann, Marzo 10.

La ilustración muestra al Tío Sam caminando entre dos hinchados hombres de negocios, “Monopolios” a su derecha y “Fideicomisos” a su izquierda; ambos roban del bolsillo del Tío Sam sin que este se dé cuenta.

Por su parte, los libros de texto universitarios consideran que el monopolio es lo opuesto a la competencia: “obstaculiza el movimiento de los precios hacia el nivel de competencia perfecta, impidiendo así una adecuada asignación de los recursos productivos” (citado en Cachanosky, 2020, p. 235). También son considerados como estructuras de mercado de competencia imperfecta, es decir, cuando un comprador o un vendedor puede influir en el precio de un bien (Samuelson y Nordhaus, 2002, p. 34). Este matiz del monopolio como competencia imperfecta es crucial para entender su teorización dentro de la microeconomía contemporánea, pues lo encaja como parte de un cuerpo de modelos que pueden resumirse en el siguiente cuadro.

Palabras relacionadas: economía, pensamiento clásico, mercado, arbitraje

Bibliografía

Cachanosky, Iván (2020), “En defensa del monopolio competitivo” en Procesos de Mercado: Revista Europea de Economía Política, vol. XVII, núm. 1, pp. 233-264. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=7966560

De Roover, Raymond (1987), “La Teoría del Monopolio antes de Adam Smith: una Revisión” en Estudios Públicos, núm. 25, pp. 169-202. Disponible en: https://www.cepchile.cl/cep/site/docs/20160303/20160303184136/rev25_roover.pdf

Hilferding, Rudolf (1971), El Capital Financiero, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, Instituto Cubano del Libro.

Marx, Karl (1999), El Capital. Crítica de la Economía Política. Tomo I. Cap. XXIII. Decimoséptima reimpresión, 1982. Fondo de Cultura Económica. México, D.F.

Marx, Karl (1976), El Capital. Crítica de la Economía Política. El proceso global de la producción capitalista, Tomo III, Vol. 6, México, Siglo XXI.

Marx, Karl. (1977), El Capital. Crítica de la Economía Política. El proceso global de la producción capitalista, Tomo III, Vol. 7, México, Siglo XXI.

Marx, Karl (1987), Miseria de la Filosofía. Respuesta a la Filosofía de la Miseria de P.-J. Proudhon, México, Siglo XXI.

Maya, Carlos (1983), “Análisis del monopolio según la Teoría del Valor”en Revista Investigación Económica, n. 163, pp. 191-228. Disponible en: https://www.researchgate.net/publication/312579526_Analisis_del_monopolio_segun_la_teoria_del_valor

Ricardo, David (1959), Principios de Economía Política y Tributación,México, Fondo de Cultura Económica.

Samuelson, Paul y  William Nordhaus (2002), Macroeconomía con aplicaciones a Latinoamérica, México, McGraw-Hill/Interamericana Editores. 

Smith, Adam (1958), Investigación sobre la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones, México, Fondo de Cultura Económica.

Valdés Prieto, Domingo (2004), “Hacia una nueva lectura de la definición nominal de monopolio” en Revista Derecho y Humanidades, núm. 10, pp. 285-289. Disponible en: https://revistas.uchile.cl/index.php/rdh/article/download/17029/17752/

Von Mises, Ludwig (1986), La Acción Humana. Tratado de Economía, cuarta edición, Madrid,  Unión Editorial.

Vínculos de interés:

Los diez principios de la concentración de la riqueza y el poder de Chomsky:

Noam Chomsky “La Concentración de la Riqueza y el Poder”

El caso de la Standard oil:

How Rockefeller Built His Trillion Dollar Oil Empire

Juicio antimonopolio a Rockefeller Gigantes de la industria .

El caso de Microsoft:

La CAIDA de BILL GATES y El GRAN JUICIO contra MICROSOFT | Parte 1

Los monopolios farmacéuticos:

La verdad sobre los monopolios farmacéuticos (Documental completo 2019)

Sobre los monopolios en la producción de vacunas:

Vaccine monopolies make cost of vaccinating the world against COVID at least 5 times more expensive than it could be | Oxfam International

Para conocer más sobre la historia de la fortuna de Tales de Mileto, y su pensamiento, escucha este podcast en Spotify:

Episode #001 … Presocratic Philosophy – Ionian – Philosophize This! | Podcast on Spotify

Acerca del autor

Juan Carlos Morales Soto

Es licenciado en Economía por la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en donde defendió la tesis: “El Impacto de la Jubilación en México. El Caso Telmex (2005-2016)”. Es especialista en Historia Económica (2021) por la Facultad de Economía de la UNAM con el ensayo: “El Impacto de la Estancia de Matías Romero en los Estados Unidos en su Proyecto de Reconstrucción de la Hacienda Pública Mexicana, 1868-1872”. Profesor de francés en el CELEX de ESIME Culhuacán, del Instituto Politécnico Nacional de cuya práctica se han derivado traducciones francés-español para la Revista Momento Económico del Instituto de Investigaciones Económica de la UNAM.

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Historia Laboral y de la Empresa

Migración

Autor: Adán Vázquez Valenzuela

La palabra migración apareció por primera vez en 1855 dentro del Diccionario enciclopédico de la lengua española de la biblioteca ilustrada de Gaspar y Roig; en 1869 fue incluida en el diccionario de la Real Academía Española (RAE) en donde se afirma que proviene del latin migratio, es decir, moverse o desplazarse. Por ello, en términos simples, la migración se ha definido como el desplazamiento geográfico de individuos o grupos de estos por causas económicas, políticas o sociales. De forma intrínseca, el fenómeno implica la movilidad de consumidores y de fuerza de trabajo de un sitio a otro, lo cual ha suscitado debates entre los estudiosos del tema. Los autores Douglas Massey, Joaquín Arango, Hugo Graeme, Alí Kouaouci, Adela Pellegrino y J. Edward Taylor, por ejemplo, argumentan que la economía neoclásica explica a la migración como parte de la integración de mercados laborales, enfocándose en diferenciales de salarios, costos y decisiones individuales (Massey, Arango, Graeme, Kouaouci, Pellegrino y Taylor, 2000, pp. 5-11). Incluso, se ha llegado a explicar el desplazamiento argumentando que el país expulsor posee una ventaja comparativa en fuerza de trabajo poco calificada con respecto a su contraparte receptora (Boyes y Melvin, 2006). Lo cierto es que el término ha dado pie a distintas teorías para entenderlo y cada una de ellas ha puesto énfasis en los conceptos que sus autores consideran necesarios.

Ebony Black (2018) Migrants. A tragic part of Africa today.

La integración de mercados laborales propuesta por la teoría neoclásica va de la mano con otros enfoques que conciben al fenómeno migratorio como resultado de causas que ocurren en espacios económicos separados. En ese sentido, quizá la corriente académica que trata con factores de expulsión y factores de atracción (push and pull theory of migration) sea la que más se le relaciona. Dicha teoría concibe que el desplazamiento resulta tanto de motivaciones relacionadas con el lugar de origen de quienes migran como de otras tantas que hacen atractivo radicarse (temporal o permanentemente) en el espacio receptor. En otras palabras, el o la migrante tiene por lo general expectativas de mejorar su situación social y económica, lo cual confía que ocurrirá con el desplazamiento.

No obstante, ha habido estudiosos que conciben que la decisión de cambiarse de sitio dista de ser individual y es más bien de índole familiar o colectiva. Charles Tilly concibió por ejemplo a la migración como resultado de la formación de capital social y de la articulación de redes migratorias, en ese sentido, la historia de la migración debe ser entendida como la historia de la vida social (Tilly, 1978, p. 68). Otros estudiosos como Michael Piore enfatizan que el fenómeno se debe a la formación de mercados de trabajo segmentados en las llamadas ciudades globales. Esta corriente postula que las causas detrás de la migración se encuentran en la necesidad de proveer de servicios a un mercado primario, el cual demanda fuerza de trabajo poco calificada y que al mismo tiempo sea barata.

USDA (2019) Farmworkers at strawberry fields. Lewis Taylor Farms. Georgia: U.S. Department of Agriculture.

Tómese en cuenta que lo mismo puede ocurrir para el caso de la mano de obra calificada, sólo que ésta tenderá a ser cubierta en principio con fuerza de trabajo de origen local. En otras palabras, el empleo bien remunerado también tendrá el potencial de atraer mano de obra desde otras latitudes, aunque en cantidades menores pues los puestos de trabajo con buenos pagos serán primero cubiertos por trabajadores locales. Lo cierto es que tanto la teoría que retoma a la formación de capital social como principal motivo de la migración como la que destaca la formación de mercados de trabajo segmentados tienden a enfatizar la existencia de dos o más espacios que propician la movilidad (Piore, 1979, pp. 39-40).

El enfoque neoclásico no sólo contempla la decisión individual o familiar basada en expectativas a futuro como factor fundamental para migrar. Considera también los posibles costos que tiene el desplazarse de un sitio a otro, así como a la regulación que puede haber en ese desplazamiento. En ello, irónicamente, coincide con la postura de autores totalmente ajenos a esta escuela como Michael Burawoy (1979, pp. 107; 119-120), quien ha sostenido que el Estado cumple un papel como regulador de la circulación y la propia reproducción de la fuerza de trabajo. Esto a través de la formulación y la adopción de programas, leyes y normas con las que el Estado propicia el surgimiento de industrias completas que utilizan mano de obra poco calificada. En tal lógica, el mercado expulsor de fuerza laboral termina subsidiando el desarrollo del mercado receptor.

EUNAVFOR MED (2015) Rescue of migrants, October 2018. CSDP EEAS

            La teoría neoclásica de la migración ha tenido un sinnúmero de escuelas críticas. Una de estas corrientes considera no sólo a las motivaciones económicas como elemento fundamental para migrar, sino también a factores culturales y sistemas de creencias. Así pues, en lugar de hablar de “integración de mercados laborales” que dependen de causas de “expulsión” y “atracción” (que bien podrían definirse como oferta y demanda de fuerza de trabajo), o de decisiones basadas en evaluaciones de “costo-beneficio”, se ha propuesto hablar de “cultura” de la migración. Los ya referidos Massey, Arango, Graeme, Kouaouci, Pellegrino y Taylor (2000, p. 26) plantean, por ejemplo, que tendría que pensarse en el porqué de que el fenómeno se sostenga por largos periodos, llegando a la conclusión de que esto se debe a algo que denominan causas “acumuladas”. Así, estos autores proponen analizar tanto a las expectativas de mejoras sustanciales para el individuo y su familia, como a la formación de redes migratorias y la “costumbre” de migrar que se forma a lo largo de los años en las comunidades de origen de aquella población que migra. En ese sentido, esta perspectiva coincide con la de Tilly respecto a la importancia de las redes (Tilly, 1990).

            No obstante, quizá la respuesta más radical a la explicación de la migración basada en la integración de mercados vino de los académicos que retomaron algunos postulados de la escuela del sistema-mundo. Para estos, las causas del éxodo de personas de un país expulsor se encuentran directamente relacionadas con las supuestas motivaciones de atracción del país receptor. La razón principal es una sola: la llegada de grandes capitales a regiones que distaban de estar conectadas con el mercado mundial ha provocado el desplazamiento de poblaciones enteras. En esa lógica: al privatizarse grandes extensiones de tierra, al impulsar cambios institucionales y al integrar grupos de individuos al trabajo asalariado con precariedades se les ha obligado a marchar hacia otros sitios en busca de mejores oportunidades (González y Fernández, 2003, p. 47). De acuerdo con esta corriente académica, no existen pues factores separados que propicien el fenómeno migratorio, sino que los sitios de expulsión y recepción de personas deben de ser analizados en conjunto.

CGTN América (2018) Caravana migrante hondureña.

Habría que apuntar también que las herramientas conceptuales utilizadas para entender el fenómeno migratorio pueden variar de acuerdo con el tipo de éxodo que se analice, así como con su época. Hablar por ejemplo de integración de mercados laborales para analizar la llegada de europeos a América en el siglo XVII podría considerarse un anacronismo, a pesar de que ese desplazamiento sí puede pensarse como un fenómeno propiciado por expectativas de mejora y de las facilidades de obtener tierra, un insumo básico para la producción agrícola. Tómese en cuenta también que la marcha de un sitio a otro no se da sólo por causas económicas o culturales, sino que también puede ser propiciada por razones de índole social y político. Creencias religiosas (por misión o persecución) o bien la posesión de un pensamiento no acorde con un sistema de gobierno pueden propiciar también la marcha de un sitio a otro. De allí que abordar la migración desde casos históricos específicos resultaría demasiado complejo y hemos optado por mostrar el debate en torno al porqué se migra.  

Desconocido (1848) Migrants at dinner on the Fortitude. Queensland: The Moreton Bay Courier.  Queensland State Archives. (Fotografía). The Fortitude fue uno de tres barcos encargados de transportar migrantes de Inglaterra a Brisbane, Australia. Atracó en Moreton Bay el 21 de enero de 1849. Fortitude Valley debe su nombre a la embarcación.

Palabras relacionadas: desigualdad, ventaja absoluta y comparativa, norma, espacio.

Bibliografía

Burawoy, Michael (1979), Manufacturing Consent: Changes in the Labor Process Under Monopoly Capitalism, Chicago, University of Chicago Press.

Boyes, William y Michael Melvin (2006), Macroeconomics, Boston y Nueva York, Houghton Mifflin Company.

González, Gilbert y Raúl Fernández (2003), “Empire and the Origins of the Twentieth Century Migration from Mexico to the United States” en  González Gilbert y Raúl Fernández (coords.), A Century of Chicano History: Empire, Nations and Migration, Nueva York y Londres, Routledge, pp. 29-66.

Massey, Douglas, Joaquín Arango, Hugo Graeme, Alí Kouaouci, Adela Pellegrino y J. Edward Taylor (2000), “Teorías sobre la Migración Internacional: Una Reseña y Una Evaluación” en Trabajo: migraciones y mercado de trabajo, año 2, núm. 3, pp. 5-50.

Piore, Michael J. (1979), Birds of Passage. Migrant Labor and Industrial Societies, Cambridge, Cambridge University Press.

Tilly, Charles (1978), “Migration in Modern European History” en McNeill, William y R. Adams (eds), Human Migration: Patterns and Policies, Bloomington, Indiana University Press, pp. 48-74.

Tilly, Charles (1990), “Transplanted Networks”, en Virginia Yans-McLaughlin (ed.), Immigration Reconsidered. History, Sociology, and Politics, NuevaYork, Oxford University Press, p. 79-95.

Sitios de interés:

La migración humana o cómo poblamos la tierra

La migración como desafío global

https://www.un.org/es/global-issues/migration

Datos sobre migración nacional e internacional

http://www.conapo.gob.mx/es/CONAPO/Geografia_Migratoria

https://www.inegi.org.mx/temas/migracion/

https://migrationdataportal.org/

https://www.oecd.org/migration/

Historia mínima de la migración México-Estados Unidos

Migración mexicana a Estados Unidos

https://mmp.opr.princeton.edu/

Acerca del autor

David Adán Vázquez Valenzuela

Es profesor-investigador de tiempo completo en la Escuela de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Coahuila. Se desempeña también como profesor de asignatura en la División de Estudios de Posgrado, Facultad de Economía, UNAM, dentro de la maestría y la especialización en historia económica. Doctor en historia por el Colegio de México, maestro en historia por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora y tiene un Bachelor of Arts en historia de la Universidad estatal de California, Los Ángeles de donde se graduó con la distinción Summa cum Laude.

En 2013 su tesis de maestría ganó el premio Salvador Azuela que otorga el Instituto de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM), así como una mención honorífica en el premio Francisco Javier Clavijero que otorga el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Su tesis de maestría se convirtió en libro y fue nominada al premio William LeoGrande que otorga la American University de Washington, D.C. En 2019, su tesis doctoral ganó nuevamente el premio Salvador Azuela que otorga el INEHRM y obtuvo una mención honorífica en el premio Genaro Estrada que organiza la Secretaría de Relaciones Exteriores.  Ha realizado estancias de investigación en la Universidad de Minnesota (Twin Cities), así como en la Universidad estatal de California, Los Ángeles y en la Biblioteca Huntington de Pasadena.

Categorías
Historia Laboral y de la Empresa

Inversión

Autor:Mario Contreras Valdez

La palabra “inversión” apareció en 1734 dentro del Diccionario de Autoridades, allí se indica que proviene del latin inversio y su significado en este documento es simple: “la transmutación de las cosas”. Actualmente, el diccionario de la Real Academia Española (RAE) define la palabra inversión como la “acción y efecto de invertir” y este verbo puede ser entendido como “emplear, gastar, colocar un caudal”. Para los fines de este texto, la palabra inversión está vinculada a un proceso histórico que tiene que ver con cómo las sociedades organizadas, con determinado nivel de desarrollo y modo de producción, aspiran y logran permanecer en esa senda cuando concretan y estimulan, en el marco de determinado régimen político, decisiones centradas en orientar y aplicar recursos disponibles en proyectos específicos, con el fin de mejorar las capacidades productivas de las actividades económicas principales que apoyan las condiciones materiales generales.

Lewis Hine (1931) Trabajadores guiando un cable de grúa en la construcción del Empire State. Nueva York: The Miriam and Ira D. Wallach Division of Art, Prints and Photographs: Photography Collection.

El impacto limitado o extendido en ese sentido de las inversiones registradas suele depender del conjunto de la soberanía que se goce, de las acciones programadas y los acuerdos entre los actores que las impulsan,  de la fortaleza de los derechos de propiedad, del saludable mecanismo fiscal que las financia, o bien del grado de compromiso que se contraiga con la contratación de crédito. La estabilidad política general y la mejoría en los niveles de bienestar, aún cuando la estructura social sea vertical y por su rigidez dificulte el ascenso social, entraña un proceso complejo y permanente de acuerdos políticos y negociaciones particulares entre grupos sociales que se intenta lograr con inversiones. Éstas pueden orientarse con base en las posibilidades que ofrecen los mercados para realizar la ganancia y el objetivo supremo de mantener la paz social, sobre todo cuando la inversión también atañe al Estado.

La ausencia de inversiones productivas durante varios años o periodos prolongados, lleva tarde o temprano a crisis con diversas graduaciones; hasta las más profundas que en tal eventualidad padecerán los grupos sociales marginados en la forma desgarradora: hambrunas y enfermedades. La reflexión del historiador Rodney Hilton sobre la falta de inversión en la agricultura fue clave para entender la caída de la productividad agrícola que acompañó el hundimiento de la sociedad feudal europea. Convencido afirmó que una vez que dejó de invertirse en aquello en lo que se apoyaba esa actividad central del feudalismo afloraron sus debilidades y se registró su desmoronamiento; no fue por falta de recursos sino porque aquellos que estaban disponibles se canalizaron a fines ajenos a la producción agrícola.

August Schöll (1858) El ferrocarril, susto campesino. Litografía a color.

Las inversiones productivas en el largo plazo definen y contrastan las sociedades organizadas, tal y como conocemos la experiencia del ciclo de la producción industrial durante el siglo XVIII y XIX en regiones de países de Europa occidental frente a otras que lo intentaron después. Es pertinente recordar que el fortalecimiento de este proceso complejo fue posible una vez que previamente fueron amasados recursos con base en el comercio monopólico, con la rapiña financiera, con la violencia política y militar que caracterizó la “acumulación originaria” y la masiva esclavización de fuerza de trabajo de origen africano que se comercializó en casi todos los rincones del continente americano, y en otros espacios de aquella globalización temprana.

Estas inversiones se acompañaron de políticas públicas que mejoraron las tecnologías y la infraestructura (caminos, puertos, urbanización), con lo que se activaron los eslabonamientos productivos y fortalecieron el conjunto de la economía. De ese modo, se entiende en una perspectiva general el camino que llevó a la posición hegemónica de Gran Bretaña en el siglo XIX. Otro proceso histórico de inversiones se registraría en otras regiones del planeta, Eric Hobsbawm lo ha planteado de la siguiente manera: “la historia de los países atrasados a lo largo de los siglos XIX y XX es la historia de los esfuerzos que  hicieron por ponerse al nivel del mundo desarrollado por medio de diversas estrategias de imitación” (Hobsbawm, 1998, p. 15). Esto significa que estos países imitaron inversiones en aquellos sectores y medios productivos que estimaron los iba a acercar a la industrialización y por tanto los llevaría por la senda del progreso. Esta ruta fue clave en algunos países con una cultura y disciplina productiva particular, como fue el caso de Japón.

Utagawa Hiroshige III (1872) La inauguración del servicio ferroviario en Japón, desde Shinbashi, Tokio a Yokohama. Cortesía del Museo de historia local de la ciudad de Minato.

No obstante, la inversión tomó sus propias rutas y características en aquellos países de América Latina que se independizaron en la década de 1820. Para ello fue básico el restablecimiento del crédito, la recuperación del capital otorgado en la forma de préstamos y que se mantuviera la tasa de interés de 5 a 6 por ciento anual, nivel promedio que se pactaba cuando los préstamos se dirigían a las actividades productivas y a la explotación del catálogo de los recursos naturales: minerales, maderas, tintes, entre otros. Además, fue importante la vigencia de la soberanía de los Estados-nación, así como la conformación institucional de cada una de las naciones en formación, así como los pactos comerciales con países pujantes. Para el caso mexicano uno de ellos fue particularmente significativo: “Tratado de amistad, navegación y comercio entre los Estados Unidos Mexicanos y su majestad el rey del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda”, firmado en Londres el 26 de diciembre de 1826, en el que especificó:

“…todo comerciante, comandante de buque, y otros súbditos de su Majestad Británica, gozarán de libertad completa en los Estados Unidos mexicanos para mejorar por sí sus propios negocios o para encargar su manejo a quien mejor le parezca… gozarán de completa y perfecta protección de su persona y propiedades y tendrán libre y fácil acceso a los tribunales de justicia.” (Dublán y Lozano, 1876, t. II)

De esa manera, por la vía institucional se abrió paso y se consolidó la inversión extranjera directa. Se conoce que los inversionistas foráneos se dirigieron al “comercio, de importación y exportación, la minería y los empréstitos al gobierno mexicano, compitiendo en algunas ocasiones con los empresarios locales [criollos y españoles], y en otras, compartiendo con ellos inversiones y riesgos” (Meyer Cosio, 2006, p. 45-46). Así pues, a lo largo de los dos primeros tercios del siglo XIX resultaron relevantes en América Latina las experiencias diversas de inversionistas privados ante la falta de recursos públicos para que las autoridades concretaran sus proyectos de inversión. Y en tal caso recordamos que la historiografía especializada nos ha permitido identificar con nombre y apellidos aquellas familias e individuos, o bien la razón social de empresas que invirtieron. Al mismo tiempo, ha sido factible destacar que la inversión productiva se registró en pequeñas, medianas y pocas grandes empresas, cuyos giros fueron variados: minas de plata, ingenios azucareros, fábricas textiles, molinos, haciendas ganaderas y graneras. Además, debieron construir  obras como acequias, calzadas, caminos, puentes, al mismo tiempo que edificaron hoteles, portales comerciales, mercados, teatros, casonas espectaculares o bien las renovaron.

Desconocido (1844-1904) Grabado del siglo XIX del Gran Teatro Nacional de México

Con la inversión privada se activó la economía: el cobro de impuestos, la inmigración de comerciantes, la ampliación de la frontera agrícola para dar lugar a cultivos comerciales como el tabaco, el algodón y caña de azúcar desde la organización de haciendas y ranchos. A partir de las dos décadas finales del siglo XIX la inversión pública aumentó significativamente y cobró notoriedad en México con el respaldo del presupuesto público, de la contratación de deuda externa y del crédito derivado del sistema bancario que se fortaleció desde entonces. Esta condición fue aprovechada por los inversionistas privados que calcularon la rentabilidad de jugosos negocios y en asociación inició la realización de proyectos de infraestructura. Miles de kilómetros de vías férreas se construyeron de manera notoria a lo largo del centro y noreste del país, los puertos mejoraron su operación con nuevos almacenes y faros. En las ciudades se tendió cableado para telefonía y telegrafía, así como tubería para abastecer agua y se hizo factible drenar las aguas negras, entre otras numerosas obras.

Dominio público. El ferrocarril durante el porfiriato.

Este modelo de inversiones que favoreció la concentración de la riqueza y acentuó la desigualdad social tendió a agotarse al punto de poner en crisis el aún incipiente sistema bancario mexicano, lo que se evitó en 1908 con su rescate y el diseño de un proyecto institucional que se identificó como la Caja de Préstamos para Obras de irrigación y fomento de la Agricultura S. A. (Oñate, 1991). Esta propuesta de características centralizadoras fue insuficiente y quedó rebasada con el impacto de las nuevas fuerzas políticas activadas con la Revolución mexicana a lo largo de la década de 1910.

A partir de los años de 1920 la inversión pública fue la protagonista de la economía mexicana, pero también de la economía mundial. El crecimiento en algunas regiones dependió de los programas de infraestructura caminera, de riego, de mejoras en los servicios públicos, del financiamiento estatal, de la capacidad de deuda pública y de los instrumentos de política fiscal de los que gozaba el gobierno. Fue un ciclo de inversiones que tendió a cerrarse en la década de 1980 con el modelo neoliberal que se instaló en México y en todo el orbe, el cual contrajo el papel del estado como inversionista y tendió a profundizar las privatizaciones, las cuales, se tradujeron en montos de inversión privada acompañada de un fenómeno nuevo: la financiarización y el gran peso de los flujos de capital financiero que han sido responsables de las crisis económicas más recientes.

Stuart Isett (2013) Fortune Global Forum. Estrategias de inversión global en una era de riesgo, presentada por el grupo Zurich.

Palabras relacionadas: economía, mercado, subdesarrollo, gasto público

Bibliografía

Hobsbawm, Eric  (1998), Sobre  la historia, Barcelona,  Grijalbo/Mondadori.

Dublán Manuel y José María Lozano (1876), Legislación mexicana o de las disposiciones legislativas expedidas desde la Independencia de la República, t. II, México, Imprenta del comercio a cargo de Dublán y Lozano.

 Meyer Cosío, Rosa María (2006), “El difícil equilibrio. Tropiezos de una empresa británica con el gobierno mexicano” en Reinhard, Liehr (editor), Empresa y modernización en México desde las reformas borbónicas hasta el porfiriato, Frankfurt, Madrid, Vervuert, Iberoamericana, pp. 45-46.

Oñate, Abdiel (1991), Banqueros y hacendados. La quimera de la modernización, México, Universidad Autónoma Metropolitana/ Unidad Xochimilco.

Vínculos de interés:

Explora la plataforma Proyectos México y conoce la cartera de proyectos de infraestructura pública en nuestro país, desde aquellos en proceso de preinversión o licitación, hasta aquellos en construcción o ya operacionales: Proyectos México

Compara los sistemas nacionales de inversión pública de los países miembros de la CEPAL: Inversión Pública | Observatorio Regional de Planificación para el Desarrollo

Conoce más sobre la relación entre la inversión pública y la privada en México, 1960-2018:

Inversión pública y privada en México: ¿motores complementarios del crecimiento económico?

Para ver cuáles países son los principales receptores de IED, visita la siguiente página:

The World’s Top Recipients of Foreign Direct Investment – IMF Blog

Lee el reporte de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y Desarrollo sobre las tendencias en las inversiones a nivel mundial que se presentaron en 2021: World Investment Report 2021 | UNCTAD

Conoce las tendencias que se presentan en nuestro país: Inversión en México: Tendencias y perspectivas a futuro – CIEP

Acerca del autor

Mario Contreras Valdez

Profesor Titular B, Tiempo Completo, Facultad de Economía de la UNAM adscrito al área de Historia Económica, con una antigüedad académica de 26 años en la Facultad de Economía de la UNAM. Doctor en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel II. Miembro de la Asociación Mexicana de Historia Económica (AMHE). Miembro del Seminario Interinstitucional de Historia Económica, de 2008 a la fecha. Sus temas de investigación están centrados en la historia económica desde las regiones y las unidades económicas, siglos XIX al XX. Su libro más reciente es Inversiones privadas en México, 1821- 1871. Regiones y Unidades Económicas, México, Facultad de Economía, 2020.

Categorías
Historia Laboral y de la Empresa

Huelga

Autor:Juan Carlos Morales Soto

La palabra huelga apareció por primera vez en el Diccionario de autoridades en 1734 bajo la acepción de “placer, regocijo y recreación, que ordinariamente se tiene en el campo, o en algún sitio ameno”. Del mismo modo se entendía como “la cesación del trabajo”, sobre todo de las labores agrícolas bajo la perspectiva de tomar un descanso. En la actualidad la palabra huelga nos remite a una forma de protesta con el objetivo de mejorar las condiciones de quienes están implicados en ellas. Existen huelgas laborales, estudiantiles, de hambre y de consumo. Por su relevancia, la huelga más conocida es la laboral que se desarrolla a través de las organizaciones obreras o sindicatos. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la huelga es el medio a través del cual las trabajadoras y los trabajadores y sus organizaciones sindicales defienden y promueven sus derechos e intereses sociales y económicos plasmados en la contratación colectiva. En este sentido, la huelga es un derecho indivisible de la contratación colectiva de trabajo (CCT) y de la organización sindical, no se puede separar una de otra (Alzaga, 2018, p. 423).

Baños, Germán (2012) Huelga general 14N. Madrid.

Para el abogado e historiador Guillermo Cabanellas la huelga es la abstención colectiva y concertada del trabajo por los trabajadores, sea por un grupo de ellos, por una asociación gremial, por la mayoría de quienes trabajan en una o varias empresas, con abandono de los lugares de trabajo, con el objetivo de hacer presión sobre el patrono o empresario, a fin de obtener el reconocimiento de una pretensión de carácter profesional o con el propósito de preservar, modificar o crear nuevas condiciones laborales (Pérez López, 2007, p. 653). En México, como en muchos países del mundo, la huelga es reconocida internacionalmente como un derecho de los trabajadores y de la libertad sindical. Pero no siempre fue así, hubieron de pasar muchas luchas ya que en un principio la huelga era considerada como un acto reprobable. El derecho colectivo al trabajo tuvo un desarrollo histórico a través de cuatro instituciones fundamentales: la coalición, la negociación colectiva, la huelga y el sindicato. Todas y cada una de ellas están unidas irremediablemente entre sí y estas instituciones hubieron de experimentar cuatro etapas de desarrollo: prohibición, tolerancia, legalización y constitucionalización.

Alemania es pionera en materia de legislación laboral. La primera reglamentación fue la Ordenanza sobre las Corporaciones del Imperio de 1731, la cual estableció la prohibición de los paros colectivos. Se consideraba a la huelga como un delito y en 1845 el Código Industrial Prusiano impidió toda forma de asociación sindical. Fue el 21 de junio de 1869 que el Código de Alemania del Norte reconoció la libertad de asociación. Este tuvo una corta duración pues en 1878 el emperador Guillermo I prohibió los sindicatos y restauró las sanciones contra la huelga (Barajas Montes de Oca, 1983, pp. 19-23). Esta situación se revirtió poco después al restaurarse la legislación de 1869 dentro de las Leyes del Imperio, reconociéndose el derecho de asociación y de huelga antes de finalizar el siglo XIX. La Primera Guerra Mundial limitó ambas figuras aunque no desaparecieron por completo, aunque tuvieron un carácter político más que reivindicatorio. La aparición del nazismo volvió a considerar la huelga como un delito, y el Estado era el único ente capacitado para imponer condiciones de trabajo, esta situación prevaleció hasta 1945 cuando quedó plenamente reconocido el derecho de huelga.

Werner Tübke (1961) Historia del movimiento obrero alemán. En el tercer tríptico de la serie, el pintor ilustra el ascenso del nacionalsocialismo. En la izquierda la conspiración nazi que llevó al incendio del Reichstag el 27 de febrero de 1933, hecho que fue utilizado como justificación para la declaración del estado de excepción y la persecución generalizada del movimiento obrero. En el centro la última manifestación del frente popular. En la derecha la quema de libros del 10 de mayo de 1933.

En Francia, el camino de los trabajadores para el reconocimiento del derecho de huelga fue largo ya que se dio hasta terminada la Segunda Guerra Mundial. Con la llegada de la cuarta república en 1946 la Constitución reconoció el ejercicio de huelga como un derecho de carácter social. Además, a partir de 1958 al constituirse la quinta república se reconoció el derecho de huelga como un derecho humano fundamental, así como una garantía para que los trabajadores alcanzaran un orden económico y social más justo. Según Barajas Montes de Oca, Lyon-Caen, unos de los estudiosos del desarrollo histórico de la huelga en Francia distinguió cuatro etapas: 1) la de la prohibición cuando se consideró a la huelga como un delito, a partir de la publicación de la Ley Chapelier, en el período comprendido de 1789 a 1864; 2) la segunda va de 1864 hasta 1940 la cual inicia con la promulgación de la Ley Olivier, el 25 de mayo de 1864, cuando se abroga de manera definitiva el delito de coalición. Este fue el periodo de mayores reivindicaciones obreras y cuando se creó la Confederación General de Trabajadores; 3) la tercera etapa abarca toda la Segunda Guerra Mundial cuando la huelga volvió a considerarse un delito por el régimen de Vichy; 4) Se trata de una etapa de reconocimiento y validación, la cual inicia en 1946 con la instauración de la cuarta república.

Moloch (1871) La Commune de Paris. En el texto: La barricada de la plaza blanca defendida por las mujeres.

En Inglaterra hacia 1810-1811, apareció un movimiento que se conoció como los “rompedores de máquinas” o ludismo, encabezado por Ned Ludd. Posteriormente, aparecieron las primeras organizaciones obreras o trade-unions. Pero fue a partir de la publicación de la Trade Union Act, en 1871, o Ley de Asociaciones Sindicales, cuando inicia realmente el movimiento legislativo inglés para excluir la huelga de toda sanción penal. En cada uno de los diferentes movimientos sindicales existió un elemento teórico que reconocía el valor de la fuerza de trabajo como creadora de riqueza. La huelga fue una herramienta reivindicatoria para mejorar las condiciones de trabajo. El inicio de este desarrollo teórico está en dos textos, el primero de Friedrich Engels titulado La Situación de la Clase Obrera en Inglaterra, publicado en 1845; y el segundo de Karl Marx y Federico Engels, el Manifiesto del Partido Comunista publicado en 1848.

Desconocido (1812) The leader of the Luddites. Mofat Walter and Kreiglit.

Engels sostiene en su obra de 1845 que la importancia histórica de las huelgas y los sindicatos estaba dada el hecho de que representaban “el primer intento de los obreros para abolir la competencia”, lo cual ponía de manifiesto que “la dominación de la burguesía no está fundada sino sobre la competencia de los obreros entre sí”. Las huelgas eran la prueba más segura de la proximidad de “la batalla decisiva entre proletariado y burguesía” así como “la escuela de guerra de los obreros, donde se preparan para el gran combate en lo sucesivo ineluctable” (Poy, 2012, pp. 42-44). Por su parte, en el Manifiesto del Partido Comunista Marx y Engels ponen sobre relieve la fuerza del proletariado en su lucha por un mejor salario el cual es cada vez más precaria ante el avance de las fuerzas productivas y el perfeccionamiento de los medios de producción. Fue ante ello que los obreros comenzaron a formar coaliciones contra la burguesía capitalista actuando en común para la defensa de sus salarios. La formación de asociaciones fue la clave del éxito de las luchas obreras, la unión cada vez más extensa de los trabajadores convirtieron las demandas locales en nacionales e internacionales. En ese sentido, Marx escribió que las huelgas influían sobre la jornada de trabajo, sobre los salarios, sobre la legislación del trabajo y en la formación de una conciencia de clase.

Las primeras manifestaciones de descontento en México se dieron en las minas de la Nueva España, fueron movimientos espontáneos que pueden ser considerados como antecedente de la huelga en México. El primero, en la mina de Santa Eulalia, Chihuahua, entre 1720 y 1730, allí los trabajadores abandonaron el trabajo hasta que les restituyeran su derecho a compartir el mineral extraído, es decir, revocar la supresión del “partido”. La respuesta virreinal fue la de no enfrentar a los refinadores ni a los trabajadores, reconoció la existencia del “partido” y la compra libre de mineral. El segundo destaca por el número de mineros involucrados y por el tiempo de duración del conflicto. Este se dio en la mina de Real del Monte el 29 de julio de 1766 y se prolongó hasta 1774 (Velasco, 1980, pp. 291-294). Pedro Romero de Terreros, Conde de Regla, dispuso la reducción de la cantidad de “partidos” que los barreteros obtenían. Aunado a esta situación, los salarios de los peones también se habían visto reducidos. El descontento se generalizó, y los operarios se negaron a regresar a las minas a trabajar. El 15 de agosto de ese año los trabajadores se apoderaron de la casa del Conde, asesinaron al alcalde mayor de Pachuca y abrieron la cárcel para que salieran sus compañeros que habían sido detenidos. Finalmente se elaboró un reglamento con algunas restricciones para los operarios, se conservó la partición del mineral y la paga de 4 reales a los peones por jornada de 12 horas. Destaca de este hecho, la manera en que los operarios podían someter a los dueños de las minas con sólo abandonar el trabajo.

Las condiciones de los trabajadores tras la consumación de la independencia continuaron siendo desfavorables. Existían largas jornadas laborales de 12 a 16 horas diarias, con salarios raquíticos que apenas alcanzaban para vivir, no existía ninguna garantía de mejoría para el grueso de los trabajadores mexicanos. Con el triunfo del liberalismo tras la Guerra de Reforma, el Estado mexicano renunció a regular las condiciones de trabajo, la preservación de la propiedad privada se encumbró como valor social y su participación en la regulación de los factores de la producción fue mínima. Durante el porfiriato, el estallido de dos conflictos laborales, el de las minas de Cananea en Sonora el 1 de julio de 1906, así como el de los trabajadores textiles en Río Blanco, Veracruz, en enero de 1907, dieron muestra de los límites a los que había llegado la situación laboral en México. La demanda común en ambas movilizaciones fue la mejora en las condiciones de trabajo y el resultado en común fue la represión por parte del Estado mexicano. El proceso revolucionario y la promulgación de la Constitución política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 dio un giro en materia laboral. La huelga tuvo a partir de entonces un sustento legal en el artículo 123; al mismo tiempo, la Ley Federal del Trabajo consagró el derecho de huelga en el artículo 440. A partir de entonces se sostiene que la huelga es una suspensión temporal del trabajo llevada a cabo por una coalición de trabajadores, además, de ser un derecho social y económico cuyo ejercicio les permite a los trabajadores alcanzar mejores condiciones de trabajo, prestaciones y salarios.

Great Western View Company (1906) Colonel Wiliam C. Greene with arm outstretched addressing a crowd of Mexican workers during miners´strike. Cananea. DeGoyler Library, Southern Methodist University.

La huelga como ejercicio de acción política se ha legalizado en prácticamente todos los países occidentales, convirtiéndose en una expresión legítima de lucha de los trabajadores. A partir del llamado período neoliberal, el sindicalismo y el movimiento huelguístico ha sido blanco de ataques por parte de los patrones y los gobiernos. Los derechos de los trabajadores y la huelga como instrumento tienen retos importantes ante la flexibilización de las relaciones laborales y la disminución de las prestaciones de trabajo.

CCOO Servicios (2016) Colgamos los cascos. Huelga en Contact Center. Madrid.

Palabras relacionadas: desigualdad, mercado, norma, ley, pensamiento clásico, economía.

Bibliografía

Alzaga, Oscar (2018), “Huelgas, Sindicatos y Luchas Sociales en la Historia de México” en Revista Alegatos, núm. 99, pp. 411-434. Disponible en: http://alegatos.azc.uam.mx/index.php/ra/article/view/651/634

Barajas Montes de Oca, Santiago (1983), La huelga. Un análisis comparativo, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas,  UNAM. Disponible en: https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/8/3559/16.pdf

Engels, Friedrich y Karl Marx (1848), “Manifiesto del Partido Comunista”, en Obras Escogidas, Moscú, Editorial Progreso.

Peréz López, Gerardo Valente (2007), “El derecho de huelga” en Panorama internacional de derecho social. Culturas y Sistemas Jurídicos Comparados, México, IIJ-UNAM, pp. 653-668. Disponible en: https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/5/2458/38.pdf

Poy, Lucas (2012), “Huelgas, sindicatos y huelga salarial en los textos de Marx y Engels. Algunos apuntes y consideraciones teóricas” en Hic Rhodus. Crisis capitalista, polémica y controversias, núm. 3, pp. 41-53. Disponible en http://biblioteca.clacso.edu.ar/Argentina/iigg-uba/20130827045434/hr3_3.pdf

Trueba U, Alberto y Trueba B, Jorge. (2006). Ley Federal del Trabajo. 87ª Edición Actualizada. México, Editorial Porrúa.

Velasco A, Cuauhtémoc. (1980). “Los Trabajadores Mineros en la Nueva España, 1750-1810”, en La Clase Obrera en la Historia de México. Tomo 1. De la Colonia al Imperio. Primera Edición, séptima reimpresión, 2009. México, Siglo XXI editores.

Vínculos de interés:

Disposiciones de la OIT en torno a la huelga

https://www.ilo.org/legacy/spanish/dialogue/ifpdial/llg/noframes/ch5.htm#:~:text=La%20huelga%20es%20un%20medio,sus%20intereses%20sociales%20y%20econ%C3%B3micos

La primera huelga en México

https://www.cndh.org.mx/noticia/primera-huelga-en-mexico

Las huelgas de Cananea y Río Blanco

https://www.cndh.org.mx/noticia/huelga-de-cananea

https://www.cndh.org.mx/noticia/inicia-la-huelga-en-la-fabrica-de-textiles-de-rio-blanco-veracruz#_ftnref2

Sobre el movimiento obrero

Acerca del autor

Juan Carlos Morales Soto

Es licenciado en Economía por la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en donde defendió la tesis: “El Impacto de la Jubilación en México. El Caso Telmex (2005-2016)”. Es especialista en Historia Económica (2021) por la Facultad de Economía de la UNAM con el ensayo: “El Impacto de la Estancia de Matías Romero en los Estados Unidos en su Proyecto de Reconstrucción de la Hacienda Pública Mexicana, 1868-1872”. Profesor de francés en el CELEX de ESIME Culhuacán, del Instituto Politécnico Nacional de cuya práctica se han derivado traducciones francés-español para la Revista Momento Económico del Instituto de Investigaciones Económica de la UNAM.

Categorías
Historia Fiscal

Impuesto

Autor:Rodrigo Gordoa de la Huerta

La palabra impuesto tiene raíz en el participio de imponer, del latín Impositus. Apareció por primera vez en el diccionario de autoridades de la Real Academia Española en 1734, allí se le vincula con la palabra Tributum, es decir, como sinónimo del pago que deben hacer los súbditos al Rey. Así pues, la definición del siglo XVIII está ligada con una de las principales expresiones del poder de los Estados modernos que se ha extendido hasta el siglo XXI, a saber, su capacidad de ejercer un dominio fiscal sobre sus causantes. Ya sea bajo una relación entre el Rey y sus vasallos o entre los ciudadanos y la República, el pago de impuestos es una característica común entre distintos modelos de gobierno que, con el fin de subsistir, recurren a la captación de diversos ingresos, entre los que destacan los impuestos. A pesar de esta continuidad, la actividad tributaria se ha estructurado a lo largo del tiempo bajo distintas figuras fiscales. Prueba de ello son las palabras de Fonseca y Urrutia, quienes a finales del siglo XVIII señalaban el origen y fundamento básico del cobro de rentas reales de la Monarquía hispánica.

Hobbes (1651) Leviathan, or the Matter, Forme & Power of a Common-wealth, ecclesiasticall and civil. London: Andrew Crooke (editor). The British Library.

            Para estos funcionarios no había “…estado que pueda florecer, y lo que es más, ni conservarse sin unos fondos que, sufriendo las cargas indispensables a su constitución, le sirvan de sostén. Esto es una verdad que sube al grado de evidencia, tanto como la de que, para que haya aquellos, se necesita de la imposición de derecho cuyos rendimientos formen la masa en que consisten” (Fonseca y Urrutia, 1845, p. 10). Durante la época colonial los ingresos fiscales percibidos por la Corona de sus vasallos americanos fueron conocidos como derechos o rentas reales. Entre los principales ingresos del monarca podemos mencionar los derechos impuestos a la minería (diezmo y quinto), los que gravaban a la población indígena y de origen africano como una expresión del derecho de conquista (el tributo) o aquellos dedicados al comercio interior (alcabalas) y exterior (almojarifazgo). Además de esta estructura fiscal básica existieron distintas figuras fiscales, así pues, para mediados del siglo XVIII sumaban más de cincuenta (Sánchez, 2013, pp. 126- 127).

Pieter Brueghel (1620-1640) El recaudador de impuestos.

            Las justificaciones de la imposición de cada una de estas rentas reales entre los vasallos indianos tenían en común el uso de estos recursos como garantía de la defensa de la cristiandad, la protección del monarca hacia sus súbditos y el sostenimiento de la justicia y el gobierno. Con estos recursos fiscales se garantizaba el sostenimiento del orden político de la Corona hispánica. Estos reales derechos pueden ser clasificados, para fines prácticos, en gravámenes directos como el tributo (establecido como un “derecho de conquista” sobre la población indígena y africana) o los diezmos y quintos mineros ( gravámenes sobre la producción minera) o en indirectos, como el caso de las alcabalas ( impuesto ad valorem sobre la venta, permuta y trueque de mercancías) o el almojarifazgo (derechos sobre el comercio externo).

            La base tributaria de la Real Hacienda persistió durante el periodo de la Constitución de Cádiz en 1812 como rentas de la Hacienda Nacional y durante los albores de la Independencia se constituyeron como “rentas nacionales”.  Durante la primera mitad del siglo xix los gravámenes impuestos por los gobiernos monárquicos, federales y centralistas fueron conocidos como rentas nacionales, contribuciones o aranceles (véase la voz “Arancel” de Isabel Avella). En el primer caso, desde 1824 se reconocieron a los ingresos de la incipiente nación mexicana como las “rentas generales de la nación” (Dublán y Lozano, 1876, t. I, pp. 710-712). El órgano que reconoció en un primer momento estos ingresos y por extensión la soberanía de la nación sobre los ciudadanos, fue el soberano congreso general Constituyente de los Estados Unidos Mexicanos. Ya no era el Monarca hispano quien ejercía su potestad fiscal sobre sus vasallos, sino un Congreso Constituyente que dictó la distribución de recursos fiscales entre la Federación y los estados. Por extensión, el vínculo entre el gobierno republicano y los ciudadanos se transformó en una relación de contribuyentes que debían dotar al Estado de recursos para garantizar su existencia, pagar los gastos del ejército, la burocracia y solventar la deuda pública.            

Juan O´Gorman (1960) Retablo de la independencia. Museo Nacional de Historia.

            Entre las principales rentas nacionales podemos destacar los derechos aduanales o aranceles sobre la exportación e importación de bienes. Un denominador común de los erarios decimonónicos fue su dependencia crónica de los ingresos aduanales y de la deuda pública contraída con prestamistas nacionales y extranjeros. Ante esta situación, los gobiernos mexicanos plantearon la necesidad de establecer impuestos directos como una medida efectiva para encontrar mayores recursos fiscales. Entre las décadas de 1830 y 1850 se establecieron diversas contribuciones directas (como se les conoció a los impuestos directos) sobre las fincas rústicas y urbanas, los derechos de patente y profesiones, los impuestos sobre sueldos y salarios, gravámenes sobre artículos de lujo y las capitaciones sobre la población que antaño pagaba en forma de tributo (Jáuregui, 2006, p. 21).

 Por lo tanto, durante este periodo podemos hablar de ciudadanos / contribuyentes que pagaban derechos, aranceles y contribuciones para el sostenimiento del Estado. A pesar de estos matices, estas rentas y contribuciones eran en estricto sentido lo que hoy conocemos como impuestos. Si seguimos una definición clásica del impuesto como una obligación directa de los ciudadanos de transferir dinero sin contraprestación directa (Jáuregui, 2006, p. 10), ya desde la Constitución de 1857 se estableció la obligación de todos los mexicanos de “Contribuir para los gastos públicos, así de la Federación como del Estado y municipio en que resida, de la manera proporcional y equitativa que dispongan las leyes,” (Artículo 31-II, Constitución de 1857). En este inciso de la Constitución se pueden observar las principales características que buscaron los gobiernos liberales para diseñar su propio sistema fiscal, conformado por contribuciones equitativas, uniformes y proporcionales que gravaran con justicia a los ciudadanos para el sostenimiento de los diversos niveles del Estado mexicano.

Moore (2010) Justice, seal on the floor of the National Archives rotunda. Washington.

En este punto nos podemos preguntar ¿cuándo se comenzó a emplear el término “impuesto” para designar a los ingresos fiscales del Estado? El uso del término “impuesto” se encuentra empleado de forma indistinta con “rentas” o “ingresos” en documentos oficiales como las leyes o las Memorias de Hacienda antes de las primeras décadas del siglo xx. Como ejemplo podemos señalar dos declaraciones del Secretario de Hacienda Manuel Piña y Cuevas de 1851. En su Memoria de Hacienda, el secretario expuso el “Estado general de valores de las rentas del erario nacional” (Memoria de Hacienda, 1851, p. 2) , mientras que en una declaración sobre el estado ruinoso de la Hacienda Nacional señalaba la necesidad de establecer “ los impuestos con que debe cubrirse el deficiente del erario nacional” ( El Zurriago, 19/07/1851, p.68).

El tránsito de emplear el término “impuesto” para todo ingreso fiscal fue paulatino y tuvo un claro punto de inflexión entre finales del siglo xix y las primeras décadas del siglo xx. A partir de la década de 1920, con el surgimiento y consolidación de impuestos directos como el Impuesto Sobre la Renta (ISR) e indirectos como el Impuesto del timbre o el Impuesto Sobre Ingresos Mercantiles (ISIM), se hace claro el uso extendido del impuesto como sinónimo de ingreso fiscal. En la actualidad, el Sistema de Administración Tributaria (SAT) define al impuesto como “…una contribución (pago) en dinero o en especie, de carácter obligatorio, con la que cooperamos para fortalecer la economía del país. Los impuestos, en todos los sistemas económicos de los países, sirven para proveer de recursos al gobierno y éste pueda alcanzar los objetivos propuestos en su planeación” (SAT, “Conceptos Tributarios, 2021).

SHCP  (2019) El SAT en el Plan Nacional de Desarrollo.

Como podemos apreciar, el impuesto es una contribución obligatoria vinculada a la ciudadanía. En ese sentido, es evidente la persistencia de un ideal liberal en el que los ciudadanos/ contribuyentes cumplen con sus obligaciones para sostener al Estado como garante de sus derechos (de ahí que sea también una obligación/ contraprestación por los servicios estatales) y de proveer las bases para fortalecer las economías y alcanzar los objetivos nacionales.

Palabras relacionadas: arancel, gasto público, norma, economia.

Referencias

Hemerografía

El Zurriago, Ciudad de México

Bibliografía

Constitución de 1857. Con sus Adiciones y Reformas hasta el año de 1901, México, Cámara de Diputados, 2011. Disponible en: http://www.diputados.gob.mx/biblioteca/bibdig/const_mex/const_1857.pdf

Dublán, Manuel y José María Lozano (1876), Legislación Mexicana, tomo I, Imprenta del Comercio.

Fonseca, Fabián de, y Carlos de Urrutia (1845), Historia general de Real hacienda escrita por don Fabián de Fonseca y don Carlos de Urrutia por orden del virrey conde de Revillagigedo, tomo I, México, Imprenta de Vicente G. Torres.

Jáuregui, Luis (coord.) (2003), De riqueza e inequidad. El problema de las contribuciones directas en América Latina, siglo xix, México, Instituto Mora.

Piña y Cuevas, Manuel (1851), Memoria de la Hacienda Nacional de la República Mexicana presentada por el Sr. Secretario del Ramo en julio de 1851, México, O´Sullivan y Nolan Impresores. Disponible en:  https://memoriasdehacienda.colmex.mx/mh/index.php/1841-1860/1851

Sánchez Santiró, Ernest (2013), Corte de caja: la Real Hacienda de Nueva España y el primer reformismo de los Borbones (1720-1755), México, Instituto Mora.

Sistema de Administración Tributaria, Diccionario de Conceptos Tributarios, disponible en: https://www.sat.gob.mx/consulta/61977/conceptos-tributarios

Vínculos externos:

Consulta las Memorias de Hacienda y otras publicaciones interesantes:

https://www.hmonetaria.com/biblioteca

https://memoriasdehacienda.colmex.mx/mhwp/

Conoce más sobre la historia de la cultura contributiva en México con esta serie de videos:

Memoria Tributaria de México. Capítulo I “Aztecas”

Memoria Tributaria de México. Capítulo II “Nueva España”

Memoria Tributaria de México. Capítulo III “México Independiente”

MemoriaTributaria Capítulo IV. “La restauración de la República”

MemoriaTributaria Capítulo V. “México en el siglo XX”

Conoce más sobre las contribuciones y el pago de impuestos en nuestro país con estas guías de la PRODECON  Lo que todo Contribuyente debe Saber

Revisa este reporte sobre estadísticas tributarias en AL y otros reportes similares en la página de la OCDE: Revenue Statistics in Latin America and the Caribbean 2021 | en | OECD

Acerca del autor

Rodrigo Gordoa De la Huerta

Licenciado en Historia y Maestro en Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto Mora. Especialista en Historia Económica por el Programa Único de Especializaciones en Economía de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Economía (UNAM). Actualmente es doctorando en Historia Moderna y Contemporánea en el Instituto Mora.

Mención honorífica en el Premio Luis Chávez Orozco a la mejor tesis de licenciatura en historia económica, otorgado por la Asociación Mexicana de Historia Económica (2020) y merecedor del Premio Francisco Javier Clavijero en la categoría de mejor tesis de maestría, otorgado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (2021). Profesor de la licenciatura en economía y en la especialización en historia económica, Facultad de Economía, UNAM. Sus líneas de investigación se enfocan en la historia económica y fiscal durante el periodo colonial.

Categorías
Historia Fiscal

Gasto público

Autor:Rodrigo Gordoa de la Huerta

Como contrapartida de los ingresos fiscales de cada Estado (en especial de los impuestos), todo gobierno debe erogar recursos para garantizar sus funciones e, incluso, su propia existencia. A lo largo del tiempo los estados modernos y contemporáneos han definido el gasto a partir de objetivos concretos. Bajo esta lógica es pertinente retomar el concepto del gasto desde su propia naturaleza y comprender los objetivos de cada gobierno en ciertos momentos determinados. Para mostrar esto, nos concentramos en el desarrollo histórico del gasto para el caso mexicano. 

Entre los siglos XVI y XVIII, la Real Hacienda de Nueva España, como parte fundamental del gobierno de la Monarquía Hispánica en sus territorios americanos, tuvo como principal cometido proveer los recursos necesarios con los cuales el Rey debía gobernar y defender a sus vasallos en América. Entre las principales obligaciones del monarca hispano se encontraba la defensa del reino, el gobierno por medio de la impartición de la justicia y la defensa de la fe católica (Sánchez, 2015, pp.73-75). Para cumplir con estas obligaciones, durante el periodo virreinal se ejerció un gasto de Real Hacienda que podríamos equiparar como un gasto público, ya que la función del monarca consistía en impartir justicia y garantizar la protección de sus súbditos.

Los principales gastos ejercidos por la Real Hacienda de Nueva España entre el siglo xvii y la primera mitad del xviii fueron: el gasto de guerra (remisión de recursos a las plazas del Gran Caribe y el Septentrión novohispano, mantenimiento de navíos, sueldos), los gastos de administración de Hacienda (principalmente los sueldos), el pago de la deuda pública, los gastos vinculados a los estipendios religiosos y las “remisiones a Castilla”, es decir, la transferencia de recursos fiscales hacia la Península Ibérica (Sánchez, 2015, p.76). La fuente de gasto más cuantiosa para la Real Hacienda fueron las múltiples guerras libradas por la monarquía durante el siglo XVIII. Entre los conflictos más costosos podemos señalar: la Guerra de Sucesión (1701-1714), la Guerra de la Oreja de Jenkins (1739-1748), la Guerra de los Siete Años (1756- 1763) y la guerra anglo- española (1776-1783) (Sánchez, 2013).

Jean Alaux (1839) Guerra de sucesión española. El mariscal Villars liderando la carga francesa durante la batalla de Denain. Palacio de Versalles

El resto del gasto durante este periodo se enfocó en su mayoría en la preservación de las posesiones españolas del Caribe y Filipinas, los estipendios religiosos y en mantener una organización gubernamental que conforme avanzó el siglo xviii se formó como un Estado moderno dotado de una extensa burocracia fiscal que en sí misma representó una carga considerable. Aunado a ello, el acelerado crecimiento del gasto llevó a la Corona a contraer diversos tipos de deuda que para finales del periodo colonial fueron un elemento importante en la bancarrota experimentada por la Real Hacienda de Nueva España entre las décadas de 1780 y 1810. (Marichal, 1999).

Con el inicio del proceso de la Guerra de Independencia (1810-1821) y con la reorganización que implicó el proceso de la Constitución de Cádiz en 1812 se suscitaron dos fenómenos. Por un lado, empezó a generalizarse el uso del término “gasto público” como equivalente de las erogaciones de la Hacienda Nacional. Por otra parte, la crisis y posterior colapso del erario novohispano se vieron acompañados de cambios sustanciales en la naturaleza del gasto: ya no se trataban de remisiones a las posesiones españolas en América y Asia, sino de la reconfiguración del gasto para sostener el esfuerzo bélico de la contrainsurgencia. Aunado a una reducción considerable de los egresos, como respuesta a la caída de los ingresos, se experimentó el fenómeno de sostener el esfuerzo bélico a toda costa y sufragar los salarios de los efectivos militares, la burocracia y en menor medida, cumplir con los compromisos contraídos por medio de la deuda pública y los préstamos. (Sánchez, 2016, pp.123-211).

Juan O´Gorman (1960) Mural Retablo de la Independencia

Los primeros gobiernos del México independiente modificaron de manera notable sus objetivos y, por lo tanto, la naturaleza del gasto público. Ya fuese un imperio, una república federal o una administración centralista, los gobiernos que existieron entre las décadas de 1820 y 1830 compartieron algunos objetivos y, por añadido, diversos gastos. En términos generales, los gobiernos mexicanos buscaron preservar la integridad territorial e independencia, el orden interno y la estructura burocrática. Por lo tanto, buena parte del gasto público en esta etapa se concentró en sostener al ejército y a la burocracia nacional. Ante las dificultades en la recaudación (dependencia crónica de los préstamos internos y externos, cesión de las aduanas, tensiones con los estados en materia de potestades fiscales), los primeros gobernantes acudieron a financiarse por medio de la deuda pública, que conforme pasó el siglo xix se convirtió en la principal carga para el erario mexicano. (Hernández Jaimes, 2013, pp. 227-292).

            En las décadas críticas de 1840, 1850 y 1860, los gobiernos mexicanos concentraron el gasto público en el sostenimiento de un costoso aparato burocrático y de pensiones, en el sostenimiento del esfuerzo bélico en contra de las intervenciones de potencias extranjeras como Francia y Estados Unidos y, principalmente, en la penuria sin fin del pago de las deudas interna y externa. (Ludlow y Marichal, 1998). Una de las principales características de la Hacienda nacional durante buena parte del siglo XIX fue la escasez de recursos fiscales para sufragar los gastos ya mencionados. Sin embargo, el financiamiento por deuda y el gasto público experimentaron modificaciones considerables a partir del triunfo de la República y con los sucesivos gobiernos liberales.

Diego Rivera (1935) Epopeya del pueblo mexicano. Palacio nacional de México.

El Porfiriato implicó un cambio notable en la naturaleza del gasto público. Después de varias décadas, el Estado mexicano pudo redirigir las erogaciones destinadas a atender el gasto bélico y el sostén de la burocracia hacia nuevas fuentes de gasto acorde con las políticas de fomento. A partir del empleo de recursos fiscales, préstamos internacionales e inversión privada, se otorgó prioridad al gasto público para impulsar el crecimiento del país y el beneficio del sector empresarial por medio del gasto en infraestructura (ferrocarrilera y portuaria) y en el desarrollo de obras públicas como el drenaje de la ciudad de México. En términos generales, el gasto público se enfocó en incentivar las inversiones extranjeras y locales. Entre los principales objetivos que guiaban la instrumentación del gasto podemos señalar la creación del mercado interno, fomentar la industria y el comercio exterior. (Castañeda Zavala, 2000).

David A. Siqueiros (1966) Del porfirismo a la revolución.

            Después del periodo revolucionario y de la reconfiguración del Estado mexicano a partir de la promulgación de la Constitución de 1917, la Hacienda Pública experimentó una renovación profunda. De manera paralela al proceso de formación de un erario nacional centralizado y del establecimiento de la federalización y coordinación fiscal de los ingresos, el gasto público tuvo nuevos bríos y objetivos. Entre las décadas de 1920 y 1970, los gobiernos posrevolucionarios se valieron de la política fiscal como un instrumento para impulsar el crecimiento económico y contrarrestar las fluctuaciones externas (Cárdenas, 1994, pp. 33-42). Las primeras décadas del siglo XX atestiguaron el uso de los egresos como principal medio para garantizar el crecimiento económico por medio del gasto en inversión productiva y la reducción en las erogaciones administrativas y militares. Sin embargo, uno de los rubros de mayor crecimiento del gasto fue el pago de la deuda pública, sobre todo tras una coyuntura en la que hubo exceso de liquidez en los mercados financieros internacionales, impulsada por créditos baratos promovidos por las ganancias petroleras, que favoreció la contratación de deuda de corto plazo. En 1982, tras el aumento de las tasas de interés en Estados Unidos, el gobierno mexicano no pudo sostener el servicio de la deuda y declaró la suspensión de pagos. Este malestar crónico continuó aquejando al erario mexicano durante los años ochenta hasta la reestructuración de la deuda en los años noventa.

Mural en honor a Lázaro Cárdenas en Jiquilpan, Michoacán

Entre finales del siglo XX y los primeros años del XXI, el Estado mexicano ha continuado con la tendencia secular de emplear el gasto público como un instrumento para distribuir los recursos de la federación, garantizar la prestación de los servicios generales del Estado, generar las condiciones necesarias que garanticen el desarrollo económico del país, dar cumplimento a las obligaciones contractuales del gobierno y procurar la impartición de justicia ( Diario Oficial de la Federación , 22-12-2005, p.1). En la actualidad, el Gobierno Federal ha optado por una continuación de los proyectos posrevolucionarios en materia de gasto público: se plantea un programa de egresos de la federación en el que se busque favorecer la inversión productiva frente al gasto administrativo y con una clara tendencia a priorizar los programas sociales como instrumentos de reducción de las desigualdades económicas, sociales y culturales en el país (Gaceta Parlamentaria, 2018, p. 1), sin embargo, persiste como un rubro notable el pago del servicio  de la deuda, tanto interna como externa.

SHCP (2022) Presupuesto de egresos de la federación, guía rápida. Transparencia presupuestaria.

Palabras relacionadas: impuesto, economía, arancel, keynesianismo

Referencias

Hemerografía

Diario Oficial de la Federación

Gaceta Parlamentaria

Bibliografía

Cárdenas, Enrique (1994), La hacienda pública y la política económica 1929-1958, México, Fondo de Cultura Económica/ El Colegio de México.

Castañeda Zavala, Jorge (2000), “La transformación de la Hacienda Pública: de la República Restaurada al Porfiriato” en Análisis Económico, vol.XV, núm. 32, pp.257-279.

Hernández Jaimes, Jesús (2013), La formación de la Hacienda pública mexicana y las tensiones centro- periferia, 1821- 1835, México, El Colegio de México/ Instituto Mora/ Instituto de Investigaciones Históricas, unam.

Ludlow, Leonor y Carlos Marichal (coords.) (1998), Un siglo de deuda pública en México, México, Instituto Mora/ El Colegio de Michoacán/ El Colegio de México/ iih- unam.

Marichal, Carlos (1999), La bancarrota del virreinato. Nueva España y las finanzas del Imperio español, 1780-1810, México, Fondo de Cultura Económica/ El Colegio de México.

Sánchez Santiró, Ernest (2013), Corte de caja: la Real Hacienda de Nueva España y el primer reformismo de los Borbones (1720-1755), México, Instituto Mora.

Sánchez Santiró, Ernest (2015), “ El gasto público de la Real Hacienda de Nueva España durante el siglo xviii: estructura, dinámica y contradicciones” en Ernest Sánchez Santiró (coord.), El gasto público en los imperios ibéricos, siglo xviii, México, Instituto Mora/ Conacyt.

Sánchez Santiró, Ernest (2016), La imperiosa necesidad. Crisis y colapso del erario de Nueva España (1808-1821), México, Instituto Mora/ El Colegio de Michoacán/ Conacyt.

Sistema de Administración Tributaria, Diccionario de Conceptos Tributarios, disponible en: https://www.sat.gob.mx/consulta/61977/conceptos-tributarios

Vínculos de interés:

Explora el observatorio del gasto de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público:

Transparencia Presupuestaria

Compara distintos rubros de gasto público en el mundo:

Gasto público 2020 | datosmacro.com

Consulta la base de datos de gasto social de la OCDE:

Social Expenditure Database (SOCX) – OECD

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Acerca del autor

Rodrigo Gordoa De la Huerta

Licenciado en Historia y Maestro en Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto Mora. Especialista en Historia Económica por el Programa Único de Especializaciones en Economía de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Economía (UNAM). Actualmente es doctorando en Historia Moderna y Contemporánea en el Instituto Mora.

Mención honorífica en el Premio Luis Chávez Orozco a la mejor tesis de licenciatura en historia económica, otorgado por la Asociación Mexicana de Historia Económica (2020) y merecedor del Premio Francisco Javier Clavijero en la categoría de mejor tesis de maestría, otorgado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (2021). Profesor de la licenciatura en economía y en la especialización en historia económica, Facultad de Economía, UNAM. Sus líneas de investigación se enfocan en la historia económica y fiscal durante el periodo colonial.

Categorías
Historia Ambiental

Contaminación / Polución

Autora :Silvia Lorena Bello Nuñez

De acuerdo con la Real Academia Española (RAE, 2020), el término ‘contaminación’ se refiere a la “acción y efecto de contaminar”. En cuanto a ‘polución’, tiene diversas acepciones de las cuales destaca: “Contaminación intensa y dañina del agua o del aire, producida por los residuos de procesos industriales o biológicos”. Como se puede notar, ambas definiciones son confusas y poco explicativas.

Ian Burt (2013) Pollution.

Es importante señalar que ambos conceptos no son sinónimos. La contaminación es entendida como la presencia de sustancias o formas de energía -llamados contaminantes- que causan efectos negativos en un medio o vector ambiental determinado (Encinas, 2011, p. 3). Mientras que la polución es un tipo de contaminación más intensa provocada por la acción humana que daña a los organismos vivos y los ecosistemas cuando el ambiente no puede asimilar fácilmente la sustancia ajena a él. De igual forma, el impacto puede ser gradual o repentino, de corta o larga duración y afectar localmente o tener amplia dispersión (Rusell, 1974; Greogry, Johnston, Pratt, Watts y Whatmore, 2009, p. 551).

Igbarrio (2017) Pollution

El carácter de estas definiciones es relativamente reciente, las discusiones científicas datan de la década de 1950; sin embargo, es posible identificar su uso en siglos anteriores. Retomando al Diccionario de autoridades (RAE, 1726-1739), ‘contaminación’ significó en el siglo XVIII: “Infección, mácula y corrupción. En el sentido literal tiene poco uso, y de ordinario se toma por corruptela, vicio y malignidad en los afectos y pasiones [sic.] del ánimo, y estragamiento de las costumbres”; en cuanto a ‘polución’, es definida como “Mancha corporal que afea”. Es posible notar que ambas palabras estaban muy alejadas de temas ambientales, se les atribuían connotaciones morales y de salud física. Esto se explica porque en la época la enfermedad y la muerte estaban asociadas a los hedores, tanto del entorno como del cuerpo humano. De tal suerte que la medicina desarrolló la teoría miasmática, la cual considera a los miasmas como emanaciones de olores responsables del origen y propagación de los padecimientos infecto-contagiosos. (Larrea, 1997, pp. 46-55).

Ahora bien, después de la revolución industrial el mundo percibió de manera más directa los efectos de la polución y las naciones debieron crear leyes de política pública para contrarrestarlos. Inglaterra es un ejemplo paradigmático. Londres se vio azotada por diversas epidemias en el siglo XIX y XX debido a la poca sanidad de la ciudad, siendo el cólera un problema constante, seguido de la influenza y la tifoidea. Con el brote de cólera de la década de 1830, el gobierno británico le encargó al abogado Edwin Chadwick una solución, quien en su publicación The sanitary conditions of the labouring population (1842) describió la relación entre la enfermedad, las malas condiciones de la población y la esperanza de vida. En 1848 Chadwick fue designado comisionado sanitario de Londres y desarrolló medidas de limpieza, drenaje y ventilación. Un nuevo brote de 1848 a 1854 llevó al doctor John Snow a investigar la distribución espacial de las muertes, observando que se agrupaban cerca de las bombas de agua e informó a las autoridades para su intervención (Science Museum, 2019). Existen diversas caricaturas de la época -especialmente refiriéndose al Gran Hedor de 1858- en donde representan al padre Támesis, una alegoría sobre la polución asociada al río del mismo nombre (PUNCH Magazine, 2021).

PUNCH (1855) Faraday dándole su tarjeta al padre Támesis. Londres: Punch Magazine

Por último, no se puede dejar de lado la Gran Niebla de diciembre de 1952 que cubrió por cinco días la ciudad londinense debido a la acumulación de gases tóxicos en la atmósfera por el exceso de quema de carbón para mantener el sistema de calefacción, esto sumado a los contaminantes de las fábricas, vehículos y hogares. Desafortunadamente, el gobierno de Churchill no estaba capacitado para enfrentar este tipo de emergencia sanitaria, las actividades no se suspendieron -a excepción de algunos divertimentos por falta de visibilidad- y dejó un saldo de más de 12 000 muertos y 120 000 hospitalizaciones. En 1956 la Ley de Aire Limpio vio la luz, restringiendo la quema de carbón en zonas urbanas y fomentando un cambio de combustible en los sistemas de calefacción (Alabort, s/f).

RV1864 (2015) London Smog

Como se mencionó párrafos arriba, es alrededor de 1950 cuando comenzaron a aparecer las discusiones en torno al concepto de polución, pero se hicieron más intensas en las siguientes dos décadas. En un principio, se puede apreciar poca diferencia con el término ‘contaminación’, ya que se consideran los agentes naturales dentro de los factores causantes y se enfatiza en la polución del agua (Champ, 1983, p. 5).

Para 1960 las definiciones siguen siendo ambiguas; Hynes sostiene que polución es la adición de algún elemento que modifique las características naturales del agua; por su parte, Klein dice que es la introducción de una impureza en el agua. El Consejo Europeo de 1961 se refiere por primera vez a ella como la alteración de la composición o condición del agua como consecuencia directa o indirecta de las actividades humanas y en 1966 extendió dicha definición para el aire y el suelo. Asimismo, en 1969 The Senate Select Committee Report on Air Pollution del Parlamento australiano definió la polución del aire como el acto de provocar que el aire contenga concentraciones excesivas de elementos ajenos que afecten la salud de la humanidad, los animales y las plantas (Russell, 1974, pp. 157-158).

Durante la década de 1970 el concepto adquiere sus características actuales. En 1971 Martin consideró como polución al deterioro del medio debido a la presencia de sustancias o procesos en cantidades que el ambiente no puede manejar y le causa daños. Russell delimita que los factores causantes son la aceleración de fenómenos naturales o un incremento de las concentraciones de las substancias naturales como resultado antrópico (Rusell, 1974, pp. 157-158). La Academia Nacional de las Ciencias de Estados Unidos apuntó en 1978 que un contaminante (pollutant) solo puede ser considerado como tal cuando es provocado por la actividad humana y además su distribución, concentración y comportamiento físico-químico producen deterioro (Champ, 1983, p. 5).

Peter Ma (2010) Oil Spill in Dalian.

Es innegable que diversas actividades económicas, sobre todo la industria, contribuyen con altos porcentajes de polución que repercuten en la calidad de vida de la población y demás organismos vivos a nivel mundial. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, el 91% de los seres humanos viven en lugares donde el nivel de la calidad del aire está por encima de los límites saludables. Esto se refleja en aproximadamente 4.2 millones de muertes anuales por enfermedades cerebrovasculares, cardiacas, respiratorias o cáncer pulmonar (WHO, 2021).

Debido a esto, ha habido esfuerzos nacionales e internacionales para regular las cantidades de sustancias contaminantes y frenar el cambio climático. Por ejemplo, el Protocolo de Kyoto de 1997 -ratificado en 2005- busca limitar y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en los países que conforman las Naciones Unidas (1998). En México se ha intentado combatir la polución a partir de medidas como la verificación vehicular y la creación del Sistema de Gestión Ambiental, encargada de cuatro programas: Programa para el uso racional y eficiente del agua (PUREA), Programa para el uso racional y eficiente de la energía eléctrica (PUREE), Programa para el control y manejo integral de residuos sólidos urbanos (PRSU), y el Programa para control y manejo de residuos peligrosos (RPBI y CRETI) (INSP, 2020).

Benka Morvan (2008) Oxfam exhibition at the entrance of COP14. Polonia

Palabras relacionadas: cambio climático, ganadería, paisaje, subdesarrollo.

Referencias

Alabort Amundarain, E. (s.f.), “La gran niebla de 1952 en Londres” en Asociación Española de Historia Económica, España. Disponible en: https://www.aehe.es/la-gran-niebla-de-1952-en-londres/

Champ, M.A. (1983), “Etymology and use of the term ‘Pollution’” en Canadian Journal of Fisheries an Aquatic Sciences, vol. 40 (S2), pp. 5-8. Disponible en: https://cdnsciencepub.com/doi/abs/10.1139/f83-304

Encinas Malagón, M.D. (2011), Medio ambiente y contaminación. Principios básicos, España, María Dolores Encinas Malagón. Disponible en: https://addi.ehu.es/bitstream/handle/10810/16784/Medio%20Ambiente%20y%20Contaminaci%C3%B3n.%20Principios%20b%C3%A1sicos.pdf?sequence=6

Gregory, D., Johnston, R., Pratt, G., Watts, M. y Whatmore, S. (eds.) (2009), The dictionary of human geography, Reino Unido, Wiley-Blackwell. Disponible en: https://s3.amazonaws.com/arena-attachments/293183/0e6f92cc7302976ef7c9f27cb6604b3f.pdf

Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) (agosto 2020), “Programa de Gestión Ambiental” en INSP, Gobierno de México.  Disponible en: https://www.insp.mx/lineas-de-investigacion/saludambiental/pga-lim-10.html

Larrea Killinger, C. (1997). La cultura de los olores. Una aproximación a la antropología de los sentidos, Ecuador, Ediciones ABYA-YALA. Disponible en: https://digitalrepository.unm.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1532&context=abya_yala

Framework Convention on Climate Change (1998), Report of the conference of the parties on its third session, held at Kyoto from 1 to 11 december 1997, Naciones Unidas. Disponible en: https://unfccc.int/resource/docs/cop3/07a01.pdf#page=31

PUNCH, PUNCH Magazine, Reino Unido. Disponible en: https://www.punch.co.uk/index

Real Academia de la Lengua Española (RAE) (1726-1739), Diccionario de autoridades. España, Asociación de Academias de la Lengua Española. Disponible en: https://dle.rae.es/

Real Academia de la Lengua Española (RAE) (2020), Diccionario de la lengua española. España. Asociación de Academias de la Lengua Española. Disponible en: https://apps2.rae.es/DA.html

Russell, V.S. (1974), “Pollution: concept and definition” en Biological Conservation, vol. 6 (3), pp. 157-161. Disponible en: https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/0006320774900603

Science Museum. (2019), “Cholera in Victorian London” en Science Museum, Londres. Disponible en: https://www.sciencemuseum.org.uk/objects-and-stories/medicine/cholera-victorian-london#cholera-and-sanitary-reform

World Health Organization (WHO) (2021), “Ambient air pollution” en WHO. Disponible en: https://www.who.int/teams/environment-climate-change-and-health/air-quality-and-health/ambient-air-pollution

Recursos sugeridos

Libros y artículos

Douglas, M. (1966), Purity and danger. An analysis of the concepts of pollution and taboo. Estados Unidos. Routledge. Disponible en: https://monoskop.org/images/7/7d/Douglas_Mary_Purity_and_Danger_An_Analysis_of_Concepts_of_Pollution_and_Taboo_2001.pdf

Spengler, J.D. y Sexton, K. (1983), “Indoor air pollution: A public health perspective” en Science, vol. 221 (4605), pp. 9-17.

Serie documental

Efron, Z., Olien, D., Barrett, J., Gmelich, G., Henson, C., Simpkin, M. y Volk-Weiss, B. (productores ejecutivos) Down to Earth with Zac Efron (2020). Estados Unidos. The Nacelle Company.

Páginas web

Organización Mundial de la Salud (OMS) https://www.who.int/es

Convención Marco de la Naciones Unidas sobre el Cambio Climático https://unfccc.int/es

Naciones Unidas https://www.un.org/es/

Acerca de la autora

Silvia Lorena Bello Nuñez

Maestrante en Ciencias de Información Geoespacial en el Centro de Investigación en Ciencias de Información Geoespacial (CentroGeo-CONACyT). Licenciada en Historia y especialista en Historia Económica por la Facultad de Economía, UNAM. Egresada de la licenciatura en Arqueología por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Forma parte del equipo de investigación arqueológica del ‘Proyecto Eje Valle del Mezquital’ (ENAH-INAH), del proyecto histórico ‘Toponimia y personajes en la colonización española temprana de Querétaro y Guanajuato, siglo XVI’ (Centro INAH Querétaro) y del seminario multidisciplinario ‘Redes Sociales y Unidades Político- Territoriales en la Teotlalpan y en la Provincia de Jilotepec’ (INAH).

Es docente en la Facultad de Economía (UNAM) tanto en el programa de Especialización en Historia Económica (PUEE) como a nivel licenciatura, también ha impartido clases en la ENAH en la licenciatura en Arqueología. Sus líneas de investigación son la historia económica, la historia ambiental y la geografía histórica a partir de los Sistemas de Información Geográfica. Los temas que ha trabajado se centran en la minería, las haciendas y los caminos en época novohispana.

Categorías
Historia Ambiental

Cambio climático

Autora:Silvia Lorena Bello Nuñez

De acuerdo con el artículo primero de la Convención Marco de la Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC, 1992), se entiende por ‘cambio climático’: “un cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera mundial y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante períodos de tiempo comparables” (p. 3). Dicho concepto no debe usarse como sinónimo de ‘calentamiento global’, puesto que solo hace referencia al aumento gradual de la temperatura media mundial (Matthews, 2018, p. 75) y es atribuido a Wallace Broecker (1975) por su artículo Climatic change: Are we on the brink of a pronounced global warming?

Ahora bien, el término ‘cambio climático’ es bastante nuevo. Su uso data de la segunda mitad del siglo XX, pero sus antecedentes se pueden rastrear en el siglo XIX, cuando algunos científicos comenzaron a advertir diversos fenómenos asociados a él gracias a los efectos de la Revolución Industrial. Sadi Carnot, un ingeniero francés, publicó en 1824 Réflexions sur la puissance motrice du feu et sur les machines propes à développer cette puissance, en el que reconoce al calor como la causa del movimiento de las corrientes atmosféricas y oceánicas, así como de los sismos, las erupciones volcánicas y las lluvias (Thurston, 1897, p. 37).

Palmer, Alfred T, fotógrafo (1939) Smoke stacks (LOC) U.S. Oficina de información de guerra

Ese mismo año, el físico Jan Baptiste Joseph Fourier publicó el artículo Remarques générales sur les températures du globe terrestre et des espaces planétaires (Burgess, 1837). En dicho trabajo se sostiene que la Tierra se calienta gracias a los rayos solares pero el calor se distribuye de manera diferenciada, dando lugar a la diversidad de climas que podemos apreciar. Afirmó que la temperatura del planeta aumenta debido a la interferencia de la atmósfera, puesto que es más difícil que el calor la atraviese al salir en forma de calor oscuro que al entrar como luz. Por último, escribió que tanto las fuerzas naturales como la progresiva actividad humana pueden alterar la superficie del suelo y la movilidad del agua, provocando un cambio en el grado de calor medio. Es de esta forma que se le considera a Fourier uno de los pioneros en el estudio de lo que actualmente llamamos ‘efecto invernadero’ y en el papel de la agencia humana en el cambio climático (Llebot, 2001, p. 94).

El irlandés John Tyndall identificó en 1861 que el vapor de agua y el dióxido de carbono que se encuentran en la atmósfera influyen en la absorción de la radiación terrestre, ayudando a explicar los fenómenos meteorológicos. Por su parte, en 1895 Svante Arrhenius indicó que la variación de estos dos gases repercute en el equilibrio de calor del clima, de tal suerte que, si la cantidad de CO2 aumenta, también lo hará la temperatura. Los resultados de Arrhenius se basaron en gran medida en los estudios de Arvid Gustaf Hörgbom sobre el ciclo del carbono, en los que el geólogo sostenía que en la historia del planeta han existido variaciones en las fuentes y en la producción del carbono, llevando a constantes cambios en el volumen de dióxido de carbono en la atmósfera (Llebot, 2001, pp. 94-96).

Estos nuevos postulados cambiaron los paradigmas predominantes de la época, conduciendo a la ciencia a prestar atención a la climatología durante el siglo XX. En la década de 1970 la comunidad científica comenzó a preocuparse por entender el impacto del calentamiento global y buscar formas para limitar su aumento (Oppenheimer y Petsonk, 2005, p. 196). Sin embargo, en este momento se le denominaba ‘modificación climática inadvertida’ a cualquier variación climática, hasta 1979 que la National Academy of Science publicó su primer estudio, retomando los trabajos de Jule Charney, quien empezó a llamar a este fenómeno ‘cambio climático’ y lo diferenció del ‘calentamiento global’ (Conway, 2008). 

The New York Times (1970) Millones se unen a los eventos del Día de la Tierra a lo largo de la nación. The New York Times, Vol. CXIX, No. 40,997, 23 de abril de 1970.

Es importante recordar que durante la primera mitad de la centuria las potencias mundiales estuvieron inmersas en conflictos bélicos de gran escala. Como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial surgió la Organización de las Naciones Unidas (ONU), encargada de lograr la cooperación internacional y procurar la paz. Desde su fundación se han firmado múltiples tratados internacionales en torno a diversas problemáticas. En materia ambiental han sido varios los esfuerzos por desacelerar el cambio climático; por ejemplo, durante la Convención de Viena de 1985 se establecieron medidas para la protección de la capa de ozono (Oppenheimer y Petsonk, 2005, p. 198).

En el informe de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, “Nuestro Futuro Común” de 1987 (ONU, 1987), se hace hincapié en las consecuencias sociales y económicas que el cambio climático ha provocado en el mundo. En el documento se señala a las naciones ricas como las principales responsables de la degradación ambiental, en tanto efecto secundario de la riqueza industrial. Asimismo, se reconoció que los problemas ecológicos y económicos son inseparables, ya que la desigualdad, la pobreza y el aumento demográfico crean presiones sobre los recursos naturales. En el documento se advierte la tala desmedida de bosques para convertirlos en tierras de cultivo y así poder alimentar a la creciente población mundial y se condena la utilización de combustibles fósiles, cuyos efectos en la atmósfera provocan lluvia ácida que ha degradado suelos y lagos.

Tamara Merino (2021) Climate Change, Dry soil in the Atacama Desert. Pica, Chile: IMF.

De igual forma, se enlistan varios acontecimientos causados por el cambio climático entre 1984 a 1987, algunos de ellos son: una sequía en África que afectó a 35 millones de personas y provocó la muerte de un millón, aproximadamente; la explosión del reactor nuclear de Chernobyl; y la explosión de tanques de gas licuado en la ciudad de México que dejó sin hogar a miles de personas y causó la defunción de muchas más. (ONU, 1987, p. 20).

Dado que gran parte de las actividades económicas extraen materias primas de la tierra, los mares y el subsuelo, la ONU exhorta a las naciones a ocupar las nuevas tecnologías para buscar un crecimiento económico sostenible que ayude a retrasar el rápido consumo de los recursos no renovables, disminuir la contaminación del planeta, la degradación ambiental y el uso de energía, así como limitar las tasas de crecimiento poblacional y mejorar las condiciones de vida. Todo ello a través de un cambio en las instituciones nacionales e internacionales (ONU, 1987, p. 20).

Chris Yakimov (2019) Climate strike. September 27th. Vancouver, Canadá.

Para el caso mexicano, el Centro de Estudios para el Desarrollo Rural Sustentable y la Soberanía Alimentaria indica que, desde la década de 1960, el país ha experimentado un incremento gradual de la temperatura media, una disminución de la precipitación pluvial y se ha documentado un aumento de huracanes, sequías, deslaves, inundaciones e incendios, provocando un gran costo económico y social (CEDRSSA, 2020). De 1936 a 2003, México firmó 77 acuerdos ambientales internacionales -especialmente con Estados Unidos-, en los que se busca la protección de los ecosistemas nacionales, de la fauna migratoria y de la atmósfera, al igual que la prevención de la contaminación oceánica causada por los derrames de hidrocarburos y otras sustancias en altamar (Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública, 2006).

Palabras relacionadas: contaminación, desigualdad, ganadería, subdesarrollo.

Referencias

Burgess, E. (1837), “General Remarks on the Temperature of the Terrestrial Globe and the Planetary Spaces, by Baron Fourier” en American Journal of Science, vol. 32, pp. 1-20. Traducción del francés de Fourier, J. B. J. (1824), “Remarques Générales Sur Les Températures Du Globe Terrestre Et Des Espaces Planétaires.”, en Annales de Chimie et de Physique, vol. 27, pp. 136–167. Disponible en : http://fourier1824.geologist-1011.mobi/

Centro de Estudios para el Desarrollo Rural Sustentable y la Soberanía Alimentaria (2020), Reporte Impacto Económico del Cambio Climático en México. México. Cámara de Diputados. Disponible en: http://www.cedrssa.gob.mx/files/b/13/62Cambio%20Clim%C3%A1tico%20A.pdf

Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública (2006), “Contexto internacional” en Medio ambiente, México, Cámara de Diputados. Disponible en: www.diputados.gob.mx/cesop/

Conway, E. (abril 2008), “What’s in a Name? Global Warming vs. Climate Change” en NASA. Disponible en: https://www.nasa.gov/topics/earth/features/climate_by_any_other_name.html

Llebot, J. E. (2001), “Svante Arrhenius. Los albores del cambio climático” en Medi ambient: Tecnología i cultura, núm. 30, pp. 94-96.

Matthews J.B.R. (ed.) (2018), “Anexo I: Glosario” en Calentamiento global de 1,5 °C. Informe especial del IPCC sobre los impactos del calentamiento global de 1,5 ºC con respecto a los niveles preindustriales y las trayectorias correspondientes que deberían seguir las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, en el contexto del reforzamiento de la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático, el desarrollo sostenible y los esfuerzos por erradicar la pobreza. IPCC, pp. 73-94. Disponible en: https://www.ipcc.ch/site/assets/uploads/sites/2/2019/10/SR15_Glossary_spanish.pdf

Organización de las Naciones Unidas (1987), Informe de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo. Naciones Unidas. Disponible en: http://www.ecominga.uqam.ca/PDF/BIBLIOGRAPHIE/GUIDE_LECTURE_1/CMMAD-Informe-Comision-Brundtland-sobre-Medio-Ambiente-Desarrollo.pdf

Oppenheimer, M., Petsonk, A. (2005), “Article 2 of the UNFCCC: Historical origins, recent interpretations” en Climatic Change, vol. 73, pp. 195-226.

Thurston, R.H. (ed.) (1897), Reflections on the motive power of heat. From the original french of N. L. S. Carnot, graduate of the Polytechnic School. Nueva York. John Wiley & Sons. Disponible en: https://www3.nd.edu/~powers/ame.20231/carnot1897.pdf

United Nations Framework Convention on Climate Change (1992), Convención Marco de la Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Naciones Unidas. Disponible en: https://unfccc.int/resource/docs/convkp/convsp.pdf

Wallace, B. (1975), “Climatic Change: Are we on the brink of a pronounced global warming?” en Science, vol. 189, pp. 460-463.

Documentales sugeridos

Guggenheim, D. (director), An Inconvenient Truth (2006). Estados Unidos. Lawrence Bender Productions. Participant Media.

Cohen, B. y Shenk J. (directores) An Inconvenient Sequel: Truth to Power (2017). Estados Unidos. Participant Media.

Sitios de interés

Convención Marco de la Naciones Unidas sobre el Cambio Climático https://unfccc.int/es

Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC) https://www.ipcc.ch/

National Aeronautics and Space Administration (NASA) https://www.nasa.gov/

Naciones Unidas https://www.un.org/es/

Acerca de la autora

Silvia Lorena Bello Nuñez

Maestrante en Ciencias de Información Geoespacial en el Centro de Investigación en Ciencias de Información Geoespacial (CentroGeo-CONACyT). Licenciada en Historia y especialista en Historia Económica por la Facultad de Economía, UNAM. Egresada de la licenciatura en Arqueología por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Forma parte del equipo de investigación arqueológica del ‘Proyecto Eje Valle del Mezquital’ (ENAH-INAH), del proyecto histórico ‘Toponimia y personajes en la colonización española temprana de Querétaro y Guanajuato, siglo XVI’ (Centro INAH Querétaro) y del seminario multidisciplinario ‘Redes Sociales y Unidades Político- Territoriales en la Teotlalpan y en la Provincia de Jilotepec’ (INAH).

Es docente en la Facultad de Economía (UNAM) tanto en el programa de Especialización en Historia Económica (PUEE) como a nivel licenciatura, también ha impartido clases en la ENAH en la licenciatura en Arqueología. Sus líneas de investigación son la historia económica, la historia ambiental y la geografía histórica a partir de los Sistemas de Información Geográfica. Los temas que ha trabajado se centran en la minería, las haciendas y los caminos en época novohispana.

Categorías
Geografía Histórica

Región

Autores:Jonathan Montero Oropeza y Anabell Romo González

“En la historia regional mexicana, se descubre rápidamente un hecho interesante: las regiones son como el amor: son difíciles de describir, pero las conocemos cuando las vemos”.

Eric Van Young

El concepto de región es de uso bastante común más allá del ámbito académico, por ejemplo, es frecuente escucharlo en discursos políticos, programas de ordenamiento territorial o en planes de estrategias de expansión empresarial. La alusión a las regiones (el Bajío, Tierra Caliente, la Huasteca, Latinoamérica) es frecuente en novelas literarias, películas, canciones populares o crónicas deportivas. Definir o conformar una región puede tener objetivos científicos, políticos o didácticos. 

Paula Nicho Cúmez (2005) Canto a la naturaleza. Guatemala  (pintura). 24″ x 32″. cat. PNC-011

Una región es una porción del territorio en cuyo interior se cumplen requisitos de articulación, vinculación, integración, semejanza y homogeneidad, que se definen a partir de criterios de carácter físico-natural, y de procesos y relaciones económicas, sociales y políticas. Así, las unidades de estudio permitirán identificar similitudes y diferencias entre diversos territorios. Cuando hablamos de región, existe una vinculación con cuestiones de índole identitaria. Alrededor de la región se generan discursos que intentan exaltar las cualidades ambientales, económicas o culturales de un espacio geográfico para fomentar cohesión social y distinción, con respecto a otras unidades territoriales. En un país como México, que ha sido considerado como un mosaico multicolor, o un territorio conformado por miles de Méxicos, multi-Méxicos (González, 1991, p. 26) las regiones son buenas para comprenderlo. Históricamente las regiones han ayudado a resolver la tensión entre la generalización y la particularización. Reconcilia la microperspectiva con la macroperspectiva en un país que es suma de muchas particularidades y diversos comportamientos.

En ese contexto, resulta muy útil la precisión sobre la etimología del vocablo región, la cual deriva del latín regio que a su vez se relaciona con el verbo regere, el cual quiere decir “trazar límites, dirigir, guiar, mandar, regir”. De ahí que en las lenguas europeas tuviera relación con significados emparentados a cuestiones concernientes sobre límites, zonas o territorios. En ese contexto, Leal (1998, p. 1) distinguió tres escalas en que se utiliza la palabra “región”, las cuales vamos a identificar con base en algunos ejemplos. 

a) Escala supranacional: regiones constituidas por varios países: Iberoamérica, Hispanoamérica, Latinoamérica, Cuenca del Pacífico, la Unión Europea.

b) Escala infranacional/supraurbana: se distinguen territorios constituidos por varios estados o porciones territoriales de entidades federativas o municipios: Huasteca, Tierra Caliente de Michoacán, el Bajío, la Costa de Chapala.

c) Escala infraurbana: las unidades son al interior de las ciudades, por ejemplo, el Polígono de Las Joyas en León, Guanajuato; la Pensil o Polanco en Ciudad de México; o el barrio de Analco y la parroquia de Santa Teresita en Guadalajara.

Figura 1. Escalas territoriales aplicadas a la región. Fuente: Leal (1998)

Cabe recordar que los pioneros en utilizar el concepto de región fueron especialistas del campo de la geografía y la economía; los primeros con el objetivo de describir las interrelaciones espaciales entre el medio físico y el ámbito social, mientras que los segundos lo usaron como un instrumento para describir, clasificar y explicar las actividades económicas, analizar sistemas de intercambio, lugares centrales y vínculos comerciales, considerando la definición que Van Young proponía sobre región definida como “la espacialización de una relación económica” (Van Young, 1991, p. 101). A pesar de su relevancia académica, los estudios económicos en términos teóricos y metodológicos, carecían de referencias culturales presentes en el territorio. Paulatinamente, diversos científicos sociales (antropólogos, historiadores, sociólogos, politólogos, arqueólogos, ecólogos) comenzaron a utilizar la categoría de región. En ese contexto, la región se delimita con base en procesos, vínculos e imaginarios sociales que se observan. Los académicos, instituciones, grupos de poder y grupos en resistencia delimitan las regiones, de acuerdo a sus intereses y necesidades, por lo que puede ser difícil o ineficiente la identificación de regiones a través de periodos largos de tiempo.

Además, los historiadores tomaron conciencia de que las regiones se mimetizan con el cambio del lente de enfoque, sea éste el cultural, social, económico, político, demográfico, administrativo o vivencial (Boehm, 2009, p. 26). Los criterios con que se define una región tienen que ver con la postura del autor o grupo de trabajo que lo diseñe, así que las regiones son resultado de elaboraciones históricas y geográficas de carácter colectivo. El cúmulo de estudios impulsados por las diversas instituciones que organizan la vida social, generan “configuraciones regionales” (Fábregas, 2010). Las concepciones que se tienen sobre una región no son uniformes, no son datos a priori, puesto que dependen de la perspectiva de quien las configura o de los objetivos propios de la investigación, e incluso de la institución que la realice.

La regionalización no solamente se delimita con base en parámetros del orden de la geografía física o en procedimientos estadísticos; considerar factores cualitativos es fundamental, puesto que permite reflexionar sobre cuestiones inherentes a la cultura, los actores sociales y las instituciones que, como ya se expuso, organizan el espacio geográfico. Para elaborar un estudio regional es indispensable pensar en las relaciones e interacciones existentes entre las partes que integran su sistema, en ese sentido es importante considerar las diferentes escalas en las que se pueden analizar estas complejas relaciones.

Diego Rivera (1947) Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central. Mural. Ciudad de México. 

Las alianzas y pactos entre los diversos grupos, conduce a concluir que la región debe explicarse a partir de un análisis de las relaciones entre facciones, con la finalidad de ubicar cómo algunas “voluntades” se imponen sobre otras, conformando y creando historias, tradiciones y símbolos que parecieran ser, a simple vista, el consenso general (Montes, 2011, p. 30). Por ello, resulta conveniente considerar las relaciones de poder presentes en el territorio, porque éstas ponen en juego prácticas según los capitales (económico, social, cultural, simbólico) de los diferentes actores sociales presentes en el territorio.Dentro de una región se localizan diferentes grupos de poder que interactúan con el fin de legitimarse y tener influencia sobre el resto de la población. Un ejemplo de cómo los vínculos económicos y de reciprocidad humana ayudan a comprender las relaciones socioeconómicas dentro de una región es el que realizó González de la Vara (2013) en cuya obra se plasma el caso de una región paletera en Michoacán, alrededor del municipio de Tocumbo, que dio paso al impulso de las famosas paleterías La Michoacana.

Las aplicaciones y estudios sobre las regiones se manifiestan en distintas obras que intentan presentar soluciones y estrategias de acción a las problemáticas que aquejan a un territorio, como lo son los programas de desarrollo estatal o regional que realizan las instituciones gubernamentales. Mientras que algunas investigaciones se enfocan hacia el interior, buscando la recuperación de legados paisajísticos, históricos, económicos y culturales, para generar sentidos de comunidad, lazos identitarios y apego al terruño; este tipo de trabajos también cumplen con la función de impulsar una imagen hacia el exterior, para crear un sello regional distintivo y así atraer capital, empresas, comercio o turistas.

Para esclarecer el panorama sobre la región, se pondrán dos ejemplos al lector: el caso de Tierra Caliente en Michoacán y el caso del Bajío.

En términos oficiales, el estado de Michoacán cuenta con diez regiones: Bajío, Cuitzeo, Infiernillo, Lerma-Chapala, Oriente, Pátzcuaro-Zirahuén, Purépecha, Sierra-Costa, Tepalcatepec y Tierra Caliente, esta última se localiza en la porción centro-oriental del estado y se conforma por los municipios de Carácuaro, Huetamo, Madero, Nocupétaro, Tacámbaro, Turicato y San Lucas (Mapa 1).

Mapa 1. Municipios y regiones del Estado de Michoacán. Fuente: https://es.scribd.com/doc/96886690/1-Mapa-Municipios-Michoacan

Se debe comprender que la región es un instrumento de investigación, útil para la planeación, la administración pública y la puesta en marcha de programas de desarrollo centrados en parámetros culturales locales (Fábregas, 2010). En el caso de Tierra Caliente, las instituciones del Estado consideraron para su regionalización parámetros de orden físico (el clima, el relieve, la flora) y la composición de los grupos humanos, los cuales tienen una considerable raigambre católica y se encuentran asociados a una cultura ranchera, condimentada por la presencia de antiguos cacicazgos locales de impacto regional.

En el imaginario michoacano, a menudo se identifican como parte de Tierra Caliente, no solamente a los municipios identificados en el mapa, sino también a los municipios de las regiones vecinas de Tepalcatepec e Infiernillo. Lo anterior da pauta para señalar que las regiones conformadas desde las instituciones gubernamentales no siempre coinciden con las que están presentes en los idearios de los contingentes humanos.

En esta región alejada, a la que el historiador Luis González y González llamó el “fondillo del mundo”, los caciques se convirtieron en figuras sobresalientes, al articularla  con los representantes del Estado. La situación sociopolítica de Tierra Caliente se puede explicar a la luz del proceso posrevolucionario, que dió paso a que los comerciantes y militares se convirtieran en los actores más importantes de la región, configurándose como una élite local cuyos vástagos formarían posteriormente organizaciones empresariales tales que hacia inicios del siglo XXI se consolidaron como verdaderos grupos de poder regional. Al ocupar puestos administrativos y al encabezar los ayuntamientos de la región, controlaron los recursos territoriales y se beneficiaron de los proyectos de desarrollo, relacionados con el comercio, la agricultura y la ganadería.

Si entendemos que la región es el resultado de un proceso que vincula en el tiempo y en el espacio a la cultura, la sociedad, el medio ambiente y la historia (Fábregas, 2010), en Tierra Caliente, como ya se expuso, se conjugan las cuestiones de índole climatológica, con cuestiones de índole sociocultural.

Tierra Caliente, aunque se identifica como una región michoacana, tiene una gran relación con el Estado de Guerrero. En primer lugar existe una profunda correlación histórica por el hecho de que los municipios de Ciudad Altamirano, Arcelia, Zirándaro y Pungarabato pertenecieron en su momento a Michoacán, lo que deja huella hoy en día en los vínculos familiares existentes entre ambos estados, así como en los patrones de comportamiento de los pobladores. Por ejemplo, para muchas familias de Huetamo y San Lucas, Ciudad Altamirano representa un lugar de esparcimiento durante los fines de semana o en periodos vacacionales.

En términos comerciales, la producción de frutas como melón en Huetamo y melón y mango en San Lucas, encuentra un mercado próximo en Zirándaro y Ciudad Altamirano, Guerrero; de la misma forma que otros productos distintos como joyería de oro, artesanías y artefactos de cobre. En este punto es relevante considerar que el complicado relieve del este de Michoacán y las sinuosas redes carreteras favorecen que las estrategias comerciales de los terracalentenses se efectúen hacia Guerrero.

El río Balsas es muy representativo para los terracalentenses y guerrerenses no sólo en términos materiales con la pesca de la mojarra y bagre, sino también en términos culturales como referente simbólico de socialización. Otros aspectos culturales a resaltar que fortalecen el vínculo entre Tierra Caliente y Guerrero son la tradición cristera regional y algunos rituales sacramentales de la fe cristiana, como las peregrinaciones de guerrerenses para venerar a la Virgen Inmaculada de San Lucas y al Cristo Negro de Carácuaro.

Tierra Caliente oscila entre una región pivotal y una región asociativa. Las regiones pivotales son aquellas que cumplen un papel central en la conformación histórica del espacio regional, es decir, son regiones “auto constituidas” a partir de la formación de las identidades locales. Mientras que las regiones asociativas son las que se configuran, generalmente de manera voluntarista, a partir de consensos entre gobierno y sociedad para la gestión de recursos, las cuales se articulan internamente con base en relaciones de poder Preciado (2003, p. 329). En el caso de Tierra Caliente, se puede decir que es pivotal, puesto que existe un proceso identitario con base en una cultura ranchera, las festividades regionales vinculadas con la fe católica y en actividades propias de la agricultura y el comercio. Los factores fisiográficos y climatológicos también juegan un papel trascendental en el imaginario de los habitantes de este lugar. Asimismo, se puede decir que es asociativa, porque existen en ella relaciones de poder para la gestión de recursos humanos y naturales, con sus respectivos y complejos procesos de organización social.

El otro ejemplo que se abordará es el del Bajío. La mayoría de los estudiosos concuerdan que el Bajío se forma por cuatro estados de la república: Querétaro, Jalisco, Michoacán y Guanajuato, siendo este último al que por lo regular apuntan los imaginarios sobre esta región. El Bajío se refiere a la serie de lomeríos y llanuras aluviales que formó el río Lerma, las cuales se encuentran interrumpidas por sierras bajas que se extienden desde el estado de Querétaro hasta el Lago de Chapala. La frontera topográfica del Bajío apunta hacia el norte de la sierra de Guanajuato, la cual se vincula geográficamente con la sierra Gorda; mientras que hacia el sur y el oeste colinda con Arandas y Tepatitlán en los Altos de Jalisco (Chávez, 2012, pp. 19-21).

Antes de la llegada de los españoles, lo que comprendemos actualmente como el Bajío estaba habitado por grupos otomíes y purépechas. Durante la colonia, a la región se le conoció como “el granero de México”, debido a la fertilidad de sus tierras. Chevalier (1975) señaló que el escenario climático, hidrológico y el relieve, crearon las condiciones favorables para impulsar labores agrícolas y ganaderas. La ganadería tuvo un importante desarrollo en la región, lo cual derivó en el establecimiento de fábricas procesadoras, además de la implementación de obras hidrográficas en el siglo XVI y XVII así como el desarrollo de pequeñas presas.

El hallazgo de las vetas argentíferas que los españoles encontraron en la sierra de Guanajuato, configuró el núcleo territorial económico en cuanto a las principales actividades económicas: la minería, la agricultura, y la ganadería; lo que originó una compleja red de articulación y comunicación. Además de ser una región geomorfológica, el Bajío se convirtió en una región económica debido al desarrollo de la minería, alrededor de la cual se constituyeron núcleos agrícolas. Esto generó núcleos de articulación y poder regional, así como un crisol de mestizaje en el que concurrieron indígenas descampesinizados, africanos libertos y blancos empobrecidos fundidos en una masa de mineros asalariados e independientes, pequeños empresarios comerciales y agrícolas lumpenproletarios. (Wolf, 1955; Brading, 1975; De la Peña, 1991, p. 146; Moreno-Toscano y Florescano, 1993).

Al final del periodo colonial el Bajío perdió -si alguna vez la tuvo- la oportunidad de formar una sola entidad político-administrativa. Esto permitió separar una porción territorial del ancestral Bajío para conformar cuatro Bajíos: el Bajío guanajuatense, el Bajío michoacano, el Bajío queretano y el Bajío jalisciense, cada uno con sus respectivas subdivisiones (Chávez, 2005, p. 131). Por ejemplo, en el territorio del Bajío guanajuatense se consideran diversas subdivisiones con base en las actividades industriales y agrícolas; se tienen el Bajío Sur, el Corredor Industrial Abajeño y el Bajío Leonés (Mapa 2).

Fuente: Montero, J. (2014). El proceso de producción espacial en torno a la empresa del fútbol en León, Guanajuato (1943-2014). Tesis de Maestría. La Piedad: El Colegio de Michoacán.

Otro sello de gran relevancia en el Bajío guanajuatense es su fuerte adscripción al conservadurismo. Hacia las décadas de los veinte, treinta y cuarenta del siglo XX, la presencia de los cristeros y posteriormente de los sinarquistas, conformaron una cultura regional cuyo epicentro se asentó en el municipio de León de los Aldama. Ambos movimientos reforzaron una religiosidad sumamente profunda entre sus habitantes, lo cual se manifiesta en rituales relacionados con liturgias católicas como las procesiones y las peregrinaciones hacia el cerro del Cubilete en Silao y las oraciones al Ángelus al filo del mediodía, en los talleres de calzado de la ciudad.

Al catolicismo de la población y la influencia de la Iglesia, cabe añadir que los grupos de poder de  Guanajuato explotan la idea de las regiones del Bajío guanajuatense como uno de los espacios geográficos más representativos del país, donde se gestó la lucha de la independencia, además del surgimiento de íconos de la “mexicanidad”, como el charro y la música ranchera; de la misma forma se hace alusión a representantes de la cultura popular mexicana, siendo los ejemplos por excelencia la salamantina Flor Silvestre, el silaoense Jorge Negrete y el dolorense José Alfredo Jiménez.

Con los ejemplos anteriores buscamos ilustrar a lo que se hace alusión cuando se habla de región, a ese apego al terruño con base en las concepciones y percepciones del paisaje geográfico, a esos rasgos productivo que comparte la población, a ese proceso socio-cultural común, a esa primera distinción o diferenciación hacia adentro en la configuración de una comunidad socioespacial, y a esa distinción hacia afuera en el distanciamiento respecto de las otras regiones.

Palabras relacionadas: paisaje, espacio, economía, agricultura

Bibliografía

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Brading D. (1975), La estructura de la producción agrícola en el Bajío de 1700 a 1850 en Historia Mexicana, núm. 91, vol. XXIII, pp. 197-137.

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Chevalier. F. (1975), La formación de los latifundios en México. Tierra y sociedad en los siglos XVI y XVII, México, Fondo de Cultura Económica.

De la Peña, G. (1991), Los Estudios Regionales y la Antropología Social en México, en P. Pérez (comp.), Región e Historia en México 1700-1850. Métodos de análisis regional, México, UAM-Instituto Mora, pp. 123-162.

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Montero, J. (2014), “El proceso de producción espacial en torno a la empresa del fútbol en León, Guanajuato (1943-2014)”, Tesis de Maestría, La Piedad, El Colegio de Michoacán.

Montes, O. (2011), Héroes, pioneros, padres y patrones. Construcción de la cultura política en los pueblos del Medio Balsas, México, Zamora, El Colegio de Michoacán, INAH.

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Vínculos de interés:

Para utilizar el mapa interactivo de la OCDE con indicadores demográficos y económicos de regiones y ciudades haz clic en la siguiente liga: https://www.oecd.org/cfe/regionaldevelopment/oecdexplorer.htm

Para conocer un poco sobre la desigualdad de oportunidades entre las regiones de México haz clic en la siguiente liga: https://ceey.org.mx/movilidad-social-en-mexico-las-cinco-regiones/

Para revisar los indicadores y análisis del Banco de México de las economías regionales haz clic en la siguiente liga: https://www.banxico.org.mx/publicaciones-y-prensa/reportes-sobre-las-economias-regionales/reportes-economias-regionales.html

Para leer sobre los proyectos de desarrollo regional que actualmente se manejan en nuestro país haz clic en la siguiente liga: https://www.proyectosmexico.gob.mx/por-que-invertir-en-mexico/desarrollo-regional/

Acerca de los autores

Jonathan Montero Oropeza

Licenciado en Geografía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), maestro en Geografía Humana por El Colegio de Michoacán, Unidad La Piedad y Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Guadalajara (UdeG). Se ha desempeñado como profesor en la Universidad de Guanajuato, Campus León, en las licenciaturas de Desarrollo y Gestión del Territorio, Trabajo Social, Sociología y Ciencias Políticas y Administración Pública. Actualmente es profesor en la licenciatura de Desarrollo Territorial en la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES), Unidad León, de la UNAM. Candidato a Investigador del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Sus líneas de investigación son: geografía del deporte, sociología de empresas y empresarios; desarrollos geográficos desiguales; geografía cultural y geografía del turismo.

Anabell Romo González

Licenciada en Historia. Maestra en Estudios Latinoamericanos. Candidata a Doctora en Estudios Latinoamericanos, con la investigación: “La cultura hispanoamericana y las ciudades letradas. La Real Universidad de México y la Universidad Mayor de San Marcos de Lima en el siglo XVI”.

Profesora de Metodología de las Ciencias Sociales I y II en el Departamento de Historia en el Sistema de Universidad Abierta y Educación a Distancia (SUAyED) y de Geografía e Historia en el Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM. Responsable del proyecto de investigación “La Metodología de la Historia en el siglo XXI” de la FFyL, PIFFYL 2016 026. Ha colaborado en los proyectos de investigación La expansión marítima de Europa y sus efectos en América y Centroamérica y México durante la independencia realizando labores de investigación archivística, documental y bibliográfica. Ha participado en seminarios y encuentros de investigación como el Seminario de Estudios Novohispanos, el Encuentro de Investigadores del Pensamiento Novohispano y el Seminario Internacional sobre Asia Oriental y América. Actualmente es miembro ordinario de la Asociación Interdisciplinaria para el estudio de la Historia de México.