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Geografía Histórica

Región

Autores:Jonathan Montero Oropeza y Anabell Romo González

“En la historia regional mexicana, se descubre rápidamente un hecho interesante: las regiones son como el amor: son difíciles de describir, pero las conocemos cuando las vemos”.

Eric Van Young

El concepto de región es de uso bastante común más allá del ámbito académico, por ejemplo, es frecuente escucharlo en discursos políticos, programas de ordenamiento territorial o en planes de estrategias de expansión empresarial. La alusión a las regiones (el Bajío, Tierra Caliente, la Huasteca, Latinoamérica) es frecuente en novelas literarias, películas, canciones populares o crónicas deportivas. Definir o conformar una región puede tener objetivos científicos, políticos o didácticos. 

Paula Nicho Cúmez (2005) Canto a la naturaleza. Guatemala  (pintura). 24″ x 32″. cat. PNC-011

Una región es una porción del territorio en cuyo interior se cumplen requisitos de articulación, vinculación, integración, semejanza y homogeneidad, que se definen a partir de criterios de carácter físico-natural, y de procesos y relaciones económicas, sociales y políticas. Así, las unidades de estudio permitirán identificar similitudes y diferencias entre diversos territorios. Cuando hablamos de región, existe una vinculación con cuestiones de índole identitaria. Alrededor de la región se generan discursos que intentan exaltar las cualidades ambientales, económicas o culturales de un espacio geográfico para fomentar cohesión social y distinción, con respecto a otras unidades territoriales. En un país como México, que ha sido considerado como un mosaico multicolor, o un territorio conformado por miles de Méxicos, multi-Méxicos (González, 1991, p. 26) las regiones son buenas para comprenderlo. Históricamente las regiones han ayudado a resolver la tensión entre la generalización y la particularización. Reconcilia la microperspectiva con la macroperspectiva en un país que es suma de muchas particularidades y diversos comportamientos.

En ese contexto, resulta muy útil la precisión sobre la etimología del vocablo región, la cual deriva del latín regio que a su vez se relaciona con el verbo regere, el cual quiere decir “trazar límites, dirigir, guiar, mandar, regir”. De ahí que en las lenguas europeas tuviera relación con significados emparentados a cuestiones concernientes sobre límites, zonas o territorios. En ese contexto, Leal (1998, p. 1) distinguió tres escalas en que se utiliza la palabra “región”, las cuales vamos a identificar con base en algunos ejemplos. 

a) Escala supranacional: regiones constituidas por varios países: Iberoamérica, Hispanoamérica, Latinoamérica, Cuenca del Pacífico, la Unión Europea.

b) Escala infranacional/supraurbana: se distinguen territorios constituidos por varios estados o porciones territoriales de entidades federativas o municipios: Huasteca, Tierra Caliente de Michoacán, el Bajío, la Costa de Chapala.

c) Escala infraurbana: las unidades son al interior de las ciudades, por ejemplo, el Polígono de Las Joyas en León, Guanajuato; la Pensil o Polanco en Ciudad de México; o el barrio de Analco y la parroquia de Santa Teresita en Guadalajara.

Figura 1. Escalas territoriales aplicadas a la región. Fuente: Leal (1998)

Cabe recordar que los pioneros en utilizar el concepto de región fueron especialistas del campo de la geografía y la economía; los primeros con el objetivo de describir las interrelaciones espaciales entre el medio físico y el ámbito social, mientras que los segundos lo usaron como un instrumento para describir, clasificar y explicar las actividades económicas, analizar sistemas de intercambio, lugares centrales y vínculos comerciales, considerando la definición que Van Young proponía sobre región definida como “la espacialización de una relación económica” (Van Young, 1991, p. 101). A pesar de su relevancia académica, los estudios económicos en términos teóricos y metodológicos, carecían de referencias culturales presentes en el territorio. Paulatinamente, diversos científicos sociales (antropólogos, historiadores, sociólogos, politólogos, arqueólogos, ecólogos) comenzaron a utilizar la categoría de región. En ese contexto, la región se delimita con base en procesos, vínculos e imaginarios sociales que se observan. Los académicos, instituciones, grupos de poder y grupos en resistencia delimitan las regiones, de acuerdo a sus intereses y necesidades, por lo que puede ser difícil o ineficiente la identificación de regiones a través de periodos largos de tiempo.

Además, los historiadores tomaron conciencia de que las regiones se mimetizan con el cambio del lente de enfoque, sea éste el cultural, social, económico, político, demográfico, administrativo o vivencial (Boehm, 2009, p. 26). Los criterios con que se define una región tienen que ver con la postura del autor o grupo de trabajo que lo diseñe, así que las regiones son resultado de elaboraciones históricas y geográficas de carácter colectivo. El cúmulo de estudios impulsados por las diversas instituciones que organizan la vida social, generan “configuraciones regionales” (Fábregas, 2010). Las concepciones que se tienen sobre una región no son uniformes, no son datos a priori, puesto que dependen de la perspectiva de quien las configura o de los objetivos propios de la investigación, e incluso de la institución que la realice.

La regionalización no solamente se delimita con base en parámetros del orden de la geografía física o en procedimientos estadísticos; considerar factores cualitativos es fundamental, puesto que permite reflexionar sobre cuestiones inherentes a la cultura, los actores sociales y las instituciones que, como ya se expuso, organizan el espacio geográfico. Para elaborar un estudio regional es indispensable pensar en las relaciones e interacciones existentes entre las partes que integran su sistema, en ese sentido es importante considerar las diferentes escalas en las que se pueden analizar estas complejas relaciones.

Diego Rivera (1947) Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central. Mural. Ciudad de México. 

Las alianzas y pactos entre los diversos grupos, conduce a concluir que la región debe explicarse a partir de un análisis de las relaciones entre facciones, con la finalidad de ubicar cómo algunas “voluntades” se imponen sobre otras, conformando y creando historias, tradiciones y símbolos que parecieran ser, a simple vista, el consenso general (Montes, 2011, p. 30). Por ello, resulta conveniente considerar las relaciones de poder presentes en el territorio, porque éstas ponen en juego prácticas según los capitales (económico, social, cultural, simbólico) de los diferentes actores sociales presentes en el territorio.Dentro de una región se localizan diferentes grupos de poder que interactúan con el fin de legitimarse y tener influencia sobre el resto de la población. Un ejemplo de cómo los vínculos económicos y de reciprocidad humana ayudan a comprender las relaciones socioeconómicas dentro de una región es el que realizó González de la Vara (2013) en cuya obra se plasma el caso de una región paletera en Michoacán, alrededor del municipio de Tocumbo, que dio paso al impulso de las famosas paleterías La Michoacana.

Las aplicaciones y estudios sobre las regiones se manifiestan en distintas obras que intentan presentar soluciones y estrategias de acción a las problemáticas que aquejan a un territorio, como lo son los programas de desarrollo estatal o regional que realizan las instituciones gubernamentales. Mientras que algunas investigaciones se enfocan hacia el interior, buscando la recuperación de legados paisajísticos, históricos, económicos y culturales, para generar sentidos de comunidad, lazos identitarios y apego al terruño; este tipo de trabajos también cumplen con la función de impulsar una imagen hacia el exterior, para crear un sello regional distintivo y así atraer capital, empresas, comercio o turistas.

Para esclarecer el panorama sobre la región, se pondrán dos ejemplos al lector: el caso de Tierra Caliente en Michoacán y el caso del Bajío.

En términos oficiales, el estado de Michoacán cuenta con diez regiones: Bajío, Cuitzeo, Infiernillo, Lerma-Chapala, Oriente, Pátzcuaro-Zirahuén, Purépecha, Sierra-Costa, Tepalcatepec y Tierra Caliente, esta última se localiza en la porción centro-oriental del estado y se conforma por los municipios de Carácuaro, Huetamo, Madero, Nocupétaro, Tacámbaro, Turicato y San Lucas (Mapa 1).

Mapa 1. Municipios y regiones del Estado de Michoacán. Fuente: https://es.scribd.com/doc/96886690/1-Mapa-Municipios-Michoacan

Se debe comprender que la región es un instrumento de investigación, útil para la planeación, la administración pública y la puesta en marcha de programas de desarrollo centrados en parámetros culturales locales (Fábregas, 2010). En el caso de Tierra Caliente, las instituciones del Estado consideraron para su regionalización parámetros de orden físico (el clima, el relieve, la flora) y la composición de los grupos humanos, los cuales tienen una considerable raigambre católica y se encuentran asociados a una cultura ranchera, condimentada por la presencia de antiguos cacicazgos locales de impacto regional.

En el imaginario michoacano, a menudo se identifican como parte de Tierra Caliente, no solamente a los municipios identificados en el mapa, sino también a los municipios de las regiones vecinas de Tepalcatepec e Infiernillo. Lo anterior da pauta para señalar que las regiones conformadas desde las instituciones gubernamentales no siempre coinciden con las que están presentes en los idearios de los contingentes humanos.

En esta región alejada, a la que el historiador Luis González y González llamó el “fondillo del mundo”, los caciques se convirtieron en figuras sobresalientes, al articularla  con los representantes del Estado. La situación sociopolítica de Tierra Caliente se puede explicar a la luz del proceso posrevolucionario, que dió paso a que los comerciantes y militares se convirtieran en los actores más importantes de la región, configurándose como una élite local cuyos vástagos formarían posteriormente organizaciones empresariales tales que hacia inicios del siglo XXI se consolidaron como verdaderos grupos de poder regional. Al ocupar puestos administrativos y al encabezar los ayuntamientos de la región, controlaron los recursos territoriales y se beneficiaron de los proyectos de desarrollo, relacionados con el comercio, la agricultura y la ganadería.

Si entendemos que la región es el resultado de un proceso que vincula en el tiempo y en el espacio a la cultura, la sociedad, el medio ambiente y la historia (Fábregas, 2010), en Tierra Caliente, como ya se expuso, se conjugan las cuestiones de índole climatológica, con cuestiones de índole sociocultural.

Tierra Caliente, aunque se identifica como una región michoacana, tiene una gran relación con el Estado de Guerrero. En primer lugar existe una profunda correlación histórica por el hecho de que los municipios de Ciudad Altamirano, Arcelia, Zirándaro y Pungarabato pertenecieron en su momento a Michoacán, lo que deja huella hoy en día en los vínculos familiares existentes entre ambos estados, así como en los patrones de comportamiento de los pobladores. Por ejemplo, para muchas familias de Huetamo y San Lucas, Ciudad Altamirano representa un lugar de esparcimiento durante los fines de semana o en periodos vacacionales.

En términos comerciales, la producción de frutas como melón en Huetamo y melón y mango en San Lucas, encuentra un mercado próximo en Zirándaro y Ciudad Altamirano, Guerrero; de la misma forma que otros productos distintos como joyería de oro, artesanías y artefactos de cobre. En este punto es relevante considerar que el complicado relieve del este de Michoacán y las sinuosas redes carreteras favorecen que las estrategias comerciales de los terracalentenses se efectúen hacia Guerrero.

El río Balsas es muy representativo para los terracalentenses y guerrerenses no sólo en términos materiales con la pesca de la mojarra y bagre, sino también en términos culturales como referente simbólico de socialización. Otros aspectos culturales a resaltar que fortalecen el vínculo entre Tierra Caliente y Guerrero son la tradición cristera regional y algunos rituales sacramentales de la fe cristiana, como las peregrinaciones de guerrerenses para venerar a la Virgen Inmaculada de San Lucas y al Cristo Negro de Carácuaro.

Tierra Caliente oscila entre una región pivotal y una región asociativa. Las regiones pivotales son aquellas que cumplen un papel central en la conformación histórica del espacio regional, es decir, son regiones “auto constituidas” a partir de la formación de las identidades locales. Mientras que las regiones asociativas son las que se configuran, generalmente de manera voluntarista, a partir de consensos entre gobierno y sociedad para la gestión de recursos, las cuales se articulan internamente con base en relaciones de poder Preciado (2003, p. 329). En el caso de Tierra Caliente, se puede decir que es pivotal, puesto que existe un proceso identitario con base en una cultura ranchera, las festividades regionales vinculadas con la fe católica y en actividades propias de la agricultura y el comercio. Los factores fisiográficos y climatológicos también juegan un papel trascendental en el imaginario de los habitantes de este lugar. Asimismo, se puede decir que es asociativa, porque existen en ella relaciones de poder para la gestión de recursos humanos y naturales, con sus respectivos y complejos procesos de organización social.

El otro ejemplo que se abordará es el del Bajío. La mayoría de los estudiosos concuerdan que el Bajío se forma por cuatro estados de la república: Querétaro, Jalisco, Michoacán y Guanajuato, siendo este último al que por lo regular apuntan los imaginarios sobre esta región. El Bajío se refiere a la serie de lomeríos y llanuras aluviales que formó el río Lerma, las cuales se encuentran interrumpidas por sierras bajas que se extienden desde el estado de Querétaro hasta el Lago de Chapala. La frontera topográfica del Bajío apunta hacia el norte de la sierra de Guanajuato, la cual se vincula geográficamente con la sierra Gorda; mientras que hacia el sur y el oeste colinda con Arandas y Tepatitlán en los Altos de Jalisco (Chávez, 2012, pp. 19-21).

Antes de la llegada de los españoles, lo que comprendemos actualmente como el Bajío estaba habitado por grupos otomíes y purépechas. Durante la colonia, a la región se le conoció como “el granero de México”, debido a la fertilidad de sus tierras. Chevalier (1975) señaló que el escenario climático, hidrológico y el relieve, crearon las condiciones favorables para impulsar labores agrícolas y ganaderas. La ganadería tuvo un importante desarrollo en la región, lo cual derivó en el establecimiento de fábricas procesadoras, además de la implementación de obras hidrográficas en el siglo XVI y XVII así como el desarrollo de pequeñas presas.

El hallazgo de las vetas argentíferas que los españoles encontraron en la sierra de Guanajuato, configuró el núcleo territorial económico en cuanto a las principales actividades económicas: la minería, la agricultura, y la ganadería; lo que originó una compleja red de articulación y comunicación. Además de ser una región geomorfológica, el Bajío se convirtió en una región económica debido al desarrollo de la minería, alrededor de la cual se constituyeron núcleos agrícolas. Esto generó núcleos de articulación y poder regional, así como un crisol de mestizaje en el que concurrieron indígenas descampesinizados, africanos libertos y blancos empobrecidos fundidos en una masa de mineros asalariados e independientes, pequeños empresarios comerciales y agrícolas lumpenproletarios. (Wolf, 1955; Brading, 1975; De la Peña, 1991, p. 146; Moreno-Toscano y Florescano, 1993).

Al final del periodo colonial el Bajío perdió -si alguna vez la tuvo- la oportunidad de formar una sola entidad político-administrativa. Esto permitió separar una porción territorial del ancestral Bajío para conformar cuatro Bajíos: el Bajío guanajuatense, el Bajío michoacano, el Bajío queretano y el Bajío jalisciense, cada uno con sus respectivas subdivisiones (Chávez, 2005, p. 131). Por ejemplo, en el territorio del Bajío guanajuatense se consideran diversas subdivisiones con base en las actividades industriales y agrícolas; se tienen el Bajío Sur, el Corredor Industrial Abajeño y el Bajío Leonés (Mapa 2).

Fuente: Montero, J. (2014). El proceso de producción espacial en torno a la empresa del fútbol en León, Guanajuato (1943-2014). Tesis de Maestría. La Piedad: El Colegio de Michoacán.

Otro sello de gran relevancia en el Bajío guanajuatense es su fuerte adscripción al conservadurismo. Hacia las décadas de los veinte, treinta y cuarenta del siglo XX, la presencia de los cristeros y posteriormente de los sinarquistas, conformaron una cultura regional cuyo epicentro se asentó en el municipio de León de los Aldama. Ambos movimientos reforzaron una religiosidad sumamente profunda entre sus habitantes, lo cual se manifiesta en rituales relacionados con liturgias católicas como las procesiones y las peregrinaciones hacia el cerro del Cubilete en Silao y las oraciones al Ángelus al filo del mediodía, en los talleres de calzado de la ciudad.

Al catolicismo de la población y la influencia de la Iglesia, cabe añadir que los grupos de poder de  Guanajuato explotan la idea de las regiones del Bajío guanajuatense como uno de los espacios geográficos más representativos del país, donde se gestó la lucha de la independencia, además del surgimiento de íconos de la “mexicanidad”, como el charro y la música ranchera; de la misma forma se hace alusión a representantes de la cultura popular mexicana, siendo los ejemplos por excelencia la salamantina Flor Silvestre, el silaoense Jorge Negrete y el dolorense José Alfredo Jiménez.

Con los ejemplos anteriores buscamos ilustrar a lo que se hace alusión cuando se habla de región, a ese apego al terruño con base en las concepciones y percepciones del paisaje geográfico, a esos rasgos productivo que comparte la población, a ese proceso socio-cultural común, a esa primera distinción o diferenciación hacia adentro en la configuración de una comunidad socioespacial, y a esa distinción hacia afuera en el distanciamiento respecto de las otras regiones.

Palabras relacionadas: paisaje, espacio, economía, agricultura

Bibliografía

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Chávez, M. (2012), El Chilarillo es el pasado. San Felipe es el Presente: origen y delineamiento de un pueblo ganadero en el Bajío guanajuatense, Zamora, El Colegio de Michoacán.

Chevalier. F. (1975), La formación de los latifundios en México. Tierra y sociedad en los siglos XVI y XVII, México, Fondo de Cultura Económica.

De la Peña, G. (1991), Los Estudios Regionales y la Antropología Social en México, en P. Pérez (comp.), Región e Historia en México 1700-1850. Métodos de análisis regional, México, UAM-Instituto Mora, pp. 123-162.

Fábregas, A. (2010), Configuraciones regionales mexicanas. Un planteamiento antropológico, vol. 1, Tlaxcala, Gobierno del Estado de Tlaxcala-Secretaría de Gobierno.

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González de la Vara, M. (2006), La Michoacana. Historia de los paleteros de Tocumbo, Zamora, El Colegio de Michoacán, Gobierno del Estado de Michoacán.

Leal, F. (1998), “Ubi regio eius ratio: para un concepto oportunista de región” en Regiones. Revista Interdisciplinaria en Estudios Regionales, Guanajuato, nú. 10, pp. 9-22.

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Montes, O. (2011), Héroes, pioneros, padres y patrones. Construcción de la cultura política en los pueblos del Medio Balsas, México, Zamora, El Colegio de Michoacán, INAH.

Moreno-Toscano, A. y Florescano, E. (1993), “El sector externo y la organización espacial y regional de México (1510-1910)”en H. Ávila (comp.), Lecturas de análisis regional en México y América Latina, Chapingo, Universidad Autónoma de Chapingo.

Preciado, J. (2003), “La región ha muerto: ¿viva el regionalismo?” en J. Preciado Coronado, H. Rivière d’Arc, L. A. Ramírez y M. Pepin-Lehalleur (coords.), Territorio, actores y poder. Regionalismos emergentes en México, Guadalajara, Universidad de Guadalajara-Universidad Autónoma de Yucatán, pp. 232-354.

Van Young, Eric (1991) “Haciendo Historia regional: consideraciones metodológicas y teóricas”, en P. Pérez (comp.), Región e Historia en México 1700-1850. Métodos de análisis regional, México: UAM-Instituto Mora, pp. 99-122. 

Vínculos de interés:

Para utilizar el mapa interactivo de la OCDE con indicadores demográficos y económicos de regiones y ciudades haz clic en la siguiente liga: https://www.oecd.org/cfe/regionaldevelopment/oecdexplorer.htm

Para conocer un poco sobre la desigualdad de oportunidades entre las regiones de México haz clic en la siguiente liga: https://ceey.org.mx/movilidad-social-en-mexico-las-cinco-regiones/

Para revisar los indicadores y análisis del Banco de México de las economías regionales haz clic en la siguiente liga: https://www.banxico.org.mx/publicaciones-y-prensa/reportes-sobre-las-economias-regionales/reportes-economias-regionales.html

Para leer sobre los proyectos de desarrollo regional que actualmente se manejan en nuestro país haz clic en la siguiente liga: https://www.proyectosmexico.gob.mx/por-que-invertir-en-mexico/desarrollo-regional/

Acerca de los autores

Jonathan Montero Oropeza

Licenciado en Geografía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), maestro en Geografía Humana por El Colegio de Michoacán, Unidad La Piedad y Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Guadalajara (UdeG). Se ha desempeñado como profesor en la Universidad de Guanajuato, Campus León, en las licenciaturas de Desarrollo y Gestión del Territorio, Trabajo Social, Sociología y Ciencias Políticas y Administración Pública. Actualmente es profesor en la licenciatura de Desarrollo Territorial en la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES), Unidad León, de la UNAM. Candidato a Investigador del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Sus líneas de investigación son: geografía del deporte, sociología de empresas y empresarios; desarrollos geográficos desiguales; geografía cultural y geografía del turismo.

Anabell Romo González

Licenciada en Historia. Maestra en Estudios Latinoamericanos. Candidata a Doctora en Estudios Latinoamericanos, con la investigación: “La cultura hispanoamericana y las ciudades letradas. La Real Universidad de México y la Universidad Mayor de San Marcos de Lima en el siglo XVI”.

Profesora de Metodología de las Ciencias Sociales I y II en el Departamento de Historia en el Sistema de Universidad Abierta y Educación a Distancia (SUAyED) y de Geografía e Historia en el Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM. Responsable del proyecto de investigación “La Metodología de la Historia en el siglo XXI” de la FFyL, PIFFYL 2016 026. Ha colaborado en los proyectos de investigación La expansión marítima de Europa y sus efectos en América y Centroamérica y México durante la independencia realizando labores de investigación archivística, documental y bibliográfica. Ha participado en seminarios y encuentros de investigación como el Seminario de Estudios Novohispanos, el Encuentro de Investigadores del Pensamiento Novohispano y el Seminario Internacional sobre Asia Oriental y América. Actualmente es miembro ordinario de la Asociación Interdisciplinaria para el estudio de la Historia de México.

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Geografía Histórica

Paisaje

Autores:Jonathan Montero Oropeza y Anabell Romo González

Como categoría de análisis, el paisaje se utiliza por campos del conocimiento tan diversos como la biología, la ecología, la pintura, la arquitectura, el urbanismo, la economía y la geografía. La palabra paisaje encuentra su raíz etimológica en el latín y en las lenguas romances y germánicas. En el latín pagensis hace referencia a lo “campestre, que habita en el campo”; en este sentido, el vocablo pagus (aldea o cantón referente a la vida rural), complementa al vocablo paganus (aldeano o paisano quien vivía en el campo). En consecuencia, en las lenguas romance las voces paesaggio en italiano, paisagen en portugués y paisaje en castellano, hacen referencia a la idea de lo campestre; otro claro ejemplo, es el que se tiene en francés, donde el paisaje se relaciona con los vocablos pays y paysage que remiten al “espacio rural peculiar o territorio rural concreto” (Urquijo y Barrera, 2009). En cuanto a las raíces germánicas, las voces landschaft en alemán, landskip en neerlandés y landscape en inglés, incluyen en sus voces land (tierra) y schaft (eje/moldeado), schaffen (crear), scape (crear/trabajar). Al atender este aspecto, el paisaje podría definirse como un área compuesta por una asociación distintiva de formas físicas y culturales, que corresponden a la tierra moldeada o al moldeado del territorio (Sauer, 2006; Maderuelo, 2006, p. 24).

Oarranzli (2011) Rice Terrace. Longsheng, China.

Desde esta perspectiva –ciertamente eurocéntrica- nos podemos percatar que el paisaje se vinculó al ámbito rural, que era el espacio predominante en Europa, hasta antes del siglo XX. De ahí, que en el imaginario popular cuando se habla de paisaje, la reminiscencia sea una vinculación con el campo o territorios con pocos edificios y calles, lo cual se asocia a ideas de un mayor vínculo con la naturaleza. Como se verá a continuación, esta voz paulatinamente se incorporó a la mirada pictórica y estética desde los siglos XIV al XVII, y a la mirada científica y lógica del siglo XIX.

Durante el Renacimiento (siglos XV y XVI) expresiones artísticas como la pintura y la arquitectura, permitieron una indagación cognitiva en torno al ser humano y a su lugar en la naturaleza y en la Historia; en ese sentido, el espacio se comprendió desde una perspectiva cuantificable, tridimensional, apropiado e intervenido por el ser humano mediante la idea de “ver a través”. En el caso de la pintura, la presencia de los seres humanos se manifestaba en la figura de hombres y mujeres realizando actividades cotidianas (trabajando, caminando o descansando) en caminos, veredas, puentes, casas, molinos o cercos, que representaban alguna modificación del medio. El paisaje en esos momentos representó un recorte del territorio a través de una mirada subjetiva del pintor compartida con los espectadores (Urquijo y Barrera, 2009, p. 234). En cuanto a la arquitectura, un ejemplo de ello es lo que se conoce como jardines renacentistas, impulsados por las élites de la época (reyes, nobles, jerarquía eclesiástica). Estos espacios surgieron en Roma y Florencia, y se componían por estanques, monumentos, ninfeos y esculturas, proyectadas mediante sistemas de terrazas y escalinatas, para adecuar las considerables pendientes y el complejo relieve, modificando así el paisaje. 

Antonio Vivarini (c. 1465-1470) El jardín del amor. Italia

Para los siglos XVIII y XIX el estilo pintoresco de los paisajes estaba cargado de connotaciones simbólicas, por ejemplo, las pinturas de plantaciones coloniales que denotaban lo civilizado al contrario de las tierras salvajes que debían ser colonizadas por los grupos hegemónicos. En el proceso de colonización e imperialismo las imágenes paisajísticas eran utilizadas para marcar la autoridad de la potencia colonizadora, incluso naturalizando y legitimando la colonización por medio del paisaje, enfatizando además las diferencias raciales o de género.    

Durante el siglo XIX el concepto paisaje transcurre de la mirada pictórica y estética al ámbito de la ciencia. Desde la ciencia, el paisaje se entendió como una unidad geográfica construida intrínsecamente por elementos humanos y naturales. Los poemas naturalistas y las crónicas y relatos de viajeros, son un nuevo modo de aproximarse al medio que genera una modelización científica del espacio, distinto a la representación estética que incluye sólo la percepción del artista. Esta aproximación científica del medio muestra el paisaje en su especificidad sin depender de los sentimientos del espectador. En el romanticismo alemán, que influye en el pensamiento de los científicos Alexander Von Humboldt y Karl Ritter, el sujeto contempla, siente e imagina, a través de la analogía, es decir, la correspondencia de una cosa con otra, pero también observa, piensa y razona. Acciones que posteriormente se separan. En el pensamiento de Humboldt, el paisaje es entendido como una unidad armónica de contenidos físicos y simbólicos, la objetividad y la subjetividad se funden en su percepción de lo natural(Urquijo y Barrera, 2009, p. 238)

José María Velasco (1893) Hacienda de Chimalpa. Cuadro en tela.

Precisamente la escuela alemana del paisaje es considerada una de las escuelas pioneras en la perspectiva científica del paisaje. En el siglo XIX, Alexander Von Humboldt señaló que los artistas y científicos deseaban conocer la naturaleza y comprender su orden, es decir, penetrar en sus misterios, en ese sentido el paisaje era visto como la herramienta para adentrarse en ese conocimiento (Ortega, 2010). El enfoque alemán consideró a la naturaleza como una totalidad conformada por elementos interrelacionados entre sí, ejemplo de ello son los trabajos de Carl Ritter, Alfred Hettner y posteriormente de Carl Troll, quienes hicieron énfasis en las conexiones de los fenómenos naturales y humanos, aunque se enfocaron más en los aspectos físicos, como el relieve, el clima, los cuerpos de agua y la flora.

Estas consideraciones del paisaje desde la perspectiva científica no deben verse como elementos aislados. Por ejemplo, el pintor alemán Caspar David Friedrich, plasmó en 1810, la pintura denominada Arcoíris en un paisaje de montañas, el cual representaba el norte de Bohemia, con el Monte Rosenberg en el centro, y sobre él, aparecen un grupo de nubes densas y un arcoíris que atraviesa la pintura de extremo a extremo. Otros ejemplos son las pinturas realistas Las Espigadoras (1857) y El Ángelus (1859) de François Millet, las cuales plasmaban las actividades económicas y culturales de las sociedades rurales francesas, en las cuales además se resaltan rasgos del paisaje (cielos nublados, espacios campestres). En ese tenor, las pinturas que mostraban paisajes europeos de artistas como Berthe Morisot, Camille Pissarro, Paul Cézanne, Alfred Sisley y Claude Monet, también fueron fundamentales para comprender la realidad social desde nuevas aristas. Precisamente la obra de Monet denominada Impresión, sol naciente (1872) dio nombre al movimiento que se conoció como Impresionismo, el cual, entre otros rasgos, se caracterizó por plasmar las diferentes manifestaciones de la luz a lo largo de un día o del año, por lo cual se plasmaron en el lienzo diversos elementos del paisaje, tanto físicos (mares, ríos, bahías, campiñas, montañas), como sociales (catedrales, puertos, jardines).

Caspar David Friedrich (1810) Arcoíris en un paisaje de montañas 

François Millet (1857) L´ Angelus

 Claude Monet  (1872) Impresión del Sol naciente

En ese contexto, la escuela francesa de geografía, también realizó propuestas trascendentales en relación al paisaje como categoría analítica, siendo uno de sus precursores Paul Vidal de la Blache, quien se interesó por analizar el conjunto de técnicas y de herramientas que los humanos ponen en funcionamiento para transformar el marco donde habitan y adaptarlo a sus necesidades, mediante la disponibilidad sobre aquello que la naturaleza les permite. Esta perspectiva era una manifestación antagónica al determinismo alemán, el cual tenía su sustento teórico en el concepto de espacio. A la corriente que encabezó Vidal de la Blache se le conoció como posibilismo, término que acuñó el historiador Lucien Febvre, en alusión a la posibilidad de transformar la naturaleza, controlar el medio por parte de las sociedades humanas y no ajustarse a un papel pasivo, como lo sugería el determinismo (Buttimer, 1980, pp. 59-74).

En ese contexto, Vidal de la Blache señaló que el objeto de la Geografía era la relación hombre-naturaleza, la cual se llevaba a cabo en un área de ocurrencia, que era el paisaje, y que el trabajo humano se destacaba en la transformación del medio. Para comprender este punto formuló el concepto de “géneros de vida”, en relación a cómo los cambios obedecían no solamente a “poderes naturales” sino a una realidad social que necesita estudiarse; por tanto, las técnicas y hábitos humanos son los que permiten el uso de los recursos naturales (Vidal de la Blache, 1911, pp. 193-212). Esta perspectiva también fortaleció el concepto de región como unidad de análisis y se estableció una relación entre la transformación del paisaje y la conformación de regiones y sus límites. 

En el ámbito anglosajón, Carl Sauer se preocupó por criticar el determinismo ambiental y rechazar al positivismo, al preferir explicaciones más orientadas hacia la comprensión de procesos históricos que permitieran analizar la diversidad cultural y los procesos ambientales en el mundo. Para consolidar su perspectiva, Sauer impulsó en Berkeley, ideas como la morfología del paisaje y el paisaje cultural. Sauer señaló que el paisaje cultural representaba la adaptación humana regida por sus creencias, valores y avances técnicos, de tal manera adquirían así una dimensión histórica. En consecuencia, el paisaje es un organismo complejo, que se construye mediante asociaciones y combinaciones de elementos naturales y materiales, y la incorporación de obras realizadas por los grupos humanos que son su expresión cultural sobre el paisaje natural (Sauer, 1963). En ese contexto, Sauer también considera que “El paisaje no es simplemente un escenario actual contemplado por un observador. El paisaje geográfico es una generalización derivada de la observación de escenarios individuales” (Sauer, 1963, p. 6). Es decir, que el paisaje se vincula con la percepción de quien lo ve, mira y analiza.

Jeena Paradies (2017) Temple pair. Japón.

Este recorrido histórico sirve para comprender porque para Denis Cosgrove (2002, pp. 66-70), ver es un acto físico pasivo para detectar el mundo exterior con los ojos, mientras que mirar implica un movimiento intencionado de los ojos hacia el objeto de interés. En razón de este punto, existe una relación muy estrecha entre el paisaje y el ejercicio de la vista, puesto que es un proceso cognoscitivo que parte de una acción fisiológica que involucra el empleo del ojo dirigido hacia el paisaje, que trasciende más que la huella pasiva y neutra de las imágenes por la luz en la retina del ojo, por tanto, la visión también se relaciona con la imaginación y la capacidad de crear imágenes en la mente, donde el creador toma sus experiencias anteriores.

En ese sentido, como sostiene Julio Caro Baroja (1990, p. 18) “el ojo, órgano fundamental de la percepción en el ser humano, se carga de distintas notas según la cultura de la sociedad en que nace: abre y cierra horizontes y cielos de acción, es un órgano con significado social y colectivo”. Es decir, la mirada del ser humano es capaz de captar significados y significaciones a lo largo del tiempo y en un mismo espacio, para hacer ver como en un mismo medio, los ojos de los humanos han percibido rasgos o elementos con significación muy  distinta entre sí, en épocas diferentes según intereses: es decir puntos de vista varios.

Se debe tomar en cuenta que las ideas y las experiencias modernas que se tiene sobre el paisaje han evolucionado no solo con los cambios en la propiedad y uso de la tierra, sino también con las tecnologías que se emplean para la visión y representación del espacio. En ese sentido, pensemos en el uso creciente -aunque desigual- de la televisión, cámaras digitales, celulares, tabletas, fotografías aéreas, drones e Internet, que hacen que nuestras percepciones sensoriales se modifiquen, aunque también a través de esas herramientas transformamos nuestros paisajes.

En cuanto a nuestras percepciones, se debe considerar que existen políticas públicas y de ordenamiento territorial que toman como referencia al paisaje para mejorar la imagen de las poblaciones rurales o del ámbito urbano. Para Florencio Zoido (2006) el paisaje es un concepto que atraviesa una etapa de revalorización, aunque al respecto existe una paradoja, puesto que al aumentar el aprecio social de los paisajes, se intensifica la degradación de muchos de ellos. Si bien el ordenamiento territorial en el primer tercio del siglo XX, encontró su base en las teorías del desarrollo regional, durante las dos primeras décadas del siglo XXI, obedece a parámetros económicos, de concentración y centralización, para distribuir presupuestos públicos; ejemplo de ello es  la diversidad en la organización territorial de los Estados europeos, con las netas diferencias existentes en sus niveles de desarrollo, poblamiento y extensión, lo cual vuelve al ordenamiento selectivo del análisis y el diagnóstico (Zoido, 2006, pp. 73-82).

“El paisaje ha sido un concepto clave para abordar investigaciones referentes a la configuración territorial, establecimiento de redes y escalas espaciales, percepción, intervención y/o manejo de la naturaleza” (Urquijo y Barrera, 2009, p. 230). Es decir, en el paisaje confluyen los aspectos naturales así como los socioculturales e incluye una posición unificadora entre la naturaleza y la cultura puesto que se perciben como un proceso continuo, más que como una forma terminada (Cosgrove, 2002, p. 78).

El paisaje, como lo consideraba Vidal de la Blache, está vivo en sí mismo. Los objetos que existen juntos en el paisaje, existen en interrelación. Ellos constituyen una realidad de conjunto que no puede ser entendida por separado, sino que debe ser considerada cada una de sus partes integrantes. En ese sentido el paisaje se constituye a partir de contextos espacio-temporales y de diversos sujetos sociales por lo que se deben considerar distintas formas de percepción e intervención paisajística, ya que el paisaje forma parte de una cosmovisión completa que se inserta en un proceso de larga duración en sociedades determinadas (Urquijo y Barrera, 2009, p. 231-32). Por lo que la invitación es a formarnos una idea del paisaje en términos de sus relaciones en el tiempo y en el espacio, es decir a partir de su historicidad.

Michael Beaton (2013) Berlín, Alemania 11.

En ese sentido el paisaje es la unidad espacio-temporal en la que convergen elementos de la naturaleza y la cultura en una sólida comunión. El paisaje es entonces una unidad física de elementos tangibles, visibles, olientes, audibles y degustables que puede tener uno o varios significados simbólicos o lecturas subjetivas de fuerte raigambre estético y ético, y que tienen su propia historicidad. (Urquijo y Barrera, 2009, p. 233). Por ello, para realizar un análisis más puntual de lo anterior, se expone la propuesta de Fernández Christlieb (2006, pp. 231-232), la cual distingue cinco acciones simultáneas que permiten comprender mejor el paisaje, veamos:

1. Reconocerse en un sitio o lugar. Implica descubrir las raíces que nos ligan a un lugar, de acuerdo a las sensaciones sensoriales. Reconocerse como parte de un colectivo en un lugar es comenzar a tejer una identidad entre sociedad y espacio.

2. Orientación. Implica saber dónde están los objetos, unos con respecto a otros y cómo se configura el sentido de movilidad en el espacio.

3. Marcas. Imposición de marcas en el espacio mediante rasgos artificiales que permitan hacer más evidente el sentido de orientación y delimitación de territorios.

4. Nombrar. Esto se refiere a la generación de toponimias de un lugar, lo cual refleja las relaciones de poder en el espacio.

5. Institucionalizar. Conferir a los lugares un sentido colectivo, ritualizarlo, festejarlo, racionalizarlo para su administración, para posteriormente clasificarlo y confeccionar una historia o leyenda.

Los puntos anteriores servirán al lector para comprender mejor el manejo político y económico que se tiene en el paisaje y las transformaciones que en él se llevan a cabo en distintas escalas (local, regional, estatal, nacional, global). Además permitirá no ver al paisaje desde una perspectiva lineal, sino interpretar sus diversas aristas y las relaciones de poder que ahí se manifiestan. Es decir, no se debe simplificar la discusión sobre el futuro del paisaje a una elección entre, por una parte, un mayor desarrollo de un paisaje dinámico, o, por otra, la conservación de los restos de “paisajes tradicionales”, porque esas ideas ofrecen una visión incompleta de las complejidades de las historias de los paisajes (Renes, 2009, p. 56).

Charlie Phillips (2009) Ancient and modern in central Rio. Brasil.

El paisaje además de ser un objeto de percepción y vivencias subjetivas, es además un producto social, es la proyección cultural y económica de una sociedad (Nogué, 2006, p. 135). En ese sentido es relevante atender al paisaje como categoría de análisis porque permite comprender los palimpsestos en un espacio geográfico, los vestigios económicos y culturales de grupos de poder, grupos en resistencia y las huellas de acontecimientos que están presentes en los imaginarios e idearios de las sociedades.

Palabras relacionadas: espacio, ciudad, región, economía

Bibliografía

Buttimer A. (1980), Sociedad y medio en la tradición geográfica francesa, Barcelona, Oikos-Tau.

Caro Baroja, J. (1990), Arte visoria y otras lucubraciones pictóricas, Barcelona, Tusquets.

Cosgrove, D. (2002), “Observando la naturaleza: el paisaje y el sentido europeo de la vista” en Boletín de la A.G.E., 34. pp. 63-89.

Fernández F. (2006) “Geografía Cultural” en Hiernaux, Daniel y Alicia Lindón (Dirs.), Tratado de Geografía Humana, México, Anthropos. UAM-I.

Maderuelo, J. (2006), El paisaje. Génesis de un concepto, Madrid, Abada Editores.

Nogué, J. (2006) “La producción social y cultural del paisaje” en Mata, Rafael y Tarroja, Álex (Coords.), El paisaje y la gestión del territorio. Criterios paisajísticos en la ordenación del territorio y el urbanismo, Barcelona, Visiones.

Ortega N. (2010), El paisaje: valores e identidades, Madrid, Universidad Autónoma de Madrid.

Renes, J. (2009), “Paisajes europeos: continuidad y transformaciones” en Maderuelo, Javier (Dir.), Paisaje e historia, Madrid, Abada Editores.

Sauer, C. (1963), La morfología del paisaje en Leighly, John Land and Life, A selection of the writings of Carl Ortwin Sauer, Berkeley, Los Angeles, London, University of California Press, pp. 321-350.

Sauer, Carl O. (2006), “La morfología del paisaje” en POLIS, Revista Latinoamericana, 5 (15). Disponible en:   https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=30517306019

Urquijo, P. y Barrera N. (2009), “Historia y paisaje. Explorando un concepto geográfico monista” en Andamios Revista de Investigación Social, vol. 5, núm. 10, pp. 227-252.

Vidal de La Blache, P. (1911), “Les genres de vie dans la géographie humaine” en Annales de Géographie, v 20, no.111. pp. 193-212.

Zoido, F. (2006), “El paisaje y su utilidad para la ordenación del territorio” en Geocalli, Año 7, núm. 14, Universidad de Guadalajara, CUCSH. pp.67-125.

Vínculos de interés:

Explora el mundo en este mapa 3D y descubre información importante sobre sus paisajes: Explore Landscapes – Half-Earth

Para revisar un ejemplo de las transformaciones que sufre el paisaje, puedes leer la siguiente investigación: De montaña, milpa y cañaveral. Transformaciones percibidas de los paisajes en la costa de Chiapas | Investigaciones Geográficas, Boletín del Instituto de Geografía

Para leer el informe de la UNESCO sobre la transformación del paisaje cultural haz clic en la siguiente liga: Un Informe evalúa la transformación del paisaje cultural mundial diez años después de la adopción de la Convención sobre la protección y promoción de la diversidad de las expresiones culturales | Diversidad de las expresiones culturales

Para ver una TEDTalk sobre paisajes culturales haz clic aquí: What Do Landscapes Tell Us About Our Culture? | Linnea Sando | TEDxHelena

Para ver una entrevista con el geógrafo Carl Sauer haz clic en la siguiente liga: Carl Sauer interview – 1970

Acerca de los autores

Jonathan Montero Oropeza

Licenciado en Geografía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), maestro en Geografía Humana por El Colegio de Michoacán, Unidad La Piedad y Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Guadalajara (UdeG). Se ha desempeñado como profesor en la Universidad de Guanajuato, Campus León, en las licenciaturas de Desarrollo y Gestión del Territorio, Trabajo Social, Sociología y Ciencias Políticas y Administración Pública. Actualmente es profesor en la licenciatura de Desarrollo Territorial en la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES), Unidad León, de la UNAM. Candidato a Investigador del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Sus líneas de investigación son: geografía del deporte, sociología de empresas y empresarios; desarrollos geográficos desiguales; geografía cultural y geografía del turismo.

Anabell Romo González

Licenciada en Historia. Maestra en Estudios Latinoamericanos. Candidata a Doctora en Estudios Latinoamericanos, con la investigación: “La cultura hispanoamericana y las ciudades letradas. La Real Universidad de México y la Universidad Mayor de San Marcos de Lima en el siglo XVI”.

Profesora de Metodología de las Ciencias Sociales I y II en el Departamento de Historia en el Sistema de Universidad Abierta y Educación a Distancia (SUAyED) y de Geografía e Historia en el Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM. Responsable del proyecto de investigación “La Metodología de la Historia en el siglo XXI” de la FFyL, PIFFYL 2016 026. Ha colaborado en los proyectos de investigación La expansión marítima de Europa y sus efectos en América y Centroamérica y México durante la independencia realizando labores de investigación archivística, documental y bibliográfica. Ha participado en seminarios y encuentros de investigación como el Seminario de Estudios Novohispanos, el Encuentro de Investigadores del Pensamiento Novohispano y el Seminario Internacional sobre Asia Oriental y América. Actualmente es miembro ordinario de la Asociación Interdisciplinaria para el estudio de la Historia de México.


Categorías
Geografía Histórica

Espacio

Autores:Jonathan Montero Oropeza y Anabell Romo González

El espacio es un concepto que se utiliza por diversos campos del conocimiento humano como la física, las matemáticas, la arquitectura, la comunicación, la lingüística o la economía; en cada una de estas ramas del saber existen diversos enfoques y en su uso se encuentran marcos teóricos e intelectuales complementarios e inclusive antagónicos. De acuerdo con Fernández (2009, p. 125), “la geografía es sólo una de las disciplinas que estudian el espacio de manera sistemática, pero en sus intereses particulares y en su origen epistemológico, el espacio figura como centro”. En el medio rural y en el ámbito urbano existen transformaciones sociales, tensiones políticas, especializaciones económicas y particularidades culturales que  modifican el espacio, por ende, esta categoría analítica es fundamental para el análisis no solamente del conocimiento geográfico, sino de todas las ciencias sociales.

Bonnie Moreland (2018) Hot air balloons on lake. Oregon. (Fotografía) Recuperada de Flickr: https://www.flickr.com/photos/icetsarina/43354924905/

Una de las interpretaciones de mayor uso es la que sugiere ver al espacio como un contenedor. Esta noción, es la más simple y generalizada, se trata de ver al espacio como un recipiente que puede ser “vaciado” o “llenado” al introducir o retirar objetos (Palacios, 1983, p. 56). También existe la idea del espacio como reflejo, subordinado a otras instancias que operan en el funcionamiento de la economía y de la sociedad en general. Desde esta perspectiva el espacio no tiene la capacidad de influir en los procesos de índole social porque se percibe como un elemento pasivo, que a lo sumo, refleja a la sociedad (Hiernaux y Lindón, 1993, pp. 100-101). Sin embargo, surgen interpretaciones que perciben al espacio no únicamente como un soporte o un simple espejo de la sociedad.

Lejos de ambas interpretaciones, en su obra Espacio y política el filósofo francés Henri Lefebvre, buscó armonizar las categorías de espacio mental y espacio social, argumentando que el espacio es una modalidad de la producción en la sociedad. Este pensador señaló que la producción del espacio se descubrió durante la década de 1920, cuando la ciencia y el arte buscaban nuevos canales de expresión, por lo que los referentes previos, comenzaron a ser puestos en tela de juicio: el espacio absoluto, Dios y el Diablo, la Ciudad, la Historia, el Padre y la Familia (Lefebvre, 1976, p. 121). Para él, el espacio se convierte en un agente de tipo social, que se vende, se compra, se renta y se consume, lo cual lo convierte en un producto, una mercancía con un valor, al que se le construye o destruye (Lefebvre, 1976, p. 42). La propuesta de este autor es una invitación a considerar al espacio como un elemento activo, lejos de la interpretación pasiva presente en las posturas que analizan al espacio como contenedor o reflejo.

En relación a los planteamientos de Lefebvre, se debe recordar que la teoría de relatividad de Einstein, el cubismo y el surrealismo desafiaron la concepción absolutista de espacio; el espacio absoluto hace referencia a un campo o un recipiente que se describe a través de un sistema de coordenadas métricas, esta perspectiva con base en la geometría euclidiana, tuvo preponderancia en las sociedades occidentales, cuyo fundamento filosófico y científico se encontraba en los trabajos de Descartes, Kant y Newton (Smith y Katz, 1993). Obras como el Guernica de Picasso inyectaron una nueva perspectiva sobre el espacio, tanto por la carga simbólica de crítica social, como por la propuesta novedosa sobre la concepción espacial que se representó en el lienzo. 

El Guernica de Picasso, obra cubista en blanco y negro que representa el bombardeo a la población de Guernica durante la Guerra Civil Española.

En ese sentido, los enfoques sobre el espacio han evolucionado, de acuerdo a la necesidad y obligación de las ciencias sociales para explicar la realidad y las transformaciones sociales, económicas, políticas y ambientales. Por ejemplo, hacia finales del siglo XIX, en el marco de la conformación del Estado alemán, el biólogo Friedrich Ratzel argumentó que el Estado era como una célula que necesitaba expandirse. Para Ratzel, los Estados ocupaban espacios allende a sus fronteras para lograr el progreso, por lo cual requerían de un lebensraum (espacio vital). Esa concepción determinista fue objeto de amplios debates y perspectivas antagónicas, sobre todo con respecto a la escuela geográfica regional francesa y a los planteamientos sociológicos de Durkheim, quien fue sumamente crítico con la obra de Ratzel.

En los años siguientes, el concepto de espacio se reformuló dentro de la geografía a través de las metodologías de corte cuantitativo. El geógrafo alemán Fred Kurt Schaefer publicó en 1953, en la revista Annals of the Association of American Geographers, su texto Exceptionalism in Geography: A Methodological Examination (Excepcionalismo en geografía). Schaefer exigía a los geógrafos el planteamiento de leyes y la aplicación de metodologías procedentes de las ciencias físicas, para orientar los estudios geográficos en la búsqueda de regularidades espaciales asociadas a las distribuciones de los fenómenos geográficos en el espacio (Ortega, 2000, p. 270).

En consecuencia se adoptó y adaptó a los estudios geográficos la idea de un espacio de tipo cartesiano, es decir, cuantificable y medible. Así, se rescataron propuestas como la teoría de la localización formulada por Von Thünen en el siglo XIX y de la teoría de los lugares centrales postulada en 1933 por el geógrafo alemán Walter Christaller. Para la geografía, los problemas de localización, distancia y distribución, se volvieron temas de suma relevancia en sus análisis mediante planteamientos que trataban al espacio desde un ámbito geométrico, lo cual le impidió considerar a la acción humana, los procesos y relaciones sociales dentro de sus análisis.

Von Thünen, J (1875) El estado aislado en relación con la agricultura y la economía política. Berlin, Wiegandt. University of Toronto. (Fotografía) Recuperada de Flickr: https://www.flickr.com/photos/internetarchivebookimages/20852792192/in/photostream/

En el marco de los movimientos sociales de la década de los sesenta que ponían en tela de juicio las desigualdades económicas y raciales, surgió entre los geógrafos anglosajones la geografía de la percepción. Una de sus tareas primordiales consistió en incorporar métodos cualitativos a la disciplina (como la observación participante) para analizar el punto de vista y el comportamiento de los grupos humanos, respecto a temas como la distribución del ingreso, la localización habitacional e industrial en una ciudad, trayectorias y movilidad en el espacio urbano y problemáticas ambientales. Para analizar al espacio, los geógrafos adheridos a esta corriente se valieron de mapas de percepción, en los cuales los informantes construían representaciones espaciales que evidenciaban espacios de referencia, preferencias espaciales, desplazamientos, lugares de asistencia frecuente y sentimientos de identificación o rechazo con el espacio.

Muy cercana a la geografía de la percepción se encontró la geografía humanística, la cual tomó bases epistemológicas de la psicología y de la filosofía, concretamente de la fenomenología (Husserl y Schutz), del existencialismo (Sartre) y del idealismo (Collingwood) (Pillet, 2004, p. 145). Su principal preocupación se centró en el significado emocional e identitario que los seres humanos dan al espacio. Otra inquietud de esta corriente radicó en interpretar el comportamiento humano en la solución de problemas sociales y ambientales, aspecto que es una herencia de la geografía de la percepción. La geografía humanística, en su intento de estudiar la intencionalidad de la acción humana para comprender el significado social del mundo vivido, centró parte de sus investigaciones en los lazos entre los individuos y el medio material, expresado en el espacio, insistiendo en la construcción social de los mismos y teniendo en cuenta aspectos como su carga emotiva, estética y simbólica (García, 2005, p. 30).

Como se observa, estas corrientes no hacen énfasis en las relaciones de poder, ni en cómo las sociedades humanas transforman el espacio con base en sus capitales económicos y sociales. Los movimientos estudiantiles de la década de los sesenta, la lucha en favor de los derechos de los negros en Estados Unidos, la Guerra de Vietnam, los procesos independentistas en África y el contexto de la Guerra Fría, motivaron la reflexión y acción entre varios científicos sociales.

Desconocido (1970) Black Power Demonstration. MEPO 31/21 London: The national archives. (Fotografía) Recuperado de Flickr: https://www.flickr.com/photos/nationalarchives/24284955374/

Un grupo de geógrafos replanteó el rumbo del conocimiento, al amalgamarlo con su compromiso político e ideológico. A esa corriente se le llamó geografía crítica. En Estados Unidos, las Expediciones Geográficas encabezadas por geógrafos en Detroit, la fundación de la revista académica Antipode y la constitución de la Unión de Geógrafos Socialistas, dieron una revitalización epistemológica al campo geográfico (Mattson, 1978, pp. 9-14). Mientras tanto, en Reino Unido, otro grupo encabezado por la geógrafa Doreen Massey, comenzó a realizar estudios espaciales mediante el respaldo del marxismo y el feminismo. Paradójicamente en dos países fundamentales para comprender el capitalismo surgieron posicionamientos para analizar la realidad mediante la recuperación de textos marxistas.

En esos trabajos el espacio se estudiaba como resultado de procesos y relaciones sociales, es decir, desde una perspectiva analítica muy diferente por entregar resultados basados en la geometrización del espacio. Algunos geógrafos que trabajaban desde el enfoque crítico, comenzaron a discernir y teorizar sobre el uso, alcances, límites y matices en la utilización del concepto de espacio. Éste, se comenzó a analizar como un elemento que se vende, renta, adquiere, se parcela y se disputa, en el sentido que lo señalaba Henri Lefebvre. La riqueza de su propuesta radicó en comprobar que el espacio se producía y reproducía socialmente, así evidenció cómo los grupos sociales se apropian y configuran el espacio de acuerdo a su organización social y sus prácticas territoriales. Estas reflexiones sirvieron para comprender las polarizaciones espaciales y la acumulación del capital.

Como el lector puede percatarse, la mayoría de los autores y perspectivas sobre el espacio proceden de academias de países centrales. Cabe señalar que la geografía brasileña ha realizado valiosas aportaciones teóricas y empíricas al conocimiento geográfico desde el uso del concepto de espacio. El caso más relevante es el de Milton Santos quien señala que:

“El espacio se conforma por un conjunto indisoluble, solidario y contradictorio de sistemas de objetos y sistemas de acciones, los cuales no se encuentran aislados sino como parte del contexto en el que se realiza la historia” (Santos, 1986, s/p).

Para este autor, la construcción del espacio depende de la interacción de cinco factores: los seres humanos, las empresas, las instituciones, el medio ecológico y la infraestructura. Los humanos son los candidatos al trabajo, o bien, quienes lo suministran. Estos mismos individuos, también generan una demanda de bienes y servicios, los cuales son abastecidos por las empresas y las instituciones gubernamentales, quienes buscan regular el comportamiento de la sociedad mediante normas, leyes y códigos. Por consiguiente, el medio ecológico es el conjunto territorial que compone la base física del trabajo humano. Mientras que las infraestructuras son el trabajo materializado de la mano de obra humana como lo puede ser una obra de drenaje profundo, un edificio, un puente o una escuela (Tabla 1).

Tabla 1. Los elementos del espacio

ElementoCaracterística
Los seres humanosSon los candidatos al trabajo o quienes lo suministran; estos mismos generan una demanda de bienes y servicios, los cuales son abastecidos por las empresas y las instituciones gubernamentales.
Las empresasSu función es proporcionar satisfactores, bienes, servicios, ideas, conocimiento e información a los seres humanos.
Las institucionesBuscan regular el comportamiento de la sociedad mediante normas, leyes y códigos.
El medio ecológicoEs el conjunto territorial que compone la base física del trabajo humano.
InfraestructuraSon el trabajo materializado de la mano de obra humana como puede ser: un edificio, una clínica, un puente, un sembradío o una escuela.

Elaboración propia con base en Santos (1986) Espacio y método en Geocrítica, Año XII, núm. 65.

Los elementos del espacio interactúan entre sí, poseen vínculos de conexión y unión; empero, cada elemento posee un valor dependiendo del momento histórico, su localización, sus cualidades intrínsecas y el arraigo que los individuos tengan hacia ellos. La evolución de los elementos del espacio es permanente y diferente en cada lugar donde se desarrollen, puesto que las particularidades de un lugar (en conjunción con la dinámica regional, nacional y mundial) otorgarán rasgos propios (Santos, 1996, p. 35). 

En ese sentido, la geógrafa Doreen Massey (2012) propone que se necesita conceptualizar al espacio como el resultado de la construcción de relaciones, como la coexistencia simultánea de interacciones en todas las escalas espaciales, desde lo local hasta lo global. Precisamente considerar una perspectiva en la que el espacio no se interprete solamente como contenedor o reflejo, permitirá comprender cómo se configuran los lugares y las diferencias geográficas en diferentes escalas. Surgen así nuevos retos para replantear cómo analizar e interpretar al espacio, sobre todo si pensamos en las transformaciones ocurridas a raíz del creciente uso del ciberespacio, el desigual acceso a la tecnología digital, el brote de nuevas enfermedades, la reorganización de los sistemas de salud, las crecientes problemáticas de transporte en las ciudades, el inequitativo acceso a la vivienda en diversos puntos geográficos del orbe, los cambios climáticos locales, la reorganización de organismos económicos y la reconfiguración de actividades económicas como el sector turístico.

Pete (2008) Times Square. October. N.Y. (Fotografía) Recuperada de Flickr.

Palabras relacionadas: economía, región, ciudad, norma

Bibliografía

Fernández, F. (2009), “¿Quién estudia ese espacio? Una reflexión sobre la geografía y los intereses de las ciencias sociales” en Chávez, M. González, O. Santana y Ventura, C. (Eds) Geografía Humana y Ciencias Sociales. Una relación reexaminada, México, El Colegio de Michoacán, pp. 107-130.

García, A. (2005), “La geografía ante los retos de la globalización” en Téllez, C. y Olivera, P.(Coords.), Debates en la geografía contemporánea. Homenaje a Milton Santos, México, El Colegio de Michoacán, Embajada de Brasil, Facultad de Filosofía y Letras (UNAM), Universidad de Guadalajara, pp. 27-44.

Hiernaux, D. y Lindón, A. (1993), “El concepto de espacio y el análisis regional” en Secuencia, núm. 25, enero-abril, Instituto Mora, pp. 107-130.

Lefebvre, H. (1976), Espacio y política, Barcelona, Península.

Massey, D.  (2012), Un sentido global del lugar, Barcelona, Icaria.

Mattson, K. (1978), “Una introducción a la geografía radical” en Cuadernos críticos de Geografía Humana, año III, núm. 13, Barcelona.

Montero, J. (2017), “Espacio” en Ramírez, J (Coord.), Conceptos clave en ciencias sociales, Guadalajara, Universidad de Guadalajara.

Ortega, J. (2000), Los horizontes de la geografía, Barcelona, Ariel.

Palacios, J. (1993), “El concepto de región: la dimensión espacial de los procesos sociales” en Revista Interamericana de Planificación, XVII, (66). pp. 56-68.

Pillet, F. (2004), “La geografía y las distintas acepciones del espacio geográfico” en Investigaciones Geográficas, núm. 34, mayo-agosto, 2004, pp. 141-154.

Santos, M. (1986), “Espacio y método” en Geocrítica, año XII, núm. 65. Disponible en:  http://www.ub.edu/geocrit/geo65.htm

Santos, M. (1996), De la totalidad al lugar, Barcelona, Oikos-Tau.

Schaefer, F. (1988), Excepcionalismo en geografía, Barcelona, Universidad de Barcelona.

Smith, N. y Cindi K. (1993), “Fundamentando la metáfora. Hacia una política espacializada” en Berenzon B. y Calderón, G. (Comps.), Coordenadassociales más allá del tiempo y el espacio, México, UACM, pp. 115-146.

Sitios de interés:

Para conocer más sobre el modelo de localización de Von Thünen haz clic en la siguiente liga: Von Thunen’s Model of Land Use

Mapa Digital de México : Mapa Digital de México

Para una breve introducción al Mapa Digital ver el siguiente video:  Como usar Mapa Digital INEGI

Explora el espacio, visita también los siguientes mapas interactivos:

Clima, viento y condiciones oceánicas en vivo: Earth Nullschool

Biodiversidad en el mundo: Map of Life

Religión: World Religions Map | PBS LearningMedia

Coronavirus en vivo: COVID-19 Map – Johns Hopkins Coronavirus Resource Center

Paz: Global Peace Index Map » The Most & Least Peaceful Countries

Deuda mundial en vivo: World debt comparison: The global debt clock | The Economist

Crímenes de odio en Estados Unidos: Hate Map | Southern Poverty Law Center

Nacimientos y defunciones en el mundo: https://www.theatlantic.com/health/archive/2013/10/a-real-time-map-of-births-and-deaths/280609/

Población mundial a través del tiempo: https://worldpopulationhistory.org/map/2050/mercator/1/0/25/

Acerca de los autores

Jonathan Montero Oropeza

Licenciado en Geografía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), maestro en Geografía Humana por El Colegio de Michoacán, Unidad La Piedad y Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Guadalajara (UdeG). Se ha desempeñado como profesor en la Universidad de Guanajuato, Campus León, en las licenciaturas de Desarrollo y Gestión del Territorio, Trabajo Social, Sociología y Ciencias Políticas y Administración Pública. Actualmente es profesor en la licenciatura de Desarrollo Territorial en la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES), Unidad León, de la UNAM. Candidato a Investigador del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Sus líneas de investigación son: geografía del deporte, sociología de empresas y empresarios; desarrollos geográficos desiguales; geografía cultural y geografía del turismo.

Anabell Romo González

Licenciada en Historia. Maestra en Estudios Latinoamericanos. Candidata a Doctora en Estudios Latinoamericanos, con la investigación: “La cultura hispanoamericana y las ciudades letradas. La Real Universidad de México y la Universidad Mayor de San Marcos de Lima en el siglo XVI”.

Profesora de Metodología de las Ciencias Sociales I y II en el Departamento de Historia en el Sistema de Universidad Abierta y Educación a Distancia (SUAyED) y de Geografía e Historia en el Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM. Responsable del proyecto de investigación “La Metodología de la Historia en el siglo XXI” de la FFyL, PIFFYL 2016 026. Ha colaborado en los proyectos de investigación La expansión marítima de Europa y sus efectos en América y Centroamérica y México durante la independencia realizando labores de investigación archivística, documental y bibliográfica. Ha participado en seminarios y encuentros de investigación como el Seminario de Estudios Novohispanos, el Encuentro de Investigadores del Pensamiento Novohispano y el Seminario Internacional sobre Asia Oriental y América. Actualmente es miembro ordinario de la Asociación Interdisciplinaria para el estudio de la Historia de México.

Categorías
Geografía Histórica

Ciudad

Autores:Jonathan Montero Oropeza y Anabell Romo González

“Pareciera como si la ciudad fuera un instrumento indispensable para hacer la historia humana”.

José Luis Lezama

La ciudad se puede estudiar desde distintas disciplinas como la historia, la geografía, la economía, la política, la sociología, la arquitectura, entre otras, y a partir de diferentes preguntas e inquietudes. Se ha estudiado desde la importancia de la ciudadanía como elemento fundamental para conformar una ciudad, la naturaleza del sitio donde se establece el núcleo urbano, los puntos de comercio, industria y distribución, sus cinturones de pobreza, hasta llegar incluso a estudiar la grandeza de sus edificios y sus calles. 

Nan Palermo (2020) Ciudad de México, calle Reforma.

A lo largo del tiempo ha habido muchas definiciones de ciudad, algunas ponderan la traza y la fábrica material, como le decía Alfonso X el Sabio a los edificios de la ciudad, algunas otras dan mayor importancia a los ciudadanos como los principales elementos que la constituyen. Por ello, es necesario acercarse a la historicidad y especificidad de cada núcleo urbano para aproximarnos a cada idea y concepto de ciudad a lo largo del tiempo.

Como lo manifiesta Chueca Goitia (1989, p. 8) “No se trata de que exista error, [en la multitud de definiciones de la ciudad] sino que estas definiciones se refieren a conceptos de la ciudad enteramente diferentes o a ciudades que constitutivamente lo son. Nada tiene que ver la polis griega con la ciudad medieval; son distintas una villa cristiana y una medina musulmana”. Cada estructura urbana es esencialmente unitaria.

A la izquierda: Raffaello Sanzio (1511) La escuela de Atenas.  A la derecha: Josse Lieferinxe (c.1497 – 1499) San Sebastián intercediendo por los enfermos de peste.

A pesar de estas especificidades históricas hay elementos en común que podemos considerar al estudiar la ciudad, por ejemplo el fenómeno de urbanización. Si lo que caracteriza a una ciudad es una determinada organización funcional que cristaliza en estructuras materiales, como lo menciona Chueca Goitia (1989, p. 14), el fenómeno urbano que condensa la tradición social y posibilita el continuo intercambio e interacción que elevan a un alto potencial las actividades humanas, y que trastoca las cosas en un movimiento progresivo separado de las instituciones gastadas que se dejan atrás, permite entender esta organización de estructuras en la revolución neolítica (Mumford, 1961-2012, pp. 54-56). Cuando se habla de ciudad se piensa en una forma específica de asentamiento humano, distinto al campo y a las zonas rurales, sin embargo el concepto de ciudad tiene su origen en las primeras formas de organización social, conocidas en la historia de la humanidad como la caverna y la aldea.

La revolución neolítica, acaecida hace alrededor de 7000 años a.e.c., supuso una transformación en las formas de organización social, es un periodo en el que los descubrimientos y las adquisiciones materiales de los grupos humanos generaron la vida sedentaria y dieron lugar a la cultura y a la civilización humana. Algunos fenómenos como las variantes climáticas y meteorológicas, permitieron ubicar los asentamientos humanos en sitios cercanos a ríos; el cultivo de cereales; la domesticación de algunas especies de animales; el aumento poblacional; la división del trabajo; y la industria -principalmente la alfarera y la textil- generaron la multiplicación de los excedentes alimentarios que gracias a la capacidad productiva devino en una economía de previsión.

(c. 7300 A.C. – 400 D.C.) Cueva de las manos. Santa Cruz, Argentina.

La producción de excedentes eliminó la dependencia del ser humano a las contingencias de la naturaleza y del azar, potencializando los esfuerzos y voluntades humanas que aumentaron la capacidad de lograr mayores adquisiciones materiales y espirituales. Un asentamiento permanente, la aldea primero y, después la ciudad, es el resultado de la tensión de dos características presentes en toda la vida animal: por un lado se encuentra la necesidad de movimiento y por otro la necesidad del asentamiento (Mumford, 1961-2012, p. 12). Tal como sostiene Francesco Careri (2009), el recorrido, el andar, es decir, el nomadismo, es una herramienta crítica que permite no sólo mirar el paisaje sino construirlo, por lo que la tesis de este autor es que en todas las épocas el andar ha producido arquitectura y paisaje, y por lo tanto cultura y civilización.

El fenómeno de asentamiento que se genera en este proceso se caracteriza por expresar la búsqueda de estabilidad, seguridad y resguardo ante el peligro. Aunada a esta idea de seguridad y protección la ciudad surge como expresión de necesidades humanas de carácter espiritual y de seguridad ontológica (Lezama, 2002, p. 37). En ese sentido, el excedente de producción, la seguridad y la protección del espacio del asentamiento permanente propicia la reflexión y la introspección, y deviene en un ser espiritual, expresiones que se materializan en el arte y en el intercambio de símbolos entre seres humanos, por ejemplo el culto a la muerte. El nacimiento de la ciudad está asociado con la idea de entender todo territorio habitado como ámbito que propicia el intercambio espiritual, una vez que la necesidad de supervivencia material, es decir el sustento, es trascendido, la mente se libera y transita al reino de la libertad. La ciudad hace posible el tránsito de lo material a lo espiritual. (Lezama, 2002, p. 37).

A la par del excedente alimentario el desarrollo tecnológico de estas sociedades neolíticas, particularmente la alfarería y los textiles permitieron que se generaran fenómenos como la especialización del trabajo, el surgimiento de clases sociales, relaciones de dominación, debido al control que ciertos grupos ejercen sobre los recursos más significativos de la sociedad, y en ese proceso, el asentamiento permanente, es decir la ciudad, cambiará su fisonomía con la construcción de edificios, murallas, sistemas de irrigación y espacios específicos para las distintas funciones de la compleja sociedad que se estaba formando.

William “Crimea” Simpson (1867) La calle Chitpore, en“India, antigua y moderna”, Calcutta.

En los distintos momentos de la historia humana se muestra una voluntad organizativa que toma cuerpo en instituciones, símbolos y formas de conducta social que solo son posibles en esa forma específica de asociación humana conocida como ciudad (Lezama, 2002, p. 31). Sjoberg dice que una ciudad es una comunidad de una magnitud considerable de una elevada densidad de población, con heterogeneidad social, con trabajadores no agrícolas, con una significativa actividad industrial y comercial que sostiene a una élite cultural e intelectual (Sjoberg, 1988, p. 13). En toda la Historia de la humanidad la ciudad se asocia con prácticas sociales y valores en los que predomina un apego a lo racional y a lo pragmático, también se relaciona con una apertura en la búsqueda de lo espiritual. Se vincula a un predominio de actividades secundarias sobre primarias que generan una complejización de la vida social (Lezama, 2002, p. 32).

En la ciudad medieval se organizó un sistema de contribuciones voluntarias con el fin de costear las obras de construcción y conservación de las murallas, la organización comunal fue fundamental para mantener la fortaleza y guarnición, el concejo, ayuntamiento, cabildo o municipio, organizó la vida de los vecinos y moradores de la ciudad, y aquel que no se sometía a esta contribución era expulsado y perdía sus derechos ciudadanos. “La ciudad por consiguiente, acabó por adquirir una personalidad legal por encima de sus miembros” (Chueca Goitia, 1989, pp. 25-26). Y esta personalidad jurídica otorgó a la ciudad un aura de privilegio y de libertad en medio del mundo rural mucho más sometido. La ciudad ofrece entonces libertad, recursos y posibilidades.

La ciudad de la época moderna se caracterizará por la transformación y consolidación del fenómeno urbano mediante un orden social nuevo en el que el Estado encabeza la organización de distintas dimensiones de la vida social, que antes eran controladas por el ámbito eclesiástico. Por otro lado, este nuevo orden social se expresa también en la consolidación y expansión de la economía encabezada por una burguesía mercantil y financiera. La revolución científica y tecnológica también permitirá que se consolide la industria y el comercio, generando una gran acumulación de capital. En este mismo proceso se desarrolla un incremento poblacional en las ciudades a consecuencia de la actividad comercial, generando que los núcleos urbanos más importantes de esta etapa sean principalmente ciudades comerciales, con funciones económicas específicas.

El renacimiento, el humanismo y la Reforma generaron una relación cognoscitiva distinta; la producción de conocimientos científicos se basaban en los criterios de la razón y la experimentación, y a partir de este proceso el ser humano vuelve la mirada hacia sí mismo, renace el individualismo y el racionalismo, y la idea del hombre como centro del universo imperará. Este nuevo orden cognoscitivo permitió que surgiera una nueva estructura urbana que se desarrolla de manera paralela a los Estados Nacionales, al capitalismo mercantil y a la burguesía.

Este nuevo orden urbano buscaba racionalizar las estructuras, a partir de la alineación de las calles, la construcción de edificios nuevos, y el ordenamiento de la traza urbana, se busca dar uniformidad a los inmuebles de la ciudad y hacer notar una tendencia más racional y más funcional. Se utilizaron los antiguos caminos romanos y se trazaron plazas para la congregación de los moradores de la ciudad. Este nuevo orden urbano resaltaba los valores individuales y al mismo tiempo rescata los sociales, de tal manera que la ciudad se representa como una sociedad de casas en la que destaca una cierta armonía, un espíritu de unidad y una mejor circulación de los moradores. (Lezama, 2002, p. 101).

Georg Braun (1572) Mapa de Londres, siglo XVI. Library of Congress, geography and map division.

Hacia el siglo XVIII y XIX la ciudad comercial se caracteriza por la existencia de una gran avenida que ordena la circulación y a cuyas orillas se construyen las viviendas de las clases altas. Se desarrolla el transporte público como los tranvías y omnibuses, y el proceso de expansión urbana genera un incremento de las distancias entre el lugar de trabajo y el de residencia de los obreros. Este periodo también se caracteriza por un proceso de deterioro de las condiciones de la vivienda y de la atmósfera, se incrementa la violencia, el suicidio y el crecimiento de los suburbios de las ciudades. La ciudad de este periodo se construye a partir de la lógica del lucro, no se ocupa demasiado ni de la estética ni de la calidad para la construcción de las viviendas, no se toma en cuenta a los habitantes de la ciudad, por el contrario las razones financieras deciden su forma y funcionalidad. En este periodo las viviendas se aglomeran en los espacios reducidos en las grandes ciudades, la oferta de vivienda es incapaz de satisfacer la gran demanda derivada del crecimiento de la ciudad y de la industrialización.

La industria, que se desarrolló a lo largo de los siglos XVIII y XIX, cuando se inventaron nuevos instrumentos de trabajo, maquinaria novedosa, formas de organización del trabajo distintivas, automatización de procesos productivos, permitió el paso del taller artesanal a la fábrica, e hizo emerger una ciudad territorialmente distinta y una sociedad diferente. La ciudad aparece como una gran maquinaria elaborada de productos, nuevos grupos sociales, ideas y formas de vida específicas (Lezama, 2002, p. 104). La organización del trabajo se modifica, el ritmo, los tiempos, y la estructura de la jornada laboral se transforman, se requiere regularidad, puntualidad y estabilidad. El trabajo se deshumaniza, se hace impersonal y provoca desorden moral individual y socialmente. Este nuevo orden urbano implicó la degradación de la vida material y social. Las ciudades no estaban preparadas para los intensos cambios demográficos ocurridos y esto generó hacinamiento, carencias de alimentos y de servicios de salud. Lezama lo expresa así:

“El espíritu utilitarista que se apropia de la ciudad se manifiesta en la reducción del espacio habitable, el cual se construye bajo la estricta lógica de rentabilidad: cada fragmento del territorio puede ser objeto de especulación económica. Pero además, la forma ecológica misma de la ciudad cambia con la transformación del pequeño taller artesanal en la gran fábrica capitalista. La ciudad se cubre de chimeneas y de una febril actividad productiva que encadena al obrero a la máquina durante la mayor parte del día. La máquina parece esclavizar y destruir, no sólo física, sino también moralmente a los hombres” (Lezama, 2002, p. 106).

El surgimiento del proletariado, sector que se ubica en la parte más baja de la estructura social, estará marginado de los beneficios de la ciudad industrial. 

Los efectos de la industrialización se pueden observar en el filme “Modern Times” de Charles Chaplin de 1936. 

La ciudad industrial se convirtió en el instrumento de los especuladores de terrenos (Chueca Goitia, 1989, p. 19) y  ejerce un deterioro sobre las condiciones generales de vida de la población, puesto que los progresos técnicos logrados con la revolución industrial, sólo se destinan para fines productivos y no se aplican al mejoramiento de las condiciones de vida de la ciudad. En las ciudades industriales es posible ver epidemias, malas condiciones de higiene, ausencia de drenaje, a pesar de que en ella se desarrollan actividades comerciales y productivas que hacen despuntar los sistemas de comunicación, como el transporte, el telégrafo o el servicio postal. 

La planificación urbana fue casi nula en la ciudad industrial, las fábricas, las viviendas de los obreros, las vías del ferrocarril, e incluso los tugurios, se distribuyeron de manera específica en la traza urbana. En la ciudad industrial del siglo XIX el espacio se produce por la interacción de varios factores, los emplazamientos industriales, comerciales y habitacionales, y la constitución del suelo como objeto de especulación e intercambio mercantil, esta ciudad representa la culminación de una forma urbana en la que predomina el beneficio privado, la rentabilidad y el espíritu utilitarista y pragmático (Lezama, 2002, p. 113).   

Sin embargo, a principios del siglo XIX se desarrolla una concepción urbana que pretende resolver los problemas de adaptación de los antiguos centros urbanos a las necesidades de la industrialización. Muchas ciudades destruyen parte de sus cascos antiguos, abren calles y avenidas, se construyen nuevos edificios y las autoridades de las ciudades empiezan a proponer mejoras en las condiciones de vida urbana, como distribución de agua, drenaje para tratar los desechos, dotación de servicios urbanos, obras de salubridad, vialidad, incluso se habilitan jardines públicos. La ciudad de finales del siglo XIX y principios del XX luchará contra las tendencias extremas de la industrialización e intentará poner límites en el orden de asentamiento de las sociedades citadinas.

Así, la ciudad del siglo XX es un conglomerado en el que perviven viejas estructuras históricas y antiguas formas de vida junto con las nuevas del capitalismo y la técnica. Lo que caracteriza a la ciudad contemporánea es su desintegración, no es una ciudad pública a la manera clásica, no es una ciudad campesina y doméstica, no es una ciudad integrada por una fuerza espiritual. Es una ciudad fragmentaria, caótica, dispersa, a la que le falta figura propia. “La ciudad, como la realidad histórica, no es nunca independiente de las etapas por las que pasó en su evolución: es actualización de ellas y su proyección hacia el porvenir […] La ciudad, en última y radical instancia, es un ser histórico”. (Chueca Goitia, 1989, pp. 22-31).

Brigit (2017) Ancient and Modern age, Iglesia de Glasgow, Escocia.

Por ello, para comprender el fenómeno urbano, Saskia Sassen -especialista en altas finanzas y procesos de feminización del trabajo en las grandes urbes capitalistas- generó el concepto de ciudades globales, el cual señala que la globalización contemporánea implica procesos continuos de reorganización espacial de la economía mediante la concentración de funciones de control y poder financiero. A través de su obra, explora cómo las ciudades globales hegemónicas como Nueva York, Londres y Tokio, se convirtieron en los centros urbanos que centralizan los flujos de inversión, las actividades financieras (bolsas de valores), las infraestructuras y los mercados laborales, al considerar factores como las migraciones del sur al norte global, las cuestiones de género, raza y nacionalidad (Sassen, 1991).

Para Sassen la globalización económica generó una nueva clase de estructura organizativa y un sistema de jerarquía urbana, de ahí que las grandes ciudades se convirtieran en un emplazamiento estratégico no sólo para el gran capital global, sino también para la transnacionalización de la mano de obra y la aparición de comunidades e identidades translocales. La propuesta de Sassen tuvo eco en diversos organismos internacionales y se tomó en cuenta para generar índices útiles para comprender la primacía de algunas ciudades sobre otras.

Palabras relacionadas: economía, impuesto, gasto, financiarización, espacio, paisaje.

Bibliografía

Careri, F. (2009), Walkscapes El andar como práctica estética​, Barcelona, Editorial Gustavo Gili.

Chueca G, F. (1989), Breve historia del urbanismo, Madrid, Alianza.

Lezama, J.L. (2002), Teoría social, espacio y ciudad, México, El Colegio de México.

Mumford, L. (2012), La ciudad en la historia. Sus orígenes, transformaciones y perspectivas, Logroño, Pepitas de Calabaza. 

Sassen, S. (1991), The Global City: New York, London, Tokyo, Princeton, Princeton University Press.

Sjoberg, G. (1988), “Orígen y evolución de las ciudades” en Antología de sociología urbana, Bassols, M.; Donoso R.; Massolo, A.; Méndez, A. (comps.), México, UNAM.

Filmes Consultados

“Modern Times” (1936). Charles Chaplin [35 mm] Estados Unidos, United Artist

Vínculos externos:

Para ver el film “Tiempos Modernos” haz clic en la siguiente liga: Tiempos Modernos   Charles Chaplin Español

Para conocer un poco sobre planeación urbana ve el siguiente video: Planeación Urbana: Haciendo ciudades más sensibles

Para leer un interesante reporte sobre el estado actual de las ciudades en el mundo y la urbanización sostenible haz clic en el siguiente vínculo: World Cities Report 2020: The Value of Sustainable Urbanization | UN-Habitat

Para ver un índice de las ciudades más contaminadas haz clic en el siguiente vínculo: World’s Most Polluted Cities in 2020 – PM2.5 Ranking | AirVisual

Para leer un estudio sobre la felicidad en distintas ciudades del mundo haz clic aquí: Cities and Happiness: A Global Ranking and Analysis

Para ver una animación de la evolución de las ciudades haz clic en el siguiente vínculo: La urbanización y la evolución de las ciudades a través de 10.000 años – Vance Kite

Acerca de los autores

Jonathan Montero Oropeza

Licenciado en Geografía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), maestro en Geografía Humana por El Colegio de Michoacán, Unidad La Piedad y Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Guadalajara (UdeG). Se ha desempeñado como profesor en la Universidad de Guanajuato, Campus León, en las licenciaturas de Desarrollo y Gestión del Territorio, Trabajo Social, Sociología y Ciencias Políticas y Administración Pública. Actualmente es profesor en la licenciatura de Desarrollo Territorial en la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES), Unidad León, de la UNAM. Candidato a Investigador del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Sus líneas de investigación son: geografía del deporte, sociología de empresas y empresarios; desarrollos geográficos desiguales; geografía cultural y geografía del turismo.

Anabell Romo González

Licenciada en Historia. Maestra en Estudios Latinoamericanos. Candidata a Doctora en Estudios Latinoamericanos, con la investigación: “La cultura hispanoamericana y las ciudades letradas. La Real Universidad de México y la Universidad Mayor de San Marcos de Lima en el siglo XVI”.

Profesora de Metodología de las Ciencias Sociales I y II en el Departamento de Historia en el Sistema de Universidad Abierta y Educación a Distancia (SUAyED) y de Geografía e Historia en el Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM. Responsable del proyecto de investigación “La Metodología de la Historia en el siglo XXI” de la FFyL, PIFFYL 2016 026. Ha colaborado en los proyectos de investigación La expansión marítima de Europa y sus efectos en América y Centroamérica y México durante la independencia realizando labores de investigación archivística, documental y bibliográfica. Ha participado en seminarios y encuentros de investigación como el Seminario de Estudios Novohispanos, el Encuentro de Investigadores del Pensamiento Novohispano y el Seminario Internacional sobre Asia Oriental y América. Actualmente es miembro ordinario de la Asociación Interdisciplinaria para el estudio de la Historia de México.