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Historia Monetaria

Sistema Monetario

Autor: Ricardo Fernández Castillo

Colaboración inscrita en el proyecto PAPIIT IG400222 “Gestión política de la moneda: procesos locales y transiciones globales, siglos XVIII-XX”

Nota del autor: agradezco al Programa de Becas Posdoctorales UNAM y a su Dirección General de Asuntos de Personal Académico por la beca y el respaldo para la realización de este trabajo durante mi estancia en la Facultad de Economía. Igualmente agradezco la colaboración de mi asesor posdoctoral Dr. Antonio Ibarra por su guía y crítica constante.

En 1814, durante los estragos de la guerra de independencia en la Nueva España, el director del tribunal de minería Fausto D’elhuyar explicó que el sistema de amonedación español en el virreinato no había sido, en general, permisivo con los gravámenes que pesaban sobre el minero al acuñar sus metales (D’elhuyar 1818, pp. 60-61). Para ello, empleó términos tales como “orden gubernativo y económico” sobre la moneda. Además, percibió a la Casa de Moneda de México como el espacio institucional donde las pautas monetarias tomaban forma. Para D’elhuyar, el sistema de amonedación involucraba lineamientos monetarios, pero también, organismos que se encargaban de materializarlos.

Boturini, Lorenzo: coleccionista (Siglo XVI) Códice de tributos de Santa Cruz Tlampa. México. Biblioteca Nacional de Antropología e Historia Dr. Eusebio Dávalos Hurtado. (Fotografía)

Los sistemas monetarios consisten en normas, lineamientos y arreglos institucionales, para la regulación de la moneda con jurisdicciones que pueden coexistir o anteponerse a nivel internacional, nacional o regional. Abarcan principios de economía, bases legales y disposiciones administrativas que definen a las unidades monetarias y su validez en una territorialidad (Burzio, v. II, 1958, pp. 375-376; Romeuf, t. II, 1958, pp. 758-760). Aunque los poderes políticos y económicos respaldan la soberanía y legitimidad de dichos sistemas, también los usos socio-culturales de la moneda transforman sus bases.

Sus principios se reconfiguran con el paso del tiempo, ya sea por coyunturas súbitas como fragmentaciones políticas, cambios de régimen y crisis económicas o por procesos lentos como las mentalidades en torno al uso de la moneda y sus funciones sociales.  Estos sistemas son intentos de normalizar las pautas culturales por medio de las cuales la moneda intermedia en las transacciones. Están en modificación permanente dado que los valores de uso y cambio son asignados por diferentes contextos históricos. Los sistemas operan como reguladores de la producción y circulación del dinero, pues tratan de evitar caos en el intercambio de mercancías. Asimismo, tienen jurisdicciones y territorialidades cambiantes, pues al entrar en contacto con otros sistemas monetarios se transforman o readaptan para diseñar equivalencias en una interacción más fluida.

Casa Real de Moneda. México, Museo Nacional de Antropología.

Los sistemas cuentan con patrones o regímenes monetarios que caracterizan las cualidades de los medios de cambio aceptados. Así, el monometalismo, el bimetalismo, el patrón oro, los acuerdos de Bretton Woods (1944) y los Sistemas de Flotación Libre de fines del siglo XX y principios del XIX han acompañado la historia del mundo occidental desde la Alta Edad Media hasta la época contemporánea (Wilson, 2000, pp. 40-42; Redish, 2000, pp. 41-104). El valor intrínseco del circulante o su convertibilidad inmediata a algún metal precioso fungieron como preceptos para el monometalismo, bimetalismo y el patrón oro, pero con singularidades regionales en los tipos de acuñación, señoreaje, stocks monetarios y modalidades de circulante fiduciario. Posteriormente, con los acuerdos de Bretton Woods de 1944 se estableció un patrón dólar-oro que finalmente sucumbió en la década de los setenta por la emisión descontrolada de dólares durante la guerra de Vietnam (Marichal, 2010, pp. 170-178). Finalmente ha prevalecido la Flotación Libre donde el tipo de cambio es fijado por el mercado y se permite que la balanza de pagos ajuste progresivamente los desequilibrios económicos. Sin embargo, cada país continúa con arreglos propios para el sostenimiento de sistemas monetarios regionales (zona euro) o nacionales. Ello sin descartar espacios digitales con experimentos emergentes en criptomonedas electrónicas que, aun generando burbujas especulativas, terminan por ensanchar la distancia con respecto a organismos gubernamentales y bancarios.

Marinus van Reymerswaele (1539) El cambista y su mujer. Madrid: Museo del Prado. (Fotografía)

Dada esta riqueza histórica, aunque en ocasiones el término “patrón monetario” se utiliza como sinónimo de “sistema monetario”, es preciso separarlos con el fin de que los investigadores cuenten con un repertorio más amplio en el estudio de los esquemas de circulación. Por ejemplo, el patrón bimetálico caracterizó a los Estados Unidos de América e Hispanoamérica durante la primera mitad del siglo XIX, pero en cada región el bimetalismo conllevó formas monetarias peculiares.

El anterior aspecto se remarca aún más al analizar la naturaleza de la producción monetaria al interior de demarcaciones político-territoriales. En el caso del bimetalismo, la libre acuñación y circulación de numerario de oro y plata condujeron a equivalencias entre estos metales. En ocasiones, esas equivalencias eran relativas a las características geográficas de los recursos mineros, la alta disponibilidad de algún metal o las fuerzas económicas de oferta y demanda. Por ejemplo, los virreinatos del Perú y la Nueva España estaban inscritos en un patrón bimetálico que funcionaba como un régimen plata de facto, dada la abrumadora preponderancia de este metal por encima del oro y el cobre (Céspedes del Castillo, 1999, p. 127). Sin embargo, no por ello los tenedores de moneda rechazaban un eventual escudo de oro. En teoría se mantenía un patón bimetálico general y útil para el comercio internacional. Tal fue el caso de la monarquía española en el siglo XVIII y su cambio fijo de una pieza de oro por dieciséis de plata (García Martínez, 1968, p. 357). Por el contrario, Francia, también en un patrón bimetálico, atestiguó flujos más amplios de ambos metales en su sistema monetario.

Colección Culhuacán (1940) Monedas de plata con el rostro de Carlos IV, ca. 1790. Ciudad de México: Fototeca nacional INAH. (Fotografía)

La dimensión referente a leyes y decretos nos advierte la importancia de rastrear a los sistemas monetarios no únicamente a través de mercados de divisas, tipos de cambio o balanzas comerciales, sino también por las formaciones políticas que los diseñan. Así, según Georg Simmel, el dinero condensa significados como mediador en las transacciones, pero simultáneamente devuelve mensajes políticos y sociales a través del grabado (2013, pp. 135-145).  Los principales componentes de un sistema monetario se sustentan en una unidad monetaria básica adoptada por un gobierno con soberanía y legitimidad para el ejercicio del poder (Hayek, 1974, pp. 28-29). Dicho ejercicio ha correspondido generalmente a una autoridad central, con sustento en un dominio tradicional, carismático o racional, pero que termina por establecer ámbitos específicos de circulación monetaria. Así, la unidad monetaria para el imperio español en la época moderna fue el real cuyo dispositivo monetario esencial fue el real de a ocho o peso fuerte. Cada monarquía europea tuvo sus propias unidades monetarias vigentes para sus territorios; la libra esterlina para Inglaterra y el franco para Francia. Estas unidades fueron heredadas luego de las revoluciones de fines del siglo XVIII y principios del XIX y continuaron coexistiendo, pues los patrones que los regían se basaban en un bimetalismo que otorgaba posibilidades de cambio oro-plata.

            Las unidades monetarias se subdividían en escalas para el fraccionamiento de la moneda. El peso fuerte estaba conformado por ocho reales y cada real por doce granos. Para la Nueva España, las monedas acuñadas en plata consistieron en acuñaciones de un peso, cuatro reales, dos reales, un real y medio real. Las monedas de oro tenían presentaciones divididas en escudos, pesos, reales y granos. Sin embargo, el sistema monetario castellano en el virreinato novohispano incluyó componentes sociales propios de la Nueva España; seudomonedas, fichas de cobre y signos de madera empleados por la escasez de circulante ante el atesoramiento y exportación del numerario oficial de plata. La coexistencia de estos medios de cambio con monedas fraccionarias de oro y plata da paso a facetas alternas de un sistema monetario heterogéneo, más notorio aun cuando se le compara con otros sistemas monetarios.

            Las seudomonedas eran dispositivos monetarios de uso social que acompañaron al sistema monetario vigente. Dejarlos de lado, siguiendo a Ruggiero Romano, significaría tener una visión parcial de la economía en la Nueva España (Romano, 1998, pp. 141-148). Ello nos lleva a considerar el concepto que Bernardo García Martínez tuvo sobre el sistema monetario en la Nueva España, entendido como un “complejo de sistemas” con especial énfasis en el plural del término (García Martínez, 1968, p. 349). Irregularidades que transgredían las ordenanzas de la Casa de Moneda de México, pero que a la larga caracterizaron al sistema circulatorio en las regiones novohispanas.

La formación y desarrollo de los Estados-nación otorgó mayor delimitación territorial y soberanía a los sistemas monetarios. Bajo distintos grados de centralización y a través de nuevos congresos, ministerios y constituciones, los sistemas monetarios añadieron formas jurídicas que contribuyeron a darles una apariencia omnímoda. Más aún con las regulaciones de los nacientes bancos centrales. Estos últimos son de larga data, el banco de Inglaterra se fundó en 1694 a través de una firma dirigida por los Rothschild, aunque su estatización se dio hasta 1946. Por el contrario, el banco de Francia adquirió un carácter nacional a partir de 1800. En Hispanoamérica, las nacientes repúblicas afianzaron sus bancos centrales hasta fines del siglo XIX y principios del XX, en acoplamientos sui generis con capital privado y extranjero.

Pugin, Augustus (1809) Bank of England. London: Ackerman´s repository of arts & c Pub, Septr. 1st 1809. British Library.

 Desde la consolidación de los Estados Unidos de América como potencia hegemónica, el dólar se internacionalizó como unidad monetaria básica, fenómeno que no culminó del todo con el fin de los acuerdos de Bretton Woods en 1971. El dólar ha ocupado un papel rector en sistemas monetarios otrora autónomos, como en Panamá (1904), Ecuador (2000) y El Salvador (2001). Cuando no, fungió como referencia monetaria para medir el comportamiento económico de determinados países. Algunos episodios característicos de lo anterior fueron la búsqueda de la paridad cambiaria por México en la década de los sesenta y la paridad de facto entre el peso argentino y el dólar en la década de los noventa.

Con todo, la dolarización ocurrió sobre un panorama político a nivel internacional dominado por los Estados-nación como fórmula institucional de gobierno. Esto provocó que las nociones académicas sobre los sistemas monetarios pasaran a estar determinadas por el devenir nacional, sin importar las deformaciones discursivas provocadas. En 1942 Raúl Ortiz Mena, quien se convertiría en subsecretario de la Secretaría de la Presidencia en México, abordó la historia del sistema monetario mexicano iniciando desde los intercambios entre los indígenas mesoamericanos con cacao y piezas de tela. El efecto: la narrativa homologó al sistema monetario con la historia oficial sobre la patria mexicana (Ortiz Mena, 1942, pp. 3-5).

De lo anterior se desprende la relevancia de condensar nociones históricas de los sistemas monetarios que brinden pistas incluso para políticas públicas en la actualidad. Con un recorrido histórico similar al realizado por Humberto Burzio en su Diccionario histórico de la moneda hispanoamericana de 1958, se puede identificar la maleabilidad histórica de los sistemas monetarios. Sobre todo, frente a coyunturas como la adopción del sistema métrico decimal a nivel internacional y la Convención de la Unión Latina en 1865 que internacionalizó aún más dicho sistema (Burzio, vol. II, 1958, p. 376). Coyunturas que recomponían los fundamentos más profundos de los arreglos locales para la producción y circulación de moneda.

Casasola (1925) Hombre sostiene recipiente con monedas de un peso Ley.0720. Ciudad de México: Casasola. Fototeca Nacional INAH, Colección Archivo Casasola. (Fotografía)

Al rastrear los rasgos históricos de los sistemas monetarios se trascienden las variables de tiempo y espacio, lo que nos conduce a una comprensión integral de los cambios y continuidades en la creación de moneda. Así, se evitará pensar que las reglas monetarias vigentes en determinado momento son inamovibles. Las transformaciones históricas de los sistemas monetarios muestran que los gobiernos dirigen su establecimiento, pero que otros factores usualmente excluidos de las leyes monetarias, también intervienen en él: guerras, crisis económicas, estrategias empresariales y falsificadores.

En este sentido, los ámbitos territoriales de circulación monetaria han sido volátiles, repletos de cambios y continuidades que pueden ser reconstruidos históricamente. Antonio Mitre expuso que más allá de la formación de sistemas monetarios soberanos en Hispanoamérica en el siglo XIX, el peso de plata continuó siendo una referencia monetaria que unía al espacio andino e incluso a latitudes distantes como las provincias rioplatenses (Mitre 1986, pp. 11-20). Si bien la historia de los sistemas monetarios muestra que son difíciles de controlar y predecir, éstos suelen arrojar pistas que anticipan cambios profundos. Probablemente las monedas virtuales en esta primera mitad del siglo XXI hereden modalidades comerciales que revolucionen a los sistemas monetarios.

Palabras relacionadas: dinero, moneda y monedas, falsificación monetaria, monetarismo, depreciación.

Vínculos de interés

Sobre la descripción e influencia de los diversos sistemas monetarios en los sistemas financieros 

Entrevista a Barry Eichengreen, experto en historia monetaria

Ciclo de conferencias sobre historia de la moneda en México

Historia de la moneda de la independencia a la revolución

Podcast: Hernán Melana, Filosofía, psicología, historias. “Nicolás de Cusa. Una teoría económica en plena Edad Media”

Stiglitz Joseph, “The Euro”, Politics and Prose https://www.youtube.com/watch?v=ECoW1nnTrjo&t=1260s

Bibliografía

Burzio, Humberto F. (1958): Diccionario de la moneda hispanoamericana, 3 vols., Santiago de Chile, Fondo Histórico y Bibliográfico José Toribio Medina.

Céspedes del Castillo, Guillermo (1999): Las cecas indianas en 1536-1825, Madrid, Museo de la Casa de Moneda.

D’elhuyar, Fausto (1979 [1814]), Indagaciones sobre la amonedación en Nueva España, México, Miguel Ángel Porrúa.

García Martínez, Bernardo (1998), “El sistema monetario de los últimos años del periodo novohispano” en Historia Mexicana, vol. XVII, núm. 3, pp. 349-360.

Hayek, F.A. (1990), Denationalisation of Money. The Argument Refined. An Analysis of the Theory and Practice of Concurrent Currencies, London, The Institute of Economic Affairs.

Marichal, Carlos (2010), Nueva historia de las grandes crisis financieras. Una perspectiva global, 1873-2008, Barcelona, Debate.

Mitre, Antonio (1986), El monedero de los andes. Región económica y moneda boliviana en el siglo XIX, Bolivia, Instituto de Historia Social Boliviana.

Ortiz Mena, Raúl (1942), “El Sistema Monetario de México” en Revista de Economía y Estadística, vol. 4, núm. 4, pp. 519-561.

Redish, Angela (2000), Bimetallism an Economic and Historical Analysis, Cambridge University Press.

Romano, Ruggiero (1998), Moneda, seudomonedas y circulación monetaria en las economías de México, México, Fondo de Cultura Económica.

Romeuf, Jean (1958), Dictionnaire des sciences économiques, t. II, París, Presses Universitaires de France.

Simmel, Georg (2013), Filosofía del dinero, Madrid, Capitán Swing.

Wilson, Ted (2000), Battles for the Standard. Bimetallism and the Spread of the Gold Standard in the Nineteenth Century, Burlington, USA, Ashgate.

Acerca del autor

Ricardo Fernández Castillo

Doctor y maestro en Historia por el Colegio de México en donde defendió la tesis “Los enigmas en la formación del sistema monetario mexicano durante la transición de virreinato al México independiente”. Es licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Yucatán y ha sido docente en la Especialización en Historia Económica y en la maestría en economía, División de Estudios de Posgrado, Facultad de Economía, UNAM en donde actualmente realiza una estancia de investigación posdoctoral. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores como candidato. Sus líneas de investigación abarcan la historia económica, política e institucional de México en la transición de virreinato a nación independiente.

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Historia Monetaria

Financiarización

Autor: Giovanni Villavicencio

Al mirar la historia reciente del capitalismo contemporáneo, es posible identificar un incremento en el peso del sector financiero sobre la economía que comienza a observarse desde finales de los años setenta y se extiende hasta la actualidad. En la literatura económica y la historiografía, este cambio en el patrón de acumulación a favor de las finanzas ha sido ampliamente analizado bajo la noción de financiarización. Siguiendo a John Bellamy Foster (2007) la noción de financiarización fue acuñada por primera vez por Kevin Phillips en sus libros Boiling Point (1993) y Arrogant Capital (1995). Paralelamente, Giovanni Arrighi (2010 (or 1994)) fue un segundo autor que acuñó el concepto de financiarización de manera temprana.

Los dos autores mencionados pensaban que la financiarización era un proceso cíclico que se había presentado en diferentes períodos del capitalismo. En este sentido, mientras que para Phillips (1993, 1995) la primera expansión de las finanzas se dio a finales del siglo XVI en España, para Arrighi (2010 (or 1994)) la primera financiarización ocurrió en la Florencia Renacentista. Por tanto, de acuerdo con la tesis de Arrighi, que quedó plasmada en su libro The long twentieth century: money, power, and the origins of our times, el ciclo de financiarización que comenzó a finales del siglo XX no fue un fenómeno nuevo, sino un proceso que tiende a surgir periódicamente a lo largo de la historia del capitalismo. Siguiendo este enfoque, los ciclos previos de financiarización estuvieron acompañados del declive del poder hegemónico dominante, por lo que Arrighi (2010 (or 1994)) intuyó que tarde o temprano los Estados Unidos serán reemplazados por otra potencia económica en ascenso.

A partir de la publicación de los libros de Arrighi (2010 (or 1994)) y Phillips (1993; 1995) en la década de los noventa, la noción de financiarización comenzó a presentarse con mayor frecuencia en la producción escrita de las ciencias económicas. Sin embargo, su uso no se volvió predominante hasta principios del siglo XXI. En este contexto, el uso del concepto de financiarización presentó una metamorfosis importante, dado que dejó de pensarse como un proceso cíclico al que tiende el capitalismo una y otra vez a lo largo del tiempo, para ser definido como una etapa concreta de la historia que comenzó en los setenta y se extiende hasta la actualidad.

Marinus van Reymerswaele (1539) El cambista y su mujer. Madrid: Museo del Prado. (Fotografía)

Por ejemplo, los autores Duménil y Lévy (2004) estudiaron la financiarización como un nuevo periodo del capitalismo. Analizando el caso de Estados Unidos, estos autores desarrollaron un estudio empírico para demostrar que desde los años setenta hubo un incremento en la importancia del sector financiero. En dicho trabajo, los autores identificaron una tendencia ascendente en el otorgamiento de crédito por parte de los bancos a los hogares, misma que distingue la financiarización actual de los procesos de expansión financiera que habían identificado Arrighi y Phillips anteriormente. No obstante, el concepto de financiarización se volvió fundamental para la economía heterodoxa hasta el año siguiente, cuando fue publicado el libro colaborativo Financialization and the world economy, editado por Gerald A. Epstein. En la introducción de esta obra, Epstein (2005) define a la financiarización como “el papel creciente de los motivos financieros, los mercados financieros, los actores financieros y las instituciones financieras en el funcionamiento de las economías nacionales e internacionales” (Epstein, 2005, p.3). La definición propuesta por Epstein se convirtió en la referencia preferida de los economistas heterodoxos, mismos que frecuentemente recurren a ella como punto de partida para sus trabajos sobre financiarización.

Litt, Jacob. (1895) The war of wealth. N.Y.: Strobridge Lith. Co. (Fotografía) Recuperada de Library of Congress.

En este mismo año, Greta Krippner también publicó un trabajo sobre financiarización. Inspirada en la escuela de la regulación, la autora define el concepto como “un nuevo patrón de acumulación en el que las ganancias se acumulan principalmente a través de los canales financieros en lugar de los del comercio y la producción de mercancías básicas” (Krippner, 2005, p.174). Tanto Krippner como Epstein perciben la financiarización como una etapa concreta del capitalismo, rompiendo la naturaleza cíclica que caracterizó a este concepto durante los años noventa. Actualmente, las corrientes de pensamiento económico que más han profundizado en el estudio de este proceso son la marxista y la poskeynesiana, cuyos principales autores son descritos a continuación.

Por el lado marxista, la perspectiva más relevante sobre este concepto es la de Costas Lapavitsas (2013), quien define la financiarización como una transformación sistémica que modificó la forma en que las corporaciones no financieras, los bancos y los individuos interactúan con el sistema financiero. En primer lugar, las empresas no financieras han comenzado a depender menos de los préstamos otorgados por los bancos, al comenzar a financiarse a sí mismas mediante su participación en los mercados financieros. En segundo lugar, los bancos han adoptado un nuevo modelo de negocio financiarizado, que se caracteriza por un incremento en los préstamos otorgados a los individuos y una reducción en el crédito otorgado a las empresas no financieras. Asimismo, los bancos también han incrementado su participación en los mercados financieros con el objetivo de diversificar sus fuentes de ganancias. En tercer lugar, los individuos han comenzado a involucrarse en mayor medida en la esfera financiera a través del endeudamiento. Frente a un contexto global de estancamiento salarial, los individuos de los países desarrollados han recurrido a los préstamos bancarios para compensar sus bajas remuneraciones laborales y poder así adquirir los bienes que necesitan para satisfacer sus necesidades. Además, los individuos también se han involucrado en la posesión de activos financieros, tales como los seguros y los fondos de pensiones.

Vladislav Litvinov (2010) Bolsa de valores de Nueva York. N.Y.

Otro autor destacado en los estudios marxistas de la financiarización es Ben Fine (2013), quien argumenta que la financiarización puede ser entendida como la expansión del capital que devenga interés en formas intensivas y extensivas. La primera tiene que ver con el crecimiento y proliferación de los activos financieros que no se relacionan con la producción y el intercambio de mercancías. La segunda se refiere a la extensión del capital que devenga interés combinado en formas híbridas con otros tipos de capital en nuevas áreas de la vida económica y social. Por otra parte, un tercer autor destacado dentro de esta corriente de pensamiento es Jeff Powel. A diferencia de Lapavitsas (2013), quien define a la financiarización como una etapa concreta del capitalismo que comenzó en los años setenta, Powell (2019) recurre a la interpretación que se le dio a este concepto durante los años noventa, argumentando que la financiarización es un proceso cíclico que se ha presentado de forma periódica a lo largo de la historia del capitalismo.

De acuerdo con Powell (2019), en la etapa actual del capitalismo es posible identificar dos fenómenos que aunque se presentan de manera simultánea son diferentes por naturaleza. El primero se refiere al proceso de financiarización. De acuerdo con el autor, al estudiar la historia del capitalismo es posible identificar, por un lado, periodos donde la expansión productiva disminuye el peso de las finanzas sobre la economía y por otro lado, periodos en los que sucede lo contrario. Es decir, etapas históricas donde la economía se financiariza. El segundo fenómeno es el surgimiento del capitalismo financiarizado, una nueva etapa del capitalismo en la que la financiarización ha estado acompañada de la internacionalización de la producción, mediante el establecimiento de las cadenas de valor impuestas por las grandes empresas multinacionales.

Hanks, Andrea (2019) First Lady at the New York Stock Exchange. N.Y.: Trump Withe House Archives.

Palabras relacionadas: economía, mercado, sistema monetario, depreciación monetaria

Vínculos de interés:

Más sobre el concepto de financiarización:

El Sur global y la financiarización:

Bibliografía

Arrighi, Giovanni (2010), The long twentieth century: Money, power, and the origins of our times, Londres, Nueva York, Verso.

Bellamy Foster, John. (2007), “The Financialization of Capitalism” en Monthly Review, vol. 58, n. 11. Disponible en:

https://monthlyreview.org/2007/04/01/the-financialization-of-capitalism/

Duménil, Gérard y Dominique Lévy (2004), Capital resurgent: Roots of the neoliberal revolution, Cambridge, Massachusetts, Harvard University Press.

Epstein, Gerald A., ed., (2005). Financialization and the world economy, Cheltenham,  UK, Edward Elgar Publishing.

Fine, Ben (2013), “Financialization from a Marxist Perspective” en International Journal of Political Economy, vol. 42, n. 4, pp. 47–66. Disponible en: https://doi.org/10.2753/IJP0891-1916420403

Krippner, Greta R. (2005), “The financialization of the American economy” en Socio-Economic Review, vol. 3, n. 2, pp. 173–208. Disponible en https://doi.org/10.1093/SER/mwi008

Lapavitsas, Costas (2013), Profiting without producing: How finance exploits us all,  Londres, Nueva York, Verso.

Phillips, Kevin (1993), Boiling point: Republicans, Democrats, and the decline of middle-class prosperity, New York, Random House.

Phillips, Kevin (1995), Arrogant capital: Washington, Wall Street, and the frustration of American politics, Bostón, Back Bay Books.

Powell, Jeff (2019), “Towards a Marxist Theory of Financialized Capitalism” en  Vidal, Matt, Tony Smith, Tomás Rotta y Paul Prew (eds.), The Oxford Handbook of Karl Marx, Oxford, Oxford University Press, pp. 643–664. https://doi.org/10.1093/oxfordhb/9780190695545.013.37

Acerca del Autor

Giovanni Villavicencio

Economista por la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Actualmente es maestrante en la Maestría en Historia Internacional en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Ha participado en diferentes congresos nacionales e internacionales. Entre sus publicaciones destaca su artículo “Financiarización subordinada y emisión de títulos de deuda en América Latina: las experiencias de Argentina, México y Brasil”, publicado en el Trimestre Económico.

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Historia Monetaria

Falsificación Monetaria

Autor:Javier Torres Medina

Colaboración inscrita en el proyecto PAPIIT IG400222 “Gestión política de la moneda: procesos locales y transiciones globales, siglos XVIII-XX”

La falsificación en su definición general es lo que es fingido o simulado, un argumento contrario a la verdad. Es lo que dice una persona que miente o que no manifiesta lo que realmente piensa o siente, según el Diccionario de la RAE. En relación a los objetos, son los que se hacen imitando otro que es legítimo o auténtico, normalmente con intención delictiva. Así, elaborar o fabricar algo falso es algo ilegítimo y que puede ser ilícito por el sentido que tiene de engañar.

La falsificación monetaria implica a quien produzca, almacene, distribuya o introduzca al territorio nacional, cualquier documento o pieza que contenga imágenes u otros elementos utilizados en las monedas circulantes, y que por ello resulten idóneos para engañar al público, por ser confundibles con monedas. La falsificación se relacionaba con la acción de contrahacer, adulterar o corromper alguna cosa, entre estas la moneda, esto según el Diccionario razonado de legislación y jurisprudencia de Joaquín Escriche (1851, p.673).

Casasola (1930) Monedas mexicanas falsas. Ciudad de México: Colección archivo Casasola – Fototeca nacional.

De manera específica, la falsificación monetaria es duplicar este objeto cualquiera que sea su base material, es hacer una copia sin la validez del circulante oficial elaborado en las instituciones del Estado, lo cual se considera un “crimen económico” que además de atentar contra la autoridad, afecta seriamente la economía, por lo que se va a perseguir como un acto de alta criminalidad y que a lo largo de la historia ha tenido diferentes connotaciones. 

De hecho, “…desde que existe moneda circulante se han producido falsificaciones de las misma” y, desde que el dinero existe, se ha intentado imitarlo o adulterarlo a fin de sacar provecho económico con esta actividad como sostiene el experto numismático Wayne Sayles según Diego Alejadro Álvarez (2017, p. 35). La falsificación también es un ardid, es el empleo de tretas, astucias y artimañas para simular un hecho verdadero, mientras que el engaño es la falta de verdad en lo que se dice, se piensa o se hace creer. Ambos son equiparados por la ley puesto que producen sobre la víctima la estafa.

Por otra parte, las alteraciones como el cizallar la moneda, alterar su sustento material, cambiar plata por otros metales no preciosos como cobre o plomo; alterar su valor facial y alterar rasgos del diseño como firmas y logos en papel moneda, entraban en el ámbito del fraude. Aunque la falsificación y el fraude van unidos es necesario diferenciar la falsificación de moneda de la práctica de disminuir la cantidad de metal precioso en su fabricación. Esto último se consideraba un “envilecimiento” de la moneda que hacía que disminuyera su valor real, lo cual constituía un fraude y se perseguía como tal. Lo interesante es que muchas veces era una medida “oficial” ya que fue practicado por monarcas y gobernantes para hacer “ajustes necesarios” en la moneda, el objetivo era cubrir un déficit en las arcas, lo cual no dejaba de ser percibido como una estafa fraguada desde el poder que le causaba al súbdito o ciudadano un perjuicio patrimonial. La falsificación, por ende, redunda en un fraude, sobre todo cuando se lleva a cabo por particulares que no tienen la potestad de acuñación, lo cual se castigaba con penas graves y hasta con la muerte.

Casasola (1935; 1940) Moneda falsa de un peso. Ciudad de México: Colección archivo Casasola – Fototeca nacional.

Es importante hacer otra distinción y precisión. La moneda falsa puede ser aquella moneda copiada de la auténtica, hecha en la época para usarse en los circuitos monetarios, pero también comprende aquellas monedas que copian contemporáneamente a las monedas del pasado. Entran en esta denominación no solamente aquellas fabricadas por “falsearios”, falsarios o monederos falsos con fines de lucro para confundirlas con las legítimas en circulación, sino también los falsificadores modernos que buscan engañar a los coleccionistas. La falsificación de moneda antigua no pretende generar una estafa al Estado, sino al mercado numismático, por ello no se debe confundir la moneda “falsa” con la moneda “falsificada”, pues la primera es una copia para usarse como dinero y en la segunda se copia la moneda para hacer una réplica igual para venderse y comprarse como objeto y mercancía. Se pueden agrupar las monedas falsas en dos divisiones: la primera, aquella fabricada en su momento para hacerla pasar como legal, la cual posee un interés numismático e histórico; la segunda, aquella que está destinada a engañar pues se fabrica como imitación de las monedas antiguas que son muy buscadas y apreciadas (véase https://www.bolivian.com/cnm/mfalsif.html).

Si la falsificación de moneda circulante es masiva provoca efectos perniciosos en la economía pues afecta a la Hacienda pública, daña a la sociedad en general y a los bienes de la nación, pues el aumento en la oferta monetaria impacta el nivel de precios de las mercancías, provocando el encarecimiento del costo de la vida. Eventualmente este tipo de situaciones se dieron y en algunos casos se agravó cuando ocurrió a la par de crisis políticas como sucedió durante la primera mitad del siglo XIX mexicano, entre 1835 y 1842, cuando se masificó la falsificación de moneda de cobre (Torres Medina, 1998). Por una parte, la falsificación y el fraude eran propiciados por prácticas de corrupción que se enquistaron en huecos jurídicos e institucionales, producto de una debilidad crónica del Estado y, por otra parte, la abundancia de monedas falsas en circulación provocó el fenómeno de la llamada Ley de Gresham, es decir, una situación en donde la moneda mala comenzó a sustituir a la moneda buena en la circulación.

Javier de Santiago Fernández lo ha estudiado para el caso de la España de los Austrias y advierte que la falsificación de moneda de vellón fue un problema grave y muy abundante que se evidencia en las leyes emitidas por Felipe IV en 1658 y 1660 contra los que “falsearen la moneda en cualquier modo, y de los que la metieren en estos reinos…”. Afirma que el origen del mal eran las medidas inflacionarias de la moneda de vellón que, por tener un cuño tan sencillo, era más fácil de ser falsificado (Fernández, 2006-2007).

Tenemos un caso extraordinario de alteración de moneda en el Potosí en el Alto Perú. La reducción de la ley y el envilecimiento de la moneda fue muy notorio ya que en los mercados internacionales el real de a ocho con marca de esa ceca se aceptaba con un descuento, lo cual tuvo efectos en los precios, en la balanza comercial y mermó el prestigio de las demás monedas coloniales que eran conocidas como spanish dollar o spanish peso. (Caparossi, 2006-2007)

Para el caso de México la falsificación de monedas no había sido tan abundante ni había sido un problema considerable durante el virreinato, caso contrario al de la Península, en donde se castigaba con pena de muerte. (Lluis y Navas, 1953; Alfaro de la Hoz, 2012). Su incremento y visibilidad se dio durante las primeras décadas del siglo XIX llegando incluso a provocar revueltas y motines, por lo que se castigó como delito grave, rayando en “lesa nación” ya que afectaba al Estado en uno de sus aspectos más representativos, a saber, la soberanía monetaria dada por el control de la emisión.

A partir de los años treinta del siglo XIX en varias ciudades del país empezaron a proliferar pequeños obrajes y talleres donde se acuñaban monedas falsas. Algunos estaban bien montados con las herramientas e insumos necesarios, cuyos dueños eran ricos comerciantes y empresarios que se dedicaban a prácticas financieras con el gobierno por lo que fueron conocidos como “agiotistas”. De este modo, su posición les permitió aprovechar las posibilidades del negocio de fabricar moneda falsa por lo que se les comenzó a llamar “monederos falsos”. Este “negocio” no hubiera sido posible sin el contubernio de políticos y militares, que aprovechando la debilidad institucional del Estado crearon redes de corrupción institucionalizada, ello al amparo de redes, grupos organizados y colusión de autoridades políticas y militares de alto rango. Sin estas redes hubiera sido muy difícil falsificar y poner a circular la moneda falsa pues incluso está documentado el uso de maquinaria traída de Europa y Estados Unidos para su acuñación.

Para 1835 era evidente la gran cantidad de cobre acuñado tanto de manera oficial como falso. Poco a poco se fue devaluando con todo lo que ello implicó: alza generalizada de precios, escasez y acaparamiento de alimentos básicos. En varias ciudades del país se registraron motines, saqueos de pulperías, molinos y panaderías. En Celaya, León, Guanajuato, Morelia, Zacatecas y Querétaro se registraron tumultos porque no se aceptaba el pago con moneda de cobre y por el alza de precios. En el Zócalo de la ciudad de México una muchedumbre gritaba “¡Mueras al Congreso y al Gobierno!” en las mismas puertas del Palacio. A los diputados en sesión parlamentaria les arrojaron las devaluadas y falsas cuartillas de cobre. Un piquete de soldados salió y disparó contra los manifestantes. La turba enardecida corrió por las calles rompiendo cuanto había a su paso y asaltando cuanto negocio, tienda, panadería o molino se encontraba a su paso. En las calles de Plateros, en la que se hallaban casas clandestinas de cambio de moneda falsa así como joyerías y tiendas de lujo, los amotinados rompieron varias vidrieras y escaparates, una de ellas fue la tienda de artículos importados “El Tocador de las Damas” y la pastelería “El Globo” propiedad de súbditos franceses. El reclamo de indemnizaciones creció hasta convertirse en un problema diplomático con el consiguiente bloqueo por una flota francesa del puerto de Veracruz por más de ochos meses.

Para solucionar el problema, el gobierno creó un banco encargado de la amortización de la moneda de cobre, el cual resolvió recoger todo el circulante cuprífero sin distinción del falso o del legal. Su papel fue cambiarlo a los tenedores en moneda nueva de cobre y plata. Esto implicó costos, por lo que se enajenaron bienes nacionales, rentas y aduanas a particulares, algunos de los cuales eran monederos falsos (Torres Medina, 1998). Por la tardía emisión de papel moneda no hubo casos de falsificación notables, sino hasta 1934, cuando se detectó en la Ciudad de México la circulación de una considerable cantidad de billetes falsos de pesos y dólares. Después de una serie de investigaciones, fue detenido el falsificador de fama internacional Alfredo Héctor Donadieu, alias “Enrico Sampietro”, quien poseía extraordinarias habilidades artísticas para reproducir billetes (Turrent, 2015, vol. IV, pp. 136-144).

Casasola (1915) Incineración de monedas falsas. Ciudad de México: Colección archivo Casasola – Fototeca nacional. 

Actualmente, la falsificación sigue siendo un problema por lo que se busca mejorar diseños y formatos “infalsificables”: sellos, huellas y marcas que hagan más difícil su duplicidad y falsificación. Prácticamente la falsificación de monedas en metal ha desaparecido por no ser rentable ya que el costo de fabricación de moneda resultaría incluso más caro, aunque si hay duplicación y copia de monedas antiguas. A pesar de que los gobiernos invierten más en sofisticar sus elementos de seguridad, actualmente, se sigue falsificando papel moneda de manera profusa, aunque controlada. 

Banco de México (2015) Billete falso de 50 pesos elaborado por Enrico Sampietro. Historia de la falsificación de moneda en México. México: Banxico.

            Con el surgimiento de las monedas virtuales y criptomonedas se han puesto en marcha nuevos sistemas y códigos de seguridad, por lo que se afirma que no se pueden copiar archivos digitales y por lo tanto no puede haber monedas virtuales falsas, dado que las blockchain están abiertas mostrando todas las transacciones hechas con estas monedas además de que están encriptadas y sería imposible hacer una transacción con una bitcoin falsa. Sin embargo, el que no se puedan falsificar, no implica que no se puedan hacer fraudes con ellas.

Banco de México (2020) Resúmen de elementos de seguridad. Elementos de seguridad en billetes de las familias F y G. México: Banxico.

Banco de México (2020) Verificación con lupa o lente de aumento: Textos microimpresos. Elementos de seguridad en billetes de las familias F y G. México: Banxico.

Palabras relacionadas: economía, Dinero, monedas y Moneda; sistema monetario, depreciación monetaria.

Vínculos de interés:

Elementos de seguridad en los billetes:

http://educa.banxico.org.mx/infografias_y_fichas/billetes_caracteristicas/elementos-seguridad-billetes-.html#

¿Cuántos billetes falsos hay en México?

https://criteriohidalgo.com/noticias/cuantos-billetes-falsos-hay-en-mexico

La ley de Gresham, la inflación y la usura en Don Quijote de la Mancha:

Bibliografía

Alfaro de la Hoz, Pablo (2012), “Falsificación y delito monetario en la Monarquía Hispánica del siglo XVII”, en María Teresa Muñoz Serrulla (Coord.), Estudios de Historia Monetaria (II), Ab initio, Núm. Extraordinario 2, pp. 155-187, disponible en www.ab-initio.es

Álvarez, Diego Alejandro (2017), “Las falsificaciones modernas de monedas antiguas como objeto de estudio de la criminalística: Análisis forense y numismático de un denario de Severo, en Minerva. Saber, Arte y Técnica, vol.2, pp. 34-58. Disponible en: https://adncriminalistica.com/wp-content/uploads/2019/03/Las_falsifcaciones_modernas_de_monedas_antiguas_criminalistica.pdf

Caporossi, Olivier (2006-2007), “La falsificación de moneda en la América Hispana a mediados del siglo XVII: entre reformación administrativa y represión judicial”, en Anuario Americanista Europeo, núm.4-5, pp. 65-82. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3152347

Escriche, Joaquín (1851), Diccionario razonado de legislación y jurisprudencia, París, Librería de Rosa Bouret. Disponible en: http://ru.juridicas.unam.mx/xmlui/handle/123456789/9337

Fernández, Javier de Santiago (2006-2007), “El fraude monetario y la expansión de la plata americana en época de los Austrias” en Anuario Americanista Europeo, núm. 4-5, pp. 47-64. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3152097

Lluis y Navas, Jaime (1953) “La represión de la falsificación de la moneda en tiempos de los reyes católicos” en Nvmisma, núm. 7, pp. 81-99.

Torres Medina, Javier (1998), “La ronda de los monederos falsos”, en Covarrubias, Enrique y José AntonioBátiz (coords.), La moneda en México, México, Instituto Mora, El Colegio de Michoacán, El Colegio de México, Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM, pp. 107-130.

Turrent, Eduardo (2015), Historia  del Banco  de México. Banco  central  heterodoxo, Vol. IV, México, Banco de México. Obra completa disponible en: https://www.banxico.org.mx/elib/hbm/default.html

Acerca del autor

Javier Torres Medina

Estudió la licenciatura en Historia en la FES Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Maestría en Historia de México por la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. Doctor y maestro en Historia por El Colegio de México. Es especialista en temas de historia económica de México durante los siglos XVIII y XIX, especialmente en aspectos monetarios y fiscales. Imparte cursos y seminarios sobre Historia Económica y Social del siglo XIX en la UNAM-FES Acatlán. Ha publicado diversos textos académicos y de divulgación sobre el tema y recientemente se publicó el libro La consumación de la independencia en Querétaro. El “abrazo de San Juan del Río”, publicado por el gobierno municipal.  

Categorías
Historia Monetaria

Dinero, Monedas y Moneda

Autor: Javier Encabo González

Colaboración inscrita en el proyecto PAPIIT IG400222 “Gestión política de la moneda: procesos locales y transiciones globales, siglos XVIII-XX”

A principios del siglo XVIII imperaba una idea del dinero en la que este y las monedas eran prácticamente sinónimos hasta tal punto que en el lenguaje coloquial la moneda y el dinero eran empleados directamente como sinónimos (véase el primer refrán del cuadro didáctico 3). Existían definiciones minoritarias de dinero: la primera hacía referencia a una unidad de medida usada exclusivamente por los artesanos de la plata (los dineros) y a una moneda histórica que había existido en la Península ibérica (pero no en la América colonial). Pero la idea general es que el dinero se entendía como el conjunto de monedas. En esta acepción puede observarse poca diferencia entre el dinero como medio para establecer relaciones en el mercado (medio de cambio) y el propio soporte u objeto que representaba al dinero; la gente entendía el dinero como algo menos abstracto.

Esta situación prevaleció a tal punto que, en la entrada del diccionario de Canga Argüelles de 1826, en la definición de dinero se hablaba indistintamente de éste como un equivalente del término moneda: “…inventaron por artificio y modo de gobierno bien sutil, una sola cosa, por la cual se trocasen todas las demás, que fue la moneda… Forjaron diversas monedas de poco y mucho peso para comprar con ellas una o diversas cosas. De aquí vino luego cada particular a tomar este dinero nuevamente inventado, trocandolo por las cosas…” (Canga Arguelles, 1826, p. 337).

El diccionario de autoridades define la moneda como la “pieza de oro, plata o cobre, regularmente en figura redonda, acuñada con las armas o insignia del Rey, Príncipe o República, que tenga la soberanía o derecho de fabricarla, para el uso, trato y comercio”. En este sentido, la idea que se tiene de las monedas no ha cambiado con el tiempo más allá de que en la actualidad se consideran también otros metales como material objeto de acuñación; es más, los metales preciosos ya son raramente usados en este tipo de funciones. Lo que sí hay que destacar es que el valor de las monedas se entendía por su componente metálico y, por lo tanto, por su valor en los mercados de oro y plata. Esto convertía a las monedas en una mercancía más que ejercía labor de intermediación en los intercambios, pero con una característica singular: al ser las autoridades las encargadas de su acuñación en un ejercicio de soberanía, se volvían completamente diferentes a cualquier pieza o pepita de metal precioso, ya que el cuño otorgaba confianza. Es más, se entendía que la función de este cuño era la de garantizar justicia en las transacciones. En este sentido, la idea era que la autoridad era responsable de impartir justicia, algo muy propio del Antiguo Régimen.

Ambert (2006) Money. CC BY-NC-ND 2.0 https://www.flickr.com/photos/amberlea/125933822/

A lo largo del siglo XIX, las definiciones de moneda fueron haciendo más hincapié en la legalidad, y no tanto en la autoridad, es decir, la moneda respondió al ordenamiento jurídico e institucional que le dio forma a los sistemas monetarios y al Estado nación . Fue en este siglo cuando se produjeron grandes cambios que afectaron la idea que la gente tenía de estos términos. En primer lugar, se dio un declive de las monedas como objetos y soportes del dinero que permitían lubricar las transacciones comerciales. La causa fue que se multiplicaron los medios de pago a lo largo de esos años: surgieron billetes, cheques, dinero en cuentas y se generalizaron los sistemas de crédito comercial. Si antiguamente se entendía moneda como sinónimo de riqueza o dinero, el término billete comenzó a ser preponderante como un referente de opulencia.

Por otro lado, si ya en el siglo XVIII se había tratado de fortalecer la imagen de la autoridad pública en las monedas con la acuñación de los bustos reales, en el siglo XIX se empleó la moneda para reforzar las soberanías nacionales. Hasta ese momento era común la convivencia de varias monedas soberanas en territorios disímiles, esto tendió a desaparecer. Los estados impulsaron la unificación en los medios de pago y la moneda comenzó a entenderse como un medio de intercambio vinculado al territorio nacional, el cual podía ser fraccionado para diferentes tipos de pago y tener  distintos soportes. En Estados Unidos, por ejemplo, concurrió la moneda española primero y mexicana después como si fuera de curso legal, es decir, se podían realizar transacciones comunes con ella entre finales del siglo XVII y la primera mitad del siglo XIX. La subsiguiente desmonetización respondió a este proceso de consolidación de la moneda nacional y de hecho hacia 1873 el Congreso de Estados Unidos aprobó la creación del Trade Dollar, una moneda que buscó competir con el peso mexicano en el mercado asiatico.

En ese sentido, durante el siglo XIX se consolidó también el patrón oro como sustento de la circulación monetaria en muchos países occidentales y esto fue determinante en la concepción de moneda y dinero, pues estas dependieron en gran medida de una relación fija con el metal áureo. El fin del patrón oro a lo largo del siglo XX significó un cisma y la consecuencia de esto fue la preeminencia de las monedas nacionales con un sustento amplio y con un andamiaje institucional específico: la banca central. De esta forma se ha llegado a los conceptos actuales de los términos que se muestran a continuación:

Dinero (money): Todo medio, con valor intrínseco o sin él, que cumple las tres funciones esenciales para lubricar las relaciones de mercado: ser medio de cambio, depósito de valor, unidad de cuenta. A lo largo del tiempo muchos objetos han ejercido dichas funciones y han sido considerados dinero. A estas tres funciones es fundamental añadir una característica: debe ser de amplia aceptación y que esta no se vea limitada a un grupo social concreto. Hay que contar también que las funciones se cumplen con cierta flexibilidad y que ciertos tipos de dinero son más perfectos que otros. Esto ha llevado al consenso de que la función más importante del dinero es ser medio de cambio, ya que permite la aceptación inmediata aunque a lo largo del tiempo su valor no esté asegurado.

Monedas, billetes, dinero en cuentas (coins, banknotes, deposits): son aquellos soportes, físicos o no, que representan al dinero a la hora de efectuar intercambios u operar como un medio de ahorro. Estos soportes están siempre nominados en alguna Moneda (en mayúscula y en el sentido de la definición hecha líneas abajo). Desde que se fue eliminando la libre acuñación en el mundo durante la segunda mitad del siglo XIX, su emisión está monopolizada por los Estados. Estos son los dueños iniciales de los billetes y monedas creados o tienen la autoridad de dar y retirar concesiones bancarias para que instituciones de crédito puedan crear dinero en cuentas.

Moneda (currency): Aquel signo monetario consensuado en una sociedad y empleado para dar orden a las transacciones. El mundo actual se encuentra dividido en jurisdicciones monetarias: en cada territorio hay un signo que legalmente nomina los distintos tipos de dinero. La Moneda es importante como sistema para calcular los precios y se puede decir, entonces, que ha absorbido con el paso del tiempo la función de unidad de cuenta. Antiguamente había mucha mayor variedad de signos monetarios en un mismo territorio y no todos servían como unidad de cuenta: existían unidades de cuenta imaginarias específicas para esa función. Se sabe que la Moneda no necesariamente es un asunto exclusivo del Estado Hay sociedades que pueden ordenar sus sistemas de pago sin la autoridad jerárquica de los mismos y ésta es, precisamente, la gran polémica que generan hoy en día las criptomonedas.

La evolución analizada de los términos permite llegar a la siguiente reflexión: existen muchos tipos de soportes que pueden llegar a actuar como dinero. Uno de ellos, las monedas, tan famosas hace siglos, han perdido su primacía a favor de otros signos monetarios (billetes y cuentas corrientes) Es más, el término genérico de moneda hoy en día se asocia más a las unidades monetarias nacionales (dólar, euro, peso) y no tanto al dinero con soporte metálico y acuñado. En este mundo, además, los bancos centrales se han erigido como las instituciones encargadas de defender esa estabilidad de los signos nacionales, de crear distintos soportes para representar a estas monedas, y que todo ello cumpla las funciones que se esperan del dinero.  

Cuadros didácticos:

Cuadro 1

Ejemplo de moneda como signo monetario: serían los euros, pesos, dólares, etcétera, con sus determinados sistemas fraccionarios que sirven para ordenar los precios en sus respectivas jurisdicciones.

Cuadro 2

¿Cómo era un mundo sin monopolio de emisión?

En el México del XIX (y anteriormente en la Nueva España) la gente acudía con sus metales a las casas de moneda, pagaba impuestos y los costos correspondientes y era dueño de monedas (coins) nominadas en moneda oficial, pesos mexicanos. Hoy en día alguien que intente hacer lo mismo no podría, y si intenta hacerlo por sus propios medios incurriría en el delito de falsificación de moneda o suplantación de un monopolio del Estado.

Cuadro 3

Evolución de los sinónimos de dinero o riqueza en la cultura popular:

Refrán del siglo XVIII (Diccionario de Autoridades, 1734):

Me casé con un viejo por la moneda; la moneda se acaba, y el viejo queda.

Expresión actual (Diccionario de la RAE, 2014):

Ese fulano tiene mucho billete.

Palabras relacionadas: sistema monetario, falsificación monetaria, depreciación monetaria

Vínculos de interés:

Una explicación del patrón oro:

uCoin.net – Catálogo Internacional de Monedas del Mundo. (2011, 14 enero). uCoin. https://es.ucoin.net/

Guan Jondred Dollar. (2012). Cortometraje. Dirigido por Antonio Galicia. México.

https://www.uscurrency.gov/es

Bibliografía

Burzio, H. F. (1958), Diccionario de la moneda hispanoamericana, Santiago de Chile, Fondo Histórico y Bibliográfico José Toribio Medina.

Canga Argüelles,  José (1826), Diccionario de la Hacienda para el uso de los encargados de la suprema dirección de ella, Londres, Imprenta española de M. Calero. Disponible en: https://bibliotecavirtual.asturias.es/i18n/consulta/registro.cmd?id=2347

Collins (2021) “Currency” en Collins Dictionary. https://www.collinsdictionary.com/dictionary/english/currency

McLeay, M., Radia, A. y Ryland, T. (2014), “Money in the modern economy: an introduction”, Quarterly Bulletin, vol. 54, n. 3, pp. 4–13.

Real Academia Española (1726-1739), Diccionario de autoridades. https://apps2.rae.es/DA.html

Real Academia Española (2014), Diccionario de la lengua española (23a ed.). https://www.rae.es/

Acerca del Autor

Javier Encabo González

Doctorando y maestro en Historia por El Colegio de México. Obtuvo el grado en Economía por la Universidad de Santiago de Compostela y el Máster Interuniversitario en Historia Económica por la Universidad de Barcelona, la Autónoma de Barcelona y la Universidad de Zaragoza. Su tesis doctoral se centra en la reconstrucción de la masa monetaria mexicana para el siglo XIX y el análisis del impacto de esta en otras variables como disponibilidad de medios de pago, precios y producción económica.

Categorías
Historia Monetaria

Depreciación Monetaria

Autor: Antonio Ibarra

Colaboración inscrita en el proyecto PAPIIT IG400222 “Gestión política de la moneda: procesos locales y transiciones globales, siglos XVIII-XX”

La depreciación monetaria es la pérdida de valor, a lo largo del tiempo, de los objetos designados como moneda debido a su demérito físico, simbólico o relacional con otras formas de valor. La moneda, del latín nummus, se define por su materialidad y sus funciones en una sociedad históricamente determinada: medio de cambio, de circulación y reserva de valor. Las formas metálicas de la moneda tienen una larga historia, cifrada en el siglo VII a.n.e,  en la isla griega de Egina, por el rey Fidón de Argos. De allí su característica originaria, de ser una impresión sobre metal que se ampara en la autoridad soberana que le adjudica un valor, dependiendo de su ley o pureza metálica y de su peso. Fue en Grecia donde adquirió su estilización circular estampada, pero en Roma se convirtió en un sistema de valores equivalenciales como nummus aureus, para el oro, y numus argenti, para la plata, adquiriendo su valor por la cantidad de metal puro (ley), su liga con otros metales y su peso.

Medelhavsmuseet (332 BC – 337 AD) Moneda Greco romana. Suecia: The Museum of Mediterranean and Near Eastern Antiquities. – CC BY. https://www.europeana.eu/es/item/91644/SMVK_MM_Egypt_3011568

De este modo, los sistemas monetarios requirieron de valores nominales, los cuáles les imprimieron su valor extrínseco, el cual es soportado por su ley y peso metálico, determinando así su valor intrínseco. La correspondencia entre ambos sostiene el sistema de cambios, garantiza la circulación y expresa su reserva de valor. La existencia de monedas de menor valor relativo dentro del sistema se sustenta en la autoridad impresa en su cuño, que suple en metales innobles -como el cobre, bronce o estaño- su valor correspondiente a los metales nobles -oro y plata. Cuando la autoridad soberana imprime su distintivo implica el cumplimiento de valores y contratos, es así como se considera a la moneda de curso legal y/o forzoso. Los distintivos del soberano pueden asociarse a valores simbólicos de identidad, confianza o poder ejercido sobre el mercado. Así, en un sistema monetario denominado bimetálico se combina un conjunto de signos monetarios de carácter fiduciario, es decir, basado en la confianza y sustentado en la relación del oro con la plata. Estos signos monetarios comúnmente tienen bajo valor intrínseco y un valor extrínseco determinado por el cuño y la autoridad que lo respalda.

Imagen: dominio público

El proceso histórico con el cual fue posible establecer valores a materiales que no eran metales preciosos dependió de la confianza en la autoridad que emitió signos monetarios equivalentes en otros materiales, respaldados por determinados metales, con poder liberatorio en el mercado y que dio cauce a las transacciones entre actores y poderes constituidos. El billete, como moneda fiduciaria fue también una forma antigua de emisión en la China de la dinastía Ming, que fue más tarde suplido por la plata, una vez exigidos los impuestos en este metal, sin demérito que los contratos se sostuvieran en papel, pero liquidados en plata. La plata americana, desde la segunda mitad del siglo XVI y hasta el XIX se convirtió en la moneda global del comercio y las finanzas públicas y privadas. El oro, más escaso y de menor circulación, tenía mayor aprecio en Europa que en Asía y América, hasta el siglo XVIII cuando la explotación de Minas Gerais, en el Brasil, cambió la proporción de este metal en el mercado mundial. El oro se convirtió, durante el siglo XIX gracias al boom productivo de Estados Unidos y Australia, en el metal esencial para el fondeo de los sistemas monetarios modernos, respaldando las monedas soberanas.

Imagen: dominio público

De esta manera, hubo experiencias depreciatorias que marcaron la historia. La primera gran depreciación de los metales se produjo, paradójicamente, por su abundancia y circulación en el circuito atlántico, entre América y Europa. La llamada “revolución de los precios”, que produjo el tesoro americano en el siglo XVI, supuso una alteración relativa de los valores monetarios en relación con las mercancías de consumo y entre los propios metales. Así, mientras en la década de 1531-1540 llegaron de América a Europa 14 toneladas de oro y 86 de plata, tres décadas más tarde 9 serían de oro y 1,119 de plata, según el texto clásico de Earl Hamilton (1934). La enorme cantidad y flujo continuo de metales produjo una depreciación relativa de la moneda por el mecanismo de los precios, es decir, en términos relativos la moneda de plata se volvió abundante y poco apreciada, por lo que se entregaba más de ella en el intercambio, aumentando los precios nominales, aunque las monedas tuvieran una alta calidad metálica y un crédito soportado en su ley y peso.

            En caso contrario, las monedas de plata tuvieron un premio en China y la India, donde el aprecio por el metal se relacionaba con la demanda de signos monetarios fuertes, así como por una diversidad de usos suntuarios y rituales que atrajeron ingentes cantidades de plata americana mediante las compañías comerciales coloniales de Holanda, Francia, Inglaterra y España.

Bellydraft (2007) Coin. CC BY-NC-ND 2.0 https://www.flickr.com/photos/bellydraft/363693731/

La plata se convirtió en moneda imperial, con la reforma de Felipe II en 1566, y a fines del siglo ya era la moneda global de más amplia circulación y de un valor estándar de gran aceptación: el peso de 8 reales o Piece of eight, Spanish dollar o piastra española. Sin embargo, la moneda de plata española fue sucesivamente depreciada en su calidad monetaria de manera subrepticia, mediante pragmáticas instrucciones hechas por Felipe II (1597), Felipe V (1728) y Carlos III (1772, 1786), las cuales determinaron por decreto disminuir el contenido metálico o ley de las monedas que debían acuñarse en el imperio. La larga estabilidad en el valor de la moneda de plata encontró su declive cuando hacia finales del siglo XIX varios países comenzaron a utilizar el patrón oro. Así pues, la caída sostenida del precio de la plata, a partir de 1870, fue resultado de fenómenos monetarios como la adopción del patrón oro por parte de Alemania, lo cual redujo la demanda de plata como moneda, pero también por cambios productivos que redujeron los costos de afinación del metal argentífero, lo que aumentó la oferta provocando la depreciación del metal como moneda y como mercancía. De este modo, el oro se convirtió en reserva de valor de sistemas monetarios que requerían de un metal escaso para respaldar la emisión de moneda fiduciaria no metálica.

Frankie Leon (2011) The shrinking dollar. CC BY-NC-ND 2.0 https://www.flickr.com/photos/armydre2008/5734854387/

La depreciación relativa de la plata en sistemas monetarios bimetálicos, dio paso a la expansión del crédito público mediante la emisión de moneda fiduciaria de curso legal o bien forzoso. Esto hizo más complejo el valor relativo y estable de las monedas soberanas, en relación con el soporte en reservas metálicas y en correspondencia con la balanza comercial y de cuenta corriente, entre monedas y países. Con la generalización del patrón monetario oro, la fortaleza de las monedas se vinculó estrechamente con el crecimiento económico, las reservas metálicas y el monto de valores en circulación en las bolsas de comercio y, más tarde, de valores accionarios. Las monedas resultaron vulnerables a las corridas financieras de particulares, como los pánicos de fines del siglo XIX y previas a la Gran Guerra de 1914-1918, o bien a las consecuencias de la paz de Versalles, como la hiperinflación en la República de Weimar de 1923. El colapso financiero de 1929 desvalorizó el dólar americano y premió la acumulación de activos áureos. La solución, sin embargo, devino de políticas contracíclicas favorables al gasto público y el déficit de los gobiernos, lo cual actuó sobre el valor de la moneda dado que la política fiscal inyectó liquidez a las economías mediante el gasto generando presiones inflacionarias e impactando en la depreciación monetaria.

            La depreciación monetaria a partir de los desajustes provocados por la segunda Guerra Mundial dependió de acuerdos internacionales, como Bretton Woods, que otorgó al dólar estadounidense el poder liberatorio internacional y el privilegio de ser una moneda de referencia de otras soberanas, ligadas por los flujos comerciales, financieros y organismos monetarios multilaterales como el Fondo Monetario Internacional.           

El déficit público en Estados Unidos, así como la crisis de la deuda de la década de 1980, asociada a una burbuja inflacionaria originada en el mercado petrolero, distorsionó los sistemas de ajuste monetarios por la sobreoferta de crédito en el sistema bancario internacional que terminó por arruinar las monedas soberanas, depreciadas para hacer frente a la insolvencia de economías con un alto nivel de endeudamiento.

Durante los críticos años ochenta se dieron espirales inflacionarias que resultaron en la depreciación de las monedas nacionales frente al dólar estadounidense, sustitución de monedas soberanas y adopción de patrones mixtos, así como la supresión de dígitos a la moneda de curso legal y forzoso. La política monetaria desde los años de 1990 ha enfatizado el combate a la inflación con medidas contrarias a la expansión del gasto y restricciones cambiarias: la autonomía de la banca central, el equilibrio en las reservas y el control del mercado de divisas han sido medidas tendientes a evitar abruptas depreciaciones de moneda soberana. Inflación y depreciación, han marcado la orientación de las políticas de estabilización monetaria. El impacto sobre la gobernabilidad cobra cada vez mayor relevancia, para la legitimación o debacle de los liderazgos políticos, vinculando fenómenos monetarios y procesos políticos.

Simon Dawson/Bloomberg (2014) El gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, habla durante la conferencia de prensa del reporte de inflación trimestral del banco central. Londres: Banco de Inglaterra.

En resumen, históricamente, la depreciación de la moneda ha dependido del nivel de oferta de metales, de su valor relativo en los mercados, de los sistemas crediticios y financieros y de la capacidad de las economías para valorizar su moneda soberana. El miedo a la depreciación monetaria es un mal del mundo moderno.

NOTA: Colaboración inscrita en el proyecto PAPIIT IG400222 “Gestión política de la moneda: procesos locales y transiciones globales, siglos XVIII-XX”

Palabras relacionadas: economía, balanza comercial, Dinero, monedas y Moneda; falsificación monetaria, monetarismo.

Vínculos de interés:

The European Association for Banking and Financial History

Fondo Monetario Internacional  https://imf.org/es/Home

History of U.S. Currency https://www.uscurrency.gov/history

H-Monetaria  http://www.economia.unam.mx/hm/index.html

Bibliografía

Cárdenas, Enrique y Carlos Manns (1989), “Inflación y estabilización monetaria en México durante la Revolución” en El Trimestre Económico, vol. 56, n. 221, pp. 57–79. http://www.jstor.org/stable/23396674

Cueva, Marcos (2014), “Moneda y crisis: un enfoque” en Problemas Del Desarrollo, vol. 45, n. 178, pp. 163–180.

http://www.jstor.org/stable/probdeldesa.45.178.163

Girón, Alicia (2005), “La moneta: un debate contemporáneo” en Problemas Del Desarrollo, vol. 36, n. 142, pp. 127–143.

https://doi.org/10.22201/iiec.20078951e.2005.142.7589

Hamilton, Earl (1934), American Treasure And The Price Revolution In Spain, 1501-1650, Cambridge, Mass: Harvard University Press. Disponible en:

https://archive.org/details/americantreasure0043hami/page/n3/mode/2up

Ibarra, Antonio (1999), “Mercado colonial, plata y moneda en el siglo XVIII novohispano: comentarios para un diálogo con Ruggiero Romano, a propósito de su nuevo libro” en  Historia Mexicana, vol. 49, n. 2, pp. 279–308.

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Acerca del Autor :Antonio Ibarra Romero

Profesor Titular C, Tiempo Completo, en la División de Estudios de Posgrado, Facultad de Economía, UNAM, adscrito al área de Historia Económica. Licenciado en Economía por la Universidad de Guadalajara (1986), Maestro en Economía, con especialidad en Historia Económica, por la UNAM (1990), Doctor en Historia por El Colegio de México (2000) y posdoctorado en la Universidad de California, en San Diego UCSD (2002). Sus líneas de investigación son: historiografía económica; instituciones y cambio económico en México, siglos XVIII-XX; redes sociales e instituciones comerciales, siglo XVII-XIX; historia fiscal y monetaria mexicana, siglos XVIII-XIX; historia global de América Latina.