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Geografía Histórica

Ciudad

Autores:Jonathan Montero Oropeza y Anabell Romo González

“Pareciera como si la ciudad fuera un instrumento indispensable para hacer la historia humana”.

José Luis Lezama

La ciudad se puede estudiar desde distintas disciplinas como la historia, la geografía, la economía, la política, la sociología, la arquitectura, entre otras, y a partir de diferentes preguntas e inquietudes. Se ha estudiado desde la importancia de la ciudadanía como elemento fundamental para conformar una ciudad, la naturaleza del sitio donde se establece el núcleo urbano, los puntos de comercio, industria y distribución, sus cinturones de pobreza, hasta llegar incluso a estudiar la grandeza de sus edificios y sus calles. 

Nan Palermo (2020) Ciudad de México, calle Reforma.

A lo largo del tiempo ha habido muchas definiciones de ciudad, algunas ponderan la traza y la fábrica material, como le decía Alfonso X el Sabio a los edificios de la ciudad, algunas otras dan mayor importancia a los ciudadanos como los principales elementos que la constituyen. Por ello, es necesario acercarse a la historicidad y especificidad de cada núcleo urbano para aproximarnos a cada idea y concepto de ciudad a lo largo del tiempo.

Como lo manifiesta Chueca Goitia (1989, p. 8) “No se trata de que exista error, [en la multitud de definiciones de la ciudad] sino que estas definiciones se refieren a conceptos de la ciudad enteramente diferentes o a ciudades que constitutivamente lo son. Nada tiene que ver la polis griega con la ciudad medieval; son distintas una villa cristiana y una medina musulmana”. Cada estructura urbana es esencialmente unitaria.

A la izquierda: Raffaello Sanzio (1511) La escuela de Atenas.  A la derecha: Josse Lieferinxe (c.1497 – 1499) San Sebastián intercediendo por los enfermos de peste.

A pesar de estas especificidades históricas hay elementos en común que podemos considerar al estudiar la ciudad, por ejemplo el fenómeno de urbanización. Si lo que caracteriza a una ciudad es una determinada organización funcional que cristaliza en estructuras materiales, como lo menciona Chueca Goitia (1989, p. 14), el fenómeno urbano que condensa la tradición social y posibilita el continuo intercambio e interacción que elevan a un alto potencial las actividades humanas, y que trastoca las cosas en un movimiento progresivo separado de las instituciones gastadas que se dejan atrás, permite entender esta organización de estructuras en la revolución neolítica (Mumford, 1961-2012, pp. 54-56). Cuando se habla de ciudad se piensa en una forma específica de asentamiento humano, distinto al campo y a las zonas rurales, sin embargo el concepto de ciudad tiene su origen en las primeras formas de organización social, conocidas en la historia de la humanidad como la caverna y la aldea.

La revolución neolítica, acaecida hace alrededor de 7000 años a.e.c., supuso una transformación en las formas de organización social, es un periodo en el que los descubrimientos y las adquisiciones materiales de los grupos humanos generaron la vida sedentaria y dieron lugar a la cultura y a la civilización humana. Algunos fenómenos como las variantes climáticas y meteorológicas, permitieron ubicar los asentamientos humanos en sitios cercanos a ríos; el cultivo de cereales; la domesticación de algunas especies de animales; el aumento poblacional; la división del trabajo; y la industria -principalmente la alfarera y la textil- generaron la multiplicación de los excedentes alimentarios que gracias a la capacidad productiva devino en una economía de previsión.

(c. 7300 A.C. – 400 D.C.) Cueva de las manos. Santa Cruz, Argentina.

La producción de excedentes eliminó la dependencia del ser humano a las contingencias de la naturaleza y del azar, potencializando los esfuerzos y voluntades humanas que aumentaron la capacidad de lograr mayores adquisiciones materiales y espirituales. Un asentamiento permanente, la aldea primero y, después la ciudad, es el resultado de la tensión de dos características presentes en toda la vida animal: por un lado se encuentra la necesidad de movimiento y por otro la necesidad del asentamiento (Mumford, 1961-2012, p. 12). Tal como sostiene Francesco Careri (2009), el recorrido, el andar, es decir, el nomadismo, es una herramienta crítica que permite no sólo mirar el paisaje sino construirlo, por lo que la tesis de este autor es que en todas las épocas el andar ha producido arquitectura y paisaje, y por lo tanto cultura y civilización.

El fenómeno de asentamiento que se genera en este proceso se caracteriza por expresar la búsqueda de estabilidad, seguridad y resguardo ante el peligro. Aunada a esta idea de seguridad y protección la ciudad surge como expresión de necesidades humanas de carácter espiritual y de seguridad ontológica (Lezama, 2002, p. 37). En ese sentido, el excedente de producción, la seguridad y la protección del espacio del asentamiento permanente propicia la reflexión y la introspección, y deviene en un ser espiritual, expresiones que se materializan en el arte y en el intercambio de símbolos entre seres humanos, por ejemplo el culto a la muerte. El nacimiento de la ciudad está asociado con la idea de entender todo territorio habitado como ámbito que propicia el intercambio espiritual, una vez que la necesidad de supervivencia material, es decir el sustento, es trascendido, la mente se libera y transita al reino de la libertad. La ciudad hace posible el tránsito de lo material a lo espiritual. (Lezama, 2002, p. 37).

A la par del excedente alimentario el desarrollo tecnológico de estas sociedades neolíticas, particularmente la alfarería y los textiles permitieron que se generaran fenómenos como la especialización del trabajo, el surgimiento de clases sociales, relaciones de dominación, debido al control que ciertos grupos ejercen sobre los recursos más significativos de la sociedad, y en ese proceso, el asentamiento permanente, es decir la ciudad, cambiará su fisonomía con la construcción de edificios, murallas, sistemas de irrigación y espacios específicos para las distintas funciones de la compleja sociedad que se estaba formando.

William “Crimea” Simpson (1867) La calle Chitpore, en“India, antigua y moderna”, Calcutta.

En los distintos momentos de la historia humana se muestra una voluntad organizativa que toma cuerpo en instituciones, símbolos y formas de conducta social que solo son posibles en esa forma específica de asociación humana conocida como ciudad (Lezama, 2002, p. 31). Sjoberg dice que una ciudad es una comunidad de una magnitud considerable de una elevada densidad de población, con heterogeneidad social, con trabajadores no agrícolas, con una significativa actividad industrial y comercial que sostiene a una élite cultural e intelectual (Sjoberg, 1988, p. 13). En toda la Historia de la humanidad la ciudad se asocia con prácticas sociales y valores en los que predomina un apego a lo racional y a lo pragmático, también se relaciona con una apertura en la búsqueda de lo espiritual. Se vincula a un predominio de actividades secundarias sobre primarias que generan una complejización de la vida social (Lezama, 2002, p. 32).

En la ciudad medieval se organizó un sistema de contribuciones voluntarias con el fin de costear las obras de construcción y conservación de las murallas, la organización comunal fue fundamental para mantener la fortaleza y guarnición, el concejo, ayuntamiento, cabildo o municipio, organizó la vida de los vecinos y moradores de la ciudad, y aquel que no se sometía a esta contribución era expulsado y perdía sus derechos ciudadanos. “La ciudad por consiguiente, acabó por adquirir una personalidad legal por encima de sus miembros” (Chueca Goitia, 1989, pp. 25-26). Y esta personalidad jurídica otorgó a la ciudad un aura de privilegio y de libertad en medio del mundo rural mucho más sometido. La ciudad ofrece entonces libertad, recursos y posibilidades.

La ciudad de la época moderna se caracterizará por la transformación y consolidación del fenómeno urbano mediante un orden social nuevo en el que el Estado encabeza la organización de distintas dimensiones de la vida social, que antes eran controladas por el ámbito eclesiástico. Por otro lado, este nuevo orden social se expresa también en la consolidación y expansión de la economía encabezada por una burguesía mercantil y financiera. La revolución científica y tecnológica también permitirá que se consolide la industria y el comercio, generando una gran acumulación de capital. En este mismo proceso se desarrolla un incremento poblacional en las ciudades a consecuencia de la actividad comercial, generando que los núcleos urbanos más importantes de esta etapa sean principalmente ciudades comerciales, con funciones económicas específicas.

El renacimiento, el humanismo y la Reforma generaron una relación cognoscitiva distinta; la producción de conocimientos científicos se basaban en los criterios de la razón y la experimentación, y a partir de este proceso el ser humano vuelve la mirada hacia sí mismo, renace el individualismo y el racionalismo, y la idea del hombre como centro del universo imperará. Este nuevo orden cognoscitivo permitió que surgiera una nueva estructura urbana que se desarrolla de manera paralela a los Estados Nacionales, al capitalismo mercantil y a la burguesía.

Este nuevo orden urbano buscaba racionalizar las estructuras, a partir de la alineación de las calles, la construcción de edificios nuevos, y el ordenamiento de la traza urbana, se busca dar uniformidad a los inmuebles de la ciudad y hacer notar una tendencia más racional y más funcional. Se utilizaron los antiguos caminos romanos y se trazaron plazas para la congregación de los moradores de la ciudad. Este nuevo orden urbano resaltaba los valores individuales y al mismo tiempo rescata los sociales, de tal manera que la ciudad se representa como una sociedad de casas en la que destaca una cierta armonía, un espíritu de unidad y una mejor circulación de los moradores. (Lezama, 2002, p. 101).

Georg Braun (1572) Mapa de Londres, siglo XVI. Library of Congress, geography and map division.

Hacia el siglo XVIII y XIX la ciudad comercial se caracteriza por la existencia de una gran avenida que ordena la circulación y a cuyas orillas se construyen las viviendas de las clases altas. Se desarrolla el transporte público como los tranvías y omnibuses, y el proceso de expansión urbana genera un incremento de las distancias entre el lugar de trabajo y el de residencia de los obreros. Este periodo también se caracteriza por un proceso de deterioro de las condiciones de la vivienda y de la atmósfera, se incrementa la violencia, el suicidio y el crecimiento de los suburbios de las ciudades. La ciudad de este periodo se construye a partir de la lógica del lucro, no se ocupa demasiado ni de la estética ni de la calidad para la construcción de las viviendas, no se toma en cuenta a los habitantes de la ciudad, por el contrario las razones financieras deciden su forma y funcionalidad. En este periodo las viviendas se aglomeran en los espacios reducidos en las grandes ciudades, la oferta de vivienda es incapaz de satisfacer la gran demanda derivada del crecimiento de la ciudad y de la industrialización.

La industria, que se desarrolló a lo largo de los siglos XVIII y XIX, cuando se inventaron nuevos instrumentos de trabajo, maquinaria novedosa, formas de organización del trabajo distintivas, automatización de procesos productivos, permitió el paso del taller artesanal a la fábrica, e hizo emerger una ciudad territorialmente distinta y una sociedad diferente. La ciudad aparece como una gran maquinaria elaborada de productos, nuevos grupos sociales, ideas y formas de vida específicas (Lezama, 2002, p. 104). La organización del trabajo se modifica, el ritmo, los tiempos, y la estructura de la jornada laboral se transforman, se requiere regularidad, puntualidad y estabilidad. El trabajo se deshumaniza, se hace impersonal y provoca desorden moral individual y socialmente. Este nuevo orden urbano implicó la degradación de la vida material y social. Las ciudades no estaban preparadas para los intensos cambios demográficos ocurridos y esto generó hacinamiento, carencias de alimentos y de servicios de salud. Lezama lo expresa así:

“El espíritu utilitarista que se apropia de la ciudad se manifiesta en la reducción del espacio habitable, el cual se construye bajo la estricta lógica de rentabilidad: cada fragmento del territorio puede ser objeto de especulación económica. Pero además, la forma ecológica misma de la ciudad cambia con la transformación del pequeño taller artesanal en la gran fábrica capitalista. La ciudad se cubre de chimeneas y de una febril actividad productiva que encadena al obrero a la máquina durante la mayor parte del día. La máquina parece esclavizar y destruir, no sólo física, sino también moralmente a los hombres” (Lezama, 2002, p. 106).

El surgimiento del proletariado, sector que se ubica en la parte más baja de la estructura social, estará marginado de los beneficios de la ciudad industrial. 

Los efectos de la industrialización se pueden observar en el filme “Modern Times” de Charles Chaplin de 1936. 

La ciudad industrial se convirtió en el instrumento de los especuladores de terrenos (Chueca Goitia, 1989, p. 19) y  ejerce un deterioro sobre las condiciones generales de vida de la población, puesto que los progresos técnicos logrados con la revolución industrial, sólo se destinan para fines productivos y no se aplican al mejoramiento de las condiciones de vida de la ciudad. En las ciudades industriales es posible ver epidemias, malas condiciones de higiene, ausencia de drenaje, a pesar de que en ella se desarrollan actividades comerciales y productivas que hacen despuntar los sistemas de comunicación, como el transporte, el telégrafo o el servicio postal. 

La planificación urbana fue casi nula en la ciudad industrial, las fábricas, las viviendas de los obreros, las vías del ferrocarril, e incluso los tugurios, se distribuyeron de manera específica en la traza urbana. En la ciudad industrial del siglo XIX el espacio se produce por la interacción de varios factores, los emplazamientos industriales, comerciales y habitacionales, y la constitución del suelo como objeto de especulación e intercambio mercantil, esta ciudad representa la culminación de una forma urbana en la que predomina el beneficio privado, la rentabilidad y el espíritu utilitarista y pragmático (Lezama, 2002, p. 113).   

Sin embargo, a principios del siglo XIX se desarrolla una concepción urbana que pretende resolver los problemas de adaptación de los antiguos centros urbanos a las necesidades de la industrialización. Muchas ciudades destruyen parte de sus cascos antiguos, abren calles y avenidas, se construyen nuevos edificios y las autoridades de las ciudades empiezan a proponer mejoras en las condiciones de vida urbana, como distribución de agua, drenaje para tratar los desechos, dotación de servicios urbanos, obras de salubridad, vialidad, incluso se habilitan jardines públicos. La ciudad de finales del siglo XIX y principios del XX luchará contra las tendencias extremas de la industrialización e intentará poner límites en el orden de asentamiento de las sociedades citadinas.

Así, la ciudad del siglo XX es un conglomerado en el que perviven viejas estructuras históricas y antiguas formas de vida junto con las nuevas del capitalismo y la técnica. Lo que caracteriza a la ciudad contemporánea es su desintegración, no es una ciudad pública a la manera clásica, no es una ciudad campesina y doméstica, no es una ciudad integrada por una fuerza espiritual. Es una ciudad fragmentaria, caótica, dispersa, a la que le falta figura propia. “La ciudad, como la realidad histórica, no es nunca independiente de las etapas por las que pasó en su evolución: es actualización de ellas y su proyección hacia el porvenir […] La ciudad, en última y radical instancia, es un ser histórico”. (Chueca Goitia, 1989, pp. 22-31).

Brigit (2017) Ancient and Modern age, Iglesia de Glasgow, Escocia.

Por ello, para comprender el fenómeno urbano, Saskia Sassen -especialista en altas finanzas y procesos de feminización del trabajo en las grandes urbes capitalistas- generó el concepto de ciudades globales, el cual señala que la globalización contemporánea implica procesos continuos de reorganización espacial de la economía mediante la concentración de funciones de control y poder financiero. A través de su obra, explora cómo las ciudades globales hegemónicas como Nueva York, Londres y Tokio, se convirtieron en los centros urbanos que centralizan los flujos de inversión, las actividades financieras (bolsas de valores), las infraestructuras y los mercados laborales, al considerar factores como las migraciones del sur al norte global, las cuestiones de género, raza y nacionalidad (Sassen, 1991).

Para Sassen la globalización económica generó una nueva clase de estructura organizativa y un sistema de jerarquía urbana, de ahí que las grandes ciudades se convirtieran en un emplazamiento estratégico no sólo para el gran capital global, sino también para la transnacionalización de la mano de obra y la aparición de comunidades e identidades translocales. La propuesta de Sassen tuvo eco en diversos organismos internacionales y se tomó en cuenta para generar índices útiles para comprender la primacía de algunas ciudades sobre otras.

Palabras relacionadas: economía, impuesto, gasto, financiarización, espacio, paisaje.

Bibliografía

Careri, F. (2009), Walkscapes El andar como práctica estética​, Barcelona, Editorial Gustavo Gili.

Chueca G, F. (1989), Breve historia del urbanismo, Madrid, Alianza.

Lezama, J.L. (2002), Teoría social, espacio y ciudad, México, El Colegio de México.

Mumford, L. (2012), La ciudad en la historia. Sus orígenes, transformaciones y perspectivas, Logroño, Pepitas de Calabaza. 

Sassen, S. (1991), The Global City: New York, London, Tokyo, Princeton, Princeton University Press.

Sjoberg, G. (1988), “Orígen y evolución de las ciudades” en Antología de sociología urbana, Bassols, M.; Donoso R.; Massolo, A.; Méndez, A. (comps.), México, UNAM.

Filmes Consultados

“Modern Times” (1936). Charles Chaplin [35 mm] Estados Unidos, United Artist

Vínculos externos:

Para ver el film “Tiempos Modernos” haz clic en la siguiente liga: Tiempos Modernos   Charles Chaplin Español

Para conocer un poco sobre planeación urbana ve el siguiente video: Planeación Urbana: Haciendo ciudades más sensibles

Para leer un interesante reporte sobre el estado actual de las ciudades en el mundo y la urbanización sostenible haz clic en el siguiente vínculo: World Cities Report 2020: The Value of Sustainable Urbanization | UN-Habitat

Para ver un índice de las ciudades más contaminadas haz clic en el siguiente vínculo: World’s Most Polluted Cities in 2020 – PM2.5 Ranking | AirVisual

Para leer un estudio sobre la felicidad en distintas ciudades del mundo haz clic aquí: Cities and Happiness: A Global Ranking and Analysis

Para ver una animación de la evolución de las ciudades haz clic en el siguiente vínculo: La urbanización y la evolución de las ciudades a través de 10.000 años – Vance Kite

Acerca de los autores

Jonathan Montero Oropeza

Licenciado en Geografía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), maestro en Geografía Humana por El Colegio de Michoacán, Unidad La Piedad y Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Guadalajara (UdeG). Se ha desempeñado como profesor en la Universidad de Guanajuato, Campus León, en las licenciaturas de Desarrollo y Gestión del Territorio, Trabajo Social, Sociología y Ciencias Políticas y Administración Pública. Actualmente es profesor en la licenciatura de Desarrollo Territorial en la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES), Unidad León, de la UNAM. Candidato a Investigador del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Sus líneas de investigación son: geografía del deporte, sociología de empresas y empresarios; desarrollos geográficos desiguales; geografía cultural y geografía del turismo.

Anabell Romo González

Licenciada en Historia. Maestra en Estudios Latinoamericanos. Candidata a Doctora en Estudios Latinoamericanos, con la investigación: “La cultura hispanoamericana y las ciudades letradas. La Real Universidad de México y la Universidad Mayor de San Marcos de Lima en el siglo XVI”.

Profesora de Metodología de las Ciencias Sociales I y II en el Departamento de Historia en el Sistema de Universidad Abierta y Educación a Distancia (SUAyED) y de Geografía e Historia en el Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM. Responsable del proyecto de investigación “La Metodología de la Historia en el siglo XXI” de la FFyL, PIFFYL 2016 026. Ha colaborado en los proyectos de investigación La expansión marítima de Europa y sus efectos en América y Centroamérica y México durante la independencia realizando labores de investigación archivística, documental y bibliográfica. Ha participado en seminarios y encuentros de investigación como el Seminario de Estudios Novohispanos, el Encuentro de Investigadores del Pensamiento Novohispano y el Seminario Internacional sobre Asia Oriental y América. Actualmente es miembro ordinario de la Asociación Interdisciplinaria para el estudio de la Historia de México.

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