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Historia del Pensamiento Económico

Pensamiento Clásico

Autor:César Duarte Rivera

El pensamiento clásico o “economía política clásica” suele considerarse como la corriente fundacional de la economía como disciplina. A partir de las teorías surgidas de los trabajos asociados con esta corriente la economía comienza su largo camino hacia la cientificidad. Ello le da una importancia fundamental entre las distintas corrientes que conforman la historia del pensamiento económico.

Los autores más importantes que conforman este pensamiento son Adam Smith, David Ricardo, Thomas Robert Malthus y John Stuart Mill, siendo la Investigación sobre la Naturaleza y Causa de la Riqueza de las Naciones de Smith y los Principios de Economía Política y Tributación de Ricardo los textos centrales en torno a los cuales se dio el desarrollo de las ideas del pensamiento clásico. La importancia de esta corriente es tal que existe el consenso, aunque con algunas excepciones, de que Adam Smith debe ser considerado el padre de la economía.

Artista desconocido (1812) Adam Smith, Imagen de “The works of Adam SMith, with an account of his life and writings by Dugald Stewart. London: British Library.

El término de “economía política clásica” fue utilizado por primera vez por Marx para referirse al período “que se inicia en Inglaterra con William Petty y en Francia con Boisguillebert, concluyendo en Inglaterra con Ricardo y en Francia con Sismondi” (Marx, 2008, p.36) El objetivo era distinguir a estos autores de la “economía vulgar” conformada por aquellos pensadores que no era capaces de ir más allá de las representaciones del mercado, sin entender realmente las relaciones reales de producción. Lo que caracteriza a estos autores, según Marx, es que habían logrado llegar a una conclusión que era crítica para el entendimiento del funcionamiento de los sistemas económicos: la relación entre la mercancía y el trabajo.

El valor de la mercancía se encuentra determinado por algo que va más allá de la relación de oferta y demanda establecida en el mercado. Mientras que a partir del juego de dichas fuerzas se determinaba el precio de la mercancía, el valor era algo intrínseco a la misma que podía o no estar en concordancia con el precio. Por tanto, la pregunta en torno al valor de las mercancías fue una característica fundamental del pensamiento clásico. Dicha cuestión se puede entender claramente a través de la famosa paradoja de los diamantes y el agua. ¿Cuál es la razón por la que el agua que es indispensable para los seres humanos tiene un precio tan bajo, mientras que los diamantes que tienen usos tan limitados presentan un precio mucho mayor?

La respuesta se encontraba precisamente en la distinción entre el valor de uso y el valor de cambio. El primero estaba relacionado con la utilidad de los objetos, sin embargo, su importancia en la determinación del valor de cambio, es decir, la cantidad de bienes por la que podía intercambiarse, era menor. Era el valor de cambio entonces, el que resultaba fundamental para entender a los objetos como objetos económicos, como mercancías. Lo que hacía valiosas a las mercancías en términos económicos, no era su utilidad, sino el trabajo que las había producido. “Aquello que se compra con dinero o con bienes se compra con trabajo, tanto como lo que compramos con el esfuerzo de nuestro cuerpo. Ese dinero o esos bienes en realidad nos ahorran este esfuerzo. Ellos contienen el valor de una cierta cantidad de trabajo que intercambiamos por lo que suponemos alberga el valor de una cantidad igual.” (Smith, 1994, p.65) Y aunque se puede encontrar un consenso entre los economistas clásicos en torno a la relación entre trabajo y valor de cambio, el tipo de trabajo a considerar y la manera de medirlo fue una de las principales controversias entre ellos. Así, mientras que para Smith el valor de cambio se encontraba determinado al mismo tiempo por las “penas y fatigas” que supone la adquisición de la mercancía y por la cantidad de trabajo que le permite comprar a la persona que la posee, para Ricardo lo esencial era el trabajo necesario para la producción.

Holmstrom,J, Holford, H (1916) American blacksmithing toolsmiths´ and steelworkers manual. Chicago: Frederik J. & Co. Harold B. Lee Library

Este tipo de conceptos son los que, según Karl Marx, distinguían al pensamiento clásico del resto de la economía política. Y aunque los autores que conformaron esta corriente no se veían como parte de un solo grupo, sí se reconocía claramente la diferencia entre sus ideas y las de aquellos que les habían precedido. El mismo Smith veía una diferencia clara entre las ideas que él defendía y lo que hasta ese momento había estudiado la economía política. Para el autor escocés la economía política era una rama de la ciencia del legislador o el hombre de estado, la cual tenía como objetivo enriquecer tanto al pueblo como al soberano. Dicha cuestión se había intentado resolver de dos maneras, a través del sistema comercial o mercantil y a través del sistema agrícola (Smith, 1994). El primero pasaría a ser conocido como mercantilismo y el segundo como fisiocracia. Esta distinción muestra que Smith veía en su propio sistema algo diferente respecto a la tendencia que llevaba el pensamiento económico hasta esa época.

Lo que distinguía las ideas de Smith del mercantilismo y que se convirtió en una de las características fundamentales del pensamiento clásico fue la defensa de la libertad comercial. De hecho, uno de los fenómenos que más asombraron a Smith era la capacidad que existía de establecer relaciones comerciales que producían resultados favorables para gran parte de los participantes sin necesidad de ningún tipo de intervención, restricción o regulación. Las políticas gubernamentales tendían a dirigir los recursos hacia actividades que no eran las más redituables naturalmente, lo que implicaba que no se estaban dedicando a resolver las necesidades más importantes de la sociedad. Por tanto, lo mejor era la defensa de la libertad económica en la mayoría de los casos, aunque había algunas circunstancias en las cuales la intervención estatal no sólo era deseable sino necesaria.

 Si bien es cierto que la defensa del laissez faire también era compartida por la fisiocracia, la diferencia fundamental con esta corriente tenía que ver con que consideraban al producto de la tierra como la única fuente de riqueza. Ello los llevaba, según Smith, a defender políticas que beneficiaban a la agricultura e imponían restricciones a la industria y al comercio. “[…] todo sistema que procure a través de incentivos extraordinarios dirigir hacia un sector especial una cuota del capital de la sociedad mayor de la que naturalmente fluiría hacia él […] retrasa el desarrollo de la sociedad hacia la riqueza y grandeza verdaderas […]” (Smith, 1994, p. 659)

Como se observa, en la interpretación de Smith en torno al papel de la economía política, la intención era encontrar la mejor manera de enriquecer tanto a la comunidad como al soberano, para lo cual era necesario entender el funcionamiento del sistema económico. Esta concepción rompía con el pensamiento anterior al identificar a la economía política con los intereses de la nación, elemento que centró el interés de su investigación hacia las causas que explicaban la producción de riqueza. No obstante, esta visión fue cuestionada por David Ricardo

Para Ricardo, el producto de la tierra se distribuye entre las tres clases de la sociedad: los propietarios de la tierra, los del capital y los trabajadores. “El problema principal de la economía política consiste en determinar las leyes que regulan esta distribución.” (Ricardo, 2003, p. 31) Más allá de enfocarse en la pregunta de las causas de la generación de riqueza, el interés ricardiano era la manera en la que la riqueza se distribuye. Para realizar ese análisis Ricardo recurre a la utilización de otra de las categorías fundamentales del pensamiento clásico, la división de la sociedad en tres clases sociales, las cuales se definen de acuerdo con el papel que ocupan en la producción.

Aunque para Ricardo el valor de cambio de la mercancía estaba dado por el trabajo necesario para producirla, consideraba que en el proceso productivo se conjugaban el trabajo, la maquinaria y el capital, y la tierra. Cada uno de ellos era poseído por una clase social y su participación era recompensada bajo la forma del pago de salarios, beneficios y renta respectivamente. Lo que identifica Ricardo, en concordancia con la visión de Smith, es que existía un conflicto entre la determinación de las proporciones del producto que se adjudicaban a cada uno. Las fuerzas que hacían subir los salarios disminuían los beneficios. Los intereses de los propietarios de la tierra solían ir en contra de los de los dueños del capital.

Aunque este tipo de conflictos se encuentran en Smith, para el autor escocés a fin de cuentas los intereses de la sociedad eran armónicos. Cuando las personas buscan su propio interés terminan beneficiando al resto de la sociedad. Para Ricardo las leyes de distribución llevaban a un estado estacionario en el cual dejaba de existir la acumulación. Dado que la manera en la que funcionan los sistemas económicos llevaba inevitablemente a la reducción de los beneficios beneficiando a los propietarios de la tierra mediante el aumento de la parte del producto que se dirigía a las rentas, llegaba un momento en que la acumulación se detenía y por tanto el sistema dejaba de crecer. Del optimismo de Smith se pasó al pesimismo de Ricardo el cual era compartido en mayor o menor medida por autores como Malthus y John Stuart Mill.

            El pensamiento clásico tuvo su auge hasta mediados del siglo XIX. Podemos considerar los Principios de Economía Política de John Stuart Mill publicado en 1848, como el último texto clásico, el cual partía de un sistema ricardiano, pero incorporaba muchas de las críticas que había recibido esa perspectiva, significando en términos prácticos una síntesis de ideas de distintas corrientes. No obstante, el cuerpo central de la teoría de Mill seguía compartiendo las características señaladas del pensamiento clásico.

Artista desconocido (1885) English society. An illustrated and descriptive guide to the great railways of England and their connections with the Continent. London: Morton & Co. University of California Libraries.

            Los primeros pasos hacia la caída del pensamiento clásico ocurrieron entre 1871 y 1873 cuando tres pensadores de tres contextos distintos y que no se conocían realizaron una crítica muy similar al estado de la economía política e iniciaron lo que se conoció después como la revolución marginalista. William S. Jevons, Leon Walras y Carl Menger veían gran importancia en el desarrollo del pensamiento clásico, sin embargo, consideraban que había errores fundamentales en estas teorías, específicamente el ignorar el papel de la utilidad y la demanda en la determinación del valor de las mercancías.

            Para Jevons era necesario crear un sistema “verdadero” de economía el cual mostraría que “aquel hombre capaz pero equivocado, David Ricardo, desvió el carro de la ciencia económica hacia una línea equivocada- una línea en la que se llevó más hacia la confusión por su admirador igualmente capaz y equivocado, John Stuart Mill.” (Jevons, 2013, pp. lxxii) Por tanto, era necesario “recoger los fragmentos de una ciencia destrozada” y comenzar de nuevo. Para Walras, los problemas del pensamiento clásico tenían que ver además con el método elegido, “¿por qué obstinarse en explicar de la forma más penosa e incorrecta, como a menudo ha hecho Ricardo y a cada instante John Stuart Mill en sus Principles of Political Economy sirviéndose del lenguaje vulgar, cosas que, en el lenguaje matemático, pueden enunciarse en menos palabras y de una manera más exacta y clara?” (Walras, 1987, p. 163) Por tanto, para los marginalistas la perspectiva del pensamiento clásico como fundacional de la economía política debía ser cuestionada. Las teorías y la metodología elegidas estaban equivocadas y habían llevado a la economía política por un camino erróneo, por ello era indispensable corregir el rumbo alejándose de las ideas planteadas por el pensamiento clásico, representado para los marginalistas por las teorías de Ricardo y Mill.

            Esta visión fue cuestionada por Alfred Marshall en sus Principles of Economics publicado en 1890. Asumiendo la representación del pensamiento clásico en David Ricardo, Marshall consideraba que la creencia de que la teoría ricardiana había dañado el desarrollo del pensamiento económico, al ignorar el estudio de la demanda, había permitido el desarrollo del estudio del consumo. Sin embargo, para Marshall “[Ricardo] y sus principales seguidores estaban conscientes de que las condiciones de demanda jugaban un papel tan importante como las de oferta al determinar el valor, pero no expresaron su significado con la claridad suficiente, y han sido mal entendidos por todos excepto los lectores más cuidadosos” (Marshall, 2013, p. 71)  De esta manera, Marshall veía que en realidad parte de las críticas realizadas al pensamiento clásico, específicamente a Ricardo, eran infundadas. Aunque era verdad que habían dejado de lado el estudio de la demanda ello no significaba que no tomaran en cuenta su importancia en la determinación del valor.

Desde la perspectiva de Marshall las teorías clásicas consideraban que el valor se encontraba determinado por el costo de producción de las mercancías. Ello seguía una vieja interpretación presente desde los tiempos de preeminencia del pensamiento clásico que hasta ese momento había tenido poca importancia. Esto podía identificarse fácilmente con la explicación de la oferta de un bien. Por tanto, para Marshall los clásicos creían que el valor se determinaba a partir de la interacción entre oferta/costo de producción y demanda/utilidad. El problema era que se habían enfocado demasiado en el estudio de la oferta dejando la demanda de lado. La implicación de esto era que el rompimiento que representó la visión marginalista no era tan profundo como en un principio parecía, ya que de hecho ambas visiones eran complementarias. Mientras que unos estaban analizando un lado de la moneda, los otros se habían dedicado a estudiar el otro lado. El pensamiento clásico, entendido entonces como el estudio del costo de producción podría verse en continuidad directa con el pensamiento marginalista.

En la izquierda: Sociedad Científica Argentina (1876) Fábrica de sombreros. Anales de la Sociedad Científica Argentina Smithsonian Libraries. En la derecha: Everett Collection, Lady at Hatshop, Shutterstock

La interpretación de John Maynard Keynes en 1936 es una muestra clara de esta continuidad percibida. En el primer capítulo de la Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero, Keynes, siguiendo a Karl Marx, reconoce a David Ricardo, James Mill y sus seguidores como “economistas clásicos”, pero también incluye a los “continuadores de Ricardo”: John Stuart Mill, Alfred Marshall, Francis Edgeworth y Arthur Pigou, estos tres últimos reconocidos como pensadores neoclásicos para la gran mayoría de los historiadores del pensamiento económico (Keynes, 2003). Y aunque el mismo Keynes reconoce que tal vez esta interpretación sea particular, es una muestra clara de la visión que se tuvo en la época de la continuidad entre las ideas clásicas y las interpretaciones neoclásicas.

En los últimos años, la idea de lo que se entiende como pensamiento clásico ha regresado a una idea más parecida a la perspectiva de Marx, entendiendo a esta corriente como la que dominó el pensamiento económico desde finales del siglo XVIII hasta la segunda mitad del XIX. (Ekelund y Hébert, 2005; Landreth y Colander, 2006). Aunque existe controversia en torno a cuáles son los autores que se pueden considerar dentro de esta corriente, la continuidad identificada por Marshall y Keynes ha caído en desuso. Esto se debe en gran parte por la preeminencia del pensamiento neoclásico durante el siglo XX que fue consolidando su posición como la corriente de pensamiento dominante, cada vez más diferenciable de las ideas desarrolladas por Smith y Ricardo. Así entonces, la importancia del pensamiento clásico en la historia sigue siendo reconocida, no obstante, las teorías desarrolladas por estos autores han ido quedando cada vez más en desuso en la generalidad del estudio de la economía.

Palabras relacionadas: economía, mercado, keynesianismo, monetarismo.

Vínculos de interés:

 David Ricardo y el crecimiento económico:

http://hdl.handle.net/11362/33719

David Ricardo y las utilidades:

https://doi.org/10.20430/ete.v88i351.1304

Bibliografía

Ekelund, Robert B. y Robert Hébert (2005), Historia de la teoría económica y su método, México, McGraw-Hill.

Jevons, William Stanley (2013), The Theory of Political Economy, Hampshire, Palgrave Macmillan.

Keynes, John Maynard (2003), Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, México, Fondo de Cultura Económica.

Landreth, Harry y David C. Colander (2006), Historia del Pensamiento Económico, Madrid, McGraw-Hill.

Marshall, Alfred (2013), Principles of Economics, Hampshire, Palgrave Macmillan.

Marx, Karl (2008), Contribución a la crítica de la economía política, México, Siglo XXI Editores.

Ricardo, David (2003), Principios de economía política y tributación, Madrid, Ediciones Pirámide.

Smith, Adam (1994), La Riqueza de las naciones (Libros I-II-III y selección de los Libros IV y V), Madrid, Alianza Editorial.

Walras, León (1987), Elementos de economía política pura (o Teoría de la riqueza social), Madrid, Alianza Editorial.

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Acerca del autor

César Duarte Rivera

Doctor en Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. Licenciado y Maestro en Economía por la Facultad de Economía de la UNAM. Es profesor en la Facultad de Economía, en los programas de Licenciatura en Economía y de especialización en Historia del Pensamiento Económico. También ha sido docente en la Universidad Tecnológica de México, la Universidad Iberoamericana y en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Ha impartido las materias “Historia del Pensamiento Económico”, “Teoría de la historia”, “Historia financiera y monetaria” e “Historia de la Ciudad de México”. Ha participado en más de 10 congresos y/o seminarios como ponente, organizador o comentarista.

Sus investigaciones se han centrado en torno a discusiones de teoría monetaria y economía financiera y monetaria, específicamente sobre el funcionamiento de los sistemas monetarios tanto desde una perspectiva histórica como contemporánea. Adicionalmente ha trabajado temas relacionados con historia del pensamiento económico. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores nivel Candidato y desde septiembre de 2020 se encuentra realizando una estancia posdoctoral en la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Economía llevando a cabo una investigación en torno a la política monetaria en los Estados Unidos.

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Neoinstitucionalismo

Autora: Halina Gutiérrez Mariscal

El análisis de las instituciones desde la disciplina económica se materializa en toda una escuela teórica nacida en el siglo XIX con los textos de Gustav Von Scmoller (1838-1917) de la escuela histórica alemana y con el institucionalismo estadounidense representado por Thorstein Veblen (1857-1929), ambos como una respuesta a la tradición clásica británica. Aunque en los primeros años del siglo XX y hasta la crisis económica de 1929 este enfoque institucional de la economía fue muy importante en el ámbito académico, tras el periodo entre guerras el enfoque neoclásico prevaleció como la interpretación casi hegemónica durante prácticamente medio siglo. Fue hacia finales del siglo XX, tras la caída del bloque socialista y con procesos profundos de cambios institucionales en las economías occidentales, en un contexto de crisis económica e ideológica, ante profundas diferencias entre las economías desarrolladas y las que no lo eran, y frente a las limitaciones y falta de respuestas de la visión neoclásica, que la propuesta neoinstitucional, renacida en Estados Unidos, volvió a poner en la escena académica los estudios de la economía institucional.

Fue en 1975 cuando Oliver Williamson (1932-2020) acuñó la expresión “nueva economía institucional” en su obra Markets and Hierarchies, expresión que también llegó a ser conocida como neoinstitucionalismo. El hecho de que no hubiera explicaciones suficientes sobre la existencia de empresas en la economía fue uno de los principales motores del regreso a los planteamientos sobre la importancia de las instituciones en el desarrollo de las economías y las sociedades. De Ronald Coase (1910-2013), Williamson tomó el concepto de “costos de transacción”, entendidos como los costos de medir y hacer cumplir los acuerdos en los mercados, y que las instituciones buscan minimizar, conservando así, para su teoría, el enfoque neoclásico de la eficiencia.

Para Williamson las principales instituciones del sistema económico capitalista son las oficinas estatales, las empresas y el mercado y su interés se centrará en las formas de organizarlas para alcanzar mayor eficacia. A diferencia de los postulados neoclásicos, que sólo contemplan los costos de producción, Williamson retoma los costos de transacción, tomando así distancia de los neoclásicos. Un aspecto más en el que Williamson toma distancia de la teoría neoclásica es que cuestiona la racionalidad ilimitada de los sujetos e introduce el concepto del “hombre contractual” el cual,  a diferencia del Homo economicus, se halla dispuesto a recurrir a todo tipo de recursos para defender sus intereses, incluso si eso incluye mentir o engañar.

Douglas North (1920-2015), historiador económico de origen estadounidense, tuvo al inicio de sus trabajos una fuerte inclinación por la cliometría, es decir, el uso de métodos cuantitativos aplicados al pasado, y una postura teórica fuertemente neoclásica, sin embargo, sus trabajos posteriores a 1990 reflejarán una mutación hacia profundos cuestionamientos a los postulados neoclásicos y a planteamientos originales sobre el estudio de las instituciones, constituyéndose en el autor más importante de la corriente neoinstitucional para ese momento. Por ejemplo, aunque no deja de admitir los conceptos neoclásicos de competencia -por escasez- y de elección bajo restricciones, pone énfasis en el papel de las instituciones a través del tiempo, en los costos de transacción, y en el papel de la ideología en el desempeño económico.

European Parliament (2010) Maroš Šefčovič answering questions of MEPs: a view from regia’s booth.

North define a las instituciones como las “restricciones establecidas por los hombres y que estructuran sus interacciones” y las clasifica como formales e informales. Las primeras son aquellas que incluyen las normas, constituciones, códigos y reglas escritas; las segundas incluyen las convenciones sociales, normas de conducta socialmente aceptadas y los códigos de conducta autoimpuestos. Para él las instituciones son -usando un símil con los deportes- las reglas del juego y las organizaciones sus jugadores. Admite que las instituciones no buscan la eficiencia en beneficio de la sociedad, sino que sirven a los intereses de quienes tienen el poder de negociación al momento de crear nuevas reglas. Bajo esa lógica, las instituciones definen la estructura de las organizaciones y viceversa, en un continuo moldearse unas a otras. No obstante, los cambios institucionales son graduales y difícilmente ocurren de manera radical, como sí sucede en el caso de revoluciones, desastres naturales o guerras y conquistas.

Sobresale el énfasis que North pone en el papel que tienen las estructuras ideológicas en el desempeño económico. En su opinión las ideas, mitos, prejuicios y dogmas determinan a las instituciones y viceversa. Este corpus de “modelos mentales compartidos” determinará las elecciones de los individuos, ya que toda decisión individual, aparentemente racional, se toma en un contexto social e institucional determinado por esos modelos mentales.

Kyle MacDonald (2005) Business deal

Este institucionalismo northiano expone la importancia del tiempo en el desarrollo de las instituciones a través de dos conceptos: el primero es el de “matriz institucional”, que refiere el conjunto histórico de instituciones y formas institucionales, económicas, jurídicas y políticas que un país ha heredado, y que va determinando en buena medida los límites y posibilidades de esas mismas instituciones. Será esa “matriz institucional” la que condicione la manera en que las organizaciones y los individuos interactúan con las instituciones, lo cual influirá en el desempeño de estas.

Un segundo concepto importante para comprender la teoría de North, y que se relaciona con el tiempo, es el de “dependencia del camino” (path-dependance) que subraya la trayectoria de las instituciones y la manera en que esa secuencia determina las decisiones y realidades presentes. Incluso aquellas decisiones que se toman de manera racional, aparentemente independiente, por un individuo, están determinadas por la trayectoria pasada. En ese sentido, y remitiéndose a sus estudios históricos, North sostiene que la diferencia en el desempeño, sobre todo económico, entre unos países y otros, se explica en gran medida por la matriz institucional y trayectoria -o dependencia del camino- de estos.

Michael Beaton (2013) Berlin, Germany 15. Alemania

Masahiko Aoki (1938-2015), economista japonés, también se ocupa de la teoría neoinstitucional, pero a diferencia de North, que las considera como las reglas del juego, Aoki las concibe como resultados “un sistema autosostenido de creencias compartidas” y sostiene que para comprender a las instituciones es necesario recurrir a información histórica y comparativa. En su opinión, las instituciones surgen de las interacciones entre los agentes económicos y se ven determinadas por cada sociedad. Incluso en un ambiente de globalización absoluta como el del siglo XXI, Aoki sostiene que la diversidad institucional de cada país se conservará, y aunque las instituciones de cada país interactúen con las de otras naciones y se adapten al cambio global, lo harán determinadas por su camino seguido hasta ese momento.

Para el economista israelí Avner Greif (1955) que se ocupa del neoinstitucionalismo desde el enfoque histórico y hace historia comparada de los siglos XI y XII, considera fundamental analizar el proceso histórico y entiende a las instituciones como “un sistema de factores sociales que engendran conjuntamente una regularidad de comportamiento” y que incluyen reglas, creencias y organizaciones.

Chris Ford (2007) Deificado. Mural de propaganda .Pyongyang, Corea del Norte.

Daron Acemoglu (1967) introdujo al neoinstitucionalismo los conceptos de instituciones extractivas e instituciones inclusivas, en total relación con el desarrollo de las colonias europeas en África. Según sus estudios, que se valen del análisis histórico, en los lugares de África en donde los europeos encontraron condiciones ambientales y sanitarias favorables, establecieron instituciones inclusivas que promovieron los derechos de propiedad y el crecimiento. En contraposición, en aquellos lugares en donde el ambiente y las condiciones sanitarias eran desfavorables, establecieron instituciones extractivas que no fomentaron el desarrollo sino al contrario.

El neoinstitucionalismo es pues, una teoría de análisis que desde la disciplina económica se ocupa del desarrollo de las instituciones a lo largo del tiempo, de sus interacciones y diseño, y de los resultados que generan en el desempeño económico de las naciones.

Palabras relacionadas: economía, subdesarrollo, pensamiento neoclásico, norma

Vínculos de interés:

Para una exposición breve sobre la teoría: http://revistas.bancomext.gob.mx/rce/magazines/40/4/RCE.pdf

Sobre sus orígenes teóricos en el institucionalismo: https://www.uv.mx/iiesca/files/2012/12/perspectivas2008-1.pdf

Su relación con la sociología, disciplina desde la que también se han hecho planteamientos teóricos: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-25032005000100005

Un análisis más extenso, y su aplicación sobre la pobreza: http://biblioteca.diputados.gob.mx/janium/bv/ce/scpd/LX/teor_des.pdf

Bibliografía

Chavance, Bernard, (2018), La economía institucional, México, FCE.

North, Douglass C. (1994a), “El desempeño económico a lo largo del tiempo”, en El Trimestre Económico, LVI: 244 (octubre-diciembre), pp.567-583.

North, Douglass C. (1994b) [1984], Estructura y cambio en la historia económica, Madrid, Alianza.

North, Douglass C. (1993), Instituciones, cambio institucional y desempeño económico, México, FCE, 1993.

Saleghy, Sebastian y Mariano Tommasi (comp.) (1998), La Nueva Economía Política: racionalidad e instituciones, Buenos Aires, Eudeba, 1998, pp. 97-111.

Acerca de la autora

Halina Gutiérrez Mariscal

Licenciada y maestra en Historia, por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y especialista en Historia Económica por la Facultad de Economía también de la UNAM. Investigadora en el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México entre 2019 y 2022. Profesora en el Programa Único de Especializaciones en Economía del Posgrado de la Facultad de Economía de la UNAM. Actualmente es directora de investigación documental en la Comisión para el Acceso a la Verdad, el Esclarecimiento Histórico y el Impulso a la Justicia de las Violaciones Graves a los Derechos Humanos cometidas de 1965 a 1990. Sus líneas de investigación son la historia de la corrupción en México, historia política y económica del siglo XX mexicano y la Historia del Tiempo Presente en relación con desaparición forzada y violaciones a derechos humanos.

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Historia del Pensamiento Económico

Monetarismo

Autor:César Duarte Rivera

El monetarismo se emplea para referirse a una corriente de pensamiento económico que se enfoca en el impacto que tienen las variables monetarias sobre las variables reales dentro de la economía. Adicionalmente se asocia con una serie de medidas de política económica que tienen como fin el control del nivel de precios, con el objetivo de evitar presiones inflacionarias sobre la economía. Dado que consideran que la mejor manera de alcanzar este objetivo es disminuyendo al mínimo la intervención directa del Estado dentro de la economía, se le asocia directamente con el neoliberalismo y las políticas económicas emanadas de esa perspectiva. No obstante, el término monetarismo ha sufrido una serie de transformaciones desde sus primeros usos.

            El interés por la influencia de las variables monetarias sobre las variables reales se remonta por lo menos a los estudios mercantilistas del siglo XVI en Europa. La producción de las minas de América aumentó de manera considerable la cantidad de metales preciosos en circulación lo que llamó la atención en torno a los efectos de este acontecimiento. Mientras que algunos autores consideraban que los cambios en la cantidad de dinero generaban inflación, otros creían que ello podía estimular la actividad económica. Estos debates en torno a los efectos de la cantidad de dinero sobre las variables reales continuaron en la historia del pensamiento económico hasta el siglo XX, sin embargo, fue hasta que aparecieron las contribuciones de Milton Friedman que surgió el término “monetarismo”.

Milton Friedman

Friedman había venido trabajando en la Universidad de Chicago desde la década de 1950 desarrollando primero una teoría sobre la demanda de dinero y después, junto con Anna Schwartz, una explicación de la Gran Depresión enfocada en las variables monetarias. Sin embargo, sus ideas cobraron relevancia en la década de 1970, en el momento en que las teorías keynesianas surgidas de la síntesis neoclásica se mostraron incapaces de explicar el fenómeno de estancamiento económico con inflación conocido como estanflación. En The Role of Monetary Policy, Friedman explica que la estanflación ocurre porque el dinero es neutral en el largo plazo. Mientras que en el corto plazo cambios en la cantidad de dinero podían aumentar la demanda agregada y disminuir el desempleo, en el largo plazo los niveles de demanda regresarán al nivel original quedando como único efecto de la política económica el aumento del nivel de precios. La razón de ello se encuentra en las expectativas. Los agentes desconocen que los cambios en la demanda agregada son generalizados, consideran que el aumento en la demanda se localiza solamente en el bien o servicio que ellos ofrecen lo que les permitirá aumentar el precio y de esa manera incrementar sus ingresos. Por tanto, aumentan la demanda de insumos y mano de obra para poder ampliar la producción. Sin embargo, eventualmente se dan cuenta que el aumento en la demanda fue generalizado, lo que implica que los precios de todos los bienes aumentarán en la misma proporción, haciendo que su riqueza en términos reales se mantenga en el mismo nivel. Las expectativas se adaptan a esta nueva situación, haciendo que los niveles de producción regresen al nivel original, pero con un nivel de precios más elevado. En el largo plazo el dinero es neutral, no tiene efectos sobre las variables reales  (Friedman, 1977).

Hulton Archive (1973) Mujeres  y niños marchan para protestar contra el incremento en los precios de alimentos. Nueva York. © Keystone/Hulton Archive/Getty

            Por este motivo, la mejor política que puede seguir el gobierno es la no intervención. Cualquier intento de aumentar la demanda agregada, mediante gasto público o aumentos en la cantidad de dinero, lo único que generaría en el largo plazo sería inflación. Dado que es imposible para las autoridades estimular la producción, lo mejor que pueden hacer es enfocarse en controlar el nivel de precios. No obstante, dado que existe un banco central que tiene la obligación de proveer los medios de pago necesarios para realizar las transacciones económicas, lo mejor será establecer una regla de política monetaria que se haga pública y que establezca una tasa de crecimiento de la cantidad de dinero cada determinado tiempo. De esta manera los agentes sabrán que los aumentos en la demanda serán consecuencia de ese aumento en la cantidad de dinero (Friedman, 1969).

            En los años posteriores, las hipótesis de Friedman se radicalizaron, principalmente con la teoría de las expectativas racionales de Robert Lucas. Para este autor, los agentes son racionales y conocen el modelo teórico que explica el funcionamiento de la economía. Por este motivo, es imposible que interpreten un aumento generalizado de la demanda como un fenómeno único a su bien o servicio. El dinero es neutral no solo en el largo plazo, sino también en el corto plazo. Las autoridades serían así incapaces de aumentar la demanda agregada y disminuir el desempleo incluso en el corto plazo (Lucas, 1972).

Erhan Yalvaç. Stagflation

            La regla de política monetaria fue adoptada por la Reserva Federal de los Estados Unidos en 1979. La intención era controlar la oferta monetaria medida a través de los agregados monetarios con el fin de contener la inflación. No obstante, en 1987 el banco central abandonó estas medidas y regresó a una política monetaria implementada mediante el control de las tasas de interés. Se comenzó a hablar entonces del fin y la muerte del monetarismo (Blinder, 1998). No obstante, el término ha continuado en uso y la influencia de las ideas monetaristas sigue presente. Es común encontrar que las teorías conocidas como Nuevo Consenso Macroeconómico o Nuevos Keynesianos sean calificadas como monetaristas, especialmente desde perspectivas críticas. Se identifica que el monetarismo sigue vigente en estas ideas principalmente al adoptar la hipótesis de las expectativas racionales de Lucas y al proponer que los bancos centrales son capaces de controlar la inflación mediante la utilización de la política monetaria. 

Adicionalmente el término monetarismo se utiliza para referirse a las teorías y políticas económicas que concuerdan con los principios generales presentados por Friedman. Las teorías que explican cómo los cambios en la cantidad de dinero modifican el nivel general de precios o aquellas que defienden la política de no intervención gubernamental y el control de precios, suelen recibir el adjetivo de monetaristas. Por tanto, es común encontrar referencias a teorías monetaristas anteriores al siglo XX.

JD (2008) El espectro de la estanflación. Reino Unido: The Independent. 14 Mayo, 2008.

Palabras relacionadas: sistema monetario, economía, mercado, keynesianismo, pensamiento clásico.

Vínculos de interés:

Sobre la irrupción del monetarismo:

En torno a la llamada revolución monetarista:

Los límites del monetarismo:

http://dx.doi.org/10.22201/fe.18701442e.2008.1.22990

Bibliografía

Blinder, Alan S. (1998), Central Banking in Theory and Practice, Massachusetts, MIT Press.

Friedman, Milton (1969) “La función de la política monetaria” en CEMLA, Boletín Mensual, vol. 15, n. 4, pp. 166–175.

Friedman, Milton (1977), “Nobel Lecture: Inflation and Unemployment” en Journal of Political Economy, vol. 85, n. 3, pp. 451–472.

Lucas, Robert E. (1972), “Expectations and the Neutrality of Money” en Journal of Economic Theory, vol. 4, n. 2, pp. 103–124.

Acerca del autor

César Duarte Rivera

Doctor en Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. Licenciado y Maestro en Economía por la Facultad de Economía de la UNAM. Es profesor en la Facultad de Economía, en los programas de Licenciatura en Economía y de especialización en Historia del Pensamiento Económico. También ha sido docente en la Universidad Tecnológica de México, la Universidad Iberoamericana y en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Ha impartido las materias “Historia del Pensamiento Económico”, “Teoría de la historia”, “Historia financiera y monetaria” e “Historia de la Ciudad de México”. Ha participado en más de 10 congresos y/o seminarios como ponente, organizador o comentarista.

Sus investigaciones se han centrado en torno a discusiones de teoría monetaria y economía financiera y monetaria, específicamente sobre el funcionamiento de los sistemas monetarios tanto desde una perspectiva histórica como contemporánea. Adicionalmente ha trabajado temas relacionados con historia del pensamiento económico. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores nivel Candidato y desde septiembre de 2020 se encuentra realizando una estancia posdoctoral en la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Economía llevando a cabo una investigación en torno a la política monetaria en los Estados Unidos.

Categorías
Historia del Pensamiento Económico

Keynesianismo

Autor: César Duarte Rivera

El término keynesianismo se utiliza en contextos tanto de discusiones teóricas como de discusiones políticas. En el primer sentido el keynesianismo se entiende como una corriente de pensamiento económico, mientras que en el aspecto político se suele entender como la implementación de una serie de políticas económicas que tienen como objetivo aumentar la demanda agregada para de esta manera impulsar el crecimiento económico. En un sentido más amplio, también se suele asociar a las políticas keynesianas con el llamado Estado del bienestar.

            Se puede afirmar que el keynesianismo como teoría surge en la década de 1930, en un contexto de depresión económica a nivel global. Después del crac de 1929 las economías de los países industrializados estaban enfrentando severos problemas de desempleo y caída de la actividad económica (Kindleberger, 1973). Aunque en Estados Unidos con el New Deal y en otros países se implementaron políticas que buscaron intervenir directamente en el funcionamiento de los mercados, no existía un marco teórico que pudiera explicar por qué los mercados no se estaban regulando para resolver los desequilibrios persistentes.

En este contexto se publicó la Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero en 1936 bajo la autoría de John Maynard Keynes. De acuerdo con el autor los postulados de la teoría clásica (véase la entrada pensamiento clásico) son aplicables a un caso especial ya que parte de un caso extremo donde todas las posiciones en la economía están en equilibrio (Keynes, 2003). El principal problema radica, según Keynes, en su interpretación del mercado de trabajo, el cual suponen que siempre está en equilibrio. El desempleo existente es voluntario, personas que no están dispuestas a trabajar al salario de mercado, o bien es desempleo friccional, es decir, personas que acaban de abandonar un empleo y están en proceso de incorporarse a otro. Dado que el salario real se ajusta para equiparar la oferta y la demanda de mano de obra, no existe la posibilidad de que haya desempleo involuntario, personas que están dispuestas a trabajar al salario existente pero no encuentran empleo (Keynes, 2003).

John Manyard Keynes

Esta situación no corresponde con la realidad de la época por lo que fue necesario reformular la teoría. Keynes parte en primer lugar de la idea de que las decisiones en los mercados no se toman en consideración de las variables reales, sino en términos nominales, en dinero. Por este motivo, en el mercado de trabajo el salario real no es tan relevante para la toma de decisiones, sino el salario nominal. Para Keynes, analizar variables en términos reales lleva a la economía clásica a la conclusión de que toda oferta crea su propia demanda, la ley de Say;  si los recursos no se gastan de una manera, se gastarán de otra. Sin embargo, la existencia del dinero hace que exista la posibilidad de romper esta relación, los recursos ahorrados no necesariamente serán invertidos ya que las motivaciones para ahorrar son muy diferentes de las motivaciones para invertir. Ello abre la posibilidad de que la oferta sea mayor que la demanda, ya que no todos los recursos ahorrados se gastarán como inversión, lo que se puede traducir en que todos los mercados estarán en equilibrio, menos el mercado de trabajo donde la demanda de trabajo será menor a la oferta de trabajo explicando de esta manera la persistencia del desempleo (Keynes, 2003). En pocas palabras, el problema fundamental es la falta de demanda agregada que logre cerrar la brecha causada por un ahorro mayor a la inversión. 

Lange, Dorothea (1936) Madre migrante, granjeros destituidos en California. Estados Unidos: Office of War Information.

El resto del texto se dedica a explorar los determinantes de la demanda agregada mostrando que la inversión es la variable fundamental para lograr impulsar el crecimiento económico y el empleo. La inversión responde a la relación entre la tasa de interés y la eficiencia marginal del capital (rendimientos esperados de la inversión). Un aumento en la inversión causada por cambios en alguna de estas dos variables generará un efecto multiplicador que permitirá que la demanda agregada crezca más que proporcionalmente al aumento en la inversión, estimulando de esta manera la producción (Keynes, 2003). De ahí que para resolver problemas como los que se enfrentaban en la Gran Depresión las autoridades gubernamentales podrían implementar políticas monetarias expansivas (aumentar la emisión de dinero) que disminuyeran la tasa de interés para estimular la inversión o políticas fiscales expansivas que aumentan directamente la demanda agregada generando el efecto multiplicador referido (Keynes, 2003).

El texto generó mucha controversia dentro de los círculos de los economistas ya que representaba una crítica directa a algunos de los principios básicos de la teoría dominante de la época. Entre las muchas críticas que recibió, la más relevante fue la de John Hicks publicada en 1937 en un artículo en Econometrica (Hicks, 1937). Para Hicks, la interpretación que hace Keynes sobre la teoría “clásica” es equivocada ya que la misma teoría de Keynes no se distingue radicalmente de la anterior. Para Hicks, la teoría de Keynes es un caso especial de la teoría clásica: el caso de la depresión en el cual los aumentos en la cantidad de dinero dejan de lograr efectos sobre la tasa de interés y la única solución es la implementación de políticas fiscales para aumentar la demanda agregada. Esta situación fue conocida como la trampa de la liquidez y la propuesta de Hicks recibió el nombre de síntesis neoclásica, la cual considera elementos propuestos por Keynes y los incorpora al marco analítico de la teoría neoclásica. En los años de la posguerra esta interpretación fue complementada en 1944 por el artículo de Franco Modigliani (Modigliani, 1944) y se consolidó como la teoría dominante dentro de la economía. A los economistas seguidores de esta visión se les conoció como keynesianos. 

John Richard Hicks

Paralelamente hubo algunos autores que trataron de entender la teoría de Keynes como el caso general, rescatando algunos de los elementos ignorados por la síntesis neoclásica como la importancia de las variables monetarias y el papel que tiene la incertidumbre en las decisiones de los agentes económicos. No obstante, esta perspectiva, conocida como poskeynesiana, tuvo una importancia secundaria dentro de las discusiones de las teorías dominantes. Entre sus principales representantes se encuentra Joan Robinson, alumna de Keynes, que calificó a los keynesianos de la síntesis neoclásica como bastardos y a la teoría que defienden como “keynesianismo vulgar” (Robinson, 1974).

Joan Violet Robinson

En la década de 1970 la teoría keynesiana vinculada a la síntesis neoclásica  enfrentó una crisis al no poder explicar un fenómeno que no se había presentado hasta ese momento, la combinación de inflación con desempleo, la estanflación. La teoría keynesiana suponía que las políticas para disminuir el desempleo generaban inflación y viceversa por lo que los hacedores de política debían considerar qué objetivo era más importante. El fenómeno en el que ambas ocurrían al mismo tiempo era inexplicable desde esta perspectiva lo que abrió la puerta al monetarismo (véase la entrada monetarismo) y la caída del keynesianismo.

Giacomo G. Patri (1940) White Collar. San Francisco: Pisani Printing & Publishing Co. Wordless novel depicting the hard times of a worker during the Great Depression.

No obstante, en la década de 1980 surge una nueva síntesis considerando elementos del keynesianismo de la posguerra y del monetarismo. En estas nuevas interpretaciones catalogadas como nuevo keynesianismo, la teoría keynesiana fue considerada como aquella en la cual los precios y los salarios nominales son rígidos.  Existen una serie de factores en las economías reales que impiden que el ajuste de precios ocurra de manera natural. Por este motivo los mercados no pueden equilibrarse ya que los cambios en las variables nominales afectan las variables reales (Ball y Romer, 1990; Foley, 2014). De esta manera el keynesianismo que originalmente fue planteado como una teoría alternativa a la teoría neoclásica, pasó a ser considerado como un caso particular de esa misma teoría neoclásica, y finalmente a ser visto como un supuesto que afirma que los precios son rígidos. 

Palabras relacionadas: economía, pensamiento clásico, monetarismo

Vínculos de interés:

La trampa de la liquidez y sus tendencias de estudio:

http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0301-70362017000300165

La síntesis neoclásica y el modelo IS-LM:

Sobre la vida e importancia de Joan Robinson:

https://revistas.unal.edu.co/index.php/ede/article/view/23893

https://library.oapen.org/bitstream/handle/20.500.12657/43831/external_content.pdf?sequence=1

Crecimiento económico y teoría poskeynesiana:

https://biblio.flacsoandes.edu.ec/libros/digital/58117.pdf

Bibliografía

Ball, Laurence y David Romer (1990), “Real Rigidities and the Non Neutrality of Money” en Review of Economic Studies, n. 57, pp. 183–203.

Foley, Duncan K. (2014), “Varieties of Keynesianism” en International Journal of Political Economy, vol. 43, n. 1, pp. 4–19. En: https://doi.org/10.2753/IJP0891-1916430101

Hicks, John R. (1937), “Mr. Keynes and the ‘Classics’; A Suggested Interpretation”en Econometrica, vol. 5, n. 2, pp. 147–159.

Keynes, John M. (2003), Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, México, Fondo de Cultura Económica.

Kindleberger, C. P. (1973), The World in Depression 1929-1939, Berkeley, University of California Press.

Modigliani, Franco (1944), “Liquidity Preference and the Theory of Interest and Money” en Econometrica, vol. 12, n. 1, pp. 45–88.

Robinson, Joan (1974), “What Has Become of the Keynesian Revolution?” en Challenge, (enero-febrero), pp. 6-11. En: https://doi.org/10.1080/05775132.1974.11470016

Acerca del autor

César Duarte Rivera

Doctor en Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. Licenciado y Maestro en Economía por la Facultad de Economía de la UNAM. Es profesor en la Facultad de Economía, en los programas de Licenciatura en Economía y de especialización en Historia del Pensamiento Económico. También ha sido docente en la Universidad Tecnológica de México, la Universidad Iberoamericana y en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Ha impartido las materias “Historia del Pensamiento Económico”, “Teoría de la historia”, “Historia financiera y monetaria” e “Historia de la Ciudad de México”. Ha participado en más de 10 congresos y/o seminarios como ponente, organizador o comentarista.

Sus investigaciones se han centrado en torno a discusiones de teoría monetaria y economía financiera y monetaria, específicamente sobre el funcionamiento de los sistemas monetarios tanto desde una perspectiva histórica como contemporánea. Adicionalmente ha trabajado temas relacionados con historia del pensamiento económico. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores nivel Candidato y desde septiembre de 2020 se encuentra realizando una estancia posdoctoral en la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Economía llevando a cabo una investigación en torno a la política monetaria en los Estados Unidos.