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Historia Comercial

Balanza comercial

Autora: Isabel Avella Alaminos

La palabra balanza entendida como “dos platos distantes en fiel y en equilibrio” (Covarrubias, 1611, p.270) supone una comparación entre dos elementos y, como señalaba un manual del siglo XIX, “según su acepción económica es el resultado de la comparación del valor que tienen los productos del trabajo de un país y del valor de lo que consume su población” (Ganilh, 1854, p.70). En tanto, comercio es un intercambio o compra-venta de mercancías (RAE, 2014). De esta suerte, el término balanza comercial o de comercio (balance of trade, en inglés) alude al “Estado comparativo de la importación y exportación de artículos mercantiles en un país” (RAE, 2014); es decir, se trata de un registro de las mercancías adquiridas (importaciones) y vendidas (exportaciones) por un país en el exterior. Es importante subrayar que, aun cuando la palabra mercancía abarca, en principio, a bienes y servicios, la balanza comercial se refiere, concretamente, al intercambio de bienes.

La utilización del término se remonta al siglo XVII, cuando los mercantilistas desarrollaron la teoría de la balanza de comercio, cuya base era la idea de que el nivel de riqueza de una nación podía modificarse a través de los flujos del comercio exterior. Como, según los mercantilistas, la riqueza existente, traducida en una cantidad de metales preciosos dada, era fija, si una nación quería incrementarla debía elevar el valor monetario de sus exportaciones y disminuir el de las importaciones: “[…] cuando prevalecían las primeras, era favorable la balanza, y el comercio se consideraba activo; cuando sobrepujaban las segundas, balanza adversa y comercio pasivo. El hecho es que la importación equivale a la exportación.” (Olivan, 1870, p.90) Este planteamiento mercantilista fue el punto de partida de la evolución posterior del término.

En el siglo XIX el uso de la palabra tuvo un alcance espacial diferenciado. En algunas ocasiones estuvo asociado al análisis de la situación comercial de una unidad geográfica regional distinta a la de un país; así, por ejemplo, en el Estado de México se estableció una Dirección general de rentas y se estipuló que “La dirección formará anualmente la balanza de comercio […]” (El Sol. Post nubila Phoebus, 24/VII/1830, p.1), en referencia a los intercambios locales. En el otro extremo, se habló de la balanza más allá de un solo país, como en el título “La balanza de comercio entre las Américas” (La Iberia: diario de la mañana, 24/IV/1910). Incluso se llegó a plantear la existencia de una balanza comercial global, como sucedió en una publicación latinoamericanista cuando se decía, a propósito de Colombia: “En sentido económico necesitamos levantarnos, pensar en que existe la balanza comercial del mundo en la cual nos está correspondiendo la parte más desgraciada y ser potencia productora.” (Revista Latino-Americana, 30/VII/1900, p.980).

Sin embargo, el término refirió, por lo regular, al comercio exterior de un país con otro o con el resto del mundo -vgr., la balanza de comercio exterior de México de 1887-88 (El Economista Mexicano, 18/I/1890, p.320)- y su uso se relacionó con la discusión teórica sobre su alcance conceptual y utilidad en materia de política económica.

En cuanto a su alcance, fueron recurrentes las críticas a las limitaciones que había para calcular la balanza de comercio. Por ejemplo, el autor de un manual del siglo XIX se preguntaba: “¿Cómo y sobre qué bases se ha de establecer el valor de los productos extranjeros? ¿Por lo que ha costado el producirlos, por lo que valen en el mercado interior, o por lo que valdrán vendidos en mercado extranjero? […] Las mismas dificultades se presentan para valuar las importaciones.” (Ganilh, 1854, pp.71-72). Un semanario de la época señalaba a propósito de ello, que el concepto no tomaba en cuenta elementos como la reexportación que podían “modificar en sentido inverso el resultado del parangón que se establece entre las importaciones y las exportaciones.” (Semana Mercantil, 12/I/1890, p.568). Por añadidura, en otro texto se afirmaba que la balanza “[…] carecía de exactitud, porque ni podía comprender los valores remitidos por letras de cambio, ni otras prestaciones privadas, ni tampoco los movimientos clandestinos del contrabando.” (Olivan, 1870, p.91).

Con respecto a su utilidad, la transformación del término en el contexto del siglo XIX se vinculó con la idea del proteccionismo para desarrollar la economía propia, en contraposición con el libre comercio postulado por Adam Smith. Así, un manual de mediados de siglo precisó que la diferencia entre el sistema de balanza comercial antiguo, es decir, mercantilista, y el moderno, era “que el antiguo sólo tendía a acumular en la nación oro y plata, y el moderno a que todo se produzca dentro del país para que no dependa de los extraños.” (Anónimo, 1845, p.135). En este sentido, el economista germano List preguntaba, dirigiéndose a quienes afirmaban que la balanza de comercio era una falacia: “¿Cómo es que una balanza de comercio decidida y continuamente desventajosa ha estado siempre y sin excepción acompañada […] por crisis comerciales internas, revoluciones en precios, dificultades financieras, y quiebras generales […]?” (List, 1909 (or.1841), p.206).

Sin embargo, con la difusión de la economía liberal se fue abriendo camino la certeza de que el canon mercantilista debía, cuando menos, matizarse. Sobre “la política de lograr una ‘balanza de comercio’ favorable mediante el incremento de las exportaciones y la disminución de las importaciones, suponiendo así que la ganancia en el comercio internacional no era mutua”, John Stuart Mill asentó que el error era suponer que una nación podía comprar sin vender y en ignorar que el dinero era un instrumento, no el fin de la economía (Mill, 1885 (or.1848), p.11). En apoyo a estas ideas, un semanario comentó: “el fenómeno que ofrece Inglaterra desde hace más de medio siglo, con un exceso enorme de importaciones sobre exportaciones, derriba y nulifica la idea de que un pueblo, para florecer, necesita equilibrar el balance de su comercio exterior.” (Semana Mercantil, 12/I/1890, p.568). Más aún, una revista afirmaba, categóricamente, que “La Balanza de Comercio dio origen a absurdos tratados diplomáticos, a guerras muy sangrientas, al desprestigio de todas las industrias y a conflictos muy graves y constantes entre la libertad natural del trabajo y las restricciones que imponía el sistema de la Balanza.” (Revista Financiera Mexicana. Semanario estadístico, comercial e industrial, 24/I/1890, p.1).

Durante la primera mitad del siglo XX la acepción de la balanza comercial continuó siendo motivo de debates sobre su pertinencia y utilidad. Una publicación temprana sostenía, por ejemplo: “Mientras los Gobiernos sólo piensan en cerrar las compuertas aduaneras, para que la balanza comercial no les resulte contraria, el socialismo científico demuestra que tal pretensión es insensata […]” (“El problema de la carne”, El Progreso de México, 8/X/1910, p.438). Por su parte, un diario observó que una balanza comercial favorable no necesariamente garantizaba el equilibrio monetario: “Llama poderosamente la atención que, siendo la balanza comercial favorable a México en una proporción igual a casi el doble de nuestras importaciones, el oro tenga descuento contra los dólares, explicándose esa situación anómala por el hecho de que el importe de muchas de nuestras materias primas queda en el exterior.” Esto mostraba que los efectos de la balanza no sólo dependían del monto exportado, sino del perfil de las exportaciones (El Heraldo de México, 3/IX/1920, p.4).

En la misma línea crítica de pensamiento, en su monumental estudio sobre el mercantilismo, Eli Heckscher afirmó acerca de la teoría de la balanza de comercio: “sería fácil encontrar un sustento sólido contra su creencia [la de quienes abogaban por la balanza de comercio] en la efectividad de tal política -que no es infrecuentemente defendida por autores modernos también- […].” (Heckscher, 1935 (or.1931), vol.II, p.181). Por añadidura, Heckscher hizo hincapié, una vez más, en las implicaciones monetarias de la noción de balanza comercial, evidenciando sus limitaciones como instrumento equilibrador: “ellos [los mercantilistas] concluían que el excedente de importaciones o exportaciones necesariamente conducía a una transferencia de tantos metales preciosos como correspondiera con la balanza […] la debilidad central de este argumento es que no prestaron atención a las repercusiones del equilibrio del tipo de cambio y su efecto indirecto en la balanza de comercio misma […]. El tipo de cambio no necesariamente tiene conexión con el contenido metálico de las monedas.” (Heckscher, 1935 (or.1931), vol.II, pp.255-256).

Con todo, la impronta mercantilista siguió aflorando en forma recurrente. Por ejemplo, en un informe se asentó que “Los valores que mejor sirven para marcar el estado de los negocios de un país considerado en conjunto y en sus relaciones con los demás, son los de importación y exportación, verdaderos índices de la balanza comercial […]” (Periódico Oficial del Estado de Nayarit, 21/X/1920, p.5). Poco más de una década después, John Maynard Keynes revaloró de nueva cuenta la noción de balanza comercial al vincularla con las oportunidades de inversión de una economía: “Cuando el volumen de inversión total está determinado sólo por el deseo de ganancia, […] la magnitud de la inversión exterior estará necesariamente determinada por el volumen de la balanza favorable de comercio.” (Keynes, 1965 (or.1936), p.298). Con base en dicho argumento, Keynes afirmó que dirigía su crítica “[…] contra lo inadecuado de los fundamentos teóricos de la doctrina del laissez-faire […] contra la idea de que la tasa de interés y el volumen de inversiones se ajustan automáticamente al nivel óptimo, de manera que preocuparse por la balanza comercial sea perder el tiempo […].” (Keynes, 1965 (or.1936), pp.300-301). El eco de estas ideas resonaba todavía años más tarde en el titular “México debe adoptar una política económica que beneficie al país. El progreso de la nación depende del equilibrio de la balanza comercial” (La Prensa, 14/V/1959).

Empero, conforme avanzó el siglo XX se consideró a la balanza comercial, cada vez más, como uno entre varios balances de las diversas transacciones de un país con el exterior; así, en alusión al turismo, el articulista de un diario apuntaba a finales de los años treinta: “En los momentos difíciles, sus ingresos hacían vacilar el platillo poco cargado de nuestra balanza comercial” (León, Paul, La Prensa, 6 de noviembre de 1937, p.3). El turismo, por tanto, podía hacer contrapeso a una balanza comercial desfavorable.

De hecho, ya para la segunda mitad del siglo XX la noción de balanza comercial quedó subordinada, en definitiva, al concepto más general de balanza de pagos, que se convirtió en un indicador de primera importancia tras los acuerdos de Bretton Woods. En su manual sobre comercio internacional, el economista mexicano Torres Gaytán dedicó el punto número dos del tema “Estructura de la balanza de pagos” a la balanza de comercio o comercial, que forma parte de la cuenta corriente y “enumera y cuantifica el valor monetario de la totalidad de las compras y las ventas únicamente por las mercancías que un país intercambió con el exterior. Dicha evaluación se refiere siempre a un período determinado, generalmente un año” (Torres Gaytán, 2003 (or.1972), p.206). Aunque, en principio, esta definición abarcaba todas las mercancías, entendidas como bienes, el propio Torres Gaytán advertía que “Los renglones incluidos dependen del criterio que cada país adopte. Entre los renglones que están sujetos a criterios especiales pueden señalarse los siguientes: […] la compraventa de embarcaciones, la compraventa de oro y plata procedente de la actividad minera nacional, el contrabando, los envíos postales, la compraventa de gas y de energía eléctrica entre países limítrofes” (Torres Gaytán, 2003 (or.1972), p.207), entre otros, de manera que el contenido del término era y sigue siendo variable.

En suma, el término de balanza comercial ha pasado de ser un elemento asociado, en primera instancia, a medidas comerciales de corte mercantilista, a convertirse en una palabra técnica que refiere únicamente al saldo del valor importado contra el exportado, traducido en una ecuación contable que “puede ser interpretada como la igualdad, para cada país, entre el valor de sus importaciones y el valor de sus exportaciones cuando ambos son evaluados al nivel dado de precios internacionales”, en la que “la balanza de comercio siempre se balancea” (Gandolfo, 2014, p.46).

Palabras relacionadas:

exportaciones, importaciones, exportaciones netas, mercantilismo, proteccionismo, contrabando, balanza de pagos.

Vínculos de interés:

“Balanced Trade” (video) [2021], en Investopedia, https://www.investopedia.com/terms/b/balanced-trade.asp [Consulta: 25/X/21].

Banco de México- Sistema de Información Económica, “Balanza comercial de mercancías de México” https://www.banxico.org.mx/SieInternet/consultarDirectorioInternetAction.do?sector=1&accion=consultarCuadroAnalitico&idCuadro=CA176&locale=es [Consulta: 25/X/21].

INEGI, “Balanza comercial”, https://www.inegi.org.mx/temas/balanza/ [Consulta: 25/X/21].

Hemerografía:

El Economista Mexicano

Periódico Oficial del Estado de Nayarit

La Prensa

El Progreso de México

Revista Financiera Mexicana. Semanario estadístico, comercial e industrial

Revista Latino-Americana

Semana Mercantil

El Sol. Post nubila Phoebus

Bibliografía:

Anónimo (1845), Manual completo de economía política extractado de los mejores autores por un abogado del ilustre Colegio de Madrid. Madrid, Imprenta de D. Severiano Omaña.

Covarrubias Orozco Sebastián de (1611) Tesoro de la lengua castellana, o española. Compuesto por el licenciado Don Sebastian de Cobarrubias Orozco, capellán de su magestad, maestrescuela y canónigo de la Santa Iglesia de Cuenca, y Consultor del Santo Oficio de la Inquisición. Dirigido a la Magestad Catolica del Rey Don Felipe III. Nuestro señor. Madrid, Luis Sánchez Impresor. Disponible en: Sitio Internet Archive, https://archive.org/details/A253315/page/n201/mode/2up. [Consulta: abril de 2021].

Gandolfo, Giancarlo (2014) International Trade Theory and Policy. 2 a ed., Berlín, Springer (Springer Texts in Business and Economics), DOI 10.1007/978-3-642-37314-5.

Ganilh, Mr. antiguo diputado [francés] (1854) Diccionario analítico de economía política. Trad. D. Juan Díaz de Baeza, Madrid, Imprenta de D. Francisco Pascual. Heckscher, Eli F. (1935 (or.1931)) Mercantilism. Trad. Mendel Shapiro, Londres, George Allen & Unwin LTD, 2 vols. Disponible en: Vol I: https://archive.org/details/in.ernet.dli.2015.73610/page/n3/mode/2up y Vol II: https://archive.org/details/in.ernet.dli.2015.216108/page/n5/mode/2up [Consulta: abril de 2021].

Keynes, John Maynard (1965 (or.1936)) Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero. 7ª ed., trad. Eduardo Hornedo, México, Fondo de Cultura Económica.

Mill, John Stuart (1885 (or.1848) The Principles of Political Economy. Nueva York, D. Appleton and Company. Disponible en: The Project Gutenberg EBook, https://www.gutenberg.org/files/30107/30107-pdf.pdf [Consulta: 5/VII/21].

Olivan, Alejandro (1870) Manual de economía política. Madrid, Imprenta de Anoz. Disponible en: Sitio Internet Archive https://archive.org/details/BRes101352 [19/III/21].

Real Academia Española (RAE) (2014) Diccionario de la lengua española, Edición del Tricentenario. Disponible en: https://dle.rae.es/ [Consulta: 5/VII/21].

Torres Gaytán, Ricardo (2003 (or.1972)) Teoría del comercio internacional. 14ª ed, México, Siglo Veintiuno Editores.

Acerca de la autora

Isabel Avella Alaminos

Doctora en Historia (2006) por el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México. Realizó una estancia posdoctoral en la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Economía de la UNAM (2007-2009). Profesora de tiempo completo definitiva en el Departamento de Historia del Sistema Universidad Abierta y Educación a Distancia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Sus líneas de investigación son la historia del comercio exterior de México en el siglo XX y la historia de la historia económica.

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