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Historia Económica

Economía

Autores: Omar Velasco Herrera y María Eugenia Romero Ibarra

La etimología de la palabra economía proviene del latín oeconomia, la cual deriva del griego oikonomía, es decir, oîkos (casa) y némein (administrar). La palabra apareció por primera vez en un diccionario de español en 1607, dentro de la obra Tesoro de las dos lenguas francesa y española. En el Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española (RAE) apareció en 1732 y allí se refieren al término como: “Administración y dispensación recta y prudente de las rentas y bienes temporales: lo que comúnmente se dice régimen y gobierno en las casas y familias, para que no se desperdicie la hacienda,” esta última palabra debe ser entendida como “los bienes y riquezas que se poseen”.

En ese sentido, la palabra economía remitió a la idea de la aplicación adecuada (la administración) de los recursos que poseían las unidades familiares. No obstante, el uso de la palabra economía en conjunción con la idea de hacienda se haría extensivo a las finanzas de los imperios para referirse a los recursos con los que estos contaban, además de la estructura político-administrativa de recaudación de ingresos, ejercicio del gasto y la consecución de deuda, es decir, lo que hoy día identificamos con los aspectos fiscales. Por ello, con el paso del tiempo, la palabra economía acabó ligándose también con el proceso de construcción de lo nacional, de allí que la palabra se use también para referirse al entramado productivo y material de una entidad política y jurisdiccional a la que comúnmente llamamos economía nacional.

El contexto bajo el cual el término economía fue ganando esta acepción tiene que ver con un proceso vinculado con los cambios que se gestaron desde finales del siglo XV, cuando el continente americano se integró al comercio mundial de larga distancia. La irrupción de una gran cantidad de mercancías de origen americano transformó el consumo y la producción en Europa, Asia y África. Esta disrupción conocida como revolución comercial provocó también el fortalecimiento de los comerciantes como actores políticos y sociales dentro de las monarquías europeas.

El interés de los estados monárquicos se identificó con el de los grupos de comerciantes en la búsqueda de territorios, rutas comerciales y el control del flujo de mercancías y metales preciosos. Las finanzas y haciendas de los imperios quedaron ligadas al quehacer de los mercaderes, el bienestar de estos se identificó con el de la nación y emergieron en el mundo occidental maneras de explicar, justificar y darle sentido a las transformaciones materiales que se estaban dando en el mundo. La economía, entendida como parte de la construcción del Estado en su sentido político, tomó la forma de una serie de medidas, recomendaciones y perspectivas para promover la bonanza del conjunto imperial-nacional. Esto dio orígen a la Economía Política como disciplina del conocimiento humano, lo que terminó convirtiéndose en lo que hoy conocemos como teoría económica.

En España, por ejemplo, durante el siglo XVII surgió el arbitrismo, una manifestación intelectual que daba cuenta de cómo las necesidades económicas del imperio se habían convertido en una parte importante de la reflexión pública. Los memoriales escritos por los arbitristas eran documentos en donde se daban a conocer arbitrios, es decir, propuestas encaminadas a incrementar los ingresos de la Real Hacienda, comúnmente medidas de orden tributario. Esta práctica fue más allá de lo hacendario para darle vida a un corpus de obras en torno al pensamiento económico, político y social con una perspectiva reformista impregnada de ideas como la de recuperación, aludiendo a la necesidad de rescatar una España floreciente en términos materiales (García Guerra, 2006, p. 183). De allí que la palabra economía también esté desde estos momentos vinculada con la idea de crecimiento, prosperidad y generación de riqueza. Esto será mucho más claro a partir de la expansión comercial, la cual tuvo en el denominado mercantilismo uno de sus ecos explicativos.

Desde el mercantilismo, la concepción de economía dio cuenta de tres cosas, primero, las realidades específicas de los contextos desde los cuales se pensó lo económico; segundo, la relevancia del comercio y de los comerciantes en el entramado político de esas realidades; tercero, la economía mercantil empezó a ser vista en función de la producción de mercancías y no sólo desde el mero intercambio. Si bien no existe una teoría unificada en torno a cómo pensar lo económico desde la tradición mercantilista, se considera que los planteamientos de Philipp Wilhelm von Hornick son lo más cercano a un manifiesto doctrinal. Los principios económicos promovidos por este autor fueron: “que cada pulgada del suelo de un país se utilice para la agricultura, la minería o las manufacturas; que todas las materias primas que se encuentren en un país se utilicen en las manufacturas nacionales, porque los bienes acabados tienen un valor mayor que las materias primas; que se fomente una población grande y trabajadora; que se prohíban todas las exportaciones de oro y plata y que todo el dinero nacional se mantenga en circulación; que se obstaculicen tanto cuanto sea posible todas las importaciones de bienes extranjeros” (Ekelund y Hébert, 2005, pp.44-45).

Fue durante la segunda mitad del siglo XVIII cuando un grupo de pensadores empezaron a vincular de manera mucho más directa y sistemática los aspectos de índole social con la configuración del fenómeno mercantil. Envueltos en la tradición ilustrada, la economía comenzó a entenderse como un sistema en donde el orden natural de la sociedad dependía del intercambio, es decir, de la transformación de la producción en mercancías, del intercambio y del espacio en el que este se realiza: el mercado. Este fue uno de los legados de los fisiócratas, los primeros en la historia del pensamiento económico en autodenominarse como economistas. En la voz de François Quesnay, el más sobresaliente de sus representantes, la economía aparece como un sistema en donde “nadie que viva en sociedad provee a todas sus necesidades con su trabajo, pero obtiene lo que le falta con la venta de lo que su trabajo produce” (Napoleoni, 1981, p.18). Por ello, una de las piedras angulares montadas por los fisiócratas fue la idea de que en este sistema se produce un excedente, al que denominaron producto neto, el cual, desde su posición teórica y política era producido únicamente en la actividad agrícola. Así, la economía, entendida como un sistema, giraba en torno a la clase social propietaria de la tierra, la nobleza.

Este planteamiento abre el camino a Adam Smith cuya obra Una investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones, publicada en 1776, es considerada fundacional de la Economía entendida como disciplina y específicamente se referirá a ella como Economía Política, otorgándole un peso importante a los aspectos políticos y sociales. De este modo, en palabras del filósofo escocés la Economía Política era “una rama de la ciencia del hombre de estado o legislador” (Rodríguez Braun, 1994, p.13). Al igual que el mercantilismo, los planteamientos de la Economía Política tenían como horizonte incidir en las decisiones de Estado, por lo que se mantiene la acepción de economía como un símil del bienestar de la nación. Por ello resulta revelador que el título del libro de Smith haga referencia a la riqueza de las naciones y que una de sus principales contribuciones sea explicar qué es la riqueza, una definición que en gran medida es un acercamiento a lo que se entendería en la época como economía:

El hecho de que aparezca la categoría trabajo como un eje de la explicación teórica de Smith da cuenta de que su punto de partida para explicar lo económico era el proceso de producción, y en específico de la producción de objetos dirigidos al intercambio en el mercado, de allí que también esté presente la noción de consumo, así como la idea del intercambio con “otras naciones”, es decir, el sector externo.

De este modo, lo que Adam Smith estaba planteando, al igual que sus predecesores los fisiócratas, era que la economía debía ser concebida como un sistema de interrelaciones sociales en donde interactúan dimensiones que hoy día denominaremos variables económicas: producción, consumo e intercambio.

El excedente de la producción derivada del despliegue del trabajo humano se convirtió en uno de los puntos centrales de la Economía Política clásica. La forma mediante la cual se aumenta ese fondo de suministro anual de cosas necesarias para la vida también es abordada por Smith: el fomento a la división del trabajo y, como consecuencia, la amplitud y tamaño de los mercados.

En 1817 David Ricardo marcó un salto importante en el desarrollo de lo que se entendería por Economía Política durante el siglo XIX. Su contribución fue fundamental pues puso en la mesa de discusión el tema de la distribución del “producto”, es decir, de aquel fondo de suministro del que hablaba Smith. Para Ricardo el producto se reparte entre tres clases sociales: el propietario de la tierra, el dueño del capital y los trabajadores. A cada una le corresponde una porción del producto: la renta, las utilidades y los salarios. En ese sentido “la determinación de las leyes que rigen esta distribución es el problema primordial de la economía política” (Ricardo, 1959 (or 1817), p.5). Así pues, economía, entendida desde la vertiente de la Economía Política clásica debía entenderse como un conjunto de elementos políticos y sociales que se encuentran detrás del fenómeno de la distribución.

La perspectiva ricardiana abrió paso a la crítica de la economía política, la cual puso en el centro de la discusión la idea del conflicto entre las clases que participan de esta distribución. Por ello, se puede sostener que Karl Marx es heredero del edificio conceptual ricardiano, su planteamiento lo lleva a la formulación de una teoría de la explotación del trabajo, la cual quedó engarzada al planteamiento de una tendencia decreciente de la tasa de ganancia y al de la crisis como rasgo inmanente al capitalismo. De este modo, Marx deja claro que el orden económico de corte capitalista no es permanente por la existencia de fuerzas sociales de cambio y transformación: el capitalismo no ha sido la única forma de organización productiva y por tanto no tiene por qué ser inmutable. La economía como concepto va abrevando de estos planteamientos, se transforma y se va llenando de contenido bajo la forma de problemáticas como el desempleo, la precarización laboral, las crisis financieras, pero también de cuestiones como la expansión y el crecimiento. En ese sentido, resulta revelador lo que Friedrich Engels escribe en 1886 como parte del Prólogo de El Capital a la edición en inglés, pues en él muestra cómo los elementos que explican a la Economía Política debían ser entendidos bajo una perspectiva histórica y dinámica:

Una vez más, la economía aparece como un conjunto sistémico de variables las cuales, dentro del plan argumentativo de la crítica de la economía política, buscaron explicar como un todo a la dinámica y los orígenes de la extracción de aquel producto no retribuido: el plusvalor, la plusvalía o plus-producto. La Economía Política debía develar las leyes de la acumulación de capital y sus contradicciones, entre ellas, la de la explotación del trabajo. En medio del bullicio causado por una concepción de economía que convirtió los principales postulados del pensamiento clásico en misiles en su contra, aparecerán acercamientos que buscarán explicaciones distintas y a concebir a la economía desde otra perspectiva. Entre 1870 y 1871 aparecen las obras de Karl Menger, William Stanley Jevons y León Walras, personajes considerados los padres del marginalismo. Para esta corriente la economía tiene su punto de partida en el consumo de mercancías, no en la producción ni en la distribución como había sostenido la Economía Política clásica. El consumo como fenómeno económico genera utilidad (satisfacción) y por tanto el valor de las mercancías depende de un aspecto subjetivo: el de la utilidad marginal. Esta decrece conforme consumimos más de una mercancía y, por tanto, los seres humanos tomamos decisiones económicas en función de este aspecto y de los precios, es decir, de la oferta y la demanda, de las señales del mercado.

La Economía Política, sostiene William Stanley Jevons, “descansa sobre unos pocos conceptos de carácter aparentemente sencillo. Utilidad, riqueza, valor, mercancía, trabajo, capital, son los elementos de la materia y cualquiera que posea una comprensión cabal de su naturaleza debe tener o ser capaz de adquirir con prontitud un conocimiento de la ciencia… es al tratar los elementos simples cuando requerimos el máximo cuidado y precisión, puesto que el menor error de concepto puede viciar todas nuestras deducciones.” (Jevons, 1998 (or 1871), p.67). Bajo esta premisa, Jevons prosigue su exposición para mostrar el cambio conceptual que sufrirá la Economía Política: “la reiterada reflexión y la investigación me han conducido a la en cierto modo novedosa opinión de que el valor depende enteramente de la utilidad. Las opiniones dominantes consideran el trabajo antes que la utilidad como el origen del valor… Yo muestro, por el contrario, que basta con perfilar cuidadosamente las leyes de la variación de la utilidad, como dependiente de la cantidad de mercancías en nuestro poder, para llegar a una teoría del intercambio satisfactoria, de la cual las leyes ordinarias de la oferta y la demanda son una consecuencia necesaria” (Jevons, 1998 (or 1871), p.67).

El enfoque marginalista marcó un giro tan importante que la disciplina dejará de llamarse Economía Política, para ser conocida simple y sencillamente como Economía. En ese sentido, el lenguaje diagramático, matemático, con funciones de producción y relaciones causales del que se empezó a hacer uso fue producto del esfuerzo intelectual de Alfred Marshall, quien publicó en 1890 los Principles of economics, texto que fue responsable de la didáctica mediante la cual se enseña economía actualmente. En esta obra Marshall sostiene que la “Economía política o economía [en la versión en inglés Political Economy or Economics] es el estudio de la humanidad en los asuntos ordinarios de la vida; examina la parte de la acción individual y social que está más estrechamente relacionada con la consecución y el uso de los requisitos materiales para el bienestar. Por tanto, es por un lado el estudio de la riqueza; y por el otro, y más importante, una parte del estudio del hombre” (Marshall, 1920, p.1).

Alfred Marshall

En 1936 John Maynard Keynes sostuvo en la Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero que la economía se había dividido hasta entonces en dos ramas: “la teoría del valor y la distribución por una parte y teoría del dinero por la otra” , división que él consideraba falsa. Keynes sugería que la verdadera dicotomía de la economía debía ser “entre la teoría de la industria o firma individual y las remuneraciones y distribución de una cantidad dada de recursos entre diversos usos por una parte y la teoría de la producción y la ocupación en conjunto por la otra” (Keynes, 2003 (or 1936), p.282). Bajo este planteamiento de la economía como el análisis, por un lado, de la industria individual y por el otro de los determinantes de la producción y de la ocupación, en realidad lo que Keynes estaba planteando era la división actual de la disciplina (Economics) en microeconomía (microeconomics) y macroeconomía (macroeconomics), segmentación analítica que hasta la fecha se mantiene vigente.

John Maynard Keynes

Finalmente, en el influyente manual escrito por Paul Samuelson y William Nordhaus, titulado Economía (Economics), los autores sostienen que la economía se ha expandido a tal grado que abarca una gran variedad de temas: el estudio de la fijación de precios, la conducta de los mercados financieros, las consecuencias de la intervención del Estado, la distribución del ingreso, la influencia del gasto público, las oscilaciones en el desempleo, el ciclo económico, los patrones de comercio y el crecimiento. No obstante, consideran que la definición que condensa todas estas temáticas y que toca un tema común a todas ellas es la siguiente: “La Economía es el estudio de la manera en que las sociedades utilizan los recursos escasos para producir mercancías valiosas y distribuirlas entre los diferentes individuos” (Samuelson y Nordhaus, 1996, p.4). Se trata de una definición que se ha convertido en parte del mainstream teórico y que además de condensar los temas sugeridos por Samuelson y Nordhaus engloba un proceso histórico de transformación en la vida material de la humanidad.

Palabras relacionadas:

mercado, desigualdad, subdesarrollo, arbitraje, pensamiento clásico, keynesianismo.

Vínculos de interés:

Las dos caras de Adam Smith – Bully Magnets – Historia Documental

El materialismo histórico de Marx – Bully Magnets – Historia Documental

MARGINALISMO | ECONOMÍA MARGINALISTA | PENSAMIENTO ECONÓMICO | UBA CBC XXI | WALRAS, MENGER, JEVONS

KEYNESIANISMO | ECONOMÍA | JOHN MAYNARD KEYNES | RESUMEN COMPLETO

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Bibliografía:

Ekelund, Robert B. y Robert Hébert (2005), Historia de la teoría económica y su método, México, McGrawHill, tercera edición.

Engels (1999), “Prólogo de Engels a la edición inglesa” en Marx, Carlos, El Capital. Critica de la economía política, México, FCE.

García Guerra, Elena (2006), “Entre la teoría y la práctica: el pensamiento arbitrista castellano durante la Edad Moderna” en V Jornadas Científicas Sobre Documentación de Castilla e Indias en el siglo XVII, Madrid, Universidad Complutense de Madrid. https://www.ucm.es/data/cont/docs/446-2013-08-22-8%20entre.pdf

Jevons, William Stanley (1998), La Teoría de la Economía Política, Madrid, Pirámide.

Keynes, John M. (2003), Teoría General de la Ocupación, el interés y el dinero, México, FCE.

Marshall, Alfred (1920), Principles of Economics, Nueva York, Palgrave.

Napoleoni, Claudio (1981), Fisiocracia, Smith, Ricardo, Marx, Barcelona, Oikos.

Ricardo, David (1959), Principios de Economía Política y Tributación, México, FCE

Rodríguez Braun, Carlos (1994), “Estudio preliminar”, en Smith, Adam, La Riqueza de las Naciones, Madrid, Alianza Editorial.

Samuelson Paul y William D. Nordhaus (1996), Economía, Madrid, McGraw-Hill.

Smith, Adam (1994), La Riqueza de las Naciones, Madrid, Alianza Editorial.

Acerca de los autores

María Eugenia Romero Ibarra. Profesora Titular C, Tiempo Completo, adscrita al campo de conocimiento de Historia Económica de la División de Estudios de Posgrado, Facultad de Economía, UNAM. Doctora en Historia por la UNAM, profesora-investigadora desde hace 46 años de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Economía-UNAM. Imparte clases en la licenciatura, la maestría y el doctorado. Sus líneas de investigación son los estudios empresariales, así como la historia bancaria y financiera. También se ocupa de estudiar teorías y métodos de la historia económica, así como los cambios de paradigma en la disciplina.

Omar Velasco Herrera. Doctor y maestro en Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. Licenciado en Economía y especialista en Historia Económica por la Facultad de Economía de la UNAM. Profesor Asociado C de tiempo completo en el área de historia económica, Facultad de Economía, UNAM. Sus líneas de investigación son la historia fiscal, bancaria y monetaria de México, siglos XIX y XX, así como la relación entre historia y teoría económica.

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