Autor: Isabel Avella Alaminos
A diferencia de otros términos económicos, la ventaja absoluta y la ventaja comparativa aparecieron tardíamente, entre finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, en los albores de la Economía como disciplina. Los dos se vinculan estrechamente entre sí y son la base, hasta nuestros días, de la explicación ofrecida por la teoría del comercio internacional sobre por qué se lleva a cabo el comercio exterior.
La palabra ventaja significa la “superioridad o mejoría de alguien o algo” o la “excelencia o condición favorable que alguien o algo tiene” con respecto a otra persona o cosa (RAE, 2014). Por ende, tanto la ventaja absoluta como la comparativa suponen una confrontación de la ganancia obtenida por un agente económico frente a otro al participar en el comercio exterior. La ventaja absoluta se refiere a la que un agente (persona, empresa o país) tiene frente a otro gracias a que, por su dotación de recursos, puede producir una mercancía con una menor cantidad de factores, esto es, con una mayor productividad. La ventaja comparativa alude a la diferencia entre los productores de un bien en función de su costo de oportunidad; se dice que uno la tiene en relación con otro cuando, incluso si no posee ventaja absoluta, “renuncia a una cantidad menor de otros bienes para producir el bien X”, es decir, “tiene el menor coste de oportunidad de producir ese bien” (Mankiw, 2004, pp.32-33) y, por tanto, le conviene especializarse en su elaboración y venta.
El principio de la ventaja absoluta -no así el término, que es posterior-, fue acuñado por Adam Smith en su obra Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (1776) para defender las bondades del libre comercio versus la teoría de la balanza comercial mercantilista que lo limitaba. Smith se refirió a las ventajas del comercio exterior sin adjetivos. A contrapelo de la aseveración mercantilista sobre que el fin de la balanza comercial era obtener la mayor cantidad de metales preciosos posible, Smith planteó un concepto distinto al señalar que: “Por ventaja o ganancia se ha de entender, en todo caso, no el aumento de la cantidad de oro y de plata, sino el valor anual de la tierra y del trabajo del país, o el aumento del ingreso de sus habitantes en el curso del año” (Smith, 1997 (or.1776), p.432). En otras palabras, la ventaja debía traducirse en el nivel de renta obtenido.
En cuanto a la naturaleza de dicha ventaja, Smith afirmó: “Que sean naturales o adquiridas las ventajas que un país tenga sobre otro, no tiene importancia al respecto. Pero desde el momento que una nación posee tales ventajas y otra carece de ellas, siempre será ventajoso para ésta comprar en aquélla que producir por su cuenta” (Smith, 1997 (or.1776), p.404). De lo anterior se desprende que esta ventaja, natural o no, se da cuando una nación puede ofrecer alguna mercancía que otra nación no tiene, necesita o desea adquirir. De acuerdo con Smith, incluso si una nación se propusiera producir un bien para dejar de importarlo, tendría que sopesar la conveniencia o no de hacer a un lado las ventajas de la división del trabajo: “Es sólo una ventaja adquirida la que posee un artesano con relación al vecino que se ejercita en otro oficio, y ello no obstante encuentran que es más beneficioso para ambos comprarse mutuamente que producir artículos extraños a la respectiva actividad.” (Smith, 1997 (or.1776), p.404). Independientemente de ello, es importante señalar que el grado de ventaja obtenido dependía del tipo de mercancías intercambiado, “pues los habitantes del pueblo que sólo exportase productos nacionales lograrían una mayor ventaja” (Smith, 1997 (or.1776), p.433).
En su libro Principios de economía política y tributación (1817), David Ricardo sentó las bases para desarrollar un concepto complementario al de la ventaja absoluta: la ventaja comparativa. Curiosamente, en sus escritos Ricardo tampoco enunció esta palabra como tal, sino que se refirió a los costos y beneficios del comercio. Al razonamiento de Smith sustentado en la división del trabajo, Ricardo añadió, de manera implícita, la idea del costo de oportunidad (alternativo) de los intercambios, tomando el ejemplo de Portugal e Inglaterra con base en los datos imaginarios que aparecen en el siguiente cuadro:
Aun cuando en términos absolutos la producción de tejidos y vino era más barata en Portugal, Ricardo señalaba que “Aunque se fabricase el tejido con el trabajo de 90 hombres, sería importado de un país donde requiera el trabajo de 100, porque le sería más ventajoso emplear su capital en la producción de vino, con el cual obtienen más tejidos de Inglaterra de los que obtendría traspasando una parte de su capital del cultivo de los viñedos a la manufactura de tejidos.” Esto ocurría porque, como se desprende de los datos del cuadro, Portugal podía producir una cantidad dada anual de vino empleando 12.5% hombres / año menos que para producir una determinada cantidad de tejidos en el mismo periodo; por su parte, Inglaterra podía producir una cierta cantidad anual de tejidos usando 20% hombres /año menos que para producir su vino. De esta suerte, el intercambio exterior quedaba justificado en tanto constituyera una vía relativamente menos costosa que otras para adquirir una mercancía al aprovechar en la forma más eficiente el capital y el trabajo propios.
En la obra Los principios de economía política (1848), de John Stuart Mill, ya aparece explícitamente la adjetivación de “absolutos” y “relativos” para referirse a este análisis de costos planteado por Ricardo: “no es una diferencia en el costo absoluto de producción la que determina el intercambio, sino una diferencia en el costo comparativo” (Mill, 1885 (or.1848), p.441). Llegó incluso a mencionar la palabra ventaja comparativa como tal al decir que “el capital no utilizado en una industria en la que [Inglaterra] no tenía ninguna ventaja comparativa […] necesariamente sería empleado en las industrias en las que teníamos una ventaja” (Mill, 1885 (or.1848), p.451).
Mill añadió una precisión importante acerca del sentido del término comparativo al señalar que “se debe entender claramente que por la diferencia en costo comparativo nos referimos a la diferencia en el costo comparativo de producir dos o más artículos en el mismo país, y no a la diferencia de costo del mismo artículo en dos países comerciantes diferentes” (Mill, 1885 (or.1848), p.442). Asimismo, Mill vinculó explícitamente la noción de los costos comparativos con la productividad cuando afirmó: “[…] si dos países que comerciaran juntos intentaran, hasta donde fuera físicamente posible, producir ellos mismos lo que ahora importan del otro, el trabajo y el capital de ambos países no serían tan productivos […]” (Mill, 1885 (or.1848), p.447). De ahí que, a semejanza de Smith, Mill criticase el mercantilismo y postulase, a contrapelo de éste, que “la única ventaja directa del comercio exterior consiste en las importaciones […] La teoría vulgar desdeña este beneficio y considera que la ventaja del comercio reside en las exportaciones, como si no fuese lo que el país obtiene, sino de lo que se separa, por su comercio exterior, lo que constituye la ganancia de éste” (Mill, 1885 (or.1848), p.449).
Ahora bien, el uso de los términos absoluto y comparativo se circunscribió, en un primer momento, al ámbito teórico anglosajón. En su manual de 1870, el español Olivan apenas aludía a ventajas, sin distinguir las absolutas de las comparativas: “Como son distintos los climas en la superficie del globo, sus diversas producciones se permutan ventajosamente” (Olivan, 1870, p.88). Más aún, su uso en la prensa fue esporádico y aludió a otras temáticas, como a las ventajas comparativas en el contexto militar (La Voz de México, 10/VII/1886, p.1), o a las absolutas en los terrenos jurídico (Periódico Oficial del Estado de Oaxaca, 16/II/1907, p.4) y deportivo (El Tiempo, 3/I/1909, p.3), evidencia de que la discusión sobre las ventajas comerciales no trascendía aún las fronteras de la discusión especializada.
Asimismo, pese a que Mill había usado ya el término de ventaja comparativa, en la literatura anglosajona continuó utilizándose, con frecuencia, la noción de costos. Verbigracia, si bien en su manual de comercio internacional publicado en 1929 el estadounidense Taussig tituló a su capítulo 16 “Ventajas comparativas y tarifas proteccionistas en los Estados Unidos”, distinguió tres tipos de casos a los que dedicó sus tres primeros capítulos: “(1) diferencias absolutas en costo; (2) diferencias iguales en costo; (3) diferencias comparativas en costo” (Taussig, 1929, p.3). Taussig definió la segunda categoría como aquélla en la que “la efectividad del trabajo es mayor” y “en igual grado” (Taussig, 1929, p.5) en la producción de dos mercancías dadas en dos países distintos, como se aprecia en el ejemplo del siguiente cuadro, donde Estados Unidos era 50% más eficiente en la producción de cobre y lino.
También vale la pena advertir que Taussig diferenció el tipo de ventajas absolutas presentes en las naciones tropicales y templadas, aseverando que “El tropical tiene una ventaja absoluta, a causa de sus condiciones climáticas, en varios productos; los países de la zona templada, y en especial aquéllos de la cultura europea, tienen, de manera similar, una ventaja absoluta, aunque descansando quizá no tan preponderantemente en causas físicas” (Taussig, 1929, p.17).
En el marco de los debates sobre el desarrollo y el subdesarrollo económicos de la segunda mitad del siglo XX, la distinción con respecto a qué ventajas comerciales tenían qué países revivió una vieja idea sobre la idoneidad de exportar manufacturas que, por ejemplo, recomendaba ya un manual de principios del siglo XIX cuando decía que: “se elija el [bien] mas útil y ventajoso, en cuanto sea posible, no exportando las primeras materias, de que abunde el país, sino trabajándolas y manufacturándolas, para sacarlas y venderlas después al extranjero, a fin de que las entradas sean las mayores posibles” (Genovesi, 1804, tomo 2, p.71). Así, las bondades del comercio exterior fueron cuestionadas a la luz de la posición negativa de los países exportadores de materias primas en la división internacional del trabajo. A finales de los años sesenta, el economista peruano Virgilio Roel apuntó, en referencia al clásico ejemplo dado por David Ricardo sobre el comercio Portugal-Inglaterra: “Portugal ‘creyó’ en esa argumentación y hoy es el país más pobre de Europa”. En torno a la insistencia de los teóricos anglosajones en las ventajas comparativas del comercio exterior, aseveró, además, que “la explicación de esta teoría a los países subdesarrollados frente a los desarrollados, conduce a la conclusión de que los primeros deben seguir insistiendo en producir los mismos bienes primarios de siempre […]” (Roel, 1969, p.2).
Flx.Flx (2009) República bananera. Nicaragua.
Para los años setenta del siglo XX, Torres Gaytán recuperaba cuatro tipos de ventajas comerciales: las diferencias absolutas de costos; los costos comparativos o relativos; las diferencias iguales de costos y la ventaja incomparable. En contraste con las diferencias absolutas de costos en las que dos países producían la misma mercancía, pero uno de ellos con ventaja absoluta de costos sobre el otro, la ventaja incomparable se presentaba “Cuando el país A produce un artículo que no produce el país B y éste produce otro artículo que no produce A y se establece intercambio entre ellos, el comercio surge debido a la carencia de la otra mercancía en cada país” (Torres Gaytán, 2003 (or.1972), p.81).
Fue en las últimas décadas del siglo XX cuando la utilización de los términos ventajas absoluta y comparativa alcanzó su clímax en el marco de los inicios de la globalización actual. Ya en la década de 1980, además de las variantes hasta aquí referidas sobre ventajas comerciales, se usaba el término ventaja competitiva, como en el texto “Esencialmente, los derechos compensatorios están destinados a contrarrestar la ventaja competitiva de que se benefician las exportaciones subvencionadas” (Acuerdo General de Aranceles y Comercio, 1990, p.31). Un diccionario la define como la que obtiene una empresa -o, podríamos añadir un país, como en la cita anterior- “cuando los competidores renuncian a tratar de imitar o copiar la estrategia que está aplicando” (Rodríguez, 2009, p.114). Empero, la acepción de este término es variable porque en otro diccionario reciente se le define como las ventajas “que no provienen de la dotación específica de recursos naturales de un país o de otros factores semejantes, sino de las habilidades y la tecnología que se incorporan a los procesos productivos” (Sabino, 1994, p.287).
BASF (2019) Digitalización en una planta productiva en Ludwigshafen.
Palabras relacionadas: ganancia, productividad, costo de oportunidad, recursos, trabajo, costos relativos, competencia.
Vínculos de interés:
“Absolute Advantage” (video) [2021] en Investopedia, https://www.investopedia.com/terms/a/absoluteadvantage.asp [Consulta: 25/X/21].
“Absolute vs. Comparative Advantage: What’s the Difference?” (video) [2020] en Investopedia, https://www.investopedia.com/ask/answers/033115/what-difference-between-comparative-advantage-and-absolute-advantage.asp [Consulta: 25/X/21].
“Ventaja comparativa y ventaja absoluta” (video) [s.f.]. California, Khan Academy,
Bibliografía
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Genovesi, Antonio, Abate (1804), Continuación de la primera parte de las lecciones de comercio o bien de economía civil, trad. Victorian de Villava, Madrid, Imprenta de Don José Collado, tomo 2º. Disponible en: https://digibug.ugr.es/handle/10481/7690 [Consulta: agosto de 2021].
Mankiw, N. Gregory (2004) Principios de Economía. 3ª edición, Madrid, McGraw-Hill / Interamericana.
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Rodríguez, Carlos E. (2009) Diccionario de economía etimológico, conceptual y procedimental. Edición especial para estudiantes. Mendoza, s.e. Disponible en: Sitio Eumed https://www.eumed.net/diccionario/dee/dee.pdf [Consulta: 5 de agosto de 2021].
Roel, Virgilio (1969) “Regiones marginadas. Desarrollo equilibrado” en Heraldo de México, Los Ángeles, 7 de marzo, p.2 [Publicado originalmente en El Comercio, Lima]. Disponible en: Base de datos Hispanic American Newspapers 1806-1980 en BIDI UNAM https://bidi.unam.mx/ [Consulta: 5 de agosto de 2021].
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Torres Gaytán, Ricardo (2003 (or.1972)) Teoría del comercio internacional. 14ª ed, México, Siglo Veintiuno Editores.
Acerca de la autora
Isabel Avella Alaminos. Doctora en Historia (2006) por el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México. Realizó una estancia posdoctoral en la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Economía de la UNAM (2007-2009). Profesora de tiempo completo definitiva en el Departamento de Historia del Sistema Universidad Abierta y Educación a Distancia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Sus líneas de investigación son la historia del comercio exterior de México en el siglo XX y la historia de la historia económica.