Autores:Jonathan Montero Oropeza y Anabell Romo González
“En la historia regional mexicana, se descubre rápidamente un hecho interesante: las regiones son como el amor: son difíciles de describir, pero las conocemos cuando las vemos”.
Eric Van Young
El concepto de región es de uso bastante común más allá del ámbito académico, por ejemplo, es frecuente escucharlo en discursos políticos, programas de ordenamiento territorial o en planes de estrategias de expansión empresarial. La alusión a las regiones (el Bajío, Tierra Caliente, la Huasteca, Latinoamérica) es frecuente en novelas literarias, películas, canciones populares o crónicas deportivas. Definir o conformar una región puede tener objetivos científicos, políticos o didácticos.
Paula Nicho Cúmez (2005) Canto a la naturaleza. Guatemala (pintura). 24″ x 32″. cat. PNC-011
Una región es una porción del territorio en cuyo interior se cumplen requisitos de articulación, vinculación, integración, semejanza y homogeneidad, que se definen a partir de criterios de carácter físico-natural, y de procesos y relaciones económicas, sociales y políticas. Así, las unidades de estudio permitirán identificar similitudes y diferencias entre diversos territorios. Cuando hablamos de región, existe una vinculación con cuestiones de índole identitaria. Alrededor de la región se generan discursos que intentan exaltar las cualidades ambientales, económicas o culturales de un espacio geográfico para fomentar cohesión social y distinción, con respecto a otras unidades territoriales. En un país como México, que ha sido considerado como un mosaico multicolor, o un territorio conformado por miles de Méxicos, multi-Méxicos (González, 1991, p. 26) las regiones son buenas para comprenderlo. Históricamente las regiones han ayudado a resolver la tensión entre la generalización y la particularización. Reconcilia la microperspectiva con la macroperspectiva en un país que es suma de muchas particularidades y diversos comportamientos.
En ese contexto, resulta muy útil la precisión sobre la etimología del vocablo región, la cual deriva del latín regio que a su vez se relaciona con el verbo regere, el cual quiere decir “trazar límites, dirigir, guiar, mandar, regir”. De ahí que en las lenguas europeas tuviera relación con significados emparentados a cuestiones concernientes sobre límites, zonas o territorios. En ese contexto, Leal (1998, p. 1) distinguió tres escalas en que se utiliza la palabra “región”, las cuales vamos a identificar con base en algunos ejemplos.
a) Escala supranacional: regiones constituidas por varios países: Iberoamérica, Hispanoamérica, Latinoamérica, Cuenca del Pacífico, la Unión Europea.
b) Escala infranacional/supraurbana: se distinguen territorios constituidos por varios estados o porciones territoriales de entidades federativas o municipios: Huasteca, Tierra Caliente de Michoacán, el Bajío, la Costa de Chapala.
c) Escala infraurbana: las unidades son al interior de las ciudades, por ejemplo, el Polígono de Las Joyas en León, Guanajuato; la Pensil o Polanco en Ciudad de México; o el barrio de Analco y la parroquia de Santa Teresita en Guadalajara.
Figura 1. Escalas territoriales aplicadas a la región. Fuente: Leal (1998)
Cabe recordar que los pioneros en utilizar el concepto de región fueron especialistas del campo de la geografía y la economía; los primeros con el objetivo de describir las interrelaciones espaciales entre el medio físico y el ámbito social, mientras que los segundos lo usaron como un instrumento para describir, clasificar y explicar las actividades económicas, analizar sistemas de intercambio, lugares centrales y vínculos comerciales, considerando la definición que Van Young proponía sobre región definida como “la espacialización de una relación económica” (Van Young, 1991, p. 101). A pesar de su relevancia académica, los estudios económicos en términos teóricos y metodológicos, carecían de referencias culturales presentes en el territorio. Paulatinamente, diversos científicos sociales (antropólogos, historiadores, sociólogos, politólogos, arqueólogos, ecólogos) comenzaron a utilizar la categoría de región. En ese contexto, la región se delimita con base en procesos, vínculos e imaginarios sociales que se observan. Los académicos, instituciones, grupos de poder y grupos en resistencia delimitan las regiones, de acuerdo a sus intereses y necesidades, por lo que puede ser difícil o ineficiente la identificación de regiones a través de periodos largos de tiempo.
Además, los historiadores tomaron conciencia de que las regiones se mimetizan con el cambio del lente de enfoque, sea éste el cultural, social, económico, político, demográfico, administrativo o vivencial (Boehm, 2009, p. 26). Los criterios con que se define una región tienen que ver con la postura del autor o grupo de trabajo que lo diseñe, así que las regiones son resultado de elaboraciones históricas y geográficas de carácter colectivo. El cúmulo de estudios impulsados por las diversas instituciones que organizan la vida social, generan “configuraciones regionales” (Fábregas, 2010). Las concepciones que se tienen sobre una región no son uniformes, no son datos a priori, puesto que dependen de la perspectiva de quien las configura o de los objetivos propios de la investigación, e incluso de la institución que la realice.
La regionalización no solamente se delimita con base en parámetros del orden de la geografía física o en procedimientos estadísticos; considerar factores cualitativos es fundamental, puesto que permite reflexionar sobre cuestiones inherentes a la cultura, los actores sociales y las instituciones que, como ya se expuso, organizan el espacio geográfico. Para elaborar un estudio regional es indispensable pensar en las relaciones e interacciones existentes entre las partes que integran su sistema, en ese sentido es importante considerar las diferentes escalas en las que se pueden analizar estas complejas relaciones.
Diego Rivera (1947) Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central. Mural. Ciudad de México.
Las alianzas y pactos entre los diversos grupos, conduce a concluir que la región debe explicarse a partir de un análisis de las relaciones entre facciones, con la finalidad de ubicar cómo algunas “voluntades” se imponen sobre otras, conformando y creando historias, tradiciones y símbolos que parecieran ser, a simple vista, el consenso general (Montes, 2011, p. 30). Por ello, resulta conveniente considerar las relaciones de poder presentes en el territorio, porque éstas ponen en juego prácticas según los capitales (económico, social, cultural, simbólico) de los diferentes actores sociales presentes en el territorio.Dentro de una región se localizan diferentes grupos de poder que interactúan con el fin de legitimarse y tener influencia sobre el resto de la población. Un ejemplo de cómo los vínculos económicos y de reciprocidad humana ayudan a comprender las relaciones socioeconómicas dentro de una región es el que realizó González de la Vara (2013) en cuya obra se plasma el caso de una región paletera en Michoacán, alrededor del municipio de Tocumbo, que dio paso al impulso de las famosas paleterías La Michoacana.
Las aplicaciones y estudios sobre las regiones se manifiestan en distintas obras que intentan presentar soluciones y estrategias de acción a las problemáticas que aquejan a un territorio, como lo son los programas de desarrollo estatal o regional que realizan las instituciones gubernamentales. Mientras que algunas investigaciones se enfocan hacia el interior, buscando la recuperación de legados paisajísticos, históricos, económicos y culturales, para generar sentidos de comunidad, lazos identitarios y apego al terruño; este tipo de trabajos también cumplen con la función de impulsar una imagen hacia el exterior, para crear un sello regional distintivo y así atraer capital, empresas, comercio o turistas.
Para esclarecer el panorama sobre la región, se pondrán dos ejemplos al lector: el caso de Tierra Caliente en Michoacán y el caso del Bajío.
En términos oficiales, el estado de Michoacán cuenta con diez regiones: Bajío, Cuitzeo, Infiernillo, Lerma-Chapala, Oriente, Pátzcuaro-Zirahuén, Purépecha, Sierra-Costa, Tepalcatepec y Tierra Caliente, esta última se localiza en la porción centro-oriental del estado y se conforma por los municipios de Carácuaro, Huetamo, Madero, Nocupétaro, Tacámbaro, Turicato y San Lucas (Mapa 1).
Mapa 1. Municipios y regiones del Estado de Michoacán. Fuente: https://es.scribd.com/doc/96886690/1-Mapa-Municipios-Michoacan
Se debe comprender que la región es un instrumento de investigación, útil para la planeación, la administración pública y la puesta en marcha de programas de desarrollo centrados en parámetros culturales locales (Fábregas, 2010). En el caso de Tierra Caliente, las instituciones del Estado consideraron para su regionalización parámetros de orden físico (el clima, el relieve, la flora) y la composición de los grupos humanos, los cuales tienen una considerable raigambre católica y se encuentran asociados a una cultura ranchera, condimentada por la presencia de antiguos cacicazgos locales de impacto regional.
En el imaginario michoacano, a menudo se identifican como parte de Tierra Caliente, no solamente a los municipios identificados en el mapa, sino también a los municipios de las regiones vecinas de Tepalcatepec e Infiernillo. Lo anterior da pauta para señalar que las regiones conformadas desde las instituciones gubernamentales no siempre coinciden con las que están presentes en los idearios de los contingentes humanos.
En esta región alejada, a la que el historiador Luis González y González llamó el “fondillo del mundo”, los caciques se convirtieron en figuras sobresalientes, al articularla con los representantes del Estado. La situación sociopolítica de Tierra Caliente se puede explicar a la luz del proceso posrevolucionario, que dió paso a que los comerciantes y militares se convirtieran en los actores más importantes de la región, configurándose como una élite local cuyos vástagos formarían posteriormente organizaciones empresariales tales que hacia inicios del siglo XXI se consolidaron como verdaderos grupos de poder regional. Al ocupar puestos administrativos y al encabezar los ayuntamientos de la región, controlaron los recursos territoriales y se beneficiaron de los proyectos de desarrollo, relacionados con el comercio, la agricultura y la ganadería.
Si entendemos que la región es el resultado de un proceso que vincula en el tiempo y en el espacio a la cultura, la sociedad, el medio ambiente y la historia (Fábregas, 2010), en Tierra Caliente, como ya se expuso, se conjugan las cuestiones de índole climatológica, con cuestiones de índole sociocultural.
Tierra Caliente, aunque se identifica como una región michoacana, tiene una gran relación con el Estado de Guerrero. En primer lugar existe una profunda correlación histórica por el hecho de que los municipios de Ciudad Altamirano, Arcelia, Zirándaro y Pungarabato pertenecieron en su momento a Michoacán, lo que deja huella hoy en día en los vínculos familiares existentes entre ambos estados, así como en los patrones de comportamiento de los pobladores. Por ejemplo, para muchas familias de Huetamo y San Lucas, Ciudad Altamirano representa un lugar de esparcimiento durante los fines de semana o en periodos vacacionales.
En términos comerciales, la producción de frutas como melón en Huetamo y melón y mango en San Lucas, encuentra un mercado próximo en Zirándaro y Ciudad Altamirano, Guerrero; de la misma forma que otros productos distintos como joyería de oro, artesanías y artefactos de cobre. En este punto es relevante considerar que el complicado relieve del este de Michoacán y las sinuosas redes carreteras favorecen que las estrategias comerciales de los terracalentenses se efectúen hacia Guerrero.
El río Balsas es muy representativo para los terracalentenses y guerrerenses no sólo en términos materiales con la pesca de la mojarra y bagre, sino también en términos culturales como referente simbólico de socialización. Otros aspectos culturales a resaltar que fortalecen el vínculo entre Tierra Caliente y Guerrero son la tradición cristera regional y algunos rituales sacramentales de la fe cristiana, como las peregrinaciones de guerrerenses para venerar a la Virgen Inmaculada de San Lucas y al Cristo Negro de Carácuaro.
Tierra Caliente oscila entre una región pivotal y una región asociativa. Las regiones pivotales son aquellas que cumplen un papel central en la conformación histórica del espacio regional, es decir, son regiones “auto constituidas” a partir de la formación de las identidades locales. Mientras que las regiones asociativas son las que se configuran, generalmente de manera voluntarista, a partir de consensos entre gobierno y sociedad para la gestión de recursos, las cuales se articulan internamente con base en relaciones de poder Preciado (2003, p. 329). En el caso de Tierra Caliente, se puede decir que es pivotal, puesto que existe un proceso identitario con base en una cultura ranchera, las festividades regionales vinculadas con la fe católica y en actividades propias de la agricultura y el comercio. Los factores fisiográficos y climatológicos también juegan un papel trascendental en el imaginario de los habitantes de este lugar. Asimismo, se puede decir que es asociativa, porque existen en ella relaciones de poder para la gestión de recursos humanos y naturales, con sus respectivos y complejos procesos de organización social.
El otro ejemplo que se abordará es el del Bajío. La mayoría de los estudiosos concuerdan que el Bajío se forma por cuatro estados de la república: Querétaro, Jalisco, Michoacán y Guanajuato, siendo este último al que por lo regular apuntan los imaginarios sobre esta región. El Bajío se refiere a la serie de lomeríos y llanuras aluviales que formó el río Lerma, las cuales se encuentran interrumpidas por sierras bajas que se extienden desde el estado de Querétaro hasta el Lago de Chapala. La frontera topográfica del Bajío apunta hacia el norte de la sierra de Guanajuato, la cual se vincula geográficamente con la sierra Gorda; mientras que hacia el sur y el oeste colinda con Arandas y Tepatitlán en los Altos de Jalisco (Chávez, 2012, pp. 19-21).
Antes de la llegada de los españoles, lo que comprendemos actualmente como el Bajío estaba habitado por grupos otomíes y purépechas. Durante la colonia, a la región se le conoció como “el granero de México”, debido a la fertilidad de sus tierras. Chevalier (1975) señaló que el escenario climático, hidrológico y el relieve, crearon las condiciones favorables para impulsar labores agrícolas y ganaderas. La ganadería tuvo un importante desarrollo en la región, lo cual derivó en el establecimiento de fábricas procesadoras, además de la implementación de obras hidrográficas en el siglo XVI y XVII así como el desarrollo de pequeñas presas.
El hallazgo de las vetas argentíferas que los españoles encontraron en la sierra de Guanajuato, configuró el núcleo territorial económico en cuanto a las principales actividades económicas: la minería, la agricultura, y la ganadería; lo que originó una compleja red de articulación y comunicación. Además de ser una región geomorfológica, el Bajío se convirtió en una región económica debido al desarrollo de la minería, alrededor de la cual se constituyeron núcleos agrícolas. Esto generó núcleos de articulación y poder regional, así como un crisol de mestizaje en el que concurrieron indígenas descampesinizados, africanos libertos y blancos empobrecidos fundidos en una masa de mineros asalariados e independientes, pequeños empresarios comerciales y agrícolas lumpenproletarios. (Wolf, 1955; Brading, 1975; De la Peña, 1991, p. 146; Moreno-Toscano y Florescano, 1993).
Al final del periodo colonial el Bajío perdió -si alguna vez la tuvo- la oportunidad de formar una sola entidad político-administrativa. Esto permitió separar una porción territorial del ancestral Bajío para conformar cuatro Bajíos: el Bajío guanajuatense, el Bajío michoacano, el Bajío queretano y el Bajío jalisciense, cada uno con sus respectivas subdivisiones (Chávez, 2005, p. 131). Por ejemplo, en el territorio del Bajío guanajuatense se consideran diversas subdivisiones con base en las actividades industriales y agrícolas; se tienen el Bajío Sur, el Corredor Industrial Abajeño y el Bajío Leonés (Mapa 2).
Fuente: Montero, J. (2014). El proceso de producción espacial en torno a la empresa del fútbol en León, Guanajuato (1943-2014). Tesis de Maestría. La Piedad: El Colegio de Michoacán.
Otro sello de gran relevancia en el Bajío guanajuatense es su fuerte adscripción al conservadurismo. Hacia las décadas de los veinte, treinta y cuarenta del siglo XX, la presencia de los cristeros y posteriormente de los sinarquistas, conformaron una cultura regional cuyo epicentro se asentó en el municipio de León de los Aldama. Ambos movimientos reforzaron una religiosidad sumamente profunda entre sus habitantes, lo cual se manifiesta en rituales relacionados con liturgias católicas como las procesiones y las peregrinaciones hacia el cerro del Cubilete en Silao y las oraciones al Ángelus al filo del mediodía, en los talleres de calzado de la ciudad.
Al catolicismo de la población y la influencia de la Iglesia, cabe añadir que los grupos de poder de Guanajuato explotan la idea de las regiones del Bajío guanajuatense como uno de los espacios geográficos más representativos del país, donde se gestó la lucha de la independencia, además del surgimiento de íconos de la “mexicanidad”, como el charro y la música ranchera; de la misma forma se hace alusión a representantes de la cultura popular mexicana, siendo los ejemplos por excelencia la salamantina Flor Silvestre, el silaoense Jorge Negrete y el dolorense José Alfredo Jiménez.
Con los ejemplos anteriores buscamos ilustrar a lo que se hace alusión cuando se habla de región, a ese apego al terruño con base en las concepciones y percepciones del paisaje geográfico, a esos rasgos productivo que comparte la población, a ese proceso socio-cultural común, a esa primera distinción o diferenciación hacia adentro en la configuración de una comunidad socioespacial, y a esa distinción hacia afuera en el distanciamiento respecto de las otras regiones.
Palabras relacionadas: paisaje, espacio, economía, agricultura
Bibliografía
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Vínculos de interés:
Para utilizar el mapa interactivo de la OCDE con indicadores demográficos y económicos de regiones y ciudades haz clic en la siguiente liga: https://www.oecd.org/cfe/regionaldevelopment/oecdexplorer.htm
Para conocer un poco sobre la desigualdad de oportunidades entre las regiones de México haz clic en la siguiente liga: https://ceey.org.mx/movilidad-social-en-mexico-las-cinco-regiones/
Para revisar los indicadores y análisis del Banco de México de las economías regionales haz clic en la siguiente liga: https://www.banxico.org.mx/publicaciones-y-prensa/reportes-sobre-las-economias-regionales/reportes-economias-regionales.html
Para leer sobre los proyectos de desarrollo regional que actualmente se manejan en nuestro país haz clic en la siguiente liga: https://www.proyectosmexico.gob.mx/por-que-invertir-en-mexico/desarrollo-regional/
Acerca de los autores
Jonathan Montero Oropeza
Licenciado en Geografía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), maestro en Geografía Humana por El Colegio de Michoacán, Unidad La Piedad y Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Guadalajara (UdeG). Se ha desempeñado como profesor en la Universidad de Guanajuato, Campus León, en las licenciaturas de Desarrollo y Gestión del Territorio, Trabajo Social, Sociología y Ciencias Políticas y Administración Pública. Actualmente es profesor en la licenciatura de Desarrollo Territorial en la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES), Unidad León, de la UNAM. Candidato a Investigador del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Sus líneas de investigación son: geografía del deporte, sociología de empresas y empresarios; desarrollos geográficos desiguales; geografía cultural y geografía del turismo.
Anabell Romo González
Licenciada en Historia. Maestra en Estudios Latinoamericanos. Candidata a Doctora en Estudios Latinoamericanos, con la investigación: “La cultura hispanoamericana y las ciudades letradas. La Real Universidad de México y la Universidad Mayor de San Marcos de Lima en el siglo XVI”.
Profesora de Metodología de las Ciencias Sociales I y II en el Departamento de Historia en el Sistema de Universidad Abierta y Educación a Distancia (SUAyED) y de Geografía e Historia en el Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM. Responsable del proyecto de investigación “La Metodología de la Historia en el siglo XXI” de la FFyL, PIFFYL 2016 026. Ha colaborado en los proyectos de investigación La expansión marítima de Europa y sus efectos en América y Centroamérica y México durante la independencia realizando labores de investigación archivística, documental y bibliográfica. Ha participado en seminarios y encuentros de investigación como el Seminario de Estudios Novohispanos, el Encuentro de Investigadores del Pensamiento Novohispano y el Seminario Internacional sobre Asia Oriental y América. Actualmente es miembro ordinario de la Asociación Interdisciplinaria para el estudio de la Historia de México.