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Historia Económica

Mercado

Autores: Juan Carlos Morales Soto y Omar Velasco Herrera

La palabra Mercado viene del latín mercatus y su origen más remoto proviene de la raíz merk usada por los etruscos hacia el siglo VIII antes de nuestra era. Mercatus viene del verbo mercari (comprar) y de la raíz merx (mercancía). Está relacionado con mercurio (dios del comercio) y con mercadería y mercelogía (disciplina que estudia las mercancías). Esta raíz también dio origen a la palabra merces (paga, recompensa), de la cual derivan merced y mercenario. El inglés market y el alemán mark también provienen del latín mercatus.

Así pues, el mercado es el lugar donde compradores y vendedores se ponen en contacto y establecen precios de intercambio. Esta definición es bastante amplia y permite englobar a muchos tipos distintos de mercados. Existen los mercados locales, urbanos, regionales, nacionales, e internacionales. Existen mercados especializados en la comercialización al menudeo y al mayoreo, al igual que aquellos en donde solo se comercializa un producto en particular. Los mercados negros, destinados a la venta clandestina de algún bien o servicio que viola las restricciones impuestas por los gobiernos o autoridades internacionales, también han sido parte de la evolución histórica del mercado (Ricossa, 1990, pp.377-380). Bajo esta definición, el mercado es un espacio que está vinculado a la existencia de un excedente dentro del proceso de producción, sin el cual la vida económica estaría reducida al autoconsumo; de aquí se deriva que la idea de una economía de mercado está relacionada con el nacimiento del capitalismo.

El mercado, como un lugar de intercambio, ha sido parte de la vida social de la humanidad. En su forma más elemental, con aglomeraciones, fuertes olores, diversos colores y la frescura de los artículos perecederos que en él se ofrecen, estaba ya presente en Pompeya y la antigua Grecia. Los conquistadores españoles describieron el esplendor y la organización del mercado de Tlatelolco, que se encontraba junto a Tenochtitlan, en lo que actualmente es la ciudad de México. Y estudios realizados en torno a la fluctuación de precios de diversos cereales en el siglo XII han probado la existencia de mercados en Europa que podrían ser considerados modernos (Braudel, 1984, pp. 5-9).

Sin embargo, esa forma elemental de intercambio se transformó al ritmo de la expansión comercial transatlántica, vinculada con la llegada de los europeos a América y, sobre todo, con el flujo de la plata andina y mexicana que le dio un gran impulso al sistema mercantil y expandió el tamaño de los mercados a nivel mundial. Esto dio pie a un proceso histórico denominado la temprana globalización, fenómeno en el que el metal argentífero jugó el papel de equivalente general dentro del mercado mundial.

Para comprender mejor esa transformación en los mercados podemos apoyarnos en la literatura clásica. En 1776, Adam Smith publicó An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, conocida simplemente como La riqueza de las naciones; allí, el autor sostiene que los seres humanos tienen una propensión natural al intercambio, la cual está dada por la necesidad de satisfacer sus necesidades mediante el trato, trueque o compra. Esta acción está dada por la vida social que despliegan los humanos, quienes, a diferencia de otros seres vivos, dependen de la cooperación de grupos amplios de personas. De hecho, Smith sostiene que el grado de civilización estará dado por la amplitud de estos intercambios y, por lo tanto, del tamaño del espacio en donde se llevan a cabo, es decir el mercado. Al mismo tiempo, el tamaño del mercado delimita la división del trabajo, la cual es responsable del potencial productivo del trabajo como fuente del valor de las mercancías y de la riqueza; por ello, cuando el mercado es pequeño nadie estará dispuesto a dedicarse por entero a una ocupación (Smith, 1958 (or 1776), p.20).

El orden providencial, indagado por Smith desde la filosofía moral, lo llevó a plantear un mecanismo virtuoso del mercado, conocido en la historia del pensamiento económico como la mano invisible. En uno de los pasajes más famosos de su obra el autor observa cómo los individuos procuran emplear su capital de tal forma que su producto rinda más valor, y al hacerlo “cada uno de ellos colabora de una manera necesaria en la obtención del ingreso anual máximo para la sociedad. Ninguno se propone, por lo general, promover el interés público, ni sabe hasta qué punto lo promueve… únicamente considera su seguridad… sólo piensa en su ganancia propia; pero en este como en otros muchos casos, es conducido por una mano invisible a promover un fin que no entraba en sus intenciones… al perseguir su propio interés, promueve el de la sociedad de una manera más efectiva que si esto entrara en sus designios.” (Smith, 1958 (or 1776), pp.400-402). El mercado aparece como ese lugar en donde el intercambio sirve como medio para que los individuos logren sus intereses personales concertando las pasiones individuales, alcanzando la armonía social y, de paso, la prosperidad (Nadal, 2010, p.5).

El nacimiento de las relaciones capitalistas de producción y la expansión de la economía de mercado se da a partir del proceso de decadencia del sistema feudal, a fines del siglo XIV. Dos elementos históricos que permiten entender el nacimiento del mercado como mecanismo rector de las relaciones sociales que teoriza Adam Smith son, por un lado, el triunfo de las luchas campesinas que pusieron fin a la servidumbre en Europa occidental, por el otro, el proceso súbito y violento de cercamientos en Inglaterra que separó al campesinado de la tierra, su principal medio de subsistencia. En ese sentido, Carlos Marx consideró al mercado como el resultado de un proceso histórico de escisión entre productor y medios de producción: la acumulación originaria. La expropiación y desalojo de una parte de la población rural liberada de su relación con la tierra ponía a disposición del capital industrial el trabajo libre, los medios de subsistencia y las materias primas, es decir, estábamos ante lo que Marx denominó la creación del mercado interno (Marx, 1992a (or 1867), pp. 891-937).

El mercado se conformó entonces como el escenario en donde se desarrolla el proceso de intercambio: la transformación de las mercancías en dinero y su reconversión de dinero en mercancía, elemento que Marx denominó la esfera de la circulación, el punto de partida del capital. Todo nuevo capital entra por primera vez en escena mediante el mercado, ya sea el mercado de materias primas o de dinero, el cual habrá de convertirse en capital a través del proceso de trabajo (Marx, 1992 (or 1867), pp.128-180). Es en la esfera de la circulación en donde se encuentra una mercancía que posee la virtud de ser fuente de valor: la fuerza de trabajo. El capital sólo surge allí donde el poseedor de medios de producción y de subsistencia encuentra al obrero libre como vendedor de su capacidad para trabajar a cambio de la cual recibe un salario con el cual adquiere los medios de su subsistencia a través del propio mercado (Marx, 1992 (or 1867), pp.203-207). La presencia del trabajo como mercancía significó en gran medida la consumación del mercado como el espacio rector de las relaciones sociales de producción.

Esta conceptualización del mercado como resultado de un proceso histórico cambiará hacia 1874, cuando el economista francés León Walras (1831-1910) presenta su obra Éléments d’Économie Politique Pure ou Théorie de la Richesse Sociale. Como parte del movimiento teórico marginalista, la obra de Walras formuló uno de los preceptos más importantes de la economía teórica vinculados con el mercado: la idea del equilibrio general, del cual se derivó el principio de su capacidad para asignar recursos en el marco de una economía de competencia perfecta.

A través de un sistema de ecuaciones que determinan precios y cantidades se estableció un principio donde la suma de la demanda debía igualar a la suma de la oferta, determinando así un precio que garantiza el vaciado del mercado. La idea central del esquema conceptual fue que las fuerzas de la competencia conducen a un equilibrio entre la oferta y la demanda en cada mercado de manera simultánea, garantizando así el equilibrio y la interrelación de todas las actividades económicas (Nadal, 2010, pp.6-7). Se trata de una conceptualización del mercado que reafirma la perspectiva de otro economista francés clásico de principios del siglo XIX, Jean-Baptiste Say, quien formuló la idea de que la producción de bienes genera una demanda efectiva suficiente para comprar todos los bienes ofrecidos. Este principio, que es conocido como la ley de los mercados o ley de Say, se convirtió en una perspectiva hegemónica sobre el equilibrio del mercado hasta el estallido de la primera guerra mundial y la crisis de los años treinta del siglo XX (Galbraith, 2011, p.95).

El modelo de equilibrio general walrasiano representó uno de los núcleos duros del paradigma marginalista y, en gran medida, la formalización matemática de la ley de los mercados de Say, aunque construida bajo los parámetros de la llamada utilidad marginal como punto de partida analítico. León Walras junto con William Stanley Jevons (1835-1882) y Carl Menger (1840-1921) fueron los pensadores más importantes de este replanteamiento teórico. A Menger se le considera el fundador de la escuela austriaca, de la cual surgieron nuevas generaciones de estudiosos que comenzaron su cruzada a favor del mercado durante el periodo entre guerras como respuesta a la preponderancia de las economías planificadas, en las que el Estado comenzaba a tener el mayor peso económico. Entre estos pensadores destacan, por sus aportaciones a la conceptualización del mercado, Ludwig von Mises (1881-1973) y Friedrich von Hayek (1899-1992), defensores de las cualidades del mercado, críticos de la intervención gubernamental y responsables del cómo se entiende actualmente al mercado (Romero Sotelo, 2016, pp.15-21).

Ludwig von Mises publicó en 1922 el libro titulado Socialismo, en el cual hace una crítica al modelo económico socialista, con la Unión Soviética como principal referente. Lo más relevante de esta obra es la conceptualización de mercado que allí expone. Según Mises el socialismo es imposible porque busca eliminar el sistema de precios, y sin ellos no se puede organizar la vida económica porque no es posible saber qué es lo que necesitan las personas, “el precio es un signo que incorpora de manera automática toda esa información” (Escalante Gonzalbo, 2015, p.34). Por lo tanto, para Mises el mercado no es únicamente el espacio donde se da la circulación y el intercambio de mercancías, es también un mecanismo que permite procesar una cantidad de información que sería inmanejable bajo cualquier otra forma, y cuyo resultado son los precios. Esta definición de mercado es compartida por Friedrich Hayek, perspectiva a la que se suma la idea del orden espontáneo generado por la idea de un mercado que es eficiente y que ofrece “una forma singular de conocimiento, sin reflexión: automático. Un conocimiento total, que suma lo que en conjunto saben todos, pero que no sabe nadie.” (Escalante Gonzalbo, 2015, p.43). En ese sentido, desde la perspectiva de Hayek el mercado es más sabio que cualquier individuo o grupo humano, se funda en la justicia conmutativa, es decir, en el equilibrio tras el intercambio de bienes (Vergara Estévez, 2015, pp.179-193).

El mercado implica entonces un orden social espontáneo que hace posible la cooperación de individuos, este orden está basado en la reciprocidad de beneficios, por lo que Hayek propone denominar a este orden espontáneo del mercado como “una catalaxia”, guardando analogía con el término ‘cataláctica’, que se ha propuesto a menudo como un sustituto del término ‘económico’ (tanto ‘catalaxia’ como ‘cataláctica’ derivan del antiguo verbo griego katallattein que, significativamente, da el sentido no sólo de ‘traficar’ y ‘cambiar’ sino también de ‘admitir en la comunidad’ y ‘convertir de enemigo en amigo’) (Hayek, 1966, p.184). Si bien es cierto que, en esta perspectiva, la intervención estatal en los procesos estrictamente de mercado se considera perjudicial, se acepta que el Estado debe cumplir con ciertos objetivos que no son del todo posibles mediante el primero y que aseguran condiciones necesarias para su existencia y funcionamiento: seguridad, justicia, regulación monetaria, derechos de propiedad, los sistemas de contratos y estímulos a la competencia (Hayek, 1996 (or 1931), pp.45-53). Bajo esta perspectiva se ha concebido también la idea de una economía social de mercado, formulada por el ordoliberalismo alemán, que buscó garantizar condiciones sociales básicas a través del Estado y al mismo tiempo promover las virtudes del mercado.

Palabras relacionadas:

economía, ventaja absoluta y comparativa, balanza comercial, subdesarrollo, desigualdad.

Vínculos de interés:

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Bibliografía:

Braudel, Fernand. (1984), Civilización Material, economía y capitalismo, siglos XV-XVIII, tomo II, Los Juegos del Intercambio, Madrid, Alianza Editorial.

Escalante Gonzalbo, Fernando (2015), Historia mínima del neoliberalismo, México, El Colegio de México.

Galbraith, John Kenneth (2011), Historia de la economía, Barcelona, Ariel.

Hayek, Friedrich A. (1996), Precios y Producción. Una explicación de las crisis de las economías capitalistas, Madrid, Unión Editorial, Colección Nueva Biblioteca de la Libertad.

Hayek, Friedrich A. (1966), Los Principios de un Orden Social Liberal. Trabajo presentado en el encuentro de Tokio de la Sociedad Mont Pelèrin, septiembre de 1966, disponible en: http://www.hacer.org/pdf/Hayek07.pdf

Marx, Karl (1992). El Capital, Tomo I/Vol.1, Libro Primero. El Proceso de Producción del Capital, México, Siglo XXI.

Marx, Karl (1992a). El Capital, Tomo I/Vol.3, Libro Primero. El Proceso de Producción del Capital, México, Siglo XXI.

Nadal, Alejandro (2010), El Concepto de Mercado, México, Instituto de Investigaciones Sociales, Conceptos y Fenómenos Fundamentales de Nuestro Tiempo, Universidad Nacional Autónoma de México. Versión electrónica: http://conceptos.sociales.unam.mx/conceptos_final/450trabajo.pdf

Ricossa, Sergio (1990), Diccionario de Economía, México, Siglo XXI.

Romero Sotelo, Ma. Eugenia (2016), Los Orígenes del neoliberalismo en México. La Escuela Austriaca, México, Fondo de Cultura Económica.

Smith, Adam (1958), Investigación sobre la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones. Vigésima reimpresión, 2017, México, Fondo de Cultura Económica.

Vergara Estévez, Jorge (2015), Mercado y Sociedad. La Utopía Política de Friedrich Hayek, Chile, Corporación Universitaria Minuto de Dios, Centro de Pensamiento Humano y Social, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Chile. Versión electrónica: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20150604121247/Mercado.pdf

Acerca del autores

Juan Carlos Morales Soto. Licenciado en Economía por la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y especialista en Historia Económica (2021) por la Facultad de Economía de la UNAM con el ensayo: “El Impacto de la Estancia de Matías Romero en los Estados Unidos en su Proyecto de Reconstrucción de la Hacienda Pública Mexicana, 1868-1872”.

Omar Velasco Herrera. Doctor y maestro en Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. Licenciado en Economía y especialista en Historia Económica por la Facultad de Economía de la UNAM. Profesor Asociado C de tiempo completo en el área de historia económica, Facultad de Economía, UNAM. Sus líneas de investigación son la historia fiscal, bancaria y monetaria de México, siglos XIX y XX, así como la relación entre historia y teoría económica.