Autor:César Duarte Rivera
El pensamiento clásico o “economía política clásica” suele considerarse como la corriente fundacional de la economía como disciplina. A partir de las teorías surgidas de los trabajos asociados con esta corriente la economía comienza su largo camino hacia la cientificidad. Ello le da una importancia fundamental entre las distintas corrientes que conforman la historia del pensamiento económico.
Los autores más importantes que conforman este pensamiento son Adam Smith, David Ricardo, Thomas Robert Malthus y John Stuart Mill, siendo la Investigación sobre la Naturaleza y Causa de la Riqueza de las Naciones de Smith y los Principios de Economía Política y Tributación de Ricardo los textos centrales en torno a los cuales se dio el desarrollo de las ideas del pensamiento clásico. La importancia de esta corriente es tal que existe el consenso, aunque con algunas excepciones, de que Adam Smith debe ser considerado el padre de la economía.
Artista desconocido (1812) Adam Smith, Imagen de “The works of Adam SMith, with an account of his life and writings by Dugald Stewart. London: British Library.
El término de “economía política clásica” fue utilizado por primera vez por Marx para referirse al período “que se inicia en Inglaterra con William Petty y en Francia con Boisguillebert, concluyendo en Inglaterra con Ricardo y en Francia con Sismondi” (Marx, 2008, p.36) El objetivo era distinguir a estos autores de la “economía vulgar” conformada por aquellos pensadores que no era capaces de ir más allá de las representaciones del mercado, sin entender realmente las relaciones reales de producción. Lo que caracteriza a estos autores, según Marx, es que habían logrado llegar a una conclusión que era crítica para el entendimiento del funcionamiento de los sistemas económicos: la relación entre la mercancía y el trabajo.
El valor de la mercancía se encuentra determinado por algo que va más allá de la relación de oferta y demanda establecida en el mercado. Mientras que a partir del juego de dichas fuerzas se determinaba el precio de la mercancía, el valor era algo intrínseco a la misma que podía o no estar en concordancia con el precio. Por tanto, la pregunta en torno al valor de las mercancías fue una característica fundamental del pensamiento clásico. Dicha cuestión se puede entender claramente a través de la famosa paradoja de los diamantes y el agua. ¿Cuál es la razón por la que el agua que es indispensable para los seres humanos tiene un precio tan bajo, mientras que los diamantes que tienen usos tan limitados presentan un precio mucho mayor?
La respuesta se encontraba precisamente en la distinción entre el valor de uso y el valor de cambio. El primero estaba relacionado con la utilidad de los objetos, sin embargo, su importancia en la determinación del valor de cambio, es decir, la cantidad de bienes por la que podía intercambiarse, era menor. Era el valor de cambio entonces, el que resultaba fundamental para entender a los objetos como objetos económicos, como mercancías. Lo que hacía valiosas a las mercancías en términos económicos, no era su utilidad, sino el trabajo que las había producido. “Aquello que se compra con dinero o con bienes se compra con trabajo, tanto como lo que compramos con el esfuerzo de nuestro cuerpo. Ese dinero o esos bienes en realidad nos ahorran este esfuerzo. Ellos contienen el valor de una cierta cantidad de trabajo que intercambiamos por lo que suponemos alberga el valor de una cantidad igual.” (Smith, 1994, p.65) Y aunque se puede encontrar un consenso entre los economistas clásicos en torno a la relación entre trabajo y valor de cambio, el tipo de trabajo a considerar y la manera de medirlo fue una de las principales controversias entre ellos. Así, mientras que para Smith el valor de cambio se encontraba determinado al mismo tiempo por las “penas y fatigas” que supone la adquisición de la mercancía y por la cantidad de trabajo que le permite comprar a la persona que la posee, para Ricardo lo esencial era el trabajo necesario para la producción.
Holmstrom,J, Holford, H (1916) American blacksmithing toolsmiths´ and steelworkers manual. Chicago: Frederik J. & Co. Harold B. Lee Library
Este tipo de conceptos son los que, según Karl Marx, distinguían al pensamiento clásico del resto de la economía política. Y aunque los autores que conformaron esta corriente no se veían como parte de un solo grupo, sí se reconocía claramente la diferencia entre sus ideas y las de aquellos que les habían precedido. El mismo Smith veía una diferencia clara entre las ideas que él defendía y lo que hasta ese momento había estudiado la economía política. Para el autor escocés la economía política era una rama de la ciencia del legislador o el hombre de estado, la cual tenía como objetivo enriquecer tanto al pueblo como al soberano. Dicha cuestión se había intentado resolver de dos maneras, a través del sistema comercial o mercantil y a través del sistema agrícola (Smith, 1994). El primero pasaría a ser conocido como mercantilismo y el segundo como fisiocracia. Esta distinción muestra que Smith veía en su propio sistema algo diferente respecto a la tendencia que llevaba el pensamiento económico hasta esa época.
Lo que distinguía las ideas de Smith del mercantilismo y que se convirtió en una de las características fundamentales del pensamiento clásico fue la defensa de la libertad comercial. De hecho, uno de los fenómenos que más asombraron a Smith era la capacidad que existía de establecer relaciones comerciales que producían resultados favorables para gran parte de los participantes sin necesidad de ningún tipo de intervención, restricción o regulación. Las políticas gubernamentales tendían a dirigir los recursos hacia actividades que no eran las más redituables naturalmente, lo que implicaba que no se estaban dedicando a resolver las necesidades más importantes de la sociedad. Por tanto, lo mejor era la defensa de la libertad económica en la mayoría de los casos, aunque había algunas circunstancias en las cuales la intervención estatal no sólo era deseable sino necesaria.
Si bien es cierto que la defensa del laissez faire también era compartida por la fisiocracia, la diferencia fundamental con esta corriente tenía que ver con que consideraban al producto de la tierra como la única fuente de riqueza. Ello los llevaba, según Smith, a defender políticas que beneficiaban a la agricultura e imponían restricciones a la industria y al comercio. “[…] todo sistema que procure a través de incentivos extraordinarios dirigir hacia un sector especial una cuota del capital de la sociedad mayor de la que naturalmente fluiría hacia él […] retrasa el desarrollo de la sociedad hacia la riqueza y grandeza verdaderas […]” (Smith, 1994, p. 659)
Como se observa, en la interpretación de Smith en torno al papel de la economía política, la intención era encontrar la mejor manera de enriquecer tanto a la comunidad como al soberano, para lo cual era necesario entender el funcionamiento del sistema económico. Esta concepción rompía con el pensamiento anterior al identificar a la economía política con los intereses de la nación, elemento que centró el interés de su investigación hacia las causas que explicaban la producción de riqueza. No obstante, esta visión fue cuestionada por David Ricardo
Para Ricardo, el producto de la tierra se distribuye entre las tres clases de la sociedad: los propietarios de la tierra, los del capital y los trabajadores. “El problema principal de la economía política consiste en determinar las leyes que regulan esta distribución.” (Ricardo, 2003, p. 31) Más allá de enfocarse en la pregunta de las causas de la generación de riqueza, el interés ricardiano era la manera en la que la riqueza se distribuye. Para realizar ese análisis Ricardo recurre a la utilización de otra de las categorías fundamentales del pensamiento clásico, la división de la sociedad en tres clases sociales, las cuales se definen de acuerdo con el papel que ocupan en la producción.
Aunque para Ricardo el valor de cambio de la mercancía estaba dado por el trabajo necesario para producirla, consideraba que en el proceso productivo se conjugaban el trabajo, la maquinaria y el capital, y la tierra. Cada uno de ellos era poseído por una clase social y su participación era recompensada bajo la forma del pago de salarios, beneficios y renta respectivamente. Lo que identifica Ricardo, en concordancia con la visión de Smith, es que existía un conflicto entre la determinación de las proporciones del producto que se adjudicaban a cada uno. Las fuerzas que hacían subir los salarios disminuían los beneficios. Los intereses de los propietarios de la tierra solían ir en contra de los de los dueños del capital.
Aunque este tipo de conflictos se encuentran en Smith, para el autor escocés a fin de cuentas los intereses de la sociedad eran armónicos. Cuando las personas buscan su propio interés terminan beneficiando al resto de la sociedad. Para Ricardo las leyes de distribución llevaban a un estado estacionario en el cual dejaba de existir la acumulación. Dado que la manera en la que funcionan los sistemas económicos llevaba inevitablemente a la reducción de los beneficios beneficiando a los propietarios de la tierra mediante el aumento de la parte del producto que se dirigía a las rentas, llegaba un momento en que la acumulación se detenía y por tanto el sistema dejaba de crecer. Del optimismo de Smith se pasó al pesimismo de Ricardo el cual era compartido en mayor o menor medida por autores como Malthus y John Stuart Mill.
El pensamiento clásico tuvo su auge hasta mediados del siglo XIX. Podemos considerar los Principios de Economía Política de John Stuart Mill publicado en 1848, como el último texto clásico, el cual partía de un sistema ricardiano, pero incorporaba muchas de las críticas que había recibido esa perspectiva, significando en términos prácticos una síntesis de ideas de distintas corrientes. No obstante, el cuerpo central de la teoría de Mill seguía compartiendo las características señaladas del pensamiento clásico.
Artista desconocido (1885) English society. An illustrated and descriptive guide to the great railways of England and their connections with the Continent. London: Morton & Co. University of California Libraries.
Los primeros pasos hacia la caída del pensamiento clásico ocurrieron entre 1871 y 1873 cuando tres pensadores de tres contextos distintos y que no se conocían realizaron una crítica muy similar al estado de la economía política e iniciaron lo que se conoció después como la revolución marginalista. William S. Jevons, Leon Walras y Carl Menger veían gran importancia en el desarrollo del pensamiento clásico, sin embargo, consideraban que había errores fundamentales en estas teorías, específicamente el ignorar el papel de la utilidad y la demanda en la determinación del valor de las mercancías.
Para Jevons era necesario crear un sistema “verdadero” de economía el cual mostraría que “aquel hombre capaz pero equivocado, David Ricardo, desvió el carro de la ciencia económica hacia una línea equivocada- una línea en la que se llevó más hacia la confusión por su admirador igualmente capaz y equivocado, John Stuart Mill.” (Jevons, 2013, pp. lxxii) Por tanto, era necesario “recoger los fragmentos de una ciencia destrozada” y comenzar de nuevo. Para Walras, los problemas del pensamiento clásico tenían que ver además con el método elegido, “¿por qué obstinarse en explicar de la forma más penosa e incorrecta, como a menudo ha hecho Ricardo y a cada instante John Stuart Mill en sus Principles of Political Economy sirviéndose del lenguaje vulgar, cosas que, en el lenguaje matemático, pueden enunciarse en menos palabras y de una manera más exacta y clara?” (Walras, 1987, p. 163) Por tanto, para los marginalistas la perspectiva del pensamiento clásico como fundacional de la economía política debía ser cuestionada. Las teorías y la metodología elegidas estaban equivocadas y habían llevado a la economía política por un camino erróneo, por ello era indispensable corregir el rumbo alejándose de las ideas planteadas por el pensamiento clásico, representado para los marginalistas por las teorías de Ricardo y Mill.
Esta visión fue cuestionada por Alfred Marshall en sus Principles of Economics publicado en 1890. Asumiendo la representación del pensamiento clásico en David Ricardo, Marshall consideraba que la creencia de que la teoría ricardiana había dañado el desarrollo del pensamiento económico, al ignorar el estudio de la demanda, había permitido el desarrollo del estudio del consumo. Sin embargo, para Marshall “[Ricardo] y sus principales seguidores estaban conscientes de que las condiciones de demanda jugaban un papel tan importante como las de oferta al determinar el valor, pero no expresaron su significado con la claridad suficiente, y han sido mal entendidos por todos excepto los lectores más cuidadosos” (Marshall, 2013, p. 71) De esta manera, Marshall veía que en realidad parte de las críticas realizadas al pensamiento clásico, específicamente a Ricardo, eran infundadas. Aunque era verdad que habían dejado de lado el estudio de la demanda ello no significaba que no tomaran en cuenta su importancia en la determinación del valor.
Desde la perspectiva de Marshall las teorías clásicas consideraban que el valor se encontraba determinado por el costo de producción de las mercancías. Ello seguía una vieja interpretación presente desde los tiempos de preeminencia del pensamiento clásico que hasta ese momento había tenido poca importancia. Esto podía identificarse fácilmente con la explicación de la oferta de un bien. Por tanto, para Marshall los clásicos creían que el valor se determinaba a partir de la interacción entre oferta/costo de producción y demanda/utilidad. El problema era que se habían enfocado demasiado en el estudio de la oferta dejando la demanda de lado. La implicación de esto era que el rompimiento que representó la visión marginalista no era tan profundo como en un principio parecía, ya que de hecho ambas visiones eran complementarias. Mientras que unos estaban analizando un lado de la moneda, los otros se habían dedicado a estudiar el otro lado. El pensamiento clásico, entendido entonces como el estudio del costo de producción podría verse en continuidad directa con el pensamiento marginalista.
En la izquierda: Sociedad Científica Argentina (1876) Fábrica de sombreros. Anales de la Sociedad Científica Argentina Smithsonian Libraries. En la derecha: Everett Collection, Lady at Hatshop, Shutterstock
La interpretación de John Maynard Keynes en 1936 es una muestra clara de esta continuidad percibida. En el primer capítulo de la Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero, Keynes, siguiendo a Karl Marx, reconoce a David Ricardo, James Mill y sus seguidores como “economistas clásicos”, pero también incluye a los “continuadores de Ricardo”: John Stuart Mill, Alfred Marshall, Francis Edgeworth y Arthur Pigou, estos tres últimos reconocidos como pensadores neoclásicos para la gran mayoría de los historiadores del pensamiento económico (Keynes, 2003). Y aunque el mismo Keynes reconoce que tal vez esta interpretación sea particular, es una muestra clara de la visión que se tuvo en la época de la continuidad entre las ideas clásicas y las interpretaciones neoclásicas.
En los últimos años, la idea de lo que se entiende como pensamiento clásico ha regresado a una idea más parecida a la perspectiva de Marx, entendiendo a esta corriente como la que dominó el pensamiento económico desde finales del siglo XVIII hasta la segunda mitad del XIX. (Ekelund y Hébert, 2005; Landreth y Colander, 2006). Aunque existe controversia en torno a cuáles son los autores que se pueden considerar dentro de esta corriente, la continuidad identificada por Marshall y Keynes ha caído en desuso. Esto se debe en gran parte por la preeminencia del pensamiento neoclásico durante el siglo XX que fue consolidando su posición como la corriente de pensamiento dominante, cada vez más diferenciable de las ideas desarrolladas por Smith y Ricardo. Así entonces, la importancia del pensamiento clásico en la historia sigue siendo reconocida, no obstante, las teorías desarrolladas por estos autores han ido quedando cada vez más en desuso en la generalidad del estudio de la economía.
Palabras relacionadas: economía, mercado, keynesianismo, monetarismo.
Vínculos de interés:
David Ricardo y el crecimiento económico:
http://hdl.handle.net/11362/33719
David Ricardo y las utilidades:
https://doi.org/10.20430/ete.v88i351.1304
Bibliografía
Ekelund, Robert B. y Robert Hébert (2005), Historia de la teoría económica y su método, México, McGraw-Hill.
Jevons, William Stanley (2013), The Theory of Political Economy, Hampshire, Palgrave Macmillan.
Keynes, John Maynard (2003), Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, México, Fondo de Cultura Económica.
Landreth, Harry y David C. Colander (2006), Historia del Pensamiento Económico, Madrid, McGraw-Hill.
Marshall, Alfred (2013), Principles of Economics, Hampshire, Palgrave Macmillan.
Marx, Karl (2008), Contribución a la crítica de la economía política, México, Siglo XXI Editores.
Ricardo, David (2003), Principios de economía política y tributación, Madrid, Ediciones Pirámide.
Smith, Adam (1994), La Riqueza de las naciones (Libros I-II-III y selección de los Libros IV y V), Madrid, Alianza Editorial.
Walras, León (1987), Elementos de economía política pura (o Teoría de la riqueza social), Madrid, Alianza Editorial.
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Acerca del autor
César Duarte Rivera
Doctor en Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. Licenciado y Maestro en Economía por la Facultad de Economía de la UNAM. Es profesor en la Facultad de Economía, en los programas de Licenciatura en Economía y de especialización en Historia del Pensamiento Económico. También ha sido docente en la Universidad Tecnológica de México, la Universidad Iberoamericana y en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Ha impartido las materias “Historia del Pensamiento Económico”, “Teoría de la historia”, “Historia financiera y monetaria” e “Historia de la Ciudad de México”. Ha participado en más de 10 congresos y/o seminarios como ponente, organizador o comentarista.
Sus investigaciones se han centrado en torno a discusiones de teoría monetaria y economía financiera y monetaria, específicamente sobre el funcionamiento de los sistemas monetarios tanto desde una perspectiva histórica como contemporánea. Adicionalmente ha trabajado temas relacionados con historia del pensamiento económico. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores nivel Candidato y desde septiembre de 2020 se encuentra realizando una estancia posdoctoral en la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Economía llevando a cabo una investigación en torno a la política monetaria en los Estados Unidos.