Autor: Ricardo Fernández Castillo
Colaboración inscrita en el proyecto PAPIIT IG400222 “Gestión política de la moneda: procesos locales y transiciones globales, siglos XVIII-XX”
Nota del autor: agradezco al Programa de Becas Posdoctorales UNAM y a su Dirección General de Asuntos de Personal Académico por la beca y el respaldo para la realización de este trabajo durante mi estancia en la Facultad de Economía. Igualmente agradezco la colaboración de mi asesor posdoctoral Dr. Antonio Ibarra por su guía y crítica constante.
En 1814, durante los estragos de la guerra de independencia en la Nueva España, el director del tribunal de minería Fausto D’elhuyar explicó que el sistema de amonedación español en el virreinato no había sido, en general, permisivo con los gravámenes que pesaban sobre el minero al acuñar sus metales (D’elhuyar 1818, pp. 60-61). Para ello, empleó términos tales como “orden gubernativo y económico” sobre la moneda. Además, percibió a la Casa de Moneda de México como el espacio institucional donde las pautas monetarias tomaban forma. Para D’elhuyar, el sistema de amonedación involucraba lineamientos monetarios, pero también, organismos que se encargaban de materializarlos.
Boturini, Lorenzo: coleccionista (Siglo XVI) Códice de tributos de Santa Cruz Tlampa. México. Biblioteca Nacional de Antropología e Historia Dr. Eusebio Dávalos Hurtado. (Fotografía)
Los sistemas monetarios consisten en normas, lineamientos y arreglos institucionales, para la regulación de la moneda con jurisdicciones que pueden coexistir o anteponerse a nivel internacional, nacional o regional. Abarcan principios de economía, bases legales y disposiciones administrativas que definen a las unidades monetarias y su validez en una territorialidad (Burzio, v. II, 1958, pp. 375-376; Romeuf, t. II, 1958, pp. 758-760). Aunque los poderes políticos y económicos respaldan la soberanía y legitimidad de dichos sistemas, también los usos socio-culturales de la moneda transforman sus bases.
Sus principios se reconfiguran con el paso del tiempo, ya sea por coyunturas súbitas como fragmentaciones políticas, cambios de régimen y crisis económicas o por procesos lentos como las mentalidades en torno al uso de la moneda y sus funciones sociales. Estos sistemas son intentos de normalizar las pautas culturales por medio de las cuales la moneda intermedia en las transacciones. Están en modificación permanente dado que los valores de uso y cambio son asignados por diferentes contextos históricos. Los sistemas operan como reguladores de la producción y circulación del dinero, pues tratan de evitar caos en el intercambio de mercancías. Asimismo, tienen jurisdicciones y territorialidades cambiantes, pues al entrar en contacto con otros sistemas monetarios se transforman o readaptan para diseñar equivalencias en una interacción más fluida.
Casa Real de Moneda. México, Museo Nacional de Antropología.
Los sistemas cuentan con patrones o regímenes monetarios que caracterizan las cualidades de los medios de cambio aceptados. Así, el monometalismo, el bimetalismo, el patrón oro, los acuerdos de Bretton Woods (1944) y los Sistemas de Flotación Libre de fines del siglo XX y principios del XIX han acompañado la historia del mundo occidental desde la Alta Edad Media hasta la época contemporánea (Wilson, 2000, pp. 40-42; Redish, 2000, pp. 41-104). El valor intrínseco del circulante o su convertibilidad inmediata a algún metal precioso fungieron como preceptos para el monometalismo, bimetalismo y el patrón oro, pero con singularidades regionales en los tipos de acuñación, señoreaje, stocks monetarios y modalidades de circulante fiduciario. Posteriormente, con los acuerdos de Bretton Woods de 1944 se estableció un patrón dólar-oro que finalmente sucumbió en la década de los setenta por la emisión descontrolada de dólares durante la guerra de Vietnam (Marichal, 2010, pp. 170-178). Finalmente ha prevalecido la Flotación Libre donde el tipo de cambio es fijado por el mercado y se permite que la balanza de pagos ajuste progresivamente los desequilibrios económicos. Sin embargo, cada país continúa con arreglos propios para el sostenimiento de sistemas monetarios regionales (zona euro) o nacionales. Ello sin descartar espacios digitales con experimentos emergentes en criptomonedas electrónicas que, aun generando burbujas especulativas, terminan por ensanchar la distancia con respecto a organismos gubernamentales y bancarios.
Marinus van Reymerswaele (1539) El cambista y su mujer. Madrid: Museo del Prado. (Fotografía)
Dada esta riqueza histórica, aunque en ocasiones el término “patrón monetario” se utiliza como sinónimo de “sistema monetario”, es preciso separarlos con el fin de que los investigadores cuenten con un repertorio más amplio en el estudio de los esquemas de circulación. Por ejemplo, el patrón bimetálico caracterizó a los Estados Unidos de América e Hispanoamérica durante la primera mitad del siglo XIX, pero en cada región el bimetalismo conllevó formas monetarias peculiares.
El anterior aspecto se remarca aún más al analizar la naturaleza de la producción monetaria al interior de demarcaciones político-territoriales. En el caso del bimetalismo, la libre acuñación y circulación de numerario de oro y plata condujeron a equivalencias entre estos metales. En ocasiones, esas equivalencias eran relativas a las características geográficas de los recursos mineros, la alta disponibilidad de algún metal o las fuerzas económicas de oferta y demanda. Por ejemplo, los virreinatos del Perú y la Nueva España estaban inscritos en un patrón bimetálico que funcionaba como un régimen plata de facto, dada la abrumadora preponderancia de este metal por encima del oro y el cobre (Céspedes del Castillo, 1999, p. 127). Sin embargo, no por ello los tenedores de moneda rechazaban un eventual escudo de oro. En teoría se mantenía un patón bimetálico general y útil para el comercio internacional. Tal fue el caso de la monarquía española en el siglo XVIII y su cambio fijo de una pieza de oro por dieciséis de plata (García Martínez, 1968, p. 357). Por el contrario, Francia, también en un patrón bimetálico, atestiguó flujos más amplios de ambos metales en su sistema monetario.
Colección Culhuacán (1940) Monedas de plata con el rostro de Carlos IV, ca. 1790. Ciudad de México: Fototeca nacional INAH. (Fotografía)
La dimensión referente a leyes y decretos nos advierte la importancia de rastrear a los sistemas monetarios no únicamente a través de mercados de divisas, tipos de cambio o balanzas comerciales, sino también por las formaciones políticas que los diseñan. Así, según Georg Simmel, el dinero condensa significados como mediador en las transacciones, pero simultáneamente devuelve mensajes políticos y sociales a través del grabado (2013, pp. 135-145). Los principales componentes de un sistema monetario se sustentan en una unidad monetaria básica adoptada por un gobierno con soberanía y legitimidad para el ejercicio del poder (Hayek, 1974, pp. 28-29). Dicho ejercicio ha correspondido generalmente a una autoridad central, con sustento en un dominio tradicional, carismático o racional, pero que termina por establecer ámbitos específicos de circulación monetaria. Así, la unidad monetaria para el imperio español en la época moderna fue el real cuyo dispositivo monetario esencial fue el real de a ocho o peso fuerte. Cada monarquía europea tuvo sus propias unidades monetarias vigentes para sus territorios; la libra esterlina para Inglaterra y el franco para Francia. Estas unidades fueron heredadas luego de las revoluciones de fines del siglo XVIII y principios del XIX y continuaron coexistiendo, pues los patrones que los regían se basaban en un bimetalismo que otorgaba posibilidades de cambio oro-plata.
Las unidades monetarias se subdividían en escalas para el fraccionamiento de la moneda. El peso fuerte estaba conformado por ocho reales y cada real por doce granos. Para la Nueva España, las monedas acuñadas en plata consistieron en acuñaciones de un peso, cuatro reales, dos reales, un real y medio real. Las monedas de oro tenían presentaciones divididas en escudos, pesos, reales y granos. Sin embargo, el sistema monetario castellano en el virreinato novohispano incluyó componentes sociales propios de la Nueva España; seudomonedas, fichas de cobre y signos de madera empleados por la escasez de circulante ante el atesoramiento y exportación del numerario oficial de plata. La coexistencia de estos medios de cambio con monedas fraccionarias de oro y plata da paso a facetas alternas de un sistema monetario heterogéneo, más notorio aun cuando se le compara con otros sistemas monetarios.
Las seudomonedas eran dispositivos monetarios de uso social que acompañaron al sistema monetario vigente. Dejarlos de lado, siguiendo a Ruggiero Romano, significaría tener una visión parcial de la economía en la Nueva España (Romano, 1998, pp. 141-148). Ello nos lleva a considerar el concepto que Bernardo García Martínez tuvo sobre el sistema monetario en la Nueva España, entendido como un “complejo de sistemas” con especial énfasis en el plural del término (García Martínez, 1968, p. 349). Irregularidades que transgredían las ordenanzas de la Casa de Moneda de México, pero que a la larga caracterizaron al sistema circulatorio en las regiones novohispanas.
La formación y desarrollo de los Estados-nación otorgó mayor delimitación territorial y soberanía a los sistemas monetarios. Bajo distintos grados de centralización y a través de nuevos congresos, ministerios y constituciones, los sistemas monetarios añadieron formas jurídicas que contribuyeron a darles una apariencia omnímoda. Más aún con las regulaciones de los nacientes bancos centrales. Estos últimos son de larga data, el banco de Inglaterra se fundó en 1694 a través de una firma dirigida por los Rothschild, aunque su estatización se dio hasta 1946. Por el contrario, el banco de Francia adquirió un carácter nacional a partir de 1800. En Hispanoamérica, las nacientes repúblicas afianzaron sus bancos centrales hasta fines del siglo XIX y principios del XX, en acoplamientos sui generis con capital privado y extranjero.
Pugin, Augustus (1809) Bank of England. London: Ackerman´s repository of arts & c Pub, Septr. 1st 1809. British Library.
Desde la consolidación de los Estados Unidos de América como potencia hegemónica, el dólar se internacionalizó como unidad monetaria básica, fenómeno que no culminó del todo con el fin de los acuerdos de Bretton Woods en 1971. El dólar ha ocupado un papel rector en sistemas monetarios otrora autónomos, como en Panamá (1904), Ecuador (2000) y El Salvador (2001). Cuando no, fungió como referencia monetaria para medir el comportamiento económico de determinados países. Algunos episodios característicos de lo anterior fueron la búsqueda de la paridad cambiaria por México en la década de los sesenta y la paridad de facto entre el peso argentino y el dólar en la década de los noventa.
Con todo, la dolarización ocurrió sobre un panorama político a nivel internacional dominado por los Estados-nación como fórmula institucional de gobierno. Esto provocó que las nociones académicas sobre los sistemas monetarios pasaran a estar determinadas por el devenir nacional, sin importar las deformaciones discursivas provocadas. En 1942 Raúl Ortiz Mena, quien se convertiría en subsecretario de la Secretaría de la Presidencia en México, abordó la historia del sistema monetario mexicano iniciando desde los intercambios entre los indígenas mesoamericanos con cacao y piezas de tela. El efecto: la narrativa homologó al sistema monetario con la historia oficial sobre la patria mexicana (Ortiz Mena, 1942, pp. 3-5).
De lo anterior se desprende la relevancia de condensar nociones históricas de los sistemas monetarios que brinden pistas incluso para políticas públicas en la actualidad. Con un recorrido histórico similar al realizado por Humberto Burzio en su Diccionario histórico de la moneda hispanoamericana de 1958, se puede identificar la maleabilidad histórica de los sistemas monetarios. Sobre todo, frente a coyunturas como la adopción del sistema métrico decimal a nivel internacional y la Convención de la Unión Latina en 1865 que internacionalizó aún más dicho sistema (Burzio, vol. II, 1958, p. 376). Coyunturas que recomponían los fundamentos más profundos de los arreglos locales para la producción y circulación de moneda.
Casasola (1925) Hombre sostiene recipiente con monedas de un peso Ley.0720. Ciudad de México: Casasola. Fototeca Nacional INAH, Colección Archivo Casasola. (Fotografía)
Al rastrear los rasgos históricos de los sistemas monetarios se trascienden las variables de tiempo y espacio, lo que nos conduce a una comprensión integral de los cambios y continuidades en la creación de moneda. Así, se evitará pensar que las reglas monetarias vigentes en determinado momento son inamovibles. Las transformaciones históricas de los sistemas monetarios muestran que los gobiernos dirigen su establecimiento, pero que otros factores usualmente excluidos de las leyes monetarias, también intervienen en él: guerras, crisis económicas, estrategias empresariales y falsificadores.
En este sentido, los ámbitos territoriales de circulación monetaria han sido volátiles, repletos de cambios y continuidades que pueden ser reconstruidos históricamente. Antonio Mitre expuso que más allá de la formación de sistemas monetarios soberanos en Hispanoamérica en el siglo XIX, el peso de plata continuó siendo una referencia monetaria que unía al espacio andino e incluso a latitudes distantes como las provincias rioplatenses (Mitre 1986, pp. 11-20). Si bien la historia de los sistemas monetarios muestra que son difíciles de controlar y predecir, éstos suelen arrojar pistas que anticipan cambios profundos. Probablemente las monedas virtuales en esta primera mitad del siglo XXI hereden modalidades comerciales que revolucionen a los sistemas monetarios.
Palabras relacionadas: dinero, moneda y monedas, falsificación monetaria, monetarismo, depreciación.
Vínculos de interés
Sobre la descripción e influencia de los diversos sistemas monetarios en los sistemas financieros
Entrevista a Barry Eichengreen, experto en historia monetaria
Ciclo de conferencias sobre historia de la moneda en México
Historia de la moneda de la independencia a la revolución
Podcast: Hernán Melana, Filosofía, psicología, historias. “Nicolás de Cusa. Una teoría económica en plena Edad Media”
Stiglitz Joseph, “The Euro”, Politics and Prose https://www.youtube.com/watch?v=ECoW1nnTrjo&t=1260s
Bibliografía
Burzio, Humberto F. (1958): Diccionario de la moneda hispanoamericana, 3 vols., Santiago de Chile, Fondo Histórico y Bibliográfico José Toribio Medina.
Céspedes del Castillo, Guillermo (1999): Las cecas indianas en 1536-1825, Madrid, Museo de la Casa de Moneda.
D’elhuyar, Fausto (1979 [1814]), Indagaciones sobre la amonedación en Nueva España, México, Miguel Ángel Porrúa.
García Martínez, Bernardo (1998), “El sistema monetario de los últimos años del periodo novohispano” en Historia Mexicana, vol. XVII, núm. 3, pp. 349-360.
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Redish, Angela (2000), Bimetallism an Economic and Historical Analysis, Cambridge University Press.
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Acerca del autor
Ricardo Fernández Castillo
Doctor y maestro en Historia por el Colegio de México en donde defendió la tesis “Los enigmas en la formación del sistema monetario mexicano durante la transición de virreinato al México independiente”. Es licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Yucatán y ha sido docente en la Especialización en Historia Económica y en la maestría en economía, División de Estudios de Posgrado, Facultad de Economía, UNAM en donde actualmente realiza una estancia de investigación posdoctoral. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores como candidato. Sus líneas de investigación abarcan la historia económica, política e institucional de México en la transición de virreinato a nación independiente.