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Historia del Pensamiento Económico

Neoinstitucionalismo

Autora: Halina Gutiérrez Mariscal

El análisis de las instituciones desde la disciplina económica se materializa en toda una escuela teórica nacida en el siglo XIX con los textos de Gustav Von Scmoller (1838-1917) de la escuela histórica alemana y con el institucionalismo estadounidense representado por Thorstein Veblen (1857-1929), ambos como una respuesta a la tradición clásica británica. Aunque en los primeros años del siglo XX y hasta la crisis económica de 1929 este enfoque institucional de la economía fue muy importante en el ámbito académico, tras el periodo entre guerras el enfoque neoclásico prevaleció como la interpretación casi hegemónica durante prácticamente medio siglo. Fue hacia finales del siglo XX, tras la caída del bloque socialista y con procesos profundos de cambios institucionales en las economías occidentales, en un contexto de crisis económica e ideológica, ante profundas diferencias entre las economías desarrolladas y las que no lo eran, y frente a las limitaciones y falta de respuestas de la visión neoclásica, que la propuesta neoinstitucional, renacida en Estados Unidos, volvió a poner en la escena académica los estudios de la economía institucional.

Fue en 1975 cuando Oliver Williamson (1932-2020) acuñó la expresión “nueva economía institucional” en su obra Markets and Hierarchies, expresión que también llegó a ser conocida como neoinstitucionalismo. El hecho de que no hubiera explicaciones suficientes sobre la existencia de empresas en la economía fue uno de los principales motores del regreso a los planteamientos sobre la importancia de las instituciones en el desarrollo de las economías y las sociedades. De Ronald Coase (1910-2013), Williamson tomó el concepto de “costos de transacción”, entendidos como los costos de medir y hacer cumplir los acuerdos en los mercados, y que las instituciones buscan minimizar, conservando así, para su teoría, el enfoque neoclásico de la eficiencia.

Para Williamson las principales instituciones del sistema económico capitalista son las oficinas estatales, las empresas y el mercado y su interés se centrará en las formas de organizarlas para alcanzar mayor eficacia. A diferencia de los postulados neoclásicos, que sólo contemplan los costos de producción, Williamson retoma los costos de transacción, tomando así distancia de los neoclásicos. Un aspecto más en el que Williamson toma distancia de la teoría neoclásica es que cuestiona la racionalidad ilimitada de los sujetos e introduce el concepto del “hombre contractual” el cual,  a diferencia del Homo economicus, se halla dispuesto a recurrir a todo tipo de recursos para defender sus intereses, incluso si eso incluye mentir o engañar.

Douglas North (1920-2015), historiador económico de origen estadounidense, tuvo al inicio de sus trabajos una fuerte inclinación por la cliometría, es decir, el uso de métodos cuantitativos aplicados al pasado, y una postura teórica fuertemente neoclásica, sin embargo, sus trabajos posteriores a 1990 reflejarán una mutación hacia profundos cuestionamientos a los postulados neoclásicos y a planteamientos originales sobre el estudio de las instituciones, constituyéndose en el autor más importante de la corriente neoinstitucional para ese momento. Por ejemplo, aunque no deja de admitir los conceptos neoclásicos de competencia -por escasez- y de elección bajo restricciones, pone énfasis en el papel de las instituciones a través del tiempo, en los costos de transacción, y en el papel de la ideología en el desempeño económico.

European Parliament (2010) Maroš Šefčovič answering questions of MEPs: a view from regia’s booth.

North define a las instituciones como las “restricciones establecidas por los hombres y que estructuran sus interacciones” y las clasifica como formales e informales. Las primeras son aquellas que incluyen las normas, constituciones, códigos y reglas escritas; las segundas incluyen las convenciones sociales, normas de conducta socialmente aceptadas y los códigos de conducta autoimpuestos. Para él las instituciones son -usando un símil con los deportes- las reglas del juego y las organizaciones sus jugadores. Admite que las instituciones no buscan la eficiencia en beneficio de la sociedad, sino que sirven a los intereses de quienes tienen el poder de negociación al momento de crear nuevas reglas. Bajo esa lógica, las instituciones definen la estructura de las organizaciones y viceversa, en un continuo moldearse unas a otras. No obstante, los cambios institucionales son graduales y difícilmente ocurren de manera radical, como sí sucede en el caso de revoluciones, desastres naturales o guerras y conquistas.

Sobresale el énfasis que North pone en el papel que tienen las estructuras ideológicas en el desempeño económico. En su opinión las ideas, mitos, prejuicios y dogmas determinan a las instituciones y viceversa. Este corpus de “modelos mentales compartidos” determinará las elecciones de los individuos, ya que toda decisión individual, aparentemente racional, se toma en un contexto social e institucional determinado por esos modelos mentales.

Kyle MacDonald (2005) Business deal

Este institucionalismo northiano expone la importancia del tiempo en el desarrollo de las instituciones a través de dos conceptos: el primero es el de “matriz institucional”, que refiere el conjunto histórico de instituciones y formas institucionales, económicas, jurídicas y políticas que un país ha heredado, y que va determinando en buena medida los límites y posibilidades de esas mismas instituciones. Será esa “matriz institucional” la que condicione la manera en que las organizaciones y los individuos interactúan con las instituciones, lo cual influirá en el desempeño de estas.

Un segundo concepto importante para comprender la teoría de North, y que se relaciona con el tiempo, es el de “dependencia del camino” (path-dependance) que subraya la trayectoria de las instituciones y la manera en que esa secuencia determina las decisiones y realidades presentes. Incluso aquellas decisiones que se toman de manera racional, aparentemente independiente, por un individuo, están determinadas por la trayectoria pasada. En ese sentido, y remitiéndose a sus estudios históricos, North sostiene que la diferencia en el desempeño, sobre todo económico, entre unos países y otros, se explica en gran medida por la matriz institucional y trayectoria -o dependencia del camino- de estos.

Michael Beaton (2013) Berlin, Germany 15. Alemania

Masahiko Aoki (1938-2015), economista japonés, también se ocupa de la teoría neoinstitucional, pero a diferencia de North, que las considera como las reglas del juego, Aoki las concibe como resultados “un sistema autosostenido de creencias compartidas” y sostiene que para comprender a las instituciones es necesario recurrir a información histórica y comparativa. En su opinión, las instituciones surgen de las interacciones entre los agentes económicos y se ven determinadas por cada sociedad. Incluso en un ambiente de globalización absoluta como el del siglo XXI, Aoki sostiene que la diversidad institucional de cada país se conservará, y aunque las instituciones de cada país interactúen con las de otras naciones y se adapten al cambio global, lo harán determinadas por su camino seguido hasta ese momento.

Para el economista israelí Avner Greif (1955) que se ocupa del neoinstitucionalismo desde el enfoque histórico y hace historia comparada de los siglos XI y XII, considera fundamental analizar el proceso histórico y entiende a las instituciones como “un sistema de factores sociales que engendran conjuntamente una regularidad de comportamiento” y que incluyen reglas, creencias y organizaciones.

Chris Ford (2007) Deificado. Mural de propaganda .Pyongyang, Corea del Norte.

Daron Acemoglu (1967) introdujo al neoinstitucionalismo los conceptos de instituciones extractivas e instituciones inclusivas, en total relación con el desarrollo de las colonias europeas en África. Según sus estudios, que se valen del análisis histórico, en los lugares de África en donde los europeos encontraron condiciones ambientales y sanitarias favorables, establecieron instituciones inclusivas que promovieron los derechos de propiedad y el crecimiento. En contraposición, en aquellos lugares en donde el ambiente y las condiciones sanitarias eran desfavorables, establecieron instituciones extractivas que no fomentaron el desarrollo sino al contrario.

El neoinstitucionalismo es pues, una teoría de análisis que desde la disciplina económica se ocupa del desarrollo de las instituciones a lo largo del tiempo, de sus interacciones y diseño, y de los resultados que generan en el desempeño económico de las naciones.

Palabras relacionadas: economía, subdesarrollo, pensamiento neoclásico, norma

Vínculos de interés:

Para una exposición breve sobre la teoría: http://revistas.bancomext.gob.mx/rce/magazines/40/4/RCE.pdf

Sobre sus orígenes teóricos en el institucionalismo: https://www.uv.mx/iiesca/files/2012/12/perspectivas2008-1.pdf

Su relación con la sociología, disciplina desde la que también se han hecho planteamientos teóricos: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-25032005000100005

Un análisis más extenso, y su aplicación sobre la pobreza: http://biblioteca.diputados.gob.mx/janium/bv/ce/scpd/LX/teor_des.pdf

Bibliografía

Chavance, Bernard, (2018), La economía institucional, México, FCE.

North, Douglass C. (1994a), “El desempeño económico a lo largo del tiempo”, en El Trimestre Económico, LVI: 244 (octubre-diciembre), pp.567-583.

North, Douglass C. (1994b) [1984], Estructura y cambio en la historia económica, Madrid, Alianza.

North, Douglass C. (1993), Instituciones, cambio institucional y desempeño económico, México, FCE, 1993.

Saleghy, Sebastian y Mariano Tommasi (comp.) (1998), La Nueva Economía Política: racionalidad e instituciones, Buenos Aires, Eudeba, 1998, pp. 97-111.

Acerca de la autora

Halina Gutiérrez Mariscal

Licenciada y maestra en Historia, por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y especialista en Historia Económica por la Facultad de Economía también de la UNAM. Investigadora en el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México entre 2019 y 2022. Profesora en el Programa Único de Especializaciones en Economía del Posgrado de la Facultad de Economía de la UNAM. Actualmente es directora de investigación documental en la Comisión para el Acceso a la Verdad, el Esclarecimiento Histórico y el Impulso a la Justicia de las Violaciones Graves a los Derechos Humanos cometidas de 1965 a 1990. Sus líneas de investigación son la historia de la corrupción en México, historia política y económica del siglo XX mexicano y la Historia del Tiempo Presente en relación con desaparición forzada y violaciones a derechos humanos.

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Historia del Pensamiento Económico

Keynesianismo

Autor: César Duarte Rivera

El término keynesianismo se utiliza en contextos tanto de discusiones teóricas como de discusiones políticas. En el primer sentido el keynesianismo se entiende como una corriente de pensamiento económico, mientras que en el aspecto político se suele entender como la implementación de una serie de políticas económicas que tienen como objetivo aumentar la demanda agregada para de esta manera impulsar el crecimiento económico. En un sentido más amplio, también se suele asociar a las políticas keynesianas con el llamado Estado del bienestar.

            Se puede afirmar que el keynesianismo como teoría surge en la década de 1930, en un contexto de depresión económica a nivel global. Después del crac de 1929 las economías de los países industrializados estaban enfrentando severos problemas de desempleo y caída de la actividad económica (Kindleberger, 1973). Aunque en Estados Unidos con el New Deal y en otros países se implementaron políticas que buscaron intervenir directamente en el funcionamiento de los mercados, no existía un marco teórico que pudiera explicar por qué los mercados no se estaban regulando para resolver los desequilibrios persistentes.

En este contexto se publicó la Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero en 1936 bajo la autoría de John Maynard Keynes. De acuerdo con el autor los postulados de la teoría clásica (véase la entrada pensamiento clásico) son aplicables a un caso especial ya que parte de un caso extremo donde todas las posiciones en la economía están en equilibrio (Keynes, 2003). El principal problema radica, según Keynes, en su interpretación del mercado de trabajo, el cual suponen que siempre está en equilibrio. El desempleo existente es voluntario, personas que no están dispuestas a trabajar al salario de mercado, o bien es desempleo friccional, es decir, personas que acaban de abandonar un empleo y están en proceso de incorporarse a otro. Dado que el salario real se ajusta para equiparar la oferta y la demanda de mano de obra, no existe la posibilidad de que haya desempleo involuntario, personas que están dispuestas a trabajar al salario existente pero no encuentran empleo (Keynes, 2003).

John Manyard Keynes

Esta situación no corresponde con la realidad de la época por lo que fue necesario reformular la teoría. Keynes parte en primer lugar de la idea de que las decisiones en los mercados no se toman en consideración de las variables reales, sino en términos nominales, en dinero. Por este motivo, en el mercado de trabajo el salario real no es tan relevante para la toma de decisiones, sino el salario nominal. Para Keynes, analizar variables en términos reales lleva a la economía clásica a la conclusión de que toda oferta crea su propia demanda, la ley de Say;  si los recursos no se gastan de una manera, se gastarán de otra. Sin embargo, la existencia del dinero hace que exista la posibilidad de romper esta relación, los recursos ahorrados no necesariamente serán invertidos ya que las motivaciones para ahorrar son muy diferentes de las motivaciones para invertir. Ello abre la posibilidad de que la oferta sea mayor que la demanda, ya que no todos los recursos ahorrados se gastarán como inversión, lo que se puede traducir en que todos los mercados estarán en equilibrio, menos el mercado de trabajo donde la demanda de trabajo será menor a la oferta de trabajo explicando de esta manera la persistencia del desempleo (Keynes, 2003). En pocas palabras, el problema fundamental es la falta de demanda agregada que logre cerrar la brecha causada por un ahorro mayor a la inversión. 

Lange, Dorothea (1936) Madre migrante, granjeros destituidos en California. Estados Unidos: Office of War Information.

El resto del texto se dedica a explorar los determinantes de la demanda agregada mostrando que la inversión es la variable fundamental para lograr impulsar el crecimiento económico y el empleo. La inversión responde a la relación entre la tasa de interés y la eficiencia marginal del capital (rendimientos esperados de la inversión). Un aumento en la inversión causada por cambios en alguna de estas dos variables generará un efecto multiplicador que permitirá que la demanda agregada crezca más que proporcionalmente al aumento en la inversión, estimulando de esta manera la producción (Keynes, 2003). De ahí que para resolver problemas como los que se enfrentaban en la Gran Depresión las autoridades gubernamentales podrían implementar políticas monetarias expansivas (aumentar la emisión de dinero) que disminuyeran la tasa de interés para estimular la inversión o políticas fiscales expansivas que aumentan directamente la demanda agregada generando el efecto multiplicador referido (Keynes, 2003).

El texto generó mucha controversia dentro de los círculos de los economistas ya que representaba una crítica directa a algunos de los principios básicos de la teoría dominante de la época. Entre las muchas críticas que recibió, la más relevante fue la de John Hicks publicada en 1937 en un artículo en Econometrica (Hicks, 1937). Para Hicks, la interpretación que hace Keynes sobre la teoría “clásica” es equivocada ya que la misma teoría de Keynes no se distingue radicalmente de la anterior. Para Hicks, la teoría de Keynes es un caso especial de la teoría clásica: el caso de la depresión en el cual los aumentos en la cantidad de dinero dejan de lograr efectos sobre la tasa de interés y la única solución es la implementación de políticas fiscales para aumentar la demanda agregada. Esta situación fue conocida como la trampa de la liquidez y la propuesta de Hicks recibió el nombre de síntesis neoclásica, la cual considera elementos propuestos por Keynes y los incorpora al marco analítico de la teoría neoclásica. En los años de la posguerra esta interpretación fue complementada en 1944 por el artículo de Franco Modigliani (Modigliani, 1944) y se consolidó como la teoría dominante dentro de la economía. A los economistas seguidores de esta visión se les conoció como keynesianos. 

John Richard Hicks

Paralelamente hubo algunos autores que trataron de entender la teoría de Keynes como el caso general, rescatando algunos de los elementos ignorados por la síntesis neoclásica como la importancia de las variables monetarias y el papel que tiene la incertidumbre en las decisiones de los agentes económicos. No obstante, esta perspectiva, conocida como poskeynesiana, tuvo una importancia secundaria dentro de las discusiones de las teorías dominantes. Entre sus principales representantes se encuentra Joan Robinson, alumna de Keynes, que calificó a los keynesianos de la síntesis neoclásica como bastardos y a la teoría que defienden como “keynesianismo vulgar” (Robinson, 1974).

Joan Violet Robinson

En la década de 1970 la teoría keynesiana vinculada a la síntesis neoclásica  enfrentó una crisis al no poder explicar un fenómeno que no se había presentado hasta ese momento, la combinación de inflación con desempleo, la estanflación. La teoría keynesiana suponía que las políticas para disminuir el desempleo generaban inflación y viceversa por lo que los hacedores de política debían considerar qué objetivo era más importante. El fenómeno en el que ambas ocurrían al mismo tiempo era inexplicable desde esta perspectiva lo que abrió la puerta al monetarismo (véase la entrada monetarismo) y la caída del keynesianismo.

Giacomo G. Patri (1940) White Collar. San Francisco: Pisani Printing & Publishing Co. Wordless novel depicting the hard times of a worker during the Great Depression.

No obstante, en la década de 1980 surge una nueva síntesis considerando elementos del keynesianismo de la posguerra y del monetarismo. En estas nuevas interpretaciones catalogadas como nuevo keynesianismo, la teoría keynesiana fue considerada como aquella en la cual los precios y los salarios nominales son rígidos.  Existen una serie de factores en las economías reales que impiden que el ajuste de precios ocurra de manera natural. Por este motivo los mercados no pueden equilibrarse ya que los cambios en las variables nominales afectan las variables reales (Ball y Romer, 1990; Foley, 2014). De esta manera el keynesianismo que originalmente fue planteado como una teoría alternativa a la teoría neoclásica, pasó a ser considerado como un caso particular de esa misma teoría neoclásica, y finalmente a ser visto como un supuesto que afirma que los precios son rígidos. 

Palabras relacionadas: economía, pensamiento clásico, monetarismo

Vínculos de interés:

La trampa de la liquidez y sus tendencias de estudio:

http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0301-70362017000300165

La síntesis neoclásica y el modelo IS-LM:

Sobre la vida e importancia de Joan Robinson:

https://revistas.unal.edu.co/index.php/ede/article/view/23893

https://library.oapen.org/bitstream/handle/20.500.12657/43831/external_content.pdf?sequence=1

Crecimiento económico y teoría poskeynesiana:

https://biblio.flacsoandes.edu.ec/libros/digital/58117.pdf

Bibliografía

Ball, Laurence y David Romer (1990), “Real Rigidities and the Non Neutrality of Money” en Review of Economic Studies, n. 57, pp. 183–203.

Foley, Duncan K. (2014), “Varieties of Keynesianism” en International Journal of Political Economy, vol. 43, n. 1, pp. 4–19. En: https://doi.org/10.2753/IJP0891-1916430101

Hicks, John R. (1937), “Mr. Keynes and the ‘Classics’; A Suggested Interpretation”en Econometrica, vol. 5, n. 2, pp. 147–159.

Keynes, John M. (2003), Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, México, Fondo de Cultura Económica.

Kindleberger, C. P. (1973), The World in Depression 1929-1939, Berkeley, University of California Press.

Modigliani, Franco (1944), “Liquidity Preference and the Theory of Interest and Money” en Econometrica, vol. 12, n. 1, pp. 45–88.

Robinson, Joan (1974), “What Has Become of the Keynesian Revolution?” en Challenge, (enero-febrero), pp. 6-11. En: https://doi.org/10.1080/05775132.1974.11470016

Acerca del autor

César Duarte Rivera

Doctor en Historia Moderna y Contemporánea por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. Licenciado y Maestro en Economía por la Facultad de Economía de la UNAM. Es profesor en la Facultad de Economía, en los programas de Licenciatura en Economía y de especialización en Historia del Pensamiento Económico. También ha sido docente en la Universidad Tecnológica de México, la Universidad Iberoamericana y en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Ha impartido las materias “Historia del Pensamiento Económico”, “Teoría de la historia”, “Historia financiera y monetaria” e “Historia de la Ciudad de México”. Ha participado en más de 10 congresos y/o seminarios como ponente, organizador o comentarista.

Sus investigaciones se han centrado en torno a discusiones de teoría monetaria y economía financiera y monetaria, específicamente sobre el funcionamiento de los sistemas monetarios tanto desde una perspectiva histórica como contemporánea. Adicionalmente ha trabajado temas relacionados con historia del pensamiento económico. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores nivel Candidato y desde septiembre de 2020 se encuentra realizando una estancia posdoctoral en la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Economía llevando a cabo una investigación en torno a la política monetaria en los Estados Unidos.

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Historia Monetaria

Financiarización

Autor: Giovanni Villavicencio

Al mirar la historia reciente del capitalismo contemporáneo, es posible identificar un incremento en el peso del sector financiero sobre la economía que comienza a observarse desde finales de los años setenta y se extiende hasta la actualidad. En la literatura económica y la historiografía, este cambio en el patrón de acumulación a favor de las finanzas ha sido ampliamente analizado bajo la noción de financiarización. Siguiendo a John Bellamy Foster (2007) la noción de financiarización fue acuñada por primera vez por Kevin Phillips en sus libros Boiling Point (1993) y Arrogant Capital (1995). Paralelamente, Giovanni Arrighi (2010 (or 1994)) fue un segundo autor que acuñó el concepto de financiarización de manera temprana.

Los dos autores mencionados pensaban que la financiarización era un proceso cíclico que se había presentado en diferentes períodos del capitalismo. En este sentido, mientras que para Phillips (1993, 1995) la primera expansión de las finanzas se dio a finales del siglo XVI en España, para Arrighi (2010 (or 1994)) la primera financiarización ocurrió en la Florencia Renacentista. Por tanto, de acuerdo con la tesis de Arrighi, que quedó plasmada en su libro The long twentieth century: money, power, and the origins of our times, el ciclo de financiarización que comenzó a finales del siglo XX no fue un fenómeno nuevo, sino un proceso que tiende a surgir periódicamente a lo largo de la historia del capitalismo. Siguiendo este enfoque, los ciclos previos de financiarización estuvieron acompañados del declive del poder hegemónico dominante, por lo que Arrighi (2010 (or 1994)) intuyó que tarde o temprano los Estados Unidos serán reemplazados por otra potencia económica en ascenso.

A partir de la publicación de los libros de Arrighi (2010 (or 1994)) y Phillips (1993; 1995) en la década de los noventa, la noción de financiarización comenzó a presentarse con mayor frecuencia en la producción escrita de las ciencias económicas. Sin embargo, su uso no se volvió predominante hasta principios del siglo XXI. En este contexto, el uso del concepto de financiarización presentó una metamorfosis importante, dado que dejó de pensarse como un proceso cíclico al que tiende el capitalismo una y otra vez a lo largo del tiempo, para ser definido como una etapa concreta de la historia que comenzó en los setenta y se extiende hasta la actualidad.

Marinus van Reymerswaele (1539) El cambista y su mujer. Madrid: Museo del Prado. (Fotografía)

Por ejemplo, los autores Duménil y Lévy (2004) estudiaron la financiarización como un nuevo periodo del capitalismo. Analizando el caso de Estados Unidos, estos autores desarrollaron un estudio empírico para demostrar que desde los años setenta hubo un incremento en la importancia del sector financiero. En dicho trabajo, los autores identificaron una tendencia ascendente en el otorgamiento de crédito por parte de los bancos a los hogares, misma que distingue la financiarización actual de los procesos de expansión financiera que habían identificado Arrighi y Phillips anteriormente. No obstante, el concepto de financiarización se volvió fundamental para la economía heterodoxa hasta el año siguiente, cuando fue publicado el libro colaborativo Financialization and the world economy, editado por Gerald A. Epstein. En la introducción de esta obra, Epstein (2005) define a la financiarización como “el papel creciente de los motivos financieros, los mercados financieros, los actores financieros y las instituciones financieras en el funcionamiento de las economías nacionales e internacionales” (Epstein, 2005, p.3). La definición propuesta por Epstein se convirtió en la referencia preferida de los economistas heterodoxos, mismos que frecuentemente recurren a ella como punto de partida para sus trabajos sobre financiarización.

Litt, Jacob. (1895) The war of wealth. N.Y.: Strobridge Lith. Co. (Fotografía) Recuperada de Library of Congress.

En este mismo año, Greta Krippner también publicó un trabajo sobre financiarización. Inspirada en la escuela de la regulación, la autora define el concepto como “un nuevo patrón de acumulación en el que las ganancias se acumulan principalmente a través de los canales financieros en lugar de los del comercio y la producción de mercancías básicas” (Krippner, 2005, p.174). Tanto Krippner como Epstein perciben la financiarización como una etapa concreta del capitalismo, rompiendo la naturaleza cíclica que caracterizó a este concepto durante los años noventa. Actualmente, las corrientes de pensamiento económico que más han profundizado en el estudio de este proceso son la marxista y la poskeynesiana, cuyos principales autores son descritos a continuación.

Por el lado marxista, la perspectiva más relevante sobre este concepto es la de Costas Lapavitsas (2013), quien define la financiarización como una transformación sistémica que modificó la forma en que las corporaciones no financieras, los bancos y los individuos interactúan con el sistema financiero. En primer lugar, las empresas no financieras han comenzado a depender menos de los préstamos otorgados por los bancos, al comenzar a financiarse a sí mismas mediante su participación en los mercados financieros. En segundo lugar, los bancos han adoptado un nuevo modelo de negocio financiarizado, que se caracteriza por un incremento en los préstamos otorgados a los individuos y una reducción en el crédito otorgado a las empresas no financieras. Asimismo, los bancos también han incrementado su participación en los mercados financieros con el objetivo de diversificar sus fuentes de ganancias. En tercer lugar, los individuos han comenzado a involucrarse en mayor medida en la esfera financiera a través del endeudamiento. Frente a un contexto global de estancamiento salarial, los individuos de los países desarrollados han recurrido a los préstamos bancarios para compensar sus bajas remuneraciones laborales y poder así adquirir los bienes que necesitan para satisfacer sus necesidades. Además, los individuos también se han involucrado en la posesión de activos financieros, tales como los seguros y los fondos de pensiones.

Vladislav Litvinov (2010) Bolsa de valores de Nueva York. N.Y.

Otro autor destacado en los estudios marxistas de la financiarización es Ben Fine (2013), quien argumenta que la financiarización puede ser entendida como la expansión del capital que devenga interés en formas intensivas y extensivas. La primera tiene que ver con el crecimiento y proliferación de los activos financieros que no se relacionan con la producción y el intercambio de mercancías. La segunda se refiere a la extensión del capital que devenga interés combinado en formas híbridas con otros tipos de capital en nuevas áreas de la vida económica y social. Por otra parte, un tercer autor destacado dentro de esta corriente de pensamiento es Jeff Powel. A diferencia de Lapavitsas (2013), quien define a la financiarización como una etapa concreta del capitalismo que comenzó en los años setenta, Powell (2019) recurre a la interpretación que se le dio a este concepto durante los años noventa, argumentando que la financiarización es un proceso cíclico que se ha presentado de forma periódica a lo largo de la historia del capitalismo.

De acuerdo con Powell (2019), en la etapa actual del capitalismo es posible identificar dos fenómenos que aunque se presentan de manera simultánea son diferentes por naturaleza. El primero se refiere al proceso de financiarización. De acuerdo con el autor, al estudiar la historia del capitalismo es posible identificar, por un lado, periodos donde la expansión productiva disminuye el peso de las finanzas sobre la economía y por otro lado, periodos en los que sucede lo contrario. Es decir, etapas históricas donde la economía se financiariza. El segundo fenómeno es el surgimiento del capitalismo financiarizado, una nueva etapa del capitalismo en la que la financiarización ha estado acompañada de la internacionalización de la producción, mediante el establecimiento de las cadenas de valor impuestas por las grandes empresas multinacionales.

Hanks, Andrea (2019) First Lady at the New York Stock Exchange. N.Y.: Trump Withe House Archives.

Palabras relacionadas: economía, mercado, sistema monetario, depreciación monetaria

Vínculos de interés:

Más sobre el concepto de financiarización:

El Sur global y la financiarización:

Bibliografía

Arrighi, Giovanni (2010), The long twentieth century: Money, power, and the origins of our times, Londres, Nueva York, Verso.

Bellamy Foster, John. (2007), “The Financialization of Capitalism” en Monthly Review, vol. 58, n. 11. Disponible en:

https://monthlyreview.org/2007/04/01/the-financialization-of-capitalism/

Duménil, Gérard y Dominique Lévy (2004), Capital resurgent: Roots of the neoliberal revolution, Cambridge, Massachusetts, Harvard University Press.

Epstein, Gerald A., ed., (2005). Financialization and the world economy, Cheltenham,  UK, Edward Elgar Publishing.

Fine, Ben (2013), “Financialization from a Marxist Perspective” en International Journal of Political Economy, vol. 42, n. 4, pp. 47–66. Disponible en: https://doi.org/10.2753/IJP0891-1916420403

Krippner, Greta R. (2005), “The financialization of the American economy” en Socio-Economic Review, vol. 3, n. 2, pp. 173–208. Disponible en https://doi.org/10.1093/SER/mwi008

Lapavitsas, Costas (2013), Profiting without producing: How finance exploits us all,  Londres, Nueva York, Verso.

Phillips, Kevin (1993), Boiling point: Republicans, Democrats, and the decline of middle-class prosperity, New York, Random House.

Phillips, Kevin (1995), Arrogant capital: Washington, Wall Street, and the frustration of American politics, Bostón, Back Bay Books.

Powell, Jeff (2019), “Towards a Marxist Theory of Financialized Capitalism” en  Vidal, Matt, Tony Smith, Tomás Rotta y Paul Prew (eds.), The Oxford Handbook of Karl Marx, Oxford, Oxford University Press, pp. 643–664. https://doi.org/10.1093/oxfordhb/9780190695545.013.37

Acerca del Autor

Giovanni Villavicencio

Economista por la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Actualmente es maestrante en la Maestría en Historia Internacional en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Ha participado en diferentes congresos nacionales e internacionales. Entre sus publicaciones destaca su artículo “Financiarización subordinada y emisión de títulos de deuda en América Latina: las experiencias de Argentina, México y Brasil”, publicado en el Trimestre Económico.

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Historia Monetaria

Falsificación Monetaria

Autor:Javier Torres Medina

Colaboración inscrita en el proyecto PAPIIT IG400222 “Gestión política de la moneda: procesos locales y transiciones globales, siglos XVIII-XX”

La falsificación en su definición general es lo que es fingido o simulado, un argumento contrario a la verdad. Es lo que dice una persona que miente o que no manifiesta lo que realmente piensa o siente, según el Diccionario de la RAE. En relación a los objetos, son los que se hacen imitando otro que es legítimo o auténtico, normalmente con intención delictiva. Así, elaborar o fabricar algo falso es algo ilegítimo y que puede ser ilícito por el sentido que tiene de engañar.

La falsificación monetaria implica a quien produzca, almacene, distribuya o introduzca al territorio nacional, cualquier documento o pieza que contenga imágenes u otros elementos utilizados en las monedas circulantes, y que por ello resulten idóneos para engañar al público, por ser confundibles con monedas. La falsificación se relacionaba con la acción de contrahacer, adulterar o corromper alguna cosa, entre estas la moneda, esto según el Diccionario razonado de legislación y jurisprudencia de Joaquín Escriche (1851, p.673).

Casasola (1930) Monedas mexicanas falsas. Ciudad de México: Colección archivo Casasola – Fototeca nacional.

De manera específica, la falsificación monetaria es duplicar este objeto cualquiera que sea su base material, es hacer una copia sin la validez del circulante oficial elaborado en las instituciones del Estado, lo cual se considera un “crimen económico” que además de atentar contra la autoridad, afecta seriamente la economía, por lo que se va a perseguir como un acto de alta criminalidad y que a lo largo de la historia ha tenido diferentes connotaciones. 

De hecho, “…desde que existe moneda circulante se han producido falsificaciones de las misma” y, desde que el dinero existe, se ha intentado imitarlo o adulterarlo a fin de sacar provecho económico con esta actividad como sostiene el experto numismático Wayne Sayles según Diego Alejadro Álvarez (2017, p. 35). La falsificación también es un ardid, es el empleo de tretas, astucias y artimañas para simular un hecho verdadero, mientras que el engaño es la falta de verdad en lo que se dice, se piensa o se hace creer. Ambos son equiparados por la ley puesto que producen sobre la víctima la estafa.

Por otra parte, las alteraciones como el cizallar la moneda, alterar su sustento material, cambiar plata por otros metales no preciosos como cobre o plomo; alterar su valor facial y alterar rasgos del diseño como firmas y logos en papel moneda, entraban en el ámbito del fraude. Aunque la falsificación y el fraude van unidos es necesario diferenciar la falsificación de moneda de la práctica de disminuir la cantidad de metal precioso en su fabricación. Esto último se consideraba un “envilecimiento” de la moneda que hacía que disminuyera su valor real, lo cual constituía un fraude y se perseguía como tal. Lo interesante es que muchas veces era una medida “oficial” ya que fue practicado por monarcas y gobernantes para hacer “ajustes necesarios” en la moneda, el objetivo era cubrir un déficit en las arcas, lo cual no dejaba de ser percibido como una estafa fraguada desde el poder que le causaba al súbdito o ciudadano un perjuicio patrimonial. La falsificación, por ende, redunda en un fraude, sobre todo cuando se lleva a cabo por particulares que no tienen la potestad de acuñación, lo cual se castigaba con penas graves y hasta con la muerte.

Casasola (1935; 1940) Moneda falsa de un peso. Ciudad de México: Colección archivo Casasola – Fototeca nacional.

Es importante hacer otra distinción y precisión. La moneda falsa puede ser aquella moneda copiada de la auténtica, hecha en la época para usarse en los circuitos monetarios, pero también comprende aquellas monedas que copian contemporáneamente a las monedas del pasado. Entran en esta denominación no solamente aquellas fabricadas por “falsearios”, falsarios o monederos falsos con fines de lucro para confundirlas con las legítimas en circulación, sino también los falsificadores modernos que buscan engañar a los coleccionistas. La falsificación de moneda antigua no pretende generar una estafa al Estado, sino al mercado numismático, por ello no se debe confundir la moneda “falsa” con la moneda “falsificada”, pues la primera es una copia para usarse como dinero y en la segunda se copia la moneda para hacer una réplica igual para venderse y comprarse como objeto y mercancía. Se pueden agrupar las monedas falsas en dos divisiones: la primera, aquella fabricada en su momento para hacerla pasar como legal, la cual posee un interés numismático e histórico; la segunda, aquella que está destinada a engañar pues se fabrica como imitación de las monedas antiguas que son muy buscadas y apreciadas (véase https://www.bolivian.com/cnm/mfalsif.html).

Si la falsificación de moneda circulante es masiva provoca efectos perniciosos en la economía pues afecta a la Hacienda pública, daña a la sociedad en general y a los bienes de la nación, pues el aumento en la oferta monetaria impacta el nivel de precios de las mercancías, provocando el encarecimiento del costo de la vida. Eventualmente este tipo de situaciones se dieron y en algunos casos se agravó cuando ocurrió a la par de crisis políticas como sucedió durante la primera mitad del siglo XIX mexicano, entre 1835 y 1842, cuando se masificó la falsificación de moneda de cobre (Torres Medina, 1998). Por una parte, la falsificación y el fraude eran propiciados por prácticas de corrupción que se enquistaron en huecos jurídicos e institucionales, producto de una debilidad crónica del Estado y, por otra parte, la abundancia de monedas falsas en circulación provocó el fenómeno de la llamada Ley de Gresham, es decir, una situación en donde la moneda mala comenzó a sustituir a la moneda buena en la circulación.

Javier de Santiago Fernández lo ha estudiado para el caso de la España de los Austrias y advierte que la falsificación de moneda de vellón fue un problema grave y muy abundante que se evidencia en las leyes emitidas por Felipe IV en 1658 y 1660 contra los que “falsearen la moneda en cualquier modo, y de los que la metieren en estos reinos…”. Afirma que el origen del mal eran las medidas inflacionarias de la moneda de vellón que, por tener un cuño tan sencillo, era más fácil de ser falsificado (Fernández, 2006-2007).

Tenemos un caso extraordinario de alteración de moneda en el Potosí en el Alto Perú. La reducción de la ley y el envilecimiento de la moneda fue muy notorio ya que en los mercados internacionales el real de a ocho con marca de esa ceca se aceptaba con un descuento, lo cual tuvo efectos en los precios, en la balanza comercial y mermó el prestigio de las demás monedas coloniales que eran conocidas como spanish dollar o spanish peso. (Caparossi, 2006-2007)

Para el caso de México la falsificación de monedas no había sido tan abundante ni había sido un problema considerable durante el virreinato, caso contrario al de la Península, en donde se castigaba con pena de muerte. (Lluis y Navas, 1953; Alfaro de la Hoz, 2012). Su incremento y visibilidad se dio durante las primeras décadas del siglo XIX llegando incluso a provocar revueltas y motines, por lo que se castigó como delito grave, rayando en “lesa nación” ya que afectaba al Estado en uno de sus aspectos más representativos, a saber, la soberanía monetaria dada por el control de la emisión.

A partir de los años treinta del siglo XIX en varias ciudades del país empezaron a proliferar pequeños obrajes y talleres donde se acuñaban monedas falsas. Algunos estaban bien montados con las herramientas e insumos necesarios, cuyos dueños eran ricos comerciantes y empresarios que se dedicaban a prácticas financieras con el gobierno por lo que fueron conocidos como “agiotistas”. De este modo, su posición les permitió aprovechar las posibilidades del negocio de fabricar moneda falsa por lo que se les comenzó a llamar “monederos falsos”. Este “negocio” no hubiera sido posible sin el contubernio de políticos y militares, que aprovechando la debilidad institucional del Estado crearon redes de corrupción institucionalizada, ello al amparo de redes, grupos organizados y colusión de autoridades políticas y militares de alto rango. Sin estas redes hubiera sido muy difícil falsificar y poner a circular la moneda falsa pues incluso está documentado el uso de maquinaria traída de Europa y Estados Unidos para su acuñación.

Para 1835 era evidente la gran cantidad de cobre acuñado tanto de manera oficial como falso. Poco a poco se fue devaluando con todo lo que ello implicó: alza generalizada de precios, escasez y acaparamiento de alimentos básicos. En varias ciudades del país se registraron motines, saqueos de pulperías, molinos y panaderías. En Celaya, León, Guanajuato, Morelia, Zacatecas y Querétaro se registraron tumultos porque no se aceptaba el pago con moneda de cobre y por el alza de precios. En el Zócalo de la ciudad de México una muchedumbre gritaba “¡Mueras al Congreso y al Gobierno!” en las mismas puertas del Palacio. A los diputados en sesión parlamentaria les arrojaron las devaluadas y falsas cuartillas de cobre. Un piquete de soldados salió y disparó contra los manifestantes. La turba enardecida corrió por las calles rompiendo cuanto había a su paso y asaltando cuanto negocio, tienda, panadería o molino se encontraba a su paso. En las calles de Plateros, en la que se hallaban casas clandestinas de cambio de moneda falsa así como joyerías y tiendas de lujo, los amotinados rompieron varias vidrieras y escaparates, una de ellas fue la tienda de artículos importados “El Tocador de las Damas” y la pastelería “El Globo” propiedad de súbditos franceses. El reclamo de indemnizaciones creció hasta convertirse en un problema diplomático con el consiguiente bloqueo por una flota francesa del puerto de Veracruz por más de ochos meses.

Para solucionar el problema, el gobierno creó un banco encargado de la amortización de la moneda de cobre, el cual resolvió recoger todo el circulante cuprífero sin distinción del falso o del legal. Su papel fue cambiarlo a los tenedores en moneda nueva de cobre y plata. Esto implicó costos, por lo que se enajenaron bienes nacionales, rentas y aduanas a particulares, algunos de los cuales eran monederos falsos (Torres Medina, 1998). Por la tardía emisión de papel moneda no hubo casos de falsificación notables, sino hasta 1934, cuando se detectó en la Ciudad de México la circulación de una considerable cantidad de billetes falsos de pesos y dólares. Después de una serie de investigaciones, fue detenido el falsificador de fama internacional Alfredo Héctor Donadieu, alias “Enrico Sampietro”, quien poseía extraordinarias habilidades artísticas para reproducir billetes (Turrent, 2015, vol. IV, pp. 136-144).

Casasola (1915) Incineración de monedas falsas. Ciudad de México: Colección archivo Casasola – Fototeca nacional. 

Actualmente, la falsificación sigue siendo un problema por lo que se busca mejorar diseños y formatos “infalsificables”: sellos, huellas y marcas que hagan más difícil su duplicidad y falsificación. Prácticamente la falsificación de monedas en metal ha desaparecido por no ser rentable ya que el costo de fabricación de moneda resultaría incluso más caro, aunque si hay duplicación y copia de monedas antiguas. A pesar de que los gobiernos invierten más en sofisticar sus elementos de seguridad, actualmente, se sigue falsificando papel moneda de manera profusa, aunque controlada. 

Banco de México (2015) Billete falso de 50 pesos elaborado por Enrico Sampietro. Historia de la falsificación de moneda en México. México: Banxico.

            Con el surgimiento de las monedas virtuales y criptomonedas se han puesto en marcha nuevos sistemas y códigos de seguridad, por lo que se afirma que no se pueden copiar archivos digitales y por lo tanto no puede haber monedas virtuales falsas, dado que las blockchain están abiertas mostrando todas las transacciones hechas con estas monedas además de que están encriptadas y sería imposible hacer una transacción con una bitcoin falsa. Sin embargo, el que no se puedan falsificar, no implica que no se puedan hacer fraudes con ellas.

Banco de México (2020) Resúmen de elementos de seguridad. Elementos de seguridad en billetes de las familias F y G. México: Banxico.

Banco de México (2020) Verificación con lupa o lente de aumento: Textos microimpresos. Elementos de seguridad en billetes de las familias F y G. México: Banxico.

Palabras relacionadas: economía, Dinero, monedas y Moneda; sistema monetario, depreciación monetaria.

Vínculos de interés:

Elementos de seguridad en los billetes:

http://educa.banxico.org.mx/infografias_y_fichas/billetes_caracteristicas/elementos-seguridad-billetes-.html#

¿Cuántos billetes falsos hay en México?

https://criteriohidalgo.com/noticias/cuantos-billetes-falsos-hay-en-mexico

La ley de Gresham, la inflación y la usura en Don Quijote de la Mancha:

Bibliografía

Alfaro de la Hoz, Pablo (2012), “Falsificación y delito monetario en la Monarquía Hispánica del siglo XVII”, en María Teresa Muñoz Serrulla (Coord.), Estudios de Historia Monetaria (II), Ab initio, Núm. Extraordinario 2, pp. 155-187, disponible en www.ab-initio.es

Álvarez, Diego Alejandro (2017), “Las falsificaciones modernas de monedas antiguas como objeto de estudio de la criminalística: Análisis forense y numismático de un denario de Severo, en Minerva. Saber, Arte y Técnica, vol.2, pp. 34-58. Disponible en: https://adncriminalistica.com/wp-content/uploads/2019/03/Las_falsifcaciones_modernas_de_monedas_antiguas_criminalistica.pdf

Caporossi, Olivier (2006-2007), “La falsificación de moneda en la América Hispana a mediados del siglo XVII: entre reformación administrativa y represión judicial”, en Anuario Americanista Europeo, núm.4-5, pp. 65-82. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3152347

Escriche, Joaquín (1851), Diccionario razonado de legislación y jurisprudencia, París, Librería de Rosa Bouret. Disponible en: http://ru.juridicas.unam.mx/xmlui/handle/123456789/9337

Fernández, Javier de Santiago (2006-2007), “El fraude monetario y la expansión de la plata americana en época de los Austrias” en Anuario Americanista Europeo, núm. 4-5, pp. 47-64. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3152097

Lluis y Navas, Jaime (1953) “La represión de la falsificación de la moneda en tiempos de los reyes católicos” en Nvmisma, núm. 7, pp. 81-99.

Torres Medina, Javier (1998), “La ronda de los monederos falsos”, en Covarrubias, Enrique y José AntonioBátiz (coords.), La moneda en México, México, Instituto Mora, El Colegio de Michoacán, El Colegio de México, Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM, pp. 107-130.

Turrent, Eduardo (2015), Historia  del Banco  de México. Banco  central  heterodoxo, Vol. IV, México, Banco de México. Obra completa disponible en: https://www.banxico.org.mx/elib/hbm/default.html

Acerca del autor

Javier Torres Medina

Estudió la licenciatura en Historia en la FES Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Maestría en Historia de México por la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. Doctor y maestro en Historia por El Colegio de México. Es especialista en temas de historia económica de México durante los siglos XVIII y XIX, especialmente en aspectos monetarios y fiscales. Imparte cursos y seminarios sobre Historia Económica y Social del siglo XIX en la UNAM-FES Acatlán. Ha publicado diversos textos académicos y de divulgación sobre el tema y recientemente se publicó el libro La consumación de la independencia en Querétaro. El “abrazo de San Juan del Río”, publicado por el gobierno municipal.  

Categorías
Historia Monetaria

Dinero, Monedas y Moneda

Autor: Javier Encabo González

Colaboración inscrita en el proyecto PAPIIT IG400222 “Gestión política de la moneda: procesos locales y transiciones globales, siglos XVIII-XX”

A principios del siglo XVIII imperaba una idea del dinero en la que este y las monedas eran prácticamente sinónimos hasta tal punto que en el lenguaje coloquial la moneda y el dinero eran empleados directamente como sinónimos (véase el primer refrán del cuadro didáctico 3). Existían definiciones minoritarias de dinero: la primera hacía referencia a una unidad de medida usada exclusivamente por los artesanos de la plata (los dineros) y a una moneda histórica que había existido en la Península ibérica (pero no en la América colonial). Pero la idea general es que el dinero se entendía como el conjunto de monedas. En esta acepción puede observarse poca diferencia entre el dinero como medio para establecer relaciones en el mercado (medio de cambio) y el propio soporte u objeto que representaba al dinero; la gente entendía el dinero como algo menos abstracto.

Esta situación prevaleció a tal punto que, en la entrada del diccionario de Canga Argüelles de 1826, en la definición de dinero se hablaba indistintamente de éste como un equivalente del término moneda: “…inventaron por artificio y modo de gobierno bien sutil, una sola cosa, por la cual se trocasen todas las demás, que fue la moneda… Forjaron diversas monedas de poco y mucho peso para comprar con ellas una o diversas cosas. De aquí vino luego cada particular a tomar este dinero nuevamente inventado, trocandolo por las cosas…” (Canga Arguelles, 1826, p. 337).

El diccionario de autoridades define la moneda como la “pieza de oro, plata o cobre, regularmente en figura redonda, acuñada con las armas o insignia del Rey, Príncipe o República, que tenga la soberanía o derecho de fabricarla, para el uso, trato y comercio”. En este sentido, la idea que se tiene de las monedas no ha cambiado con el tiempo más allá de que en la actualidad se consideran también otros metales como material objeto de acuñación; es más, los metales preciosos ya son raramente usados en este tipo de funciones. Lo que sí hay que destacar es que el valor de las monedas se entendía por su componente metálico y, por lo tanto, por su valor en los mercados de oro y plata. Esto convertía a las monedas en una mercancía más que ejercía labor de intermediación en los intercambios, pero con una característica singular: al ser las autoridades las encargadas de su acuñación en un ejercicio de soberanía, se volvían completamente diferentes a cualquier pieza o pepita de metal precioso, ya que el cuño otorgaba confianza. Es más, se entendía que la función de este cuño era la de garantizar justicia en las transacciones. En este sentido, la idea era que la autoridad era responsable de impartir justicia, algo muy propio del Antiguo Régimen.

Ambert (2006) Money. CC BY-NC-ND 2.0 https://www.flickr.com/photos/amberlea/125933822/

A lo largo del siglo XIX, las definiciones de moneda fueron haciendo más hincapié en la legalidad, y no tanto en la autoridad, es decir, la moneda respondió al ordenamiento jurídico e institucional que le dio forma a los sistemas monetarios y al Estado nación . Fue en este siglo cuando se produjeron grandes cambios que afectaron la idea que la gente tenía de estos términos. En primer lugar, se dio un declive de las monedas como objetos y soportes del dinero que permitían lubricar las transacciones comerciales. La causa fue que se multiplicaron los medios de pago a lo largo de esos años: surgieron billetes, cheques, dinero en cuentas y se generalizaron los sistemas de crédito comercial. Si antiguamente se entendía moneda como sinónimo de riqueza o dinero, el término billete comenzó a ser preponderante como un referente de opulencia.

Por otro lado, si ya en el siglo XVIII se había tratado de fortalecer la imagen de la autoridad pública en las monedas con la acuñación de los bustos reales, en el siglo XIX se empleó la moneda para reforzar las soberanías nacionales. Hasta ese momento era común la convivencia de varias monedas soberanas en territorios disímiles, esto tendió a desaparecer. Los estados impulsaron la unificación en los medios de pago y la moneda comenzó a entenderse como un medio de intercambio vinculado al territorio nacional, el cual podía ser fraccionado para diferentes tipos de pago y tener  distintos soportes. En Estados Unidos, por ejemplo, concurrió la moneda española primero y mexicana después como si fuera de curso legal, es decir, se podían realizar transacciones comunes con ella entre finales del siglo XVII y la primera mitad del siglo XIX. La subsiguiente desmonetización respondió a este proceso de consolidación de la moneda nacional y de hecho hacia 1873 el Congreso de Estados Unidos aprobó la creación del Trade Dollar, una moneda que buscó competir con el peso mexicano en el mercado asiatico.

En ese sentido, durante el siglo XIX se consolidó también el patrón oro como sustento de la circulación monetaria en muchos países occidentales y esto fue determinante en la concepción de moneda y dinero, pues estas dependieron en gran medida de una relación fija con el metal áureo. El fin del patrón oro a lo largo del siglo XX significó un cisma y la consecuencia de esto fue la preeminencia de las monedas nacionales con un sustento amplio y con un andamiaje institucional específico: la banca central. De esta forma se ha llegado a los conceptos actuales de los términos que se muestran a continuación:

Dinero (money): Todo medio, con valor intrínseco o sin él, que cumple las tres funciones esenciales para lubricar las relaciones de mercado: ser medio de cambio, depósito de valor, unidad de cuenta. A lo largo del tiempo muchos objetos han ejercido dichas funciones y han sido considerados dinero. A estas tres funciones es fundamental añadir una característica: debe ser de amplia aceptación y que esta no se vea limitada a un grupo social concreto. Hay que contar también que las funciones se cumplen con cierta flexibilidad y que ciertos tipos de dinero son más perfectos que otros. Esto ha llevado al consenso de que la función más importante del dinero es ser medio de cambio, ya que permite la aceptación inmediata aunque a lo largo del tiempo su valor no esté asegurado.

Monedas, billetes, dinero en cuentas (coins, banknotes, deposits): son aquellos soportes, físicos o no, que representan al dinero a la hora de efectuar intercambios u operar como un medio de ahorro. Estos soportes están siempre nominados en alguna Moneda (en mayúscula y en el sentido de la definición hecha líneas abajo). Desde que se fue eliminando la libre acuñación en el mundo durante la segunda mitad del siglo XIX, su emisión está monopolizada por los Estados. Estos son los dueños iniciales de los billetes y monedas creados o tienen la autoridad de dar y retirar concesiones bancarias para que instituciones de crédito puedan crear dinero en cuentas.

Moneda (currency): Aquel signo monetario consensuado en una sociedad y empleado para dar orden a las transacciones. El mundo actual se encuentra dividido en jurisdicciones monetarias: en cada territorio hay un signo que legalmente nomina los distintos tipos de dinero. La Moneda es importante como sistema para calcular los precios y se puede decir, entonces, que ha absorbido con el paso del tiempo la función de unidad de cuenta. Antiguamente había mucha mayor variedad de signos monetarios en un mismo territorio y no todos servían como unidad de cuenta: existían unidades de cuenta imaginarias específicas para esa función. Se sabe que la Moneda no necesariamente es un asunto exclusivo del Estado Hay sociedades que pueden ordenar sus sistemas de pago sin la autoridad jerárquica de los mismos y ésta es, precisamente, la gran polémica que generan hoy en día las criptomonedas.

La evolución analizada de los términos permite llegar a la siguiente reflexión: existen muchos tipos de soportes que pueden llegar a actuar como dinero. Uno de ellos, las monedas, tan famosas hace siglos, han perdido su primacía a favor de otros signos monetarios (billetes y cuentas corrientes) Es más, el término genérico de moneda hoy en día se asocia más a las unidades monetarias nacionales (dólar, euro, peso) y no tanto al dinero con soporte metálico y acuñado. En este mundo, además, los bancos centrales se han erigido como las instituciones encargadas de defender esa estabilidad de los signos nacionales, de crear distintos soportes para representar a estas monedas, y que todo ello cumpla las funciones que se esperan del dinero.  

Cuadros didácticos:

Cuadro 1

Ejemplo de moneda como signo monetario: serían los euros, pesos, dólares, etcétera, con sus determinados sistemas fraccionarios que sirven para ordenar los precios en sus respectivas jurisdicciones.

Cuadro 2

¿Cómo era un mundo sin monopolio de emisión?

En el México del XIX (y anteriormente en la Nueva España) la gente acudía con sus metales a las casas de moneda, pagaba impuestos y los costos correspondientes y era dueño de monedas (coins) nominadas en moneda oficial, pesos mexicanos. Hoy en día alguien que intente hacer lo mismo no podría, y si intenta hacerlo por sus propios medios incurriría en el delito de falsificación de moneda o suplantación de un monopolio del Estado.

Cuadro 3

Evolución de los sinónimos de dinero o riqueza en la cultura popular:

Refrán del siglo XVIII (Diccionario de Autoridades, 1734):

Me casé con un viejo por la moneda; la moneda se acaba, y el viejo queda.

Expresión actual (Diccionario de la RAE, 2014):

Ese fulano tiene mucho billete.

Palabras relacionadas: sistema monetario, falsificación monetaria, depreciación monetaria

Vínculos de interés:

Una explicación del patrón oro:

uCoin.net – Catálogo Internacional de Monedas del Mundo. (2011, 14 enero). uCoin. https://es.ucoin.net/

Guan Jondred Dollar. (2012). Cortometraje. Dirigido por Antonio Galicia. México.

https://www.uscurrency.gov/es

Bibliografía

Burzio, H. F. (1958), Diccionario de la moneda hispanoamericana, Santiago de Chile, Fondo Histórico y Bibliográfico José Toribio Medina.

Canga Argüelles,  José (1826), Diccionario de la Hacienda para el uso de los encargados de la suprema dirección de ella, Londres, Imprenta española de M. Calero. Disponible en: https://bibliotecavirtual.asturias.es/i18n/consulta/registro.cmd?id=2347

Collins (2021) “Currency” en Collins Dictionary. https://www.collinsdictionary.com/dictionary/english/currency

McLeay, M., Radia, A. y Ryland, T. (2014), “Money in the modern economy: an introduction”, Quarterly Bulletin, vol. 54, n. 3, pp. 4–13.

Real Academia Española (1726-1739), Diccionario de autoridades. https://apps2.rae.es/DA.html

Real Academia Española (2014), Diccionario de la lengua española (23a ed.). https://www.rae.es/

Acerca del Autor

Javier Encabo González

Doctorando y maestro en Historia por El Colegio de México. Obtuvo el grado en Economía por la Universidad de Santiago de Compostela y el Máster Interuniversitario en Historia Económica por la Universidad de Barcelona, la Autónoma de Barcelona y la Universidad de Zaragoza. Su tesis doctoral se centra en la reconstrucción de la masa monetaria mexicana para el siglo XIX y el análisis del impacto de esta en otras variables como disponibilidad de medios de pago, precios y producción económica.

Categorías
Historia Monetaria

Depreciación Monetaria

Autor: Antonio Ibarra

Colaboración inscrita en el proyecto PAPIIT IG400222 “Gestión política de la moneda: procesos locales y transiciones globales, siglos XVIII-XX”

La depreciación monetaria es la pérdida de valor, a lo largo del tiempo, de los objetos designados como moneda debido a su demérito físico, simbólico o relacional con otras formas de valor. La moneda, del latín nummus, se define por su materialidad y sus funciones en una sociedad históricamente determinada: medio de cambio, de circulación y reserva de valor. Las formas metálicas de la moneda tienen una larga historia, cifrada en el siglo VII a.n.e,  en la isla griega de Egina, por el rey Fidón de Argos. De allí su característica originaria, de ser una impresión sobre metal que se ampara en la autoridad soberana que le adjudica un valor, dependiendo de su ley o pureza metálica y de su peso. Fue en Grecia donde adquirió su estilización circular estampada, pero en Roma se convirtió en un sistema de valores equivalenciales como nummus aureus, para el oro, y numus argenti, para la plata, adquiriendo su valor por la cantidad de metal puro (ley), su liga con otros metales y su peso.

Medelhavsmuseet (332 BC – 337 AD) Moneda Greco romana. Suecia: The Museum of Mediterranean and Near Eastern Antiquities. – CC BY. https://www.europeana.eu/es/item/91644/SMVK_MM_Egypt_3011568

De este modo, los sistemas monetarios requirieron de valores nominales, los cuáles les imprimieron su valor extrínseco, el cual es soportado por su ley y peso metálico, determinando así su valor intrínseco. La correspondencia entre ambos sostiene el sistema de cambios, garantiza la circulación y expresa su reserva de valor. La existencia de monedas de menor valor relativo dentro del sistema se sustenta en la autoridad impresa en su cuño, que suple en metales innobles -como el cobre, bronce o estaño- su valor correspondiente a los metales nobles -oro y plata. Cuando la autoridad soberana imprime su distintivo implica el cumplimiento de valores y contratos, es así como se considera a la moneda de curso legal y/o forzoso. Los distintivos del soberano pueden asociarse a valores simbólicos de identidad, confianza o poder ejercido sobre el mercado. Así, en un sistema monetario denominado bimetálico se combina un conjunto de signos monetarios de carácter fiduciario, es decir, basado en la confianza y sustentado en la relación del oro con la plata. Estos signos monetarios comúnmente tienen bajo valor intrínseco y un valor extrínseco determinado por el cuño y la autoridad que lo respalda.

Imagen: dominio público

El proceso histórico con el cual fue posible establecer valores a materiales que no eran metales preciosos dependió de la confianza en la autoridad que emitió signos monetarios equivalentes en otros materiales, respaldados por determinados metales, con poder liberatorio en el mercado y que dio cauce a las transacciones entre actores y poderes constituidos. El billete, como moneda fiduciaria fue también una forma antigua de emisión en la China de la dinastía Ming, que fue más tarde suplido por la plata, una vez exigidos los impuestos en este metal, sin demérito que los contratos se sostuvieran en papel, pero liquidados en plata. La plata americana, desde la segunda mitad del siglo XVI y hasta el XIX se convirtió en la moneda global del comercio y las finanzas públicas y privadas. El oro, más escaso y de menor circulación, tenía mayor aprecio en Europa que en Asía y América, hasta el siglo XVIII cuando la explotación de Minas Gerais, en el Brasil, cambió la proporción de este metal en el mercado mundial. El oro se convirtió, durante el siglo XIX gracias al boom productivo de Estados Unidos y Australia, en el metal esencial para el fondeo de los sistemas monetarios modernos, respaldando las monedas soberanas.

Imagen: dominio público

De esta manera, hubo experiencias depreciatorias que marcaron la historia. La primera gran depreciación de los metales se produjo, paradójicamente, por su abundancia y circulación en el circuito atlántico, entre América y Europa. La llamada “revolución de los precios”, que produjo el tesoro americano en el siglo XVI, supuso una alteración relativa de los valores monetarios en relación con las mercancías de consumo y entre los propios metales. Así, mientras en la década de 1531-1540 llegaron de América a Europa 14 toneladas de oro y 86 de plata, tres décadas más tarde 9 serían de oro y 1,119 de plata, según el texto clásico de Earl Hamilton (1934). La enorme cantidad y flujo continuo de metales produjo una depreciación relativa de la moneda por el mecanismo de los precios, es decir, en términos relativos la moneda de plata se volvió abundante y poco apreciada, por lo que se entregaba más de ella en el intercambio, aumentando los precios nominales, aunque las monedas tuvieran una alta calidad metálica y un crédito soportado en su ley y peso.

            En caso contrario, las monedas de plata tuvieron un premio en China y la India, donde el aprecio por el metal se relacionaba con la demanda de signos monetarios fuertes, así como por una diversidad de usos suntuarios y rituales que atrajeron ingentes cantidades de plata americana mediante las compañías comerciales coloniales de Holanda, Francia, Inglaterra y España.

Bellydraft (2007) Coin. CC BY-NC-ND 2.0 https://www.flickr.com/photos/bellydraft/363693731/

La plata se convirtió en moneda imperial, con la reforma de Felipe II en 1566, y a fines del siglo ya era la moneda global de más amplia circulación y de un valor estándar de gran aceptación: el peso de 8 reales o Piece of eight, Spanish dollar o piastra española. Sin embargo, la moneda de plata española fue sucesivamente depreciada en su calidad monetaria de manera subrepticia, mediante pragmáticas instrucciones hechas por Felipe II (1597), Felipe V (1728) y Carlos III (1772, 1786), las cuales determinaron por decreto disminuir el contenido metálico o ley de las monedas que debían acuñarse en el imperio. La larga estabilidad en el valor de la moneda de plata encontró su declive cuando hacia finales del siglo XIX varios países comenzaron a utilizar el patrón oro. Así pues, la caída sostenida del precio de la plata, a partir de 1870, fue resultado de fenómenos monetarios como la adopción del patrón oro por parte de Alemania, lo cual redujo la demanda de plata como moneda, pero también por cambios productivos que redujeron los costos de afinación del metal argentífero, lo que aumentó la oferta provocando la depreciación del metal como moneda y como mercancía. De este modo, el oro se convirtió en reserva de valor de sistemas monetarios que requerían de un metal escaso para respaldar la emisión de moneda fiduciaria no metálica.

Frankie Leon (2011) The shrinking dollar. CC BY-NC-ND 2.0 https://www.flickr.com/photos/armydre2008/5734854387/

La depreciación relativa de la plata en sistemas monetarios bimetálicos, dio paso a la expansión del crédito público mediante la emisión de moneda fiduciaria de curso legal o bien forzoso. Esto hizo más complejo el valor relativo y estable de las monedas soberanas, en relación con el soporte en reservas metálicas y en correspondencia con la balanza comercial y de cuenta corriente, entre monedas y países. Con la generalización del patrón monetario oro, la fortaleza de las monedas se vinculó estrechamente con el crecimiento económico, las reservas metálicas y el monto de valores en circulación en las bolsas de comercio y, más tarde, de valores accionarios. Las monedas resultaron vulnerables a las corridas financieras de particulares, como los pánicos de fines del siglo XIX y previas a la Gran Guerra de 1914-1918, o bien a las consecuencias de la paz de Versalles, como la hiperinflación en la República de Weimar de 1923. El colapso financiero de 1929 desvalorizó el dólar americano y premió la acumulación de activos áureos. La solución, sin embargo, devino de políticas contracíclicas favorables al gasto público y el déficit de los gobiernos, lo cual actuó sobre el valor de la moneda dado que la política fiscal inyectó liquidez a las economías mediante el gasto generando presiones inflacionarias e impactando en la depreciación monetaria.

            La depreciación monetaria a partir de los desajustes provocados por la segunda Guerra Mundial dependió de acuerdos internacionales, como Bretton Woods, que otorgó al dólar estadounidense el poder liberatorio internacional y el privilegio de ser una moneda de referencia de otras soberanas, ligadas por los flujos comerciales, financieros y organismos monetarios multilaterales como el Fondo Monetario Internacional.           

El déficit público en Estados Unidos, así como la crisis de la deuda de la década de 1980, asociada a una burbuja inflacionaria originada en el mercado petrolero, distorsionó los sistemas de ajuste monetarios por la sobreoferta de crédito en el sistema bancario internacional que terminó por arruinar las monedas soberanas, depreciadas para hacer frente a la insolvencia de economías con un alto nivel de endeudamiento.

Durante los críticos años ochenta se dieron espirales inflacionarias que resultaron en la depreciación de las monedas nacionales frente al dólar estadounidense, sustitución de monedas soberanas y adopción de patrones mixtos, así como la supresión de dígitos a la moneda de curso legal y forzoso. La política monetaria desde los años de 1990 ha enfatizado el combate a la inflación con medidas contrarias a la expansión del gasto y restricciones cambiarias: la autonomía de la banca central, el equilibrio en las reservas y el control del mercado de divisas han sido medidas tendientes a evitar abruptas depreciaciones de moneda soberana. Inflación y depreciación, han marcado la orientación de las políticas de estabilización monetaria. El impacto sobre la gobernabilidad cobra cada vez mayor relevancia, para la legitimación o debacle de los liderazgos políticos, vinculando fenómenos monetarios y procesos políticos.

Simon Dawson/Bloomberg (2014) El gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, habla durante la conferencia de prensa del reporte de inflación trimestral del banco central. Londres: Banco de Inglaterra.

En resumen, históricamente, la depreciación de la moneda ha dependido del nivel de oferta de metales, de su valor relativo en los mercados, de los sistemas crediticios y financieros y de la capacidad de las economías para valorizar su moneda soberana. El miedo a la depreciación monetaria es un mal del mundo moderno.

NOTA: Colaboración inscrita en el proyecto PAPIIT IG400222 “Gestión política de la moneda: procesos locales y transiciones globales, siglos XVIII-XX”

Palabras relacionadas: economía, balanza comercial, Dinero, monedas y Moneda; falsificación monetaria, monetarismo.

Vínculos de interés:

The European Association for Banking and Financial History

Fondo Monetario Internacional  https://imf.org/es/Home

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Acerca del Autor :Antonio Ibarra Romero

Profesor Titular C, Tiempo Completo, en la División de Estudios de Posgrado, Facultad de Economía, UNAM, adscrito al área de Historia Económica. Licenciado en Economía por la Universidad de Guadalajara (1986), Maestro en Economía, con especialidad en Historia Económica, por la UNAM (1990), Doctor en Historia por El Colegio de México (2000) y posdoctorado en la Universidad de California, en San Diego UCSD (2002). Sus líneas de investigación son: historiografía económica; instituciones y cambio económico en México, siglos XVIII-XX; redes sociales e instituciones comerciales, siglo XVII-XIX; historia fiscal y monetaria mexicana, siglos XVIII-XIX; historia global de América Latina.

Categorías
Historia Comercial

Ventaja Absoluta y Ventaja Comparativa

Autor: Isabel Avella Alaminos

A diferencia de otros términos económicos, la ventaja absoluta y la ventaja comparativa aparecieron tardíamente, entre finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, en los albores de la Economía como disciplina. Los dos se vinculan estrechamente entre sí y son la base, hasta nuestros días, de la explicación ofrecida por la teoría del comercio internacional sobre por qué se lleva a cabo el comercio exterior.

La palabra ventaja significa la “superioridad o mejoría de alguien o algo” o la “excelencia o condición favorable que alguien o algo tiene” con respecto a otra persona o cosa (RAE, 2014). Por ende, tanto la ventaja absoluta como la comparativa suponen una confrontación de la ganancia obtenida por un agente económico frente a otro al participar en el comercio exterior. La ventaja absoluta se refiere a la que un agente (persona, empresa o país) tiene frente a otro gracias a que, por su dotación de recursos, puede producir una mercancía con una menor cantidad de factores, esto es, con una mayor productividad. La ventaja comparativa alude a la diferencia entre los productores de un bien en función de su costo de oportunidad; se dice que uno la tiene en relación con otro cuando, incluso si no posee ventaja absoluta, “renuncia a una cantidad menor de otros bienes para producir el bien X”, es decir, “tiene el menor coste de oportunidad de producir ese bien” (Mankiw, 2004, pp.32-33) y, por tanto, le conviene especializarse en su elaboración y venta.

El principio de la ventaja absoluta -no así el término, que es posterior-, fue acuñado por Adam Smith en su obra Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (1776) para defender las bondades del libre comercio versus la teoría de la balanza comercial mercantilista que lo limitaba. Smith se refirió a las ventajas del comercio exterior sin adjetivos. A contrapelo de la aseveración mercantilista sobre que el fin de la balanza comercial era obtener la mayor cantidad de metales preciosos posible, Smith planteó un concepto distinto al señalar que: “Por ventaja o ganancia se ha de entender, en todo caso, no el aumento de la cantidad de oro y de plata, sino el valor anual de la tierra y del trabajo del país, o el aumento del ingreso de sus habitantes en el curso del año” (Smith, 1997 (or.1776), p.432). En otras palabras, la ventaja debía traducirse en el nivel de renta obtenido.

Adam Smith

En cuanto a la naturaleza de dicha ventaja, Smith afirmó: “Que sean naturales o adquiridas las ventajas que un país tenga sobre otro, no tiene importancia al respecto. Pero desde el momento que una nación posee tales ventajas y otra carece de ellas, siempre será ventajoso para ésta comprar en aquélla que producir por su cuenta” (Smith, 1997 (or.1776), p.404). De lo anterior se desprende que esta ventaja, natural o no, se da cuando una nación puede ofrecer alguna mercancía que otra nación no tiene, necesita o desea adquirir. De acuerdo con Smith, incluso si una nación se propusiera producir un bien para dejar de importarlo, tendría que sopesar la conveniencia o no de hacer a un lado las ventajas de la división del trabajo: “Es sólo una ventaja adquirida la que posee un artesano con relación al vecino que se ejercita en otro oficio, y ello no obstante encuentran que es más beneficioso para ambos comprarse mutuamente que producir artículos extraños a la respectiva actividad.” (Smith, 1997 (or.1776), p.404). Independientemente de ello, es importante señalar que el grado de ventaja obtenido dependía del tipo de mercancías intercambiado, “pues los habitantes del pueblo que sólo exportase productos nacionales lograrían una mayor ventaja” (Smith, 1997 (or.1776), p.433).

En su libro Principios de economía política y tributación (1817), David Ricardo sentó las bases para desarrollar un concepto complementario al de la ventaja absoluta: la ventaja comparativa. Curiosamente, en sus escritos Ricardo tampoco enunció esta palabra como tal, sino que se refirió a los costos y beneficios del comercio. Al razonamiento de Smith sustentado en la división del trabajo, Ricardo añadió, de manera implícita, la idea del costo de oportunidad (alternativo) de los intercambios, tomando el ejemplo de Portugal e Inglaterra con base en los datos imaginarios que aparecen en el siguiente cuadro:

Aun cuando en términos absolutos la producción de tejidos y vino era más barata en Portugal, Ricardo señalaba que “Aunque se fabricase el tejido con el trabajo de 90 hombres, sería importado de un país donde requiera el trabajo de 100, porque le sería más ventajoso emplear su capital en la producción de vino, con el cual obtienen más tejidos de Inglaterra de los que obtendría traspasando una parte de su capital del cultivo de los viñedos a la manufactura de tejidos.” Esto ocurría porque, como se desprende de los datos del cuadro, Portugal podía producir una cantidad dada anual de vino empleando 12.5% hombres / año menos que para producir una determinada cantidad de tejidos en el mismo periodo; por su parte, Inglaterra podía producir una cierta cantidad anual de tejidos usando 20% hombres /año menos que para producir su vino. De esta suerte, el intercambio exterior quedaba justificado en tanto constituyera una vía relativamente menos costosa que otras para adquirir una mercancía al aprovechar en la forma más eficiente el capital y el trabajo propios.

En la obra Los principios de economía política (1848), de John Stuart Mill, ya aparece explícitamente la adjetivación de “absolutos” y “relativos” para referirse a este análisis de costos planteado por Ricardo: “no es una diferencia en el costo absoluto de producción la que determina el intercambio, sino una diferencia en el costo comparativo” (Mill, 1885 (or.1848), p.441). Llegó incluso a mencionar la palabra ventaja comparativa como tal al decir que “el capital no utilizado en una industria en la que [Inglaterra] no tenía ninguna ventaja comparativa […] necesariamente sería empleado en las industrias en las que teníamos una ventaja” (Mill, 1885 (or.1848), p.451).

Mill añadió una precisión importante acerca del sentido del término comparativo al señalar que “se debe entender claramente que por la diferencia en costo comparativo nos referimos a la diferencia en el costo comparativo de producir dos o más artículos en el mismo país, y no a la diferencia de costo del mismo artículo en dos países comerciantes diferentes” (Mill, 1885 (or.1848), p.442). Asimismo, Mill vinculó explícitamente la noción de los costos comparativos con la productividad cuando afirmó: “[…] si dos países que comerciaran juntos intentaran, hasta donde fuera físicamente posible, producir ellos mismos lo que ahora importan del otro, el trabajo y el capital de ambos países no serían tan productivos […]” (Mill, 1885 (or.1848), p.447). De ahí que, a semejanza de Smith, Mill criticase el mercantilismo y postulase, a contrapelo de éste, que “la única ventaja directa del comercio exterior consiste en las importaciones […] La teoría vulgar desdeña este beneficio y considera que la ventaja del comercio reside en las exportaciones, como si no fuese lo que el país obtiene, sino de lo que se separa, por su comercio exterior, lo que constituye la ganancia de éste” (Mill, 1885 (or.1848), p.449).

Ahora bien, el uso de los términos absoluto y comparativo se circunscribió, en un primer momento, al ámbito teórico anglosajón. En su manual de 1870, el español Olivan apenas aludía a ventajas, sin distinguir las absolutas de las comparativas: “Como son distintos los climas en la superficie del globo, sus diversas producciones se permutan ventajosamente” (Olivan, 1870, p.88). Más aún, su uso en la prensa fue esporádico y aludió a otras temáticas, como a las ventajas comparativas en el contexto militar (La Voz de México, 10/VII/1886, p.1), o a las absolutas en los terrenos jurídico (Periódico Oficial del Estado de Oaxaca, 16/II/1907, p.4) y deportivo (El Tiempo, 3/I/1909, p.3), evidencia de que la discusión sobre las ventajas comerciales no trascendía aún las fronteras de la discusión especializada.

Asimismo, pese a que Mill había usado ya el término de ventaja comparativa, en la literatura anglosajona continuó utilizándose, con frecuencia, la noción de costos. Verbigracia, si bien en su manual de comercio internacional publicado en 1929 el estadounidense Taussig tituló a su capítulo 16 “Ventajas comparativas y tarifas proteccionistas en los Estados Unidos”, distinguió tres tipos de casos a los que dedicó sus tres primeros capítulos: “(1) diferencias absolutas en costo; (2) diferencias iguales en costo; (3) diferencias comparativas en costo” (Taussig, 1929, p.3). Taussig definió la segunda categoría como aquélla en la que “la efectividad del trabajo es mayor” y “en igual grado” (Taussig, 1929, p.5) en la producción de dos mercancías dadas en dos países distintos, como se aprecia en el ejemplo del siguiente cuadro, donde Estados Unidos era 50% más eficiente en la producción de cobre y lino.

También vale la pena advertir que Taussig diferenció el tipo de ventajas absolutas presentes en las naciones tropicales y templadas, aseverando que “El tropical tiene una ventaja absoluta, a causa de sus condiciones climáticas, en varios productos; los países de la zona templada, y en especial aquéllos de la cultura europea, tienen, de manera similar, una ventaja absoluta, aunque descansando quizá no tan preponderantemente en causas físicas” (Taussig, 1929, p.17).

En el marco de los debates sobre el desarrollo y el subdesarrollo económicos de la segunda mitad del siglo XX, la distinción con respecto a qué ventajas comerciales tenían qué países revivió una vieja idea sobre la idoneidad de exportar manufacturas que, por ejemplo, recomendaba ya un manual de principios del siglo XIX cuando decía que: “se elija el [bien] mas útil y ventajoso, en cuanto sea posible, no exportando las primeras materias, de que abunde el país, sino trabajándolas y manufacturándolas, para sacarlas y venderlas después al extranjero, a fin de que las entradas sean las mayores posibles” (Genovesi, 1804, tomo 2, p.71). Así, las bondades del comercio exterior fueron cuestionadas a la luz de la posición negativa de los países exportadores de materias primas en la división internacional del trabajo. A finales de los años sesenta, el economista peruano Virgilio Roel apuntó, en referencia al clásico ejemplo dado por David Ricardo sobre el comercio Portugal-Inglaterra: “Portugal ‘creyó’ en esa argumentación y hoy es el país más pobre de Europa”. En torno a la insistencia de los teóricos anglosajones en las ventajas comparativas del comercio exterior, aseveró, además, que “la explicación de esta teoría a los países subdesarrollados frente a los desarrollados, conduce a la conclusión de que los primeros deben seguir insistiendo en producir los mismos bienes primarios de siempre […]” (Roel, 1969, p.2).

Flx.Flx (2009) República bananera. Nicaragua.

Para los años setenta del siglo XX, Torres Gaytán recuperaba cuatro tipos de ventajas comerciales: las diferencias absolutas de costos; los costos comparativos o relativos; las diferencias iguales de costos y la ventaja incomparable. En contraste con las diferencias absolutas de costos en las que dos países producían la misma mercancía, pero uno de ellos con ventaja absoluta de costos sobre el otro, la ventaja incomparable se presentaba “Cuando el país A produce un artículo que no produce el país B y éste produce otro artículo que no produce A y se establece intercambio entre ellos, el comercio surge debido a la carencia de la otra mercancía en cada país” (Torres Gaytán, 2003 (or.1972), p.81).

Fue en las últimas décadas del siglo XX cuando la utilización de los términos ventajas absoluta y comparativa alcanzó su clímax en el marco de los inicios de la globalización actual. Ya en la década de 1980, además de las variantes hasta aquí referidas sobre ventajas comerciales, se usaba el término ventaja competitiva, como en el texto “Esencialmente, los derechos compensatorios están destinados a contrarrestar la ventaja competitiva de que se benefician las exportaciones subvencionadas” (Acuerdo General de Aranceles y Comercio, 1990, p.31). Un diccionario la define como la que obtiene una empresa -o, podríamos añadir un país, como en la cita anterior- “cuando los competidores renuncian a tratar de imitar o copiar la estrategia que está aplicando” (Rodríguez, 2009, p.114). Empero, la acepción de este término es variable porque en otro diccionario reciente se le define como las ventajas “que no provienen de la dotación específica de recursos naturales de un país o de otros factores semejantes, sino de las habilidades y la tecnología que se incorporan a los procesos productivos” (Sabino, 1994, p.287).

BASF (2019) Digitalización en una planta productiva en Ludwigshafen.

Palabras relacionadas: ganancia, productividad, costo de oportunidad, recursos, trabajo, costos relativos, competencia.

Vínculos de interés:

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Torres Gaytán, Ricardo (2003 (or.1972)) Teoría del comercio internacional. 14ª ed, México, Siglo Veintiuno Editores.

Acerca de la autora

Isabel Avella Alaminos. Doctora en Historia (2006) por el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México. Realizó una estancia posdoctoral en la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Economía de la UNAM (2007-2009). Profesora de tiempo completo definitiva en el Departamento de Historia del Sistema Universidad Abierta y Educación a Distancia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Sus líneas de investigación son la historia del comercio exterior de México en el siglo XX y la historia de la historia económica.

Categorías
Historia Comercial

Contrabando

Autora: Isabel Avella Alaminos

La palabra contrabando significa en contra del bando, siendo bando una disposición de la autoridad. Cuando el término apareció por primera vez en 1729 en un diccionario hispano, se le definió como “Contravención de alguna cosa que está prohibida por bando, publicado a voz de pregonero”, aunque enseguida se incluyó otra acepción referida al comercio exterior: “Mercadería, ropa o géneros de contrabando. Se llama así todo lo prohibido de introducir en estos Reinos, por ser de Países enemigos, con los cuales está cerrado el comercio” (RAE, 1729, Tomo II). Este último significado es la base de la definición actual de la RAE, según la cual el contrabando es la importación o exportación ilícita de mercancías (RAE, 2014).

A finales del siglo XVIII el estudioso Cesare Beccaria intentó teorizar, por primera vez, en torno al contrabando en su artículo “Tentativo analítico sui contrabbandi” (Beccaria, 1821 (or.1764)). Ya en el siglo XIX, la palabra se empleó con frecuencia en la prensa; incluso se le incluyó en contratos de concesiones a compañías (Archivo Mexicano, tomo I, núm.3, 1/XII/1852, p.219). Empero, estuvo casi ausente de los diccionarios y manuales de Economía; así, en su manual de más de 800 páginas, John Stuart Mill sólo hizo dos menciones a contrabando y contrabandistas (Mill, 1885, pp.639 y 692).

Ahora bien, el término experimentó algunos cambios en el curso del siglo XIX. Al iniciar dicha centuria se hacía referencia al contrabando en el contexto de las guerras napoleónicas (Gazeta del Gobierno de México, 17/VIII/1810, tomo I, núm.89, p.661), aunque en general la discusión se centró en el contrabando cotidiano. Aun cuando en México se usó más frecuentemente para aludir a la importación de contrabando, en especial en la frontera norte (El Siglo Diez y Nueve, 17/I/1872, p.1), también se empleó para hablar de las exportaciones ilegales de metales preciosos (El Partido Liberal, 30/III/1892, p.2).

Asimismo, en virtud de la magnitud del fenómeno, lo que se entendía por contrabando tendió a ampliarse con el fin de abarcar sus distintas aristas. Verbigracia, en México un decreto presidencial dispuso que la “sola desviación” de la ruta asentada en la guía de navegación “se considerará como caso de contrabando” (La Voz de México, 12/I/1872, p.1). Para finales del siglo XIX en la legislación aduanera mexicana se consideró que el contrabando existía: “[…] Cuando [mercancías, transportes y transportistas] se encuentren fuera de la ruta indicada en el documento que las ampare. […] hayan traspasado el punto de su destino. […] transiten sin el documento aduanal correspondiente. […] los documentos que las amparen tengan un origen fraudulento” (Periódico Oficial del Gobierno del Estado Libre y Soberano de Campeche, 2/I/1892, p.2).

La valoración subyacente a la noción de contrabando tendió a ser negativa, al asociarse con el fraude y las prácticas inmorales; en un artículo se decía que, además de los bárbaros, el segundo mal mayor del estado de Chihuahua era “el del contrabando, que destruye el comercio de buena fe […] ese cáncer que todo lo carcome” (El Siglo Diez y Nueve, 4/VI/1852, p.1). Al mismo tiempo, se le consideró un resultado lógico del proteccionismo arancelario: “el contrabando es, por la naturaleza de las cosas y especialmente en países como México, que se prestan grandemente a él, el regulador de los derechos prohibitivos o exageradamente altos” (El Economista Mexicano, 16/I/1892, p.288). Incluso el economista germano Friedrich List, defensor del proteccionismo, apuntó que los artículos de lujo merecían la menor protección “porque los altos derechos protectores sobre estos artículos pueden ser evadidos fácilmente mediante el contrabando”. (List, 1909 (or.1841), p.220). Por su parte, un artículo estadounidense fue más allá en sus reservas al aseverar: “Es en verdad un capricho bastante hostil en una nación, el de perseguir el contrabando” (citado por La Lima de Vulcano, 10/X/1835, p.1).

Al despuntar el siglo XX la acepción de contrabando de guerra volvió a las primeras planas de los diarios, por ejemplo, a propósito de la guerra ruso-japonesa (El Economista Mexicano, 29/VII/1904, p.2), las dos guerras mundiales (El Demócrata: diario constitucionalista, 28/I/1916, p.2 y El Heraldo de Brownsville, 14/I/1940, p.1) y a raíz de la Ley seca estadounidense (1920-33), como se evidenció en títulos como “Un contrabando de licor decomisado en Nuevo Laredo” (La Prensa, 22/I/1933, p.1). Más allá de estas coyunturas, la noción de contrabando como práctica cotidiana siguió presente. El fenómeno estaba tan extendido, que en algunos textos se denominó al contrabando como una industria en sí misma; por ejemplo, en el caso de una población en Gibraltar, España, se aseveró: “La principal industria de esta ciudad es el contrabando” (El Diario del Hogar, 12/IV/1904, p.1).

Entre los años sesenta y setenta del siglo XX, en el marco de las teorías sobre el desarrollo de la segunda posguerra, el término pasó, finalmente, de la prensa a las discusiones académicas, en donde continuó el debate en torno a los beneficios y perjuicios económicos del contrabando. En una revista mexicana se recuperó la idea de que “el contrabando se debe a que reporta ventajas porque con los mismos recursos pecuniarios se compra más en el extranjero que en el país, o porque aquéllos resultan de mayor bondad que éstos” (Revista de Comercio Exterior, abril de 1968, pp.304-306). Por su parte, Bhagwati y Hansen, quienes propusieron un primer modelo para analizar el contrabando en la teoría del comercio internacional, iniciaron su estudio afirmando que, dada la magnitud del fenómeno en algunos países subdesarrollados, “[…] Hay la necesidad, por tanto, de mirar al contrabando no sólo como un problema moral y legal, sino también como un fenómeno puramente económico” (Bhagwati y Hansen, 1973, p.172) En este texto y en las discusiones subsecuentes, la noción de contrabando se conectó, positiva o negativamente, con las de aranceles, bienestar y términos de intercambio, como se advierte en el siguiente pasaje: “El contrabando es análogo a admitir un ‘país socio’ como importador a un costo mayor al del ‘país exterior’; el contrabando, por tanto, supone una pérdida en los términos de comercio, pero la ganancia en la producción y el consumo pueden contrarrestar esta pérdida […] Así, no podemos decir en general si el contrabando incrementa el bienestar o no en comparación con el comercio legal con el arancel” (Bhagwati y Hansen, 1973, p.175).

Para la década de 1990 las discusiones teóricas dieron lugar a un abanico más amplio de variantes de la palabra contrabando para precisar sus distintos matices; por ejemplo, el uso de “contrabando camuflado” para referirse al realizado por algunos agentes del comercio legal que vendían mercancías legales e ilegales a la par, así como a “pesar mal o facturar mal las importaciones para evitar derechos aduanales” (Thursby, Jensen y Thursby, 1991, pp.790-791). En el mismo sentido, otro autor afirmó con posterioridad que “en la realidad hay muchas otras formas de transacciones ilegales en el comercio internacional que podrían ser definidas como ‘casi-contrabando’. Por ejemplo, sobre o sub-facturación en el curso de transacciones, independientemente de ello, legales” (Gandolfo, 2014, p.154). Sin duda, este interés por dar un nombre específico a las diversas modalidades del contrabando da cuenta de la vigencia del fenómeno.

Palabras relacionadas:

aduanas, arancel, proteccionismo, prohibición, industria, bienestar, costos, términos de intercambio, corrupción.

Vínculos de interés:

(2005) América Latina en la Historia Económica. Dossier temático: contrabando, número 24, julio-diciembre, http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1405-22532005000200006 [Consulta: 26/X/21].

Andreas, Peter (Brown University), A History of Smuggling in American (video) , en Oxford University Press’s Academic Insights for the Thinking World (blog) https://blog.oup.com/2013/02/smuggling-american-history/ [Consulta: 26/X/21].

Hemerografía:

Archivo Mexicano

Boletín del Ministerio de Hacienda

Gazeta del Gobierno de México

El Demócrata: diario constitucionalista

El Diario del Hogar

El Economista Mexicano

El Heraldo de Brownsville

La Lima de Vulcano

El Partido Liberal

Periódico Oficial del Gobierno del Estado Libre y Soberano de Campeche

La Prensa

Revista de Comercio Exterior

El Siglo Diez y Nueve

La Voz de México

Bibliografía:

Bhagwati, Jagdish y Bent Hansen (1973) “A Theoretical Analysis of Smuggling”, en The Quarterly Journal of Economics, vol.87, núm.2, mayo, pp.172-187. Disponible en: base de datos JStor https://www.jstor.org/stable/1882182 [Consulta: 13 de septiembre de 2021].

Beccaria, Cesare (1821 (or.1764)) Tentativo analítico sui contrabbandi. Estratto dal foglio periódico intitolato Il Cafffè, en Opere di Cesare Beccaria, Milán, Dalla Societá Tipogr. dei Classici Italiani, vol.I, pp.427-430. Disponible en: Sitio Internet Archive https://archive.org/details/operedicesarebec0102becc/page/n17/mode/2up [Consulta: 10 de septiembre de 2021].

Gandolfo, Giancarlo (2014) International Trade Theory and Policy. 2a ed., Berlín, Springer (Springer Texts in Business and Economics), DOI 10.1007/978-3-642-37314-5

List, Friedrich (1909 (or.1841)) The National System of Political Economy. Trad. Sampson S. Lloyd, NY, Longmans, Green and Co. Sitio Online Library of Liberty, http://oll.libertyfund.org [Consulta: 19/III/21].

Mill, John Stuart (1885 (or.1848)) The Principles of Political Economy, NY, D. Appleton and Company. Disponible en: Sitio The Project Gutenberg EBook, https://www.gutenberg.org/files/30107/30107-pdf.pdf [Consulta: 25/X/21].

Real Academia Española (RAE) (1729) Diccionario de autoridades, Tomo II. Disponible en: https://apps2.rae.es/DA.html [Consulta: 26 de agosto de 2021].

Diccionario de la lengua española (2014) Edición del Tricentenario. Disponible en: https://dle.rae.es/contrabando?m=30_2 [Consulta: 26 de agosto de 2021].

Thursby, Marie, Richard Jensen y Jerry Thursby (1991) “Smuggling, Camouflaging, and Market Structure”, en The Quarterly Journal of Economics, vol.106, núm.3, Agosto, pp.789-814. Disponible en: base de datos Jstor https://www.jstor.org/stable/2937927 [Consulta: 13 de septiembre de 2021].

Acerca de la autora

Isabel Avella Alaminos. Doctora en Historia (2006) por el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México. Realizó una estancia posdoctoral en la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Economía de la UNAM (2007-2009). Profesora de tiempo completo definitiva en el Departamento de Historia del Sistema Universidad Abierta y Educación a Distancia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Sus líneas de investigación son la historia del comercio exterior de México en el siglo XX y la historia de la historia económica.

Categorías
Historia Comercial

Commodity

Autor: Isabel Avella Alaminos

Esta palabra de origen latino comenzó a utilizarse en los diccionarios de lengua inglesa desde 1400. En un inicio se refirió a beneficio o conveniencia; fue a partir de 1429 cuando el término empezó a ser definido como “un artículo / clase de mercancía” (The Historical Thesaurus of English), significado que prevaleció sin cambios hasta la tercera década del siglo XX. Hacia esta última fecha commodity comenzó a emplearse en la terminología del comercio exterior en su acepción actual como “un bien estandarizado, que es comerciado a granel y cuyas unidades son intercambiables” (Black, Hashimzade y Myles, Oxford Dictionary of Economics). Aun cuando la Real Academia de la Lengua Española señala que el uso de este anglicismo es innecesario porque puede sustituirse por mercancía, artículo o bien de consumo, producto básico o materia prima (RAE, 2005), su utilización se ha popularizado en las últimas décadas.

A diferencia de otros términos relativos al comercio exterior, la historia de esta palabra es difícil de rastrear. Parece ser que el cambio en el significado de commodity se originó en la legislación estadounidense del siglo XX temprano. En 1922 el Congreso de Estados Unidos aprobó la Grain Futures Act “para la prevención y la remoción de obstrucciones y cargas en el comercio interestatal de grano mediante la regulación de transacciones de intercambios futuros de grano, y otros propósitos” (Digest of Commodity Exchange Act, 1936, [p.1]). Tras su modificación en junio de 1936, la ley fue denominada Commodity Exchange Act; la palabra grano fue sustituida por commodity en razón de que lo dispuesto en la legislación se amplió al comercio futuro y tratos de otras mercancías además de los granos. Así, en ella commodity aludió a trigo, algodón, arroz, maíz, avena, cebada, centeno, semilla de lino, sorgo, pienso, mantequilla, huevo y papa (Digest of Commodity Exchange Act, 1936, [p.1]). De manera paralela, en este periodo de entreguerras se firmaron varios acuerdos de mercancías -los commodity agreements- relativos a productos primarios de exportación de consumo masivo, como hule, té, estaño y azúcar (Bauer, 1974, pp.611, 615), lo que quizá reforzó la asociación de commodity con alimentos y materia prima. Sea como fuere, el hecho es que en 1943, en medio de la segunda Guerra Mundial, commodity entendida como “alimento / materia prima objeto de comercio” fue incluida por primera vez en un diccionario de habla inglesa (The Historical Thesaurus of English).

El uso del término con este significado se extendió con cierta rapidez a nivel internacional, pues para 1954 ya se empleaba en el marco de la Organización de las Naciones Unidas. De ello da cuenta un informe realizado a petición del organismo, una de cuyas propuestas era “la creación de una institución internacional con fondos suficientes y con autoridad definitiva que sea algo así como el Fondo Monetario Internacional pero en el campo de las comodidades”, entendidas como productos básicos (Wionczek, 1954, p.135).

Con el paso del tiempo este significado adquirió un sentido cada vez más amplio. Desde 1956 la revista estadounidense Southern Economic Journal publicó un comentario que apuntaba en esa dirección; en él se definió al vocablo como una cierta mercancía consistente en productos homogéneos, no necesariamente agrícolas, “de un grupo de firmas [que] se relacionan entre sí por altas elasticidades cruzadas de demanda, y tienen bajas elasticidades cruzadas con otros bienes…”. El mismo texto adelantó una definición alternativa de commodity en términos del cálculo diferencial y desde la perspectiva del consumidor: “Si una mercancía es homogénea, los consumidores no distinguen entre los productos de las firmas que conforman la industria” (Fauraker, 1956).

Aunque todavía en los años setenta del siglo XX commodity refería, en primera instancia, a materias primas, por ejemplo al petróleo, a principios de la década de 1980 la versión actualizada de la Commodity Exchange Act estadounidense precisaba que, tras su modificación, la ley definía commodity como “todos los ‘bienes y artículos’ y todos ‘los servicios, derechos e intereses’ que pudieran hoy o en el futuro ser sujetos de contratos futuros”, es decir, de transacciones negociadas de antemano para adquirir o vender mercancías físicas e intangibles en un tiempo determinado en el futuro. Por tanto, el término se delimitó en función de las características del intercambio de estas mercancías. Entre los ejemplos de commodities, además de granos, alimentos agrícolas y metales, incluía: ganado, carne, jugo de naranja, así como futuros de moneda y tasas de interés (Davis, 1981, p.317), esto es, se aludía, quizá por primera vez, a elementos de la economía financiera.

De esta suerte, commodity se volvió un término cada vez más complejo, aunque sin perder su naturaleza de mercancía estandarizada. De hecho, por lo menos desde finales del siglo XXI se distingue entre commodities y productos, pues en la definición de estos últimos entran en juego la diferenciación, el nicho y la segmentación de mercado (Gordon, Hanneson y Kerr, 1999). Al respecto, un artículo de la primera década del siglo XXI, al resumir las características de commodity, matizaba esta idea y advertía que, si bien se trataba de productos no diferenciados en cuanto a su origen o sus cualidades para los que el precio determinaba la compra, había excepciones como “ciertos vinos, champagne, o productos como el café, el yogurt o el tabaco” diferenciados por su origen geográfico. Asimismo, al referirse a su importancia para la economía dentro de la balanza de pagos, el PIB sectorial y la seguridad alimentaria, el mismo artículo subrayaba el papel de los commodities en el comercio internacional “especialmente por su reciente relación con el mercado energético (por ejemplo el Etanol y el Biodiesel)”, así como por su comercialización mediante contratos de futuros porque “los commodities permiten una interrelación entre los mercados de bienes y servicios y financieros.” Por ello, de nueva cuenta incluyó como commodities a diversos activos financieros no considerados valores, como divisas, tasas de interés o referencia e índices bursátiles (Morales, 2008, pp.1-2). Sin duda, la apertura de mercados para commodities físicos de exportación, como los productos agrícolas, dio pie a esta conexión entre economía real y economía financiera, pues, como señalaba un artículo referido a Perú, la relevancia de la exportación de materias primas era tal para ciertas economías, “que sus monedas se conocen comúnmente como monedas commodities” (Tashu, 2018).

En los últimos años la importante presencia de los commodities en el mundo de los negocios ha dado lugar a una clasificación más pormenorizada de estas mercancías de acuerdo con su naturaleza: granos, agrícolas (conocidos como blandos porque son cultivados y su tiempo de almacenamiento es corto), energía, metales (conocidos como duros porque son excavados y extraídos), carne, financieros, índices y monedas (Caballero, 2012 y Lioudis, 2021). En este sentido, también se hace alusión a primary commodities, categoría que incluye tanto a mercancías agrícolas como a metales no ferrosos, minerales, perlas y piedras preciosas (United Nations Conference on Trade and Development, 2021). Asimismo, más allá de definírseles como mercancías básicas o poco elaboradas comerciadas a granel, se les identifica por los dos tipos de mercado en los que se realiza su intercambio: de spot (pago de contado) y de futuros (Caballero, 2012). Pese a ello, aún hoy en día esta acepción de commodity se encuentra más extendida en la esfera de los negocios y la mercadotecnia que en las publicaciones académicas especializadas sobre comercio internacional.

Palabras relacionadas:

materia prima, alimentos, specialty, producto, mercancía, marca.

Vínculos de interés:

DAILYFX Global Commodities. Worldwide Commodity Imports & Exports over the Last Decade.

Organización de Naciones Unidas (2014-2017) UN Comptrade Database.

UNCTAD, Commodities.

Bibliografía:

Bauer, P.T. (1974) “Commodity Agreements: Aid or Trade?, en International Journal, vol.29, núm.3, Economic Interdependence, otoño, pp.610-618. Disponible en: base de datos JStor https://www.jstor.org/stable/40201469 [Consulta: 4/X/21].

Black, John, Nigar Hashimzade y Gareth Myles (2017) Oxford Dictionary of Economics. 5a ed., Oxford, Oxford University Press. Disponible en: https://www.oxfordreference.com/view/10.1093/acref/9780198759430.001.0001/acref-9780198759430-e-459?rskey=Gb96j8&result=531 [Consulta: 14/X/21].

Caballero, José Luis (2012) “ABC de los commodities”, en El Economista, Sección Mercados, 11 de mayo. Disponible en: https://www.eleconomista.com.mx/mercados/ABC-de-los-commodities-20120511-0061.html [Consulta: 5/X/21].

Davis, Roy J. (1981) “Commodity Exchange Act: Statutory Silence is not Authorization for Judicial Legislation of an Implied Private Right of Action, The”, en Missouri Law Review, vol.46, núm.2, primavera, pp.316-336. Disponible en: https://scholarship.law.missouri.edu/mlr/vol46/iss2/2 [4/X/21].

Digest of Commodity Exchange Act (1936) Washington D.C., United States Department of Agriculture- Grain Futures Administration, junio. Disponible en: Sitio HathiTrust Digital Library https://babel.hathitrust.org/cgi/pt?id=coo.31924014008217&view=1up&seq=4&skin=2021 [Consulta: 14/X/21].

Fouraker, Lawrence E. (1956) “A Note on the Definition of a Commodity”, en Southern Economic Journal, vol.23, núm.1, julio, pp.80-82. Disponible en: base de datos JStor http://www.jstor.com/stable/1053620 [Consulta: 14/X/21].

Gordon, Daniel V., Rögnvaldur Hanneson y William A. Kerr (1999) “What is a Commodity? An Empirical Definition Using Time Series Econometrics”, en Journal of International Food & Agribusiness Marketing, vol.10. Disponible en: Sitio Taylor & Francis Online https://www.tandfonline.com/doi/pdf/10.1300/J047v10n02_01?needAccess=true [Consulta: 5/X/21].

The Historical Thesaurus of English (2020). 2a ed., Escocia, University of Glasgow. Disponible en: https://ht.ac.uk/category-selection/?word=commodity&label=&category=&year=&startf=&endf=&startl=&endl= [Consulta: 5/X/21].

Lioudis, Nick (2021) “Commodity vs. Product: What’s the Difference?”, Investopedia, actualizado al 13 de enero. Disponible en: Sitio Investopedia https://www.investopedia.com/ask/answers/021615/whats-difference-between-commodity-and-product.asp [Consulta: 18/X/21].

Morales, Hada Desirée de (2008) “La nueva dinámica del mercado de los commodities”, en Tópicos Económicos, Banco Central de Reserva [de El Salvador]. Departamento de Investigación Económica y Financiera, Año I, no.7, 15 de abril, pp.1-6. Disponible en: https://www.bcr.gob.sv/bcrsite/uploaded/content/category/611872653.pdf [Consulta: 15/X/21].

Real Academia de la Lengua Española (RAE) (2005) Diccionario panhispánico de dudas. Disponible en: https://www.rae.es/dpd/commodity [Consulta: 14/X/21].

Tashu, Melesse (2018) “Determinantes del tipo de cambio real de equilibrio en Perú: ¿Es el sol una moneda commodity?”, Revista Estudios Económicos, Banco Central de Reserva del Perú, 36, diciembre. Disponible en: https://www.bcrp.gob.pe/docs/Publicaciones/Revista-Estudios-Economicos/36/ree-36.pdf#page=12, pp.9-30 [Consulta: 15/X/21].

United Nations Conference on Trade and Development (2021) “UNCTAD product groups and composition (SITC Rev.3)”, en UNCTADSTAT, [s.l.], United Nations Conference on Trade and Development, 9 de junio, 5pp. Disponible en: https://unctadstat.unctad.org/en/Classifications/DimSitcRev3Products_DsibSpecialGroupings_Hierarchy.pdf

Wionczek, Miguel (1954) “Mercados de exportación y desarrollo económico”, en Comercio Exterior, abril, pp.1333-1336. Disponible en: http://revistas.bancomext.gob.mx/rce/sp/index_rev.jsp?idRevista=593 [Consulta: 4/X/21].

Acerca de la autora

Isabel Avella Alaminos. Doctora en Historia (2006) por el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México. Realizó una estancia posdoctoral en la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Economía de la UNAM (2007-2009). Profesora de tiempo completo definitiva en el Departamento de Historia del Sistema Universidad Abierta y Educación a Distancia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Sus líneas de investigación son la historia del comercio exterior de México en el siglo XX y la historia de la historia económica.

Categorías
Historia Económica

Subdesarrollo

Autor: Giovanni Villavicencio

El concepto de subdesarrollo surge a mediados del siglo XX como una antítesis a la noción ortodoxa de desarrollo y una crítica a la visión occidental de modernidad. En términos económicos, el término desarrollo se asocia con un proceso de transformación en el cual los individuos de un determinado país logran mejorar su calidad de vida gracias a la modernización de su estructura productiva interna y la creación de productos de alto valor agregado. Este concepto está inspirado en la experiencia de los países del centro que lograron posicionarse como los líderes del mercado mundial de mercancías mediante un proceso de industrialización local.

El análisis de mayor relevancia sobre la dicotomía centro-periferia es atribuido al economista argentino Raúl Prebisch, uno de los principales exponentes del estructuralismo latinoamericano. De acuerdo con este autor, los países del centro son las naciones que concentran gran cantidad de riqueza en sus territorios y que además cuentan con un sistema productivo de alta tecnología. En contraste, los países de la periferia son aquellos que no han logrado implementar una estructura productiva autónoma, por lo cual se insertan al mercado mundial a través de la exportación de materias primas y mercancías de poco valor agregado, al mismo tiempo que son dependientes de las importaciones tecnológicas del centro.

La tesis de Prebisch (1948), contradice la idea ortodoxa de que el desarrollo es un proceso replicable que los países de la periferia pueden seguir para alcanzar un nivel de progreso similar al de los países del centro. De ahí que la noción de subdesarrollo se anteponga al concepto de economías “en desarrollo”, dado que, de acuerdo con la concepción estructuralista latinoamericana, los países de la periferia realmente no se encuentran en un proceso de avance sino de estancamiento.

A lo largo de su obra, el economista brasileño Celso Furtado retomó la dicotomía centro-periferia formulada por Prebisch para profundizar su definición del concepto subdesarrollo. En este sentido, Furtado (1968, 1974) llegó a la conclusión de que los países de la periferia nunca podrían emular el nivel de progreso de los países del centro, por lo cual el desarrollo económico al que las naciones subdesarrolladas aspiran es un mito. Bajo este abordaje, el concepto de subdesarrollo formulado por Furtado establece que el desarrollo no depende de un manual que pueda replicarse indistintamente en todos los países, por lo que las economías de la periferia han errado en su intento por alcanzar el proceso industrial del centro.

En este contexto, los autores de la noción de subdesarrollo se encargaron de formular una serie de políticas que permitieran a los países de la periferia superar su condición de atraso respecto a las naciones del centro. Para lograr dicho objetivo, Furtado (1968) atribuyó al Estado la tarea de promover la industrialización de sus economías. De acuerdo con este autor, el estímulo monetario destinado a mejorar las estructuras productivas de la periferia podría obtenerse mediante la transferencia de recursos de un sector a otro. En otras palabras, el Estado podría optar por utilizar el excedente proveniente del comercio de materias primas para impulsar el desarrollo de la industria interna. De esta manera, el concepto de subdesarrollo sirvió para justificar teóricamente el modelo de sustitución de importaciones (MSI) que la mayoría de los países de América Latina adoptó durante la segunda mitad del siglo XX.

Asimismo, es importante mencionar que el concepto de subdesarrollo no pretende afirmar que los países de la periferia se encuentran bajo una misma situación homogénea. Por el contrario, Furtado (1968) siempre hizo énfasis en que el subdesarrollo se presenta de manera diferente en cada nación, por lo que algunos países tendrían mayores posibilidades de implementar políticas desarrollistas que otros. Por otra parte, a pesar del aparente optimismo del MSI y el pensamiento estructuralista latinoamericano, la naturaleza del mismo concepto de subdesarrollo establece una visión pesimista respecto al futuro de los países de la periferia. En concreto, Furtado (1974) argumentaba que más que disminuir, las disparidades entre los países desarrollados y subdesarrollados tenderían a incrementarse a medida que el proceso de acumulación de capital global avanza. Esta visión resultó ser casi profética, si bien el concepto de subdesarrollo ha adquirido nuevas características a lo largo del tiempo, los países de la periferia parecen permanecer estancados en la condición de dependencia que este término sugiere.

Con el paso del tiempo, es cierto que las naciones de la periferia alcanzaron un cierto grado de industrialización, sin embargo, este no fue resultado del MSI sino de la expansión territorial de las empresas trasnacionales de los países del centro. En otras palabras, las compañías de las naciones del centro comenzaron a relocalizar algunas de sus plantas productivas a los países de la periferia con el fin de aprovechar los bajos salarios ofrecidos por estas regiones. Por tanto, el concepto de subdesarrollo adquirió un nuevo significado que, si bien conservó sus características fundamentales, adoptó otras dimensiones derivadas de la nueva división internacional del trabajo. Esta nueva concepción del término subdesarrollo fue elaborada por el economista chileno Fernando Fajnzylber (1983), quien sostuvo que el fracaso del MSI propició una renovación del concepto de subdesarrollo.

De acuerdo con este autor, la noción de subdesarrollo propuesta por Furtado (1968, 1974) debía ser actualizada para analizar la situación de los países de la periferia. Si bien las naciones subdesarrolladas continuaban siendo dependientes de la producción de materias primas, para los años ochenta se había sumado un otro factor: la creciente inserción al mercado mundial mediante el ofrecimiento de mano de obra barata en la periferia. Por consiguiente, Fajnzylber propuso dos conceptos hermanos de la noción de subdesarrollo que sirven para explicar el tipo de competitividad con el cual los países se insertan al mercado mundial de productos. Por un lado, las naciones subdesarrolladas se caracterizan por contar con una competitividad espuria, en la cual el éxito del sector de exportación está determinado por la precarización laboral y las bajas remuneraciones salariales. Por otro lado, los países del centro cuentan con una competitividad auténtica, que se ve reflejada en la constante innovación tecnológica de su sistema productivo.

La noción de subdesarrollo ha adquirido diferentes significados a lo largo del tiempo. En este sentido, las diversas connotaciones que ha adquirido el concepto responden a la realidad histórica en que este es utilizado. Por tanto, resulta necesario renovar la noción de subdesarrollo para incorporar las nuevas tendencias de dependencia a las que se enfrentan los países de la periferia hoy en día.

Palabras relacionadas:

desigualdad, balanza comercial, gasto público, mercado, economía.

Vínculos de interés:

Una relación de los escritos de Celso Furtado

Una reflexión sobre el desarrollo y el subdesarrollo de Pedro Paz y Octavio Rodríguez

Un acercamiento al concepto de desarrollo y subdesarrollo (video)

Bibliografía:

Fajnzylber, Fernando (1983), La industrialización trunca de América Latina, México, Centro de Economía Transnacional, Editorial Nueva Imagen.

Furtado, Celso (1968), Teoría y política del desarrollo económico, México, Siglo XXI

Furtado, Celso (1974), El desarrollo económico: un mito, México, Siglo XXI

Prebisch, Raúl (1948), El desarrollo económico de la América Latina y algunos de sus principales problemas, Santiago, CEPAL. Disponible en: https://www.cepal.org/es/publicaciones/40010-desarrollo-economico-la-america-latina-algunos-sus-principales-problemas

Acerca del autor

Giovanni Villavicencio. Economista por la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y maestrante de la maestría en Historia Internacional en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Experto en temas sobre financiarización y meritocracia.